La alegría como don de Dios

viernes, 21 de abril de 2023
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21/04/2023 – El padre Juan Ignacio Liébana, párroco en la ciudad santiagueña de Campo Gallo, se refirió a la alegría pascual. “Es un estado permanente de gozo y bienestar interior. Nace en la conciencia bautismal de haber sido rescatados por la Sangre del Cordero. No es sólo la expresión de un momento. La verdadera alegría permanece siempre en el interior porque se gesta en la fuente inagotable del amor de Dios: “El me amó y se entregó por mí”. Es vivir en la alegría es ser libre de la esclavitud del pecado, recibir el perdón y salir del encierro que aprieta el corazón por el reconocimiento del propio límite. La alegría es una virtud que permite salir de sí mismo y buscar el bien del otro. Vivir en la alegría es unir a nuestro límite la grandeza del poder de Dios”, indicó el sacerdote porteño.

“En la alegría de la entrega, aunque se esté en un gran sufrimiento, uno se olvida de sí mismo y pone la necesidad de los otros por encima. Esto es una gracia de Dios, un don. La verdadera alegría, genera alegría, con fruto de paz y no de excitación descontrolada. Se contagia, se irradia. Los cristianos tenemos motivo para vivir alegres, desarrollar la virtud y contagiar nuestra alegría al mundo. ¡Cómo no estar y vivir alegres si somos hijos del Dueño y Creador del Mundo! El sostiene nuestra vida. El que descubre esta alegría no deja de expresarla, siente que ese don no es para sí, sino que tiene sentido en tanto y cuanto puede ofrecerlo a los demás, disfruta de que los otros celebren y festejen la misma alegría que fluye de su interior. Esta fiesta que vive dentro de sí, por pura gratuidad del amor de Dios -por eso es don-, no puede dejar de manifestarla y siente que se continúa en la felicidad de los otros. Por eso muchas veces la persona alegre, más allá de su propio estado interior, que aún puede ser de dolor, se ríe, festeja, alienta, invita a los otros a que participen de la fiesta”, dijo el padre Juan Ignacio.

“La alegría brota de un corazón que se siente en paz con Dios. De un corazón que se siente amado y sostenido por la ternura del Padre. Si no nos sentimos amados por Dios, vamos a tener que buscar la seguridad en otras cosas: la mirada ajena, la fama, el dinero, las cosas superficiales. Estas cosas nos causan tristeza porque no nos llenan el corazón, sino que lo dejan más vacíos. Hay dos cosas que nos quitan la paz y la alegría: la comparación con el otro y la crítica. La crítica desgasta, destruye, es injusta: ya que juzgamos al otro sin conocerlo. Apenas podemos con nosotros mismos y somos un misterio para nosotros, ¿cómo entonces me voy a atrever a juzgar y criticar al hermano? Hoy el mundo necesita de nuestra alegría. Tiene derecho de nuestra alegría ya que decimos que creemos en esta Buena Noticia. ¿Pero quién va a creer esta Buena Noticia si los que la anunciamos parece que estamos de velorio o de luto? Ante todo, nos debemos dejar inundar por la alegría de Dios. Hay algunos consejos prácticos como disfrutar de las pequeñas alegrías cotidianas y no perder la capacidad de asombro y de maravillarse frente al tesoro de la vida. En especial, frente a cada persona con la que me encuentro, saber descubrir que es amado por Dios y que Jesús derramó su sangre por ella. Por tanto, es valiosísima pues vale la sangre del Hijo de Dios”, sostuvo Liébana.

“La alegría cristiana no consiste en una alegría simplemente humana que podemos tener algunos días porque nos fue bien en algo. No se trata tampoco de estar siempre sonrientes. Ya que esto depende de los temperamentos y de los momentos por los que estamos atravesando. Se trata de una alegría interior que nada ni nadie nos puede sacar. Por eso puede y de hecho pasa que convive con dolores, cruces y problemas. Se trata de una alegría que procede de la experiencia de sentirse amado por Dios y cuidado por Él. Por eso, como esta experiencia uno no la puede forzar, hay que pedirla diariamente a Dios y con gran insistencia. Jesús promete la alegría en el momento más difícil de su vida, en la pasión. Por tanto, la alegría se engendra de la cruz y del dolor. No es que la alegría recién aparecerá cuando se vaya la cruz, sino que en el mismo momento de la cruz se engendra la alegría. La alegría es pascual, incluye lo vivido el Viernes Santo”, cerró diciendo el rector del Santuario de Huachana.