En camino de la Resurrección

miércoles, 27 de abril de 2011
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La Resurrección es el acontecimiento que ha cambiado la historia. No es un teorema, sino un dato. No es una invención, sino una constatación. Los primeros seguidores incrédulos, llenos de dudas ante la noticia, se han rendido a la evidencia. Estaban acostumbrados, por su cultura, a aceptar después de asegurar. Lucas, más atento a las pruebas físicas (ya que era médico), transmite la palabra de Jesús Resucitado, que pide constatar la evidencia de su cuerpo vivo con el término “pselafésate” que significa literalmente “pellizcadme, tocadme no superficialmente”. Todo hombre, como el Hijo del Hombre, no tiene ya un final – la muerte-, sino un destino: una casa, en el seno de Dios que acoge al Hijo y a todos nosotros hijos en el Hijo.

“Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe”. Así escribía Pablo de Tarso hacia el año 55 a un grupo de cristianos de Corinto. Si Cristo realmente no ha resucitado, la Iglesia se debe callar porque no puede anunciar ninguna Buena Noticia de salvación para nadie. Toda nuestra fe queda vacía de sentido. No tenemos ninguna esperanza verdaderamente definitiva para aportar a ningún hombre. Solo la resurrección de Jesús fundamenta y da sentido a nuestra fe.

Durante la Cuaresma y especialmente en la Semana Santa, recordamos y meditamos con el Via Crucis, la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo en su camino al Calvario. Los acontecimientos del Via Crucis concluyen en un sepulcro, y dejan quizá en nuestro interior una imagen de fracaso. Pero todos sabemos que ése no es el final. Jesús con su Resurrección triunfará sobre el pecado y sobre la muerte. Y, resucitado, dedicará nada menos que cuarenta días en devolver la fe y la esperanza a los suyos. Después los dejará diez días para reflexionar – a modo de jornadas de retiro y oración –, en torno a María para que reciban la fuerza del Espíritu que les capacite para cumplir la misión que Él les ha confiado.

Hoy vamos a presentarles el Via Lucis, el camino de la luz, del gozo y la alegría vividos con Cristo y gracias a Cristo resucitado. Vamos a revivir con los discípulos su gozo desbordante que sabe contagiar a todos. Vamos a dejarnos iluminar con la presencia y acción de Cristo resucitado, que vive ya para siempre entre nosotros. Vamos a dejarnos llenar por el Espíritu Santo que vivifica el alma.

¿Cómo vivo o manifiesto mi alegría por Jesús Resucitado?

Via Lucis significa “en camino con el Resucitado”. Es una nueva manera de expresar la alegría pascual en el Tercer Milenio. Cristo es el centro de la vida del mundo. El Misterio Pascual es el centro de la vida de Cristo. Está estructurado en base a los dos aspectos de la muerte-resurrección. La mediación popular del primer acto es el Via crucis, que ya conocemos. Después del Vaticano II, se vuelve a descubrir la necesidad de la mediación popular del segundo aspecto: el Via lucis.

El Vía Lucis nació en el verano de 1988, en el Movimiento Testigos del Resucitado. Era la primera formulación y realización de una celebración centrada en la Resurrección. En 1989 el Vía Lucis es presentado al sucesor de Don Bosco, don Egidio Viganó que se implicó y nombró una comisión teológica para estudiar criterios y formularios diversificados. Surgieron algunos para comunidades parroquiales, otros para grupos comprometidos, para los que sufren, para jóvenes, para niños y para personas consagradas.

El Via Lucis se difundió, por obra y gracia del Espíritu, tan rápidamente que en abril de 1990 se celebró solemnemente el primer rezo del mismo, presidido por el sucesor de Don Bosco, Don Egidio Viganó, en Roma, sobre el suelo de las Catacumbas de San Calisto. Y fue significativo celebrarlo solemnemente por primera vez allí donde reposan los mártires, testigos perennes de una fe inquebrantable en el Resucitado.

Siguió la notificación a Juan Pablo II, precisamente por parte del Rector Mayor, y la lenta implicación de los Obispos. Algunos introdujeron enseguida en la propia diócesis la práctica del Via Lucis como llegada a la alegría de la vida cristiana, después de la experiencia del Vía Crucis.

En el 2002, el Directorio sobre Piedad Popular y Liturgia del Vaticano, anunció que el Vía Lucis “puede convertirse en una óptima pedagogía de la fe, porque, como se suele decir, “per crucem ad lucem” – “por la cruz a la luz”. Con la metáfora del camino, el Vía Lucis lleva desde la constatación de la realidad del dolor, que en el plan de Dios no constituye el fin de la vida, sino la esperanza de alcanzar la verdadera meta del hombre, es decir, la liberación, la alegría, la paz, que son valores esencialmente pascuales.”

Hoy, más que nunca, es necesario que el pueblo sienta como suyo este itinerario. La Pascua no debe ser tan sólo una fiesta del calendario, sino un estilo de vida. El Vía Lucis, en una sociedad que con frecuencia está marcada por la ‘cultura de la muerte’, con sus expresiones de angustia y apatía, es un estímulo para establecer una ‘cultura de la vida’, una cultura abierta a las expectativas de la esperanza y a las certezas de la fe.

Así como el Via crucis ha sido proyectado oportunamente con el acompañamiento de María, la Dolorosa con el Hijo afligido, así también a lo largo del Via Lucis, la Madre de Jesús continúa quedándose a nuestro lado. Ya desde hace siglos la Iglesia ha formulado la antífona "Regina coeli laetate alleluia" y recientemente ha compuesto textos para la celebración eucarística en honor a "María alegre en la Resurrección".

La devoción del Via Lucis se recomienda en el Tiempo Pascual y todos los domingos del año que están muy estrechamente vinculados a Cristo resucitado. Para rezar el Via Lucis, se propone un esquema similar al utilizado para rezar el Via Crucis: enunciado de la estación; presentación que encuadra la escena; texto evangélico correspondiente y una oración. Les proponemos escuchar y reflexionar sobre algunas de las estaciones del Via Lucis.
Primera Estación: Jesús resucita de la muerte

P Te adoramos, oh Cristo resucitado, y te bendecimos.
T Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

Lectura del Evangelio según Mateo (Mt 28, 1-7)
En la madrugada del sábado, al alborear del Primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres: "Vosotras, no temáis. Ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id a prisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis". Mira os lo he anunciado.

Reflexión: Después del sábado, la fiesta. Después de la espera en la oscuridad, la luz. Del seno de la noche revienta la aurora; la única entre tantas, la primera de todas, el alba de la Pascua, el comienzo de un día que no tendrá jamás ocaso. Inaugura el hombre nuevo: ayer crucificado, hoy resucitado para vivir sin fin. El terremoto, la blancura como de nieve, la luz como en el Tabor, son signos de la manifestación de Dios. Él lo derriba todo como la piedra del sepulcro: "He aquí que hago nuevas todas las cosas" (Ap. 21,5). Dios es novedad, es "belleza siempre antigua y siempre nueva", es joven eterno, hacen falta jóvenes para siempre. En el Bautismo nos ha dado el germen de la juventud. Somos portadores de novedad. Las mujeres, fieles al Maestro, tienen en sus manos los vasos de los aromas para los muertos. El ángel anuncia una novedad para la vida: "no tengan miedo". Desde siempre el hombre esperaba esta noticia: la muerte está muerta. Ha estallado la vida.

El hombre de hoy corre el riesgo de correr hacia sepulcros y embalsamar la vida. Llorar es más cómodo que proyectar. Es urgente hacerse reevangelizar por esta novedad traída por el alba de este día sin fin. La "Nueva Evangelización" para los hombres de hoy tiene como centro la Pascua: en un mundo altamente informático, corren el riesgo de quedar sofocados por las comunicaciones. Esta noticia pascual puede quedar sumergida. Hay que ponerla en el centro de la persona y de todo el sistema de su vida. Ella le da sabor a toda conquista. ¿De qué serviría la más bella noticia, si no existiera esta buena noticia de que la muerte no es la última palabra?

Un anuncio bomba: la vida explota

Jesús nace en una noche. Jesús resucita en una noche. Nace en una pobre cuna, renace en una fría tumba. El día irrumpe en la profunda noche. La vida estalla en la oscuridad de la tumba. Todavía hoy, a menudo escuchamos: ha caído la noche sobre el mundo de los jóvenes. Sin trabajo, sin ideales, sin futuro, sin esperanza. Muchos de ellos yacen en la tumba de la violencia, de la mala vida, de la apatía, de la depresión, de la opresión, de la desilusión. Frecuentemente vivir es fingir la vida. Pero aquel anuncio suena fuerte: "¡No tengáis miedo! Sé que buscáis a Jesús. No está aquí. Verdaderamente ha resucitado". ¡La vida estalla! Los jóvenes creyentes son llamados a ser ángeles, anunciadores verdaderos que anuncian la extraordinaria noticia. Hoy no es el tiempo de las cruzadas, de liberar el Sepulcro de Cristo. Hoy lo urgente es liberar cada pobre Cristo de su proprio sepulcro. Liberar a los jóvenes del miedo. Ayudarles a conjugar coraje y esperanza. El alba ya ha iniciado, no se le puede detener.

Oración: ¡Alabado seas Señor, por tu inmensa misericordia! ¡Gracias por resucitarnos a una vida nueva!

Segunda estación: Los discípulos encuentran el sepulcro vacío.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

Lectura del Evangelio según San Juan 20, 1-9.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue a donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto") Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo y el sudario con el que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Oración: ¡Gracias, Señor, por el don de la fe! ¡Que podamos contagiar con entusiasmo tu amor!
Tercera estación: Jesús resucitado se manifiesta a María Magdalena.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio según San Juan (Jn 20,11-18)
Fuera, junto al sepulcro, estaba María Magdalena, llorando. Mientras lloraba, se asomó el sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?" Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te los has llevado, dime dónde los has puesto y yo lo recogeré." Jesús le dice: "¡María!" Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa "¡Maestro!". Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, Ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro". María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto".

Reflexión: Juan y Pedro, vueltos a Jerusalén, esperan algo nuevo. María Magdalena en cambio se queda allí: a través del velo de las lágrimas, observa la tumba. A los ángeles que la interrogan les expresa el motivo de su llanto: "se lo han llevado". Está como paralizada por el dolor. Jesús todavía de incógnito la llama por su nombre: "María". El corazón de la Magdalena se inflama, el rostro se ilumina de alegría, el espíritu se enciende; es Él quien ha pronunciado su nombre con aquel acento único, con aquella carga toda suya. María, llamada por su nombre, responde con aquel otro nombre cargado de afecto y de inmenso respeto: "Maestro".

El mundo de hoy todavía tiene mucho que aprender. La mujer, que no era considerada apta para escuchar la Escritura, impedida jurídicamente para testimoniar, es escogida como primera testigo de la resurrección. La historia comienza a girar en otro sentido. El resucitado asigna una tarea a una mujer: anunciar a los anunciadores la bella noticia, gritar que la vida está viva; el camino cerrado desde siglos a más de la mitad del género humano, las mujeres, es finalmente abierto. Con la riqueza de su feminidad, la mujer se convierte en la Iglesia en la depositaria de la alegría y de la vida. Es la nueva Eva para la nueva era del dos mil.

Un nombre, un rostro, un ímpetu

Como ha hecho María Magdalena, se trata de continuar la búsqueda de Dios incluso en la hora de la duda, incluso cuando el sol desaparece, cuando el camino se hace más duro. Pero el día llega y como María Magdalena te sientes llamado. El pronuncia el nombre, tu nombre, te sientes tocado por el Señor. Tu corazón explota de júbilo. Al pronunciar tu nombre su rostro resplandece. Jesús Resucitado está junto a ti, con el rostro joven de un hombre de treinta años que ha sufrido. El rostro joven de un vencedor y lleno de vida. Confía en ti y te dice: "Ve, anuncia que Cristo es vivo. ¡Y nos quiere vivos!" Lo dice a todos los jóvenes de hoy, en modo especial a las mujeres jóvenes de hoy, que reconocen en Jesús aquel que por primera vez ha restituido a la mujer humillada por siglos, voz, dignidad, capacidad de anunciar.

Oración: ¡Maestro y Señor de la vida, que podamos reconocerte hoy en nuestros hermanos!

Cuarta estación: Jesús resucitado en el camino de Emaús.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio según San Lucas (Lc 24, 13-19. 25-27)Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante una dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. El les dijo: ¿qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: "¿Eres tu el único forastero en Jerusalén, que nos sabes lo que ha pasado allí estos días?" El les preguntó: "¿Qué"? Ellos contestaron: "lo de Jesús, el Nazareno, que fue un Profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo" (…) Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.

Oración: ¡Rompe, Señor, nuestros esquemas, y enciende en nosotros el amor a tu Palabra!

Quinta estación: Jesús resucitado se manifiesta al partir el pan.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio Según san Lucas (Lc 24, 28-35)Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: "Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída" Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron:"¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón" Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Reflexión: El Señor entra en la posada. A la apremiante invitación de los dos, se pone a la mesa por primera vez después de la resurrección. Es la primera cena del Jesús terrestre, es la degustación de la eterna cena del Reino. El destino del hombre es la cena, esto es la comunión con Dios y con los hijos de Dios. Los discípulos preparados por el Maestro durante el camino mediante la lectura de la Escritura, abren los ojos en la fracción del pan. La fe completa la apertura del corazón. Es Él, el Señor. Emaús es un lento proceso de reconocimiento. Está la guía del Maestro hacia el núcleo de la Palabra. Y luego está el gesto del Maestro, en la actuación de la gran Palabra: la Cena.

El hombre moderno ha multiplicado el enrejado de las comunicaciones, pero no ha abierto las puertas del corazón. En necesario ir a la escuela de Emaús. Todas las veces que abrimos las puertas del corazón a lo diverso, a lo desconocido, al "extraño", encontramos abiertas las puertas del corazón de Dios, el Trascendente. Los dos de Emaús, haciendo un gesto de amor, se preparan a la experiencia suprema del amor: la Cena: se disponen al conocimiento del amor: el reconocimiento. Si los hombres de hoy empiezan de nuevo a amar a los pequeños, los pobres, los lejanos, los oprimidos, todos aquellos que aún siendo del mismo clan, son hijos de Dios aunque todavía desconocidos, sólo entonces descubrirán sus ojos vendados. Y verán el amor, o sea, experimentarán al Resucitado, el Dios "en asecho" por todos los caminos.

Oración: ¡Gracias por ser alimento de nuestra vida! ¡Que nosotros seamos pan partido y compartido!
Sexta estación: Jesús resucitado se presenta vivo ante los discípulos.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio según San Lucas (Lc 24, 36-43)Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros". Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. El les dijo: "¿Por qué os alarmáis?, ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo". Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿tenéis ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

Oración: ¡Jesús amigo disipa nuestras tinieblas y temores, y anímanos a abrazar tu vida divina!

Séptima estación: Jesús resucitado da el poder de perdonar los pecados.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio según San Juan (Jn 20, 19-23)
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros". Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".

Reflexión: El Espíritu Santo es el don pascual que el Resucitado, ya constituido Señor envía. Es su eterno vínculo de amor. Es su "beso infinito". Es su alegría recíproca. Es su fiesta, sin sombras. El Espíritu es simbolizado con el aliento, que el soplo de vida que sale de lo profundo del pecho. Precisamente como el Espíritu, que brota de lo profundo de la vida del Padre y del Hijo. Por eso el resucitado comunica aquí la paz, el schalom: la remisión de los pecados. El Espíritu es armonía perfecta entre el Padre y el Hijo. "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único" (Jn 3, 16). El Padre y el Hijo resucitado han amado tanto al mundo que le han donado su Espíritu. Aquí se toca el fondo del amor, que da y perdona.

El hombre de hoy tiene necesidad de vida. Todo el mundo, por tanto, tiene necesidad del Espíritu. Vida y paz del Padre, del Hijo y del Espíritu. Nosotros, aun habiendo multiplicado tantos medios de vida, hemos apagado la alegría de la vida. Hemos apagado tantas vidas en germen. Hemos apagado el sentido de la vida. Nosotros, aun habiendo multiplicado los instrumentos de la comunicación, nos encontramos en el frío anonimato y en la incomunicabilidad angustiante. Aunque nosotros hemos aumentado el rédito general, los dos tercios del mundo están en total indigencia. El hambre de tener del Norte del mundo causa el hambre de bienes del sur del mundo. Es posible resurgir. La Iglesia del Resucitado tiene el poder de remitir los pecados, de encierro y de egoísmo.

De la parálisis al dinamismo

El terror encierra. El amor abre. El amor entra también a través de las puertas cerradas. Como un intenso perfume que se expande delante de las barreras. El amor resucitado entra. Nos da coraje. Y dona. Dona a los discípulos paralizados no sólo la fuerza de levantarse más también el poder de perdonar. Alienta. Ofrece el soplo de la vida. Es el Espíritu Santo, vida del Padre y del Hijo. Aire nueva en el mundo; los pecados no son rocas insuperables. En consecuencia se puede rejuvenecer. El soplo del Resucitado es hoy recibido en el sacramento de la reconciliación.

Oración: Gracias, Señor, por este Soplo Divino del perdón que renueva, transforma y santifica al mundo.

Octava estación: Jesús resucitado confirma la fe de Tomás.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio de San Juan (Jn 20, 24-29).
Tomás, uno de los Doce, llamado e Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor" Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo". A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros". Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente". Contestó Tomás: "Señor mío y Dios Mío!". Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto".

Oración: Sentimos arder nuestro corazón por la cercanía de tu presencia viva: ¡Señor mío y nuestro, aumenta nuestra fe!

Novena estación: Jesús resucitado encuentra a los suyos en el lago Tiberíades.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio según San Juan (Jn 21, 1-9.13)
Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar". Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo". Salieron y se embarcaron; aquella noche no pescaron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: "¿Muchachos, tienen pescado?". Ellos contestaron: "No". Él les dice: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor". Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red llena de peces. Al saltar a tierra ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan (…). Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.

Oración: Que te veamos en la playa de nuestro vivir cotidiano, y que todos exclamaremos al verte: ¡Ven Señor Jesús!
Décima estación: Jesús resucitado confiere el primado a Pedro.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.
Decimotercera estación: con María a la espera del Espíritu Santo.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 12-14) Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago. Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

Reflexión: Habiendo descendido del monte, entran en oración. Jesús ya no es más visible a los ojos de la carne, es alcanzable sólo con los de la fe. La "nube" de la Ascensión lo ha fijado en la gloria. La comunidad pascual implora al Espíritu. Ahora El Espíritu es esperado en la plenitud de sus dones. Sellará el nacimiento de la Iglesia. El comienzo de su camino como misionera del Resucitado. La invocación del Espíritu es siempre eficaz. Lo había garantizado Jesús: "Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden" (Lc 11, 13). Y es eterno Pentecostés. La oración pascual está marcada por la presencia de María, la Madre de Jesús; Ya está presente en Caná, donde el primer grupo comienza a creer en los signos; presente en el Calvario, donde la Iglesia está en gestación; ahora está presente en el Cenáculo, donde nace la Iglesia. María, la experta en el misterio pascual: muerte y vida, cruz y resurrección.

El hombre de hoy, distraído por el consumismo y seducido por caminos de muerte, se va olvidando de Dios. Pero una luz resplandece: es la Iglesia querida por Cristo para salvar a quien busca salvación. Es la Iglesia, reunida en oración con perseverancia concorde. Es la Iglesia, joven de veinte siglos que habla a quien es joven de años y de espíritu. El mundo, con sus lógicas, contrarias a las bienaventuranzas, aleja al hombre de Dios. La Iglesia, que es transparencia de Cristo, lo acerca a Dios. El camino del Cenáculo lleva a la cultura de la vida. María nos enseña a tener las manos juntas para saber tener las manos abiertas, las manos que se ofrecen. Las manos limpias, las manos heridas del amor, las manos juntas, como aquellas del Resucitado.

Oración: Jesús, gracias por darnos a María como Madre, que ella nos enseñe a meditar y vivir tu Palabra.
Decimocuarta estación: Jesús resucitado envía a los discípulos el Espíritu Santo.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2, 1-6)
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

Oración: Que tu Espíritu Santo fortalezca nuestra fe, suscite esperanza, y nos haga vivir en caridad.

L Del Evangelio Según san Juan (Jn 21, 15-17)
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dice: "Apacienta mis corderos". Por segunda vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le contesta: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Él le dice: "Pastorea mis ovejas". Por tercera vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero". Jesús le dice: "Apacienta mis ovejas".
Oración: Señor vos sabés que te amamos, ayúdanos a demostrarlo con nuestro testimonio y a nuestros hermanos.
Undécima estación: Jesús resucitado envía a sus discípulos a la misión universal.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L Del Evangelio según San Mateo (Mt 28,16-20)
"Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: "Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo".

Reflexión: El Resucitado es el Señor de la historia. El poder que el Padre le da lo transmite a los suyos. En el monte de Galilea inaugura la nueva historia. Como sobre el monte de las bienaventuranzas. Él ha indicado el nuevo código genético; hoy, en el monte de Galilea, hombres de carne, revestidos del Espíritu, reciben la consigna de transformar el mundo. Bautizar es divinizar al hombre, a toda criatura frágil. Enseñar y hacer luz sobre el nuevo destino del mundo. Hacer discípulos de todos los pueblos es insertar en la comunidad pascual, la Iglesia, sin distinción de raza y ni de cultura. Esta comunidad es casa y signo del amor trinitario. Casa a la que todos son llamados. Enorme tarea, la del envío, la de la misión: dedicación total al anuncio. En la Pascua, el dinamismo no termina, sino comienza. El campo de trabajo, su viña, es el mundo entero, hasta el final de los siglos.

El hombre de hoy vive en el inmenso campo del mundo. Un mundo que se hace cada vez más complejo con sus exigencias y sus dramas, con sus riesgos de aniquilamiento nuclear, con sus angustias de violencia y de no-sentido. Pero ¿cómo caminar en el mundo? ¿Cómo anunciar? ¿Cómo transformar sin forzar? ¿Cómo se fieles al Dios de la historia y a la historia de Dios? El Resucitado está con nosotros, hasta el fin del mundo.

La misión es única: hacer propia la causa de Jesús, es decir por aquellos que Él ha vivido y sacrificado. El reino de justicia, amor y paz. Vayan por todas partes, jóvenes misionarios de los jóvenes, en la familia, en la escuela, en la iglesia, por las calles, por las playas, en las discotecas, por las autopistas, por las vías virtuales. Se debe dar la bella noticia que todos esperan, porque el corazón continúa también hoy a buscar la felicidad, que es el eterno Amor.

Oración: Señor, danos el coraje de anunciarte en nuestra sociedad.
Duodécima estación: Jesús resucitado asciende al cielo.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 6-11)
Ellos lo rodearon preguntándole: Señor, "¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?". Jesús contestó: "No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo". Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se le presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Galileos, ¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como lo habéis visto marcharse".

Oración: Que sepamos vivir en solidaridad, con todos nuestros hermanos, en especial con los más necesitados.

Decimotercera estación: con María a la espera del Espíritu Santo.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 12-14) Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Llegados a casa, subieron a la sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de Santiago. Todos ellos se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

Reflexión: Habiendo descendido del monte, entran en oración. Jesús ya no es más visible a los ojos de la carne, es alcanzable sólo con los de la fe. La "nube" de la Ascensión lo ha fijado en la gloria. La comunidad pascual implora al Espíritu. Ahora El Espíritu es esperado en la plenitud de sus dones. Sellará el nacimiento de la Iglesia. El comienzo de su camino como misionera del Resucitado. La invocación del Espíritu es siempre eficaz. Lo había garantizado Jesús: "Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden" (Lc 11, 13). Y es eterno Pentecostés. La oración pascual está marcada por la presencia de María, la Madre de Jesús; Ya está presente en Caná, donde el primer grupo comienza a creer en los signos; presente en el Calvario, donde la Iglesia está en gestación; ahora está presente en el Cenáculo, donde nace la Iglesia. María, la experta en el misterio pascual: muerte y vida, cruz y resurrección.

El hombre de hoy, distraído por el consumismo y seducido por caminos de muerte, se va olvidando de Dios. Pero una luz resplandece: es la Iglesia querida por Cristo para salvar a quien busca salvación. Es la Iglesia, reunida en oración con perseverancia concorde. Es la Iglesia, joven de veinte siglos que habla a quien es joven de años y de espíritu. El mundo, con sus lógicas, contrarias a las bienaventuranzas, aleja al hombre de Dios. La Iglesia, que es transparencia de Cristo, lo acerca a Dios. El camino del Cenáculo lleva a la cultura de la vida. María nos enseña a tener las manos juntas para saber tener las manos abiertas, las manos que se ofrecen. Las manos limpias, las manos heridas del amor, las manos juntas, como aquellas del Resucitado.

Oración: Jesús, gracias por darnos a María como Madre, que ella nos enseñe a meditar y vivir tu Palabra.
Decimocuarta estación: Jesús resucitado envía a los discípulos el Espíritu Santo.

P: Te adoramos, Cristo resucitado, y te bendecimos.

T: Porque con tu Pascua has dado la vida al mundo.

L De los Hechos de los Apóstoles (Hechos 2, 1-6)
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.

Oración: Que tu Espíritu Santo fortalezca nuestra fe, suscite esperanza, y nos haga vivir en caridad.