En la cruz está la gloria de Jesús

martes, 25 de marzo de 2008
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Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró:  «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará».  Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba.  Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús.  Simón Pedro le hace una seña y le dice:  «Pregúntale de quién está hablando».  El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice:  «Señor, ¿quién es?».  Le responde Jesús:  «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar».  Y, mojando el bocado, lo toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote.  Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás.  Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto».  Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía.  Como Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle:  «Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres.  En cuanto tomó Judas el bocado, salió.  Era de noche.  Cuando salió, dice Jesús:  «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en Él.  Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto».  «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros.  Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros».  Simón Pedro le dice:  «Señor, ¿a dónde vas?».  Jesús le respondió:  «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde».  Pedro le dice:  «¿Por qué no puedo seguirte ahora?.  Yo daré mi vida por ti».  Le responde Jesús:  «¿Que darás tu vida por mí?.  En verdad, en verdad te digo:  no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces».

Juan 13; 21 – 33; 36 – 38

El ambiente que congrega a los discípulos alrededor de la mesa es de calidez, sencillez, fraternidad, de un memorial vivo de la gesta grande de Dios que ha librado a su pueblo de la esclavitud cuyo signo primero ha sido la salida de Egipto bajo el poder del faraón abriéndose paso entre el mar, abriendo caminos en el desierto, conduciéndolos a una tierra que mana leche y miel, aquella sobre la que Moisés echó una mirada y no pudo entrar y el pueblo ingresó guiado por Josué, todo esto es memoria agradecida, todo esto se mezcla entre oraciones y cantos, y en medio de esa situación Jesús deja un mandamiento que es el legado, la gran herencia que él pone en manos de los discípulos, es más, este mandamiento va acompañado de un gran signo, el del servicio con el que Jesús agachándose, remangándose, lava los pies de los discípulos, los seca, los besa y del gran signo que es la presencia suya para siempre bajo las especies del pan y del vino en la Eucaristía entregando incruentamente, es decir sin derramamiento de sangre, su vida por todos nosotros.

En este clima de gozo, de alegría, de expectación, de incomprensión frente a los gestos de Jesús, una palabra absolutamente desconcertante, que corta el ambiente con la expresión firme, seria, parca de Jesús, “Uno de ustedes me va a entregar”, uno imagina todo esto y mira el rostro de los discípulos diciendo qué pasó acá, parece que nadie comenta demasiado, se crea un silencio, yo me imagino que habrá habido un cambio de conversación y en todo esto Pedro y Juan sacan del corazón de Jesús que Judas, el que va a mojar el pan en el vino, es el que lo va a entregar, es él el que lo va a negar al Maestro, el que lo va a poner en manos de los que andan buscando con qué matarlo, solo treinta moneditas de plata son suficientes para que este intercambio mezquino ponga en práctica esta traición.

Todo este trágico momento de traición conduce a la muerte de Jesús, el Señor responde de esta manera “Es el momento de mi glorificación”.

Ya era de noche, dice, cuando Judas salió, y es interesante esto de que era de noche, Jesús dijo: “Ahora el hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él”.

En la noche del corazón de Judas que cierne sobre la comunidad de los doce, es la muerte del Maestro, en la noche de la oscuridad de la humanidad que ha traído por esta traición van detrás de concentrar todos los pecados de todos los tiempos, de todo el mundo sobre un punto en la historia, un día, una hora, un momento, que pone en agonía a una persona, es Dios entre nosotros que se hace cargo de todo esto y Jesús dice que aquí está la gloria. “Ha llegado mi gloria” cuando se ha hecho de noche y cuando todo habla de muerte, en la noche, como en Belén donde también allí la gloria de Dios se expresó por boca de los ángeles y la cantaban como un eco los pastores que en la noche cuidaban al rebaño. En tu noche y en la mía también se manifiesta la gloria, el poder, el triunfo de Dios.

Esos momentos que para nosotros son los peores suelen ser los mejores cuando los aprendemos a vivir en Dios y entendemos esto que allí donde está nuestra fragilidad ejerce su poder la presencia de Dios que triunfa sobre el pecado, la muerte, el fracaso, la destrucción, el sin sentido, la glorificación de Jesús es su manifestación definitiva al mundo, la gloria de Cristo es ver que aquello por lo cual vino se va a llevar a término y se va a cumplir, él ha venido para redimirnos, para salvarnos y el camino que el Padre ha permitido para que esto sea así es el camino de la pasión, de la muerte y del triunfo de todo dolor y de toda muerte que ha dejado el pecado en el corazón humano por la resurrección por parte del Hijo, es la hora de salvar, de reconocer a Jesús como el enviado del Padre, es la gloria de Dios, nos cuesta creer que la hora más dolorosa, más triste, menos deseada, esa que nosotros como el Señor decimos si pudiera pasar de mi esta situación mejor sería, es la hora de la manifestación de la gloria, es la hora del triunfo, es la hora del no abandono de Dios, Jesús lo ha dicho, “Solo si el grano de trigo muere produce mucho fruto, si el grano de trigo no muere no hay fruto verdadero” , sí, el tiempo de producir mucho fruto es cuando llega esta hora no deseada, no querida, rechazada por nosotros.

Ha llegado mi gloria, dice Jesús, y todo parece hablar de la muerte, de la crisis, cómo se puede encontrar la gloria en medio del dolor, de la enfermedad, cómo en el paso de los años cuando nos vamos poniendo viejitos y sentimos que las células que dan vida a la vida van envejeciendo con nosotros.

Hay como tres modos dice Van Thuan de encontrar la gloria en medio de nuestras limitaciones: en la enfermedad, en la ancianidad y en la muerte.

Te invito a que recorramos estos tres caminos que nos conducen a poder hacernos cargo de lo mejor aun cuando parece que estamos en el peor momento.

La Sagrada Escritura habla de la longevidad como un signo de benevolencia y de amor de Dios, Abraham, Moisés, Tobías, Eleazar, Isabel, Zacarías, el viejo Simeón, Ana, son testigos de que la ancianidad no es una mala palabra como la entiende el tiempo que nos toca vivir donde los viejos ya no cuentan, donde como no producen quedan al margen, mas aun en países como el nuestro lejos de poder recibir lo que necesitan para poder vivir dignamente en muchas ocasiones. Pedro, solamente cuando alcanzó la ancianidad pudo entregar la vida, “cuando seas viejo”, le dijo Jesús “otro te llevará donde no quieras y serás conducido a donde no deseas”.

Pablo, anciano y prisionero, escribió: “Yo estoy a punto de ser derramado en libación, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe”.

El apóstol Juan, anciano, cuando visitaba las comunidades cristianas y le preguntaban cuál había sido el mensaje de Jesús repetía como quien sabe solo una cosa, como pasa cuando los años nos van marcando, nos quedamos con lo esencial “Amémonos mutuamente” decía Juan, como si no tuviera más nada que añadir, son las palabras que traen detrás descifrado un enigma de vida con el que debemos aprender a vincularnos desde la sabiduría que nos ofrecen como Juan muchos ancianos que con poquito dicen todo y que con una palabra acortan rápidamente los caminos.

Dice Van Thuan: “En mi vida, y especialmente aquí en la curia romana, he tenido el privilegio de conocer a muchos ancianos que me han edificado profundamente con su ejemplo, con su humildad y con su discreto pero elocuente modo de ser, han permanecido siempre jóvenes, quien se acerca a ellos respira un aire de consuelo y de esperanza, incluso en situaciones casi desesperadas”.

Cuando vemos crecer a nuestro padres los que ya pasamos la mitad de la vida descubrimos cuánto nos perdimos cuando no supimos entender lo que nos mostraban con su modo de ser en el camino, aprendizaje necesario de hacer la propia experiencia y de equivocar, solo a veces por este camino es donde el ser humano aprende, como de hecho, ellos también hicieron la misma experiencia pero cuánto se acorta esta dificultad cuando aprendemos a leer la vida en clave de sabiduría y de manera obediente, como de hecho nos enseñan muchos ancianos que se van familiarizando con sus límites en el comer, en el caminar, en lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer porque el cuero ya no da, en lo que la vida da y la vida quita porque en esto de que la vida le quita cosas al paso de los años, le regala otras muchas, le regala la posibilidad de verla habiéndola visto.

Esto que compartimos de la crisis económica que parece que empieza a sacudir los mercados y a sacudirnos a todos un poco, ya la vieron ellos en el año 30 y en la crisis del 55 y en las crisis de los 70 , en la del 80 y en la dura del 90 y no es que porque ya la vieron nada les hace porque también la sufren sino porque aun cuando les deja una mella en el corazón el paso de las mismas circunstancias dolorosas cualquiera sean ellos saben que hay algo más allá de lo que aparentemente indica que todo se termina y entonces nos regalan también la gloria en medio de los momentos más duros.

El paso del tiempo que nos va robando parte de la vida nos va dejando una parte importante de vida que nos la llevamos para siempre, que nunca va a desaparecer, es la gloria de la que habla hoy Jesús en el Evangelio, todo se termina aparentemente, pero todo comienza de nuevo, de esto habla Jesús cuando dice “En la noche ha llegado mi gloria”.

El Papa Juan Pablo II ha sido un testigo en su ancianidad de cómo vivirla con sabiduría, cuando escribía acerca de cómo cruzar el umbral del año 2000 como testigos de esperanza, y cuánta sabiduría Dios nos regaló en esa vida tan marcada por el dolor, por la muerte de los seres más queridos cuando él tenía apenas años adolescentes, decía él “A ustedes, queridos hermanos en el sacerdocio y el episcopado por haber alcanzado unos límites de edad han dejado la responsabilidad directa del ministerio pastoral, la Iglesia sin embargo, aun los necesita, ella aprecia los servicios que aun le prestan, en muchos campos del apostolado. Cuenta con aportación de una oración prolongada, espera sus sabios consejos y se enriquece con el testimonio evangélico días y días en el que Dios nos bendice por ustedes”.

 El primer Cardenal Vietnamita Joshep Mari Trinnucue, Arzobisto de Janoy ya que no le permitían ir a las parroquias a administrar la confirmación, ni a hacer visitas pastorales durante veinte años subía diariamente a la terraza de su casa y allí rezaba el rosario por sus fieles, me conmoví cuando diez años después de su muerte apenas liberado de la prisión vi en la terraza una huella de forma oval, la huella de sus pasos, signo de la fe de un pastor anciano. Juan XXIII escribía a un Obispo: “Ahora su función ha cambiado, tiene que rezar por la Iglesia y eso no es menos importante que la acción”. Es así, cuando la vida nos va robando algunas cosas hay que aprender a vivir otras que le dan sentido, pasa la vida pero nos deja siempre algo, por eso la etapa de la ancianidad es una etapa donde podemos encontrarnos con todo lo bueno que la vida nos dejó, sin quejarnos de lo que la vida nos fue quitando.

Vale la pena vivir la vida con intensidad, en episodios cortitos, al menos el que nos toca transitar mientras pasamos por aquí, por el mundo, que es el episodio más hermoso, grande, para siempre, que nos espera el compartir juntos todos en la eternidad. Vivimos 70 años, 80 con buena salud, son casi todo fatiga, vanidad, y nosotros volamos dice el Salmo 90.

En este paso de la vida aparece el golpe que parece terminar rápidamente con ella, ese que nos trae la enfermedad, además de la ancianidad que podríamos considerarla como una enfermedad natural están también las enfermedades que pueden llegar a cualquier edad, que ocurren cuando ocurren, es un momento de gloria este si lo sabemos vivir en Cristo.

Decía Van Thuan “El amor cristiano es lo que le da valor y sentido a nuestra existencia, cuando la enfermedad pone entre dicho la integridad de nuestro cuerpo porque entre nosotros hay una vida que no está condicionada por el estado de nuestro físico sino por el amor que sabemos dar. Juan Pablo II decía: “Enfermos, ustedes son fuertes como Jesús en la cruz”, y él dio testimonio de esto cuando al final de su vida padecía párkinson cuando desde el comienzo de su pontificado, a los tres años de haber asumido el legado de Pedro recibió un atentado de muerte en la Plaza San Pedro que con un balazo perforó su organismo y desde el hospital perdonó y cuando salió del hospital fue a la cárcel a encontrarse con él, cuando vivimos momentos de sufrimiento extremo, físico o moral la presencia del crucificado nos da la posibilidad de descubrir que allí cuando nosotros somos débiles, Dios en Cristo Jesús se hace realmente fuerte, cuando somos débiles entonces somos fuertes porque nuestra fuerza está en Cristo y en Cristo crucificado, para algunos es una locura, para otros parece cosa de necios, para nosotros dice Pablo es la fuerza de Dios.

Decía Juan Pablo II “Cada uno está invitado a cruzar el umbral del tiempo que viene y la clave de la posibilidad de hacerlo es la cruz de Cristo, quien la sabe recibir en su vida experimenta que el dolor iluminado por la fe es fuente de esperanza y es salvación”. Decía un marxista convertido al cristianismo “Estoy ciego y sin embargo nunca vi tan bien”, en el momento de su ceguera recibía la gracia de la conversión y el bautismo.

La situación más dolorosa por la que podemos atravesar puede llenarse de sentido si en la fe la vivimos, es la experiencia de Jesús hoy que ante el dolor de la muerte, de la traición, de la negación anticipada ya en el corazón de Pedro, él dice “Ahora se ha manifestado la gloria, ahora el Hijo de Dios va a ser glorificado y Dios va a ser glorificado en él”.

Y la Palabra con mucha intención dice: se cernían sobre el ambiente la noche, ya era de noche, como hablando de la oscuridad que a veces nos trae aparejado el sufrimiento, la enfermedad, el paso de los años, la amenaza de la muerte, el fracaso, la crisis, es un momento de oportunidad, como bien suelen decirlo los orientales, en ellos la palabra crisis está emparentada con la palabra oportunidad, siempre la vida es una oportunidad y Jesús así nos lo descubre hoy, ¿Hay traición, hay negación, la noche se cierne sobre su vida?

Es el momento donde aparece la gloria, en la cruz está la gloria del Hijo de Dios.