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El sentido de la vida: dejarse amar
jueves, 25 de octubre de 2007
Practiquen el amor, a ejemplo de que nos amó, y se entregó por nosotros como ofrenda, y sacrificio agradable a Dios el Padre.
Efesios 5, 2 – 3
Está escondida la felicidad por allí, en algún rincón de tu corazón, donde delante del deseo de cambio, de transformación, cuando te encontraste con dificultades que, te regalaron el rostro más doloroso de la vida, por enfermedad, por muerte, por crisis económica, por crisis vincular. Por historias que cuando las remontás llegás tan lejos como podés, armar el árbol genealógico familiar, y descubrís que lo que hoy te pasa, no tiene que ver con tu aquí y ahora sino con una larga historia, sucedida de generación en generación, que no terminaron de encontrar rumbos, y que se vieron marcadas por un modo de ser que, difícilmente se puede trastocar, sólo con un buen deseo.
Sin embargo, en algún rincón de tu corazón, y mucho más allá de estas experiencias difíciles, se esconde un proyecto de felicidad. Que supondrá resolverlo todo. Lo que hemos dicho, y más. Lo que no pudimos decir. Y que sólo será posible cuando encontremos, como una razón y un gran motivo por el cual vivir.
El conocido escritor ruso, Solsestín, cuenta en una de sus obras, a cerca de un filólogo, Rubín, quien comenta a un compañero de celda, lo que le pasó en una de sus clases en la universidad.
Ese día afirmó, en el aula, que la felicidad no existe. Que es una ilusión. O al menos, si existe, es inalcanzable, etérea. No tiene forma, ni figura. Al cabo del tiempo, desde los pupitres le hacen llegar, una notita, al profesor.
“Sin embargo, yo amo (dice un alumno), y soy feliz. ¿Qué dice usted a esto?
Cuando su compañero de celda, le preguntó cuál había sido su respuesta, Él se encogió de hombros mirando para arriba, y expresó asombrado, un no terminar de entender, aunque intuir, de que lo que le estaban mandando de vuelta al mensaje que el había dejado entrever entre sus amigos, alumnos, venía con una carga que él no tenía adentro suyo, pero que lo animaba como a mirar para adelante.
Fijate vos cuánto se puede decir con un hombro para arriba, y una mirada que habla. El gesto habla. En su gesto, el profesor Rubín, dijo todo eso. Y entonces, la pregunta, que nos hacemos nosotros, en esta mañana es; ¿Será verdad esto? No nos lo preguntamos metafóricamente, nos preguntamos esto mismo con veracidad, ¿Es posible, realmente es posible encontrar la felicidad en el camino de la vida?
Se conocen historias de amor donde en la vida real hay gente que alcanzó, se les ve en la cara, un proyecto de felicidad.
Sin embargo cuando nosotros hemos hecho una experiencia de ensueños desde el amor, con la felicidad, y después nos descubrimos, bajo algún cachetazo de la vida, o algún traspié en el camino, que no era tan fácil la cosa cuando una enamorada, o un enamorado, aparecen con los ojitos brillantes y con la sonrisa a flor de piel, porque te das cuenta de que la primavera le llegó al corazón, si nos preguntan si es posible ser feliz, uno le dice si, pero en el fondo le dice, “ya vas a ver que no es tan fácil”.
Y la verdad sea dicha, que si, pero también es cierto que no es tan fácil.
Que es laboriosa. Que, si bien es cierto que un gran amor, puede como cambiar la mirada del rostro, o la sonrisa, la posición ante la vida. Si uno lo sabe administrar con madurez, digámoslo así, con sabiduría, este fuego de amor, es el que va a permitir después, superar las dificultades que se cruzan. Desde el lugar de encuentro con el amor.
Es posible. Pero, tratar de alcanzar las felicidades del amor es un arte.
A este arte le vamos a llamar “el arte de amar”, simplemente. Cuando aprendemos el arte de amar, aprendemos el camino que conduce al sostenimiento de la felicidad, que nace, sin dudas, como primer impacto de un flechazo de enamoramiento.
Sólo cuando hay un flechazo así, hay posibilidad de encuentro con la felicidad. Cuando hablo de flechazo de enamoramiento, no estoy sólo pensando en el amor de pareja. Sino en el amor de amistad. En el amor que se hace vida que se consagra.
El amor de pareja, el amor matrimonial, en el amor por un gran ideal.
Sólo el amor como flechazo, sostenido en el tiempo, y artísticamente construido, puede ayudarnos a encontrar lo que estamos buscando.
La felicidad.
No estamos pensando que en el arte de amar, esto se pueda hacer como por oficio. Como una manera de ganarse la vida. Se trata de poseer el amor, de una manera que uno lo pueda transpirar.
Un amor que se pega por fuera, a nuestra persona que se finge, es una adulteración inútil. No produce frutos de felicidad.
El corazón debe estar saturado de amor para alcanzar la felicidad. Convencido en la búsqueda del bien del otro, de su felicidad. Entonces, sale hasta por los poros de nuestra personalidad y de nuestros comportamientos.
Es lo que Jesús nos deja en su Palabra, cuando nos dice “ámense unos a otros como yo los he amado”. Yo los he amado, está diciendo Jesús, al entregar la vida. Un amor de entrega, de la vida por el otro, es el único capaz de ofrecernos las herramientas, para la artesanía de la construcción del vínculo, desde el amor para alcanzar la felicidad.
El Padre nos envió a alguien que nos contara el amor, pero mucho más que eso, que nos regalara el amor. Dios, el Padre nos entregó a su Hijo Jesús, para dejarnos un mensaje de amor y para hacerse Él mismo, mensaje y ofrenda de amor.
Todo el amor que necesita nuestro corazón, para alcanzar la felicidad, está ofrecido como en su fuente, en la persona de Jesús. Y en todo caso,
los amores de nuestra vida tienen verdadero sentido cuando en su persona descubrimos, que Él es el origen y el término de todo amor.
Juan lo define bien cuando intenta sintetizar en una frase, cual es la experiencia de Dios, que él ha hecho: Dios es Amor. Está diciendo con esta expresión, el cuarto de los evangelistas, en la primera de sus Cartas, que todos los amores con los que él se ha encontrado en la vida, encuentran en Dios su síntesis y su razón de ser, su fuente y su término.
DIOS ES AMOR, que alcanza, da sentido, fortalece, rejuvenece, sana, construye todo vínculo de amor.
Tus amores, tus amores en el amor grande, ¿cuáles han sido? ¿Cuáles han sido los encuentros tuyos de amor que le dieron sentido a tu vida? ¿Cuáles han sido los vínculos tuyos, marcados por el amor, donde vos dijiste “es humano, es de carne y hueso, se parece mucho a mí, pero tiene algo que va mucho más allá de la simpleza de su mirada, de la simpleza de su actitud, de sus palabras?
Es cuando uno descubre en lo humano, que el amor tiene una fuerza divina, y ésta es la que verdaderamente le da sentido a la existencia. Por eso, estamos buscando por allí amores, que nos permitan como decir, es posible la felicidad. Porque cuando pensamos, o los traemos a la memoria se nos cambia el día, se nos renueva la mirada, nos renace la sonrisa, nos paramos frente a la vida con todas sus dificultades y desafíos, como queriéndola afrontar sin temores. Esos son los amores que le dan valor y sentido a tu vida.
Te invito a que los traigas a tu memoria y que lo compartas.
En pocos minutos, intentar encontrar una ruta cierta. Hablar de un tema tan fuerte, por un lado, tan tangible, aparentemente por otro, tan concreto en otro sentido, tan humano y tan divino, tan de todos los días y al mismo tiempo, tan ausente a veces en la vida, se nos va haciendo mustia, cuando nos falta.
Esto a lo que llamamos amor, es además, una experiencia universal, que permite un lenguaje universal, no es fácil encontrarle la vuelta, pero intentaremos balbucear un poquito más, en la mañana de hoy para decir algo, sabiendo que tal vez sean las palabras que acá se dicen, por más que usted dice que están lindas, mi sensación es que dicen poco de lo que podría decirse. Al menos intentaré no desdecir lo que hay que decir, cuando hablamos del amor, y por eso quisiera ir buscando el lugar más cierto sobre la persona que (a mí particularmente y también a muchos de ustedes), le ha dado verdadero sentido a la palabra amor.
A mi particularmente, me ha resultado el encuentro con Jesús, un flechazo en el corazón, un flechazo en la vida. Digo el corazón, por decir en el eje de mi vida, que me permitió descubrirlo todo a partir de Él, como de una manera nueva, distinta. Yo, como niño en casa, viví la experiencia del amor familiar, del amor materno, del amor de los hermanos. He tenido la experiencia de amor en la familia grande, también. De mis tíos, primos, también con mis amigos, compañeros, por ahí también una noviecita cuando adolescente. El amor cuando se hace fuego, es esa experiencia tan particular, ruboriza. Pero, cuando me encontré con Jesús, y descubrí que, aquella palabra de la carta a los gálatas, estaba dirigida a mi persona.
Empezó como a decirse como muchas cosas de mi vida en relación a Él. En gálatas, Pablo dice “me amó y entregó su vida por mi”.
Yo por ahí, por el año 86 aproximadamente, descubrí que esta palabra decía mucho de lo que yo buscaba para explicar qué me pasaba. Con la fuerza de atracción que generaba Jesús sobre mi persona.
Fue como una palabra única con la que recé casi un año y medio.
Como rumiándola, encontrándole un nuevo sentido existencial.
Me amó, entregó su vida por mí.
Me di cuenta por un momento que no era todo cualquiera. Que yo estaba entre todos y era alguien. Y que ese alguien que era, Dios lo había creado y recreado en la entrega de la vida de Jesús, su Hijo.
Fue descubrir que Dios me invitaba, como le decía a Carlos de Foucold; a amarlo como yo era, sin intentar fabricar un modo de querer alcanzarlo. Porque en realidad, como el mismo Pablo dice; “cuando uno es alcanzado por el amor de Dios, todo lo ha alcanzado”.
Y en todo caso se lanza hacia delante para ver si llega, a la meta, pero, para poder hacerlo, antes tiene que haber sido alcanzado por el Amor de Dios. Cuando uno es alcanzado y experimenta ese amor, siente esto que Foucold, en su contemplación, una vez,
percibió que Dios le invitaba a descubrir como una carta que el mismo Dios le mandaba
por el correo de la oración, donde le decía que lo amara como era.
Conozco tus miserias, las luchas, las tribulaciones de tu alma, tu debilidad, las dolencias de tu cuerpo, conozco también tus cobardías, tus pecados.
Yo conozco tus flaquezas.
Y a pesar de todo te digo, dame tu corazón.
Ámame tal cuál eres.
Si para darme tu corazón, esperas a ser un ángel, nunca llegarás a amarme.
Aun cuando caigas de nuevo, muchas veces, en esas faltas que quisieras no cometer jamás, y seas un cobarde para practicar la virtud, no te consiento que me dejes de amar.
Ámame tal como eres
.
Ámame en todo momento.
Cualquiera que sea la situación, en la que te encuentras. Fervor, sequedad, felicidad, hasta de traición.
Ámame tal como eres, quiero el amor de tu corazón indigente.
Si esperas a ser perfecto para amarme, nunca me habrás amado.
¿No tengo yo poder para transformar un grano de arena en un serafín radiante de pureza, de nobleza, y de amor?
¿No podría hacer surgir de la nada, millones de santos, aun mas perfectos y santos que aquellos que hasta hoy he creado con el gesto único de mi voluntad?
¿Acaso no soy el Todopoderoso?
Si yo deseara dejar para siempre en nada, mil seres maravillosos, prefiriendo tu amor.
¿Acaso no tengo derecho a esto?
Es Dios quien habla.
Déjame amarte. Quiero tu corazón
.
En mis planes, está el moldearte.
Pero mientras eso llega, te amo, te amo como eres.
Y quiero que tú hagas lo mismo. Deseo ver tu corazón. Que se levanta desde lo profundo de tu miseria.
Amo en ti incluso tu debilidad.
Me gusta el amor de los pobres.
Quiero desde la indigencia se levante, incesantemente este grito.
Te amo Señor. Lo que me importa es el canto de tu corazón.
¿Para qué necesito yo tu ciencia?
¿De qué me sirven a mí tus talentos?
No quiero tus virtudes.
Y aun cuando yo te las diera, eres tan débil, que siempre se mezclaría con ellas, el amor.
Pero no te preocupes por eso.
Preocúpate de llenar con tu amor sólo este presente.
Hoy me tienes a la puerta de tu corazón. Como mendigo.
A mí, que soy el Señor de los Señores.
Yo estoy llamando a tu puerta.
La estoy golpeando y espero.
Apurate, abrime, no alabes tu miseria.
Si conocieras plenamente la dimensión de tu indigencia, te morirías de dolor.
Una sola cosa podría herirme el corazón.
Ver que dudas. Que te falta confianza.
Quiero que pienses en mí todas las horas del día. Y la noche también.
No quiero que realices ni siquiera la acción más insignificante por un motivo que no sea ni siquiera nuestro vínculo de amor.
Cuando te toque sufrir, yo te daré la fuerza.
Tú me diste amor a mí, Yo te daré amor más de lo que hayas podido soñar, pero recuerda
, recuerda esto
,
ámame tal como eres.
Eso pasa a veces, para que podamos encontrar este gran amor, Él amor, que para poder decirlo casi no habría que nombrarlo, como decían algunos. Sólo contemplarlo, vivirlo y expresarlo.
Exudarlo. Para llegar a eso hay que recorrer un camino hay veces. Hay almas como que lo tienen fresco siempre, desde niños, siempre, Dios estuvo a la puerta y ellos supieron abrirla y con Él siempre estuvieron.
Hay personas que son así, pero la mayoría de nosotros hacemos como un viaje largo, extenso hasta que descubrimos este amor.
Recorremos senderos, nos metemos en cañadas profundas. Experimentamos el peso de la vida. El sopor del camino, experimentamos el sueño, nos angustiamos, nos entristecemos. Preguntamos por donde está, como dice la canción de Alberto Plaza; “Si pasás quedate un poquitito mas, la buscamos, la anhelamos, si pasas por ahí, felicidad quedate un ratito… “
Pero en realidad al mismo tiempo que decimos un ratito, la queremos para siempre y entonces seguimos buscando, caminando, recorriendo, un largo viaje.
Si uno quisiera encontrar una imagen que represente la felicidad, el rostro de un niño es un reflejo muy bueno. Los rostros que contemplan la vida nueva que aparece, figura como de la mejor manera, lo que es la felicidad para los hombres.
Te invito a que le saquemos una foto a esa experiencia.
Imaginate los rostros más taciturnos, mas hoscos, más encerrados, más apagados, deprimidos, y ponelos de frente a un niño que nace; que le sonríe. Fijate si no cambian esos rostros. Es que cuando la vida nace de nuevo, cuando la vida surge una vez más y se vuelve a reproponer, es cuando los hombres descubrimos que la vida, tiene sentido.
Cuánto más cuando nosotros renacemos porque hay un amor que le da sentido a la vida.
Este amor que da sentido a la vida, es el de Jesús. Este amor que está a la puerta, y llama es el del Señor. A ese amor te invito que te dejes amar por él.
Desde ese amor que te dejes amar
.
Que el amor de Dios toque la vida de cada uno de nosotros y despierte a una vida nueva en el Espíritu.
Padre Javier Soteras.
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