En el Padre Nuestro somos uno en la Trinidad

miércoles, 19 de septiembre de 2007
Dijo el Señor:  ¿con quien puedo comparar a los hombres de ésta generación? ¿ a quien se parecen?. Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos:  tocamos la flauta y ustedes no bailaron, entonamos cantos fúnebres y no lloraron.  Porque llegó Juan Bautista que no come pan ni bebe vino y ustedes dicen: tiene un demonio.  Llegó el hijo del hombre que come y bebe y dicen:  es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.  Pero la sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.

Lucas 7, 31 – 35

 

Un pequeño comentario a éste Evangelio. Leyéndolo me acordé lo que escribió éste gran escritor inglés convertido Gilbert Chesterton. El se asombraba no siendo católico de las críticas que escuchaba dirigidas a la iglesia católica que les parecía contradictorias.

La iglesia se mete demasiado en política decían unos, otros decían la iglesia no se mete en política y tiene que meterse en política. Uno decía la doctrina de la iglesia es demasiado optimista, dice que Dios es nuestro Padre, le falta realismo, es utópica, dice que somos hermanos, que hay que amarse. Otros decían la iglesia en su doctrina es demasiado pesimista, es triste, confesarse, todo es pecado, no se puede hacer nada, prohibe el placer.

Unos decían una cosa y otros para mi criticando la iglesia la criticaron por todo lo contrario. Es lo que dice Nuestro Señor utilizando ésta expresión: tocamos la flauta y ustedes no bailaron, entonamos cantos fúnebres y no lloraron. Vino Juan que era un asceta y ustedes dicen tiene un demonio, vengo yo, el hijo del hombre, que me junto con los pecadores, que come y bebe y dicen que es un glotón y un borracho. No hay nada que nos venga bien cuando nuestra voluntad no está dispuesta a creer.

Ya decía San Agustín:: nadie puede creer si no quiere creer. Es decir que hay una disposición anterior a la fe que te permite creer, te permite aceptar las razones de la fe. Santo Tomás Moro decía también hablando de éstas críticas contra la iglesia: haber, te cuentan sobre un milagro que se realizó por oraciones de la Virgeny no lo crees, te cuenta tu vecina que el cura robó un loro y lo crees.

Creo que hay una disposición a creer. Nosotros debemos aceptar la fe como un don. Yo he conocido mucha gente en Rusia que quería creer y no podía porque su educación atea racionalista le impedía creer pero quería creer. Estaba dispuesta a aceptar la fe. Esa es la disposición mínima necesaria, natural, noble de toda buena persona que está dispuesta a creer, a aceptar la verdad, el bien y la belleza.

 

El Santo de hoy:  San Genaro – Patrono de Nápoles

 

San Genaro salvó a Nápoles más de una vez de las terribles erupciones del volcán Vesubio que ustedes conocerán por la historia antigua. En 1631 en la época de Velarmino y Cupertino en millones de toneladas de lava se dirigían hacia la ciudad para destuirla, hacia Nápoles, entonces el obispo llevo en procesión la sangre de San Genaro y la lava cambió de dirección milagrosamente y la ciudad se salvó. Es por eso que todos los napolitanos están agradecidos a San Genaro.

La sangre de San Genaro fue recogida por unas mujeres que la recogieron después del martirio que sufrió cuando le cortaron la cabeza en el año 305 durante la terrible persecución del emperador Dioclesiano contra los cristianos. El era obispo de la ciudad y fue encarcelado con diáconos y colaboradores, lo llevaron al anfiteatro para ser devorado por las fieras pero aunque los leones estaban muy hambrientos se contentaron con dar vueltas rugiendo alrededor de San Genaro y sus amigos. Entonces la chusma queriendo ver sangre pidió a gritos que le cortaran la cabeza.

Así lo hicieron. Inmediatamente después vinieron a recoger un poco de la sangre éstas mujeres y la guardaron. Resulta que todos los años un sacerdote expone en el altar de la Basílica un recipiente que contiene la sangre solidificada de San Genaro, la coloca frente a la urna que contiene la cabeza del santo, todos empiezan a rezar y de repente la sangre solidificada negra se vuelve líquida y rojiza. Entonces el pueblo de Nápoles estalla en cánticos de alegría bendiciendo a Dios por San Genaro.

Hoy he decidido contarles un poco de Radio María en Rusia.. Decidí hacer un pequeño relato de algunas personas que he conocido en Rusia y que también han sido santos ciertamente no canonizados por la iglesia pero en cada una de éstas personas había un reflejo de la santidad, de la perfección de Dios. Personas sencillas, no perfectas, llenas de defectos, quizás de pecado, de debilidades, pero también santos que yo he conocido. Hablo de personas difuntas, todos colaboradores de Radio María que durante un tiempo han hecho sus programas y luego por una u otra razón han partido hacia la casa del Padre.

La primera persona es un arzobispo de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Mijael Mudiukin que yo conocí en el año 1997 en la Academia Ortodoxa de San Petesburgo . Lo ví rezando, santiguándose frente a los íconos y sentí que éste hombre, éste anciano, casi ciego, caminaba rengueando apoyándose en las paredes porque realmente estaba ciego. Este hombre tenía una oración auténtica. De hecho su presencia producía una fuerte impresión.

Por ejemplo el entraba en un lugar, en Radio María donde el luego de un tiempo empezó a colaborar habitualmente y uno se sentía contento, alegre, porque había entrado el Arzobispo Mijael Mudiugin. Irradiaba una fuerza especial a pesar de su gran diferencia física porque caminaba rengueando apoyado muchas veces en el brazo de un seminarista que lo ayudaba, de algún amigo.

Pero cuando el predicaba se transformaba, se sentía joven y las palabras brotaban de su corazón con facilidad y mucha fuerza. El, a propósito, hablaba el ruso como lo hablarían las personas en el tiempo del Zarismo antes de la Revolución del 17 con una aristocrática elegancia, con gran parcimonia, con un rico vocabulario, con una gran expresividad.

Todo eso lamentablemente se perdió luego de la Revolución porque la igualdad proclamada por la ideología comunista en realidad fue chatura, mediocridad, igualdad, es decir nivelar por lo bajo. Entonces no había lugar en el comunismo a la aristocracia espiritual. La lengua rusa perdió su gracia por ese motivo.

El obispo Mijael Mudiugin parecía un hombre salido del   siglo XXIX. Este hombre había sufrido durante su vida la cárcel durante muchos años y más de una vez fue encarcelado en campos de concentración como enemigo del régimen comunista solamente por ser obispo creyente cristiano.

Fueron muchos años de privación, de sufrimiento que fueron minando su salud, sin embargo en su corazón el no conservaba ni una pizca de resentimiento contra el régimen. Al contrario era una persona bondadosa, era como un niño, le gustaba la amistad, tenía sentido del humor y siendo obispo ortodoxo de la iglesia ortodoxa rusa del patriarcado de Moscú, el tenía un gran afecto a la Iglesia Católica.

El creía y decía sin temor que la iglesia era una a pesar de las divisiones, porque nuestras divisiones decía el, no llegan hasta el cielo y las paredes que nos separan no llegan hasta el cielo. Es por eso que cuando lo invité a Radio María el acepto con agrado a pesar del esfuerzo físico el sufrimiento que le causaba caminar.

El arzobispo emérito Mijael Mudiugin empezó a ser colaborador permanente de Radio María y yo tuve la gracia de encontrarlo y una vez fui a visitarlo a su casa a llevarle productos del almacén porque sabía que vivía pobremente pero no pensaba que era tan pobre. Cuando llegué a su casa me di cuenta que no era una casa, era una habitación de dos por tres con una cocinita diminuta, un bañito donde uno casi no podía entrar. Toda la casa de éste hombre, profesor de teología, que sabía muchos idiomas, que había escrito muchos libros, arzobispo emérito.

Toda la casa era una pequeña habitación y yo no sabía donde sentarme el me dijo siéntese al lado mío ésta es mi cama así charlamos. Me empezó a hablar en latín. El pensaba que yo siendo sacerdote en la iglesia latina como la llaman ellos a la Iglesia Católica hablaba en latín y yo no hablo en latín. Entonces me di cuenta que éste hombre siendo ruso hablaba también en latín.

Era un hombre de una cultura impresionante y esa pequeña habitación que era toda su casa estaba llena de libros pero lo que más impresionaba en el Arzobispo Mijail era su alegría, su sentido del humor, su amabilidad. En Radio María el hizo un ciclo sobre la salvación traída por Jesucristo. Poco tiempo después el terminó de enfermarse y falleció en un hospital municipal. Durante sus últimos años el gustaba escuchar Radio María. Era un auténtico amigo de nuestra radio. Mijail me dio a entender que muchas veces la pobreza es el precio que debemos pagar por la libertad

Igor Chernoset llegó a Radio María en el año 1997 y muy inesperado entró con una botella de champaigne para brindar conmigo porque el había decidido hacer un programa en Radio María. Se presentó y dijo mi nombre es Igor, soy actor, soy ortodoxo, se leer, quiero ayudar. Era una persona muy enferma, se lo veía en su cara, tenía una enfermedad terrible en los riñones que finalmente falleció. La radio recién comenzaba y el me propuso hacer un programa con el nombre “ la hermosura de la ortodoxia” es decir la hermosura del cristianismo.

Entonces yo dije por que no la verdad, porque no el bien y el dijo no, la hermosura del cristianismo. Fue un ruso, Dostoiesky, el que dijo: la hermosura salvará al mundo. Cristo no es solo la verdad, no solamente la bondad sino también la belleza, la hermosura. Igor estaba muy enfermo y a pesar de su enfermedad el venía a la radio, sufría mucho por no poder hacer los programas. Era joven, tenía 35 años y un entusiasmo y lleno de amor profundo.

Sus dos amores eran la Iglesia y Rusia. El sufría por su país, quería verlo renacer, quería verlo crecer, quería verlo irradiar como en tiempos anteriores y a menudo Igor estaba taciturno, triste, desesperanzado, quizás sentiría la proximidad de la muerte y había tanto que hacer luego de la Perestroica, tanto por hablar, tanto por trabajar y Radio María le dio la oportunidad a Igor en esos pocos años que estuvo con nosotros de hacer no solamente un programa sobre la hermosura del cristianismo sino el después leyó la historia de Rusia, cosa que los rusos no sabían por que la historia estaba prohibida, la historia parecía que había empezado en 1917 con la revolución socialista pero Rusia tiene mil años no ochenta o noventa años sino mil años. Leía poesías, obras de literatura clásica que eran tan importantes para ellos.

De repente fue internado, al poco tiempo me llamó la mujer diciendo que había fallecido Igor. Entonces nos juntamos sus amigos, sus conocidos, hicimos un programa en Radio María en honor de éste joven que a pesar de tanto sufrimiento quiso hacer algo por su país, por su iglesia a través de Radio María.

El obispo Mijail nos enseña que muchas veces el precio de la libertad es la pobreza e Igor nos enseña el profundo amor que debemos tener a nuestras cosas, a nuestra iglesia, a nuestra patria a pesar que muchas veces se vean desfigurados por nuestros pecados. Amor a prueba de balas como decimos nosotros. Así era Igor.

Valeri Carpuni, un hombre lleno de luz, de alegría, de humildad. El había estudiado filosofía en la época comunista.

No había otra filosofía más que la materialista, que la marxista y eso realmente no lo satisfacía y pasó grandes pruebas espirituales. Finalmente llegó a Cristo y se bautizó en la Iglesia Católica y a partir de ese descubrimiento de Cristo consagró toda su vida a la filosofía cristiana. Lo conocí, lo invité, aceptó y pasó a ser parte de nuestra vida, de la vida de Radio María.

Todas las semanas venía Valeri a hablar sobre la filosofía, de temas de la razón natural, acerca de la verdad, de la existencia, del alma., temas de ética como el amor y los iba llevando a nuestros oyentes a través de éstos temas existenciales hacia Cristo. Es un hombre de una erudición enorme. Estaba al tanto de todas las novedades científicas. Era un profesor de la Universidad estatal de San Petesburgo que no es poco decir. Es una de las universidades más importantes de todo el mundo.

Tenía un gran nivel académico. Cierta vez me invitaron a celebrar misa en una parroquia. Había un grupo de viejitas que rezaban en su idioma. Yo no entendía mucho. Entre ese grupo había un hombre que era Valeri, profesor de filosofía de la Universidad estatal de San Petesburgo. Cuando el murió trágicamente me invitaron a la Universidad para decir algunas palabras y estaban los colegas de el todos filósofos.

Hablaban de filosofía, hacían reseña de los libros que había escrito Valeri y a mi no se me ocurrió otra cosa más que contarles la impresión que me dio verlo a el que era un hombre importante, brillante, parado entre un grupo de viejitas, muerto de frío para escuchar la misa. El era un hombre felíz porque había encontrado en Cristo el sentido de todas las cosas, la verdad última, el amor eterno y su alegría era muy grande porque para llegar a esa verdad el había pasado muchos tormentos espirituales antes de que su alma descanse en Cristo.

Fue como San Justino, filósofo del siglo II que llegó a Cristo luego de pasar por muchas escuelas de filosofía. Valeri no murió martir, lo atropelló un auto, algún distraido, apurado, pero la brutalidad es siempre brutalidad y las víctimas de la brutalidad son también en cierto sentido mártires.

 

Catequesis del Padrenuestro

 

Ayer decíamos que decir Padre y decir por otro lado nuestro es desvirtuar la oración y quitarle lo que tiene de más específico el cristiano que es la unidad inseparable entre el amor a Dios y al prójimo, entre la dimensión vertical de nuestra vida y la horizontal expresadas en el símbolo de la cruz. Dios hecho hombre que une al cielo con la tierra y a los hombres entre ellos. Es una relación personal al reconocer a Dios como persona nos reconocemos a nosotros como personas. La dignidad nuestra personal y la de nuestros hermanos como tales también.

Padre nuestro que estás en el cielo, Pater noster qui est in chelis. Padre nuestro.

Estas dos palabras manifiestan los dos grandes misterios que son el misterio de Cristo y el misterio de la iglesia, que son los dos grandes misterios de la fe cristiana. Al decir Padre confesamos a la Santísima Trinidad, a la encarnación del Verbo y nuestra adopción es realizada gracias a la fuerza del Espíritu Santo.

Al decir nuestro, confesamos la iglesia que es una, santa, católica y apostólica. San Juan Crisóstomo en su comentario dice: al llamar a Dios Padre, confiesa al mismo tiempo el perdón de los pecados, la liberación del castigo, la verdad, la santificación, la redención, la filiación , la herencia. El que llama a Dios Padre también se confiesa hermano de Cristo y los dones del Espíritu Santo. Es la novedad que trajo Cristo porque en el Antiguo Testamento encontramos por ahí algunas menciones de Dios como Padre. Por ejemplo en el Libro del Profeta Isaías, pero la palabra Padre en el Antiguo Testamento tiene una significación diversa, es decir Dios es el Padre del pueblo elegido en el sentido que Dios tiene cuidado paternal del pueblo y maternal también, sin embargo no se trata de la misma esencia de Dios sino de su cuidado paternal como nosotros también decimos por ahí que tal persona fue para mi como un padre porque se preocupó, me cuidó, me educó, fue como un padre.

Entonces en el Antiguo Testamento Dios es como un Padre para el pueblo de Israel en cambio en el Nuevo Testamento la palabra Padre recibe un sentido diverso, concreto, sustancial. Nuestro Señor Jesucristo es hijo de Dios. El Padre es Padre del hijo y nosotros nos hacemos hijos en su hijo único nacido de María, crucificado y que resucitó al tercer día.

Que gran amor nos dio el Padre para llamarnos y ser hijos de Dios. El Espíritu Santo es el testigo de ésta nueva realidad. Es el Espíritu el que testifica, dice San Pablo, a nuestro espíritu, que somos hijos de Dios . De modo que nadie puede llamar a Dios Padre si no es en unión al hijo en el Espíritu. Tres personas distintas, un solo Dios verdadero. Santa Trinidad, consustancial e indivisible.

Es por eso que la oración Padre nuestro la iglesia la dirige a la primera persona a través de la segunda con la fuerza de la tercera. Decir Padre es entonces confesar la trinidad divina que no es una verdad abstracta, lejana, reservada a los teólogos sino que la Trinidad es una verdad cercana, concreta, es el fundamento de la vida cristiana. En ella, en la Trinidad somos nos movemos y existimos.

La Trinidad no es un objeto de un tratado de teología sino el fundamento de todo, la verdad primera y la explicación última de todo lo que existe. Si es una realidad inefable, incomprensible, inenarrable. San Basilio decía: cuando concibo la unidad dejo de pensar en la Trinidad. Cuando en cambio intentó concebir la Trinidad se me escapa la unidad.

Ustedes conocen la historia de San Agustín que escribió Tratado sobre la Trinidad, de trinitates. Caminando por la ribera del mar reflexionaba sobre éste misterio y le pasaba lo que le pasaba a San Basilio y nos pasa a todos: que no podemos concebir al mismo tiempo la unidad y la Trinidad. Entonces encuentra Agustín a un niño que había hecho un posito en la arena y con un recipiente, un especie de balde traía agua del mar al pozo. Entonces Agustín le pregunta¿ que haces? No nada estoy pasando el mar a éste pozo. Entonces Agustín le pregunta ¿Qué haces? Estoy pasando el mar a éste pozo. Agustín le dice: no te das cuenta que el pozo es demasiado pequeño y el mar es demasiado grande. San Agustín entonces entiende gracias a eso que su inteligencia humana es demasiada pequeña y el misterio de la Trinidad es demasiado grande y es tan absurdo querer pasar las aguas del mar a un pozo de arena hecho en la playa que querer comprender con nuestra pequeña cabeza el misterio insondable, incomprensible e inenarrable de la Santísima Trinidad pero no por eso es menos real o menos importante que otras verdades más accesibles a nuestro entendimiento.

Es por eso que al decir Padre nosotros confesamos al Padre a quien nos dirigimos, al hijo, a través del cual nos dirigimos al Padre y al Espíritu Santo que nos da la fuerza para decir que ya no somos esclavos sino hijos. Es el testimonio del Espíritu Santo el que nos confirma en la filiación divina, en el misterio de la adopción divina que es un misterio alegre. Somos felices.

Felices aquellos que han conocido a Dios como Padre, dice Tertuliano. Es un misterio de alegría que provoca asombro y exultante alegría. Que amor nos ha tenido Dios, dice San Cipriano, que abundancia de bendiciones y gracias al permitirnos al rezar llamarlo Padre y a nosotros sus hijos como al mismo Jesús.