11/07/2018 Dentro del espacio joven de la tarde dialogamos con Alejandro Gallay, miembro de la Pastoral de Adicciones de Gualeguaychú y Coordinador del Movimiento Nacional ni un pibe menos por las drogas.
Alejandro en su proceso de recuperación fue parte de la Familia grande del Hogar de Cristo, familia que reagrupa a diferentes centros barriales cuya finalidad es brindar una respuesta integral a las diversas situaciones de vulnerabilidad social y/o consumos, poniendo en primer lugar a la persona y sus potencialidades: “En el Hogar de Cristo uno aprende a ser casa para otros, es encontrarte con un voto de confianza que te anima a seguir adelante”.
Haciendo memoria de su historia y de la posibilidad de verla en integridad gracias a la experiencia de familia nueva en el Hogar de Cristo, Alejandro nos compartió: “Vengo de una familia muy humilde y numerosa, pase muchas cosas en mi vida; éramos 10 hermanos y mis padres no tenían trabajo y luego de unos años se separaron. Mi papa tenía que salir a chatarrear, se levantaba a las 5 de la mañana”. A lo que agregó: “nosotros teníamos una casita de material y atrás como éramos muchos mi papá construyó una casa de madera donde dormíamos los mayores, él había armado una cama cucheta con unos palos; me acuerdo cuando mi papá preparaba la comida como un juego y luego lo encontraba llorando a escondidas porque no podía darnos todo lo que hubiese querido”.
Dejarse acompañar y escuchar todas las voces, aprender a recibir la vida como viene, recibir y conocer cómo llegan los hermanos al hogar y lo que hace la gente allí para acompañarte, son algunos de los pasos básicos y troncales hacia el camino de sanidad: “El primer día que llegué al hogar Sofía me recibió con un abrazo, yo me imaginaba que había llegado a una comunidad terapéutica y me sentí en familia, llegar y ver cómo estaban organizando una comida para repartir a la gente del barrio, me hizo recordar mi pasado y mi vida porque yo era uno de los que iba a buscar comida”
Para finalizar Alejandro que hoy ya pudo rehacer su vida, formar una familia y estar trabajando como asistente terapéutico con otros jóvenes nos invitó a experimentar una mirada de misericordia y de apertura con aquellos que buscan la salida frente al flagelo de las drogas y el consumo: “El Hogar de Cristo me cambió la vida, muchas veces cuando estamos en consumo no somos conscientes de lo que nos pasa, se ve la parte fea y no nos fijamos en las cosas positivas que tuvimos en la vida porque la culpa siempre nos va por delante, no nos paramos a ver la realidad y a que todo tiene un porqué. Ningún pibe llegó a la droga diciendo “me voy a drogar toda la vida”, son cosas mínimas yo siempre comparto que cuando me recupere empecé a sentir y reconocer todos los olores como así también todos los sentimientos”.
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