05/07/2022 – En el programa “El Pan Nuestro” continuamos reflexionando con María Cecilia Jaurrieta, de la Orden Franciscana Seglar, sobre el voluntariado en el marco del ciclo semanal “Vivir para Servir: La Espiritualidad del Voluntariado”.
El tema que nos ocupa en esta oportunidad es “El voluntario: sacerdote, profeta y rey”.
Al respecto, María Cecilia Jaurrieta destacó que, “por el Bautismo somos sacerdotes, profetas y reyes. Un voluntario es un bautizado “recargado”, es decir que tiene oportunidad de poner en obras todo lo que se ha comprometido a elegir el bien común en vez del propio, a renunciar al egoísmo, como falta de testimonio del amor”.
En este sentido, Jaurrieta presenta el testimonio del hermano Omar Casas, Fundador y Director de Fundación San Alejo y Director del Desayunador Madre Tránsito de la OFS Frat. Santa Rosa de Viterbo.
Al respecto, el hermano Casas subrayó: “El voluntario se enriquece con el diálogo abierto, con las diferentes experiencias que recibe porque ser voluntario es formarse con una formación permanente que no se aprende en ningún libro sino del Evangelio permanente que vive en el hermano en situación de calle, en el hermano vulnerable, enfermo, en el que está solo”
Todos somos pueblo de Dios
El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial- aunque diferentes esencialmente, se ordenan sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan del único sacerdocio de Cristo.
Somos un pueblo sacerdotal. En virtud del bautismo, todos los fieles pueden ofrecer a Dios un culto espiritual. Concurren a la ofrenda de la Eucaristía y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias y mediante el testimonio de una vida santa, en la abnegación y caridad operante. Por eso toda obra, toda plegaria, cada momento de la vida familiar, todo puede convertirse en un culto espiritual.
El sacerdote es un mediador que le habla a Dios de los hombres y a los hombres de Dios – Somos un pueblo profético. El mismo Espíritu de Cristo recibido en el bautismo nos hace profetas. Es decir somos capaces de dar testimonio de Cristo y de dar razones de nuestra esperanza. Este profetismo nunca fue fácil Debe ejercerse en el mundo de la cultura para que esté al servicio de la vida. En el ámbito de la sociedad para que se respete al hombre. En el ámbito de la técnica para que no se reemplace al Creador – Somos un pueblo real. Somos llamados a colaborar para que el mundo acoja a Cristo, Señor de la historia y todo sea recapitulado en El. La tarea de los laicos es hacer que todas las realidades humanas caigan bajo el señorío de Cristo impregnándolas de los valores del Reino: justicia, paz, libertad, verdad y amor.