En sus manos lo poco se hace mucho

jueves, 1 de marzo de 2007
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Después de esto, Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado de Tiberíades, lo seguía una gran multitud al ver los signos que Él hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña. Se sentó allí con sus discípulos, se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar los ojos, Jesús vio una gran multitud que acudía a él y dijo a Felipe.

-¿No compraremos pan para darles de comer?- Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe le respondió- Doscientos denarios no bastan para que cada uno pueda comer un pedacito de pan. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de simón Pedro dijo: Aquí hay un niño que tiene cinco panes y dos pescados ¿Pero qué es eso para tanta gente? Jesús le respondió, -Háganlos sentar.

Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos 5000 hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias, y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados dándoles todo lo que quisieron.

Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos, recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada. Recogieron y se llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada.

Al ver el signo que acababa de hacer, la gente decía: Este es verdaderamente el profeta que debe venir al mundo, Jesús sabiendo que querían apoderarse de Él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

Juan. 6, 1 – 15

Hoy manifestando la grandeza de Dios el Padre, que sale al encuentro de los hermanos que buscan y necesitan de la Palabra. Por eso aparece Jesús frente a la multitud enseñando. Está junto a los discípulos. En ese enseñar, en ese predicar la Palabra, Jesús percibe, junto a sus discípulos, que estos que están allí con él, tienen hambre.

Entonces conmovido por el seguimiento que hacen de su persona, y por la circunstancia particular de necesidad por la que atraviesan estos hermanos, el señor les dice a los discípulos les demos de comer.

Además de enseñarles, predicarles y catequizarlos, les demos de comer. Felipe, sorprendido ante lo que Jesús dice al ver toda la multitud, dice –De dónde sacaremos para darle de comer a tanta gente? Había un niño que tenía cinco panes y dos pescados; muy poco para tanta gente.

Sin embargo en las manos de Jesús las cosas adquieren una dimensión distinta. Esto poco para tantos es tanto en las manos de Jesús, que después va a sobrar y van a recoger. La cantidad de comida, de panes y de peces que distribuyen entre la gente, fue porque en las manos de Jesús, lo poco se hace mucho.

Y lo mucho no se pierde, sino que vuelve a transformarse, a partir de la delicadeza de Jesús de recoger lo que sobraba. Para después, seguramente entregarlo también a otros que necesitarían.

El corazón del Evangelio que estamos compartiendo es, sin duda, la Caridad. Es el Amor compasivo de Jesús, Buen Pastor, que ve a la multitud sedienta y hambrienta de Dios y a la que el Señor se toma todo el tiempo para predicarles, desde un lugar significativamente importante de revelación, como es la montaña.

Al mismo tiempo, el Señor es movido por el amor, tiene este gesto de querer salir al cruce de la necesidad de hambre que tienen los hermanos. Junto con esta actitud de Jesús, movido por el amor a la compasión, está la delicadeza de Jesús de incorporar a los otros y hacerlos participar (también por la fuerza del mismo amor), de esto que Él va a hacer, pero que lo hace con los discípulos. “Traigan lo que hay aquí y organicen a la gente allí para que todos reciban”

Cuando sobra los discípulos colaboran en recoger todo lo que sobró para que después la comunidad lo entregue a los que necesiten. Es sin dudas, el amor que está por detrás significándolo todo.

Esto que cuando uno está en un momento complicado, difícil, sin sentido, de vacío, de una interioridad que no encuentra rumbo y de una concretez de la vida que en lo de todos lo días, a pesar de que se pasa una hora tras hora, una actividad tras otra y una rutina tras otra, todo nos resulta sumamente tedioso, aburrido; un gran bostezo se nos hace la vida cuando no está la resignificación que el amor da a lo más pequeño y a los más grande de la vida.

El relato de este evangelio es Juan está directamente vinculado al sacramento de la Eucaristía. Misterio de amor, decimos. Y justamente en este lugar de alimento, de amor, donde el Señor nos invita en este tiempo de Cuaresma a volver de una manera distinta sobre Jesús en la oración, y en la adoración frente al Santísimo.

En una actitud reverente nueva, distinta, renovada, a la que tenemos o veníamos teniendo en la celebración eucarística, y un custodiar la presencia de Jesús en nosotros como un sagrario viviente. Mientras en comunión con Jesús hemos participado de la Eucaristía y nos hacemos, de hecho, alimento en lo de todos los días para nuestros hermanos que se alimentan del don eucarístico en nosotros.

De la alegría que hay en nosotros, damos de comer alegría. Del gozo que hay en nosotros, damos de comer gozo. De la esperanza que brota de nuestro corazón, alimentamos en la esperanza. De las mirada que trasciende las apariencias y revela el corazón donde está escondido, en el hermano, que puede ser el más chanta de todos a los ojos de todos pero que a los ojos de Dios nos comparte su mirada, resulta ser uno nuevo que Dios llama, invita a recorrer un camino nuevo.

Damos de comer miradas que trascienden las apariencias. Alimentamos en la palabra de aliento, en el consuelo. Somos alimento de fortaleza apra el que siente que le vacilan los tobillos y le temblequean las rodillas.

 El alimento eucarístico que se nos propone en este evangelio de Juan, significado por la multiplicación de los panes para nosotros, es una invitación para renovarnos en el encuentro con Él, Jesús eucaristía, y desde ese lugar descubrir con Jesús hoy que nosotros como los discípulos, somos invitados a darle de comer a la multitud.

Vos podrás decir; ¿Yo darle de comer alegría, si a mi mismo me falta alegría? ¿Cuánto tenés de alegría? A ver, mostrá. Ah!, tenés un poquito, acercalo a Jesús. Se va a multiplicar para vos y va a desbordar de vos para que otros puedan alegrarse también en el camino de la vida. ¿ Qué tenés para compartir con los demás? Esperanza, no es mucha.

En las manos de Jesús es un montón, entregásela. En vos hay una capacidad de consejo a otro, de escucha atenta, de recibir al otro y al mismo tiempo de poder dar una palabra que alienta, ¿ Por qué no lo compartis?

Seguramente como hizo aquel niño, en el compartir en Dios todo se multiplica. Somos eucaristía para los demás, somos alimento para los demás. ¿Qué tenés para ofrecer de alimento eucarístico que brinde de comer al que tiene hambre de esperanza, de alegría, de gozo, de consuelo, de fortaleza, de deseos de vivir, de ser mirado de una manera transparente, superando las apariencias? ¿Qué hay en nosotros aunque sea un poquito y puesto en las manos de Jesús puede multiplicarse para que otros tengan un alimento sólido en este tiempo de hambre?

Para saber cuáles son los cinco panes y los dos peces que están en nuestras manos para ofrecerlos en Jesús, y desde allí se multipliquen a favor de nuestros hermanos, tal vez sea bueno mirar alrededor nuestro donde está el hambre. ¿Y hambre de qué hay en el mundo de hoy?

En algunos ambiente familiares hay hambre de paz y tal vez los cinco panes y los dos peces que tenemos sean la paz que hay en nuestro corazón, en algún lugar de nuestro corazón, en medio de las tribulaciones del ambiente, como para ofrecerlos a Jesús y que se multipliquen. Llenando con la gracia de la Resurrección aquel lugar de hambre de paz, que toca particularmente el corazón de los que están deseosos de encontrarse con Él; que es el don y la gracia de la Resurrección.

Mirar cerquita de nosotros lo mejor que tenemos para dar. Por ejemplo, en más de un ambiente hay como desazón, tristeza, angustia, desesperación, decaimiento, depresión… Ese optimismo por vivir, esas ganas de pelearla, de seguir adelante que hay en vos, ese espíritu de lucha con el que contás, esa posibilidad de emprender y avanzar en la vida sean tal vez, tus cinco panes y dos peces.

Para un sector importante de la sociedad deprimido, caído, hambriento de esperanza y de deseo de salir adelante, vos tengas tal vez lo que hace falta para ofrecerlo. Para darlo. Vos vas a decir, pero no es mucho lo que yo tengo! Felipe dijo lo mismo: ¿Qué son estos cinco panes ante toda la necesidad que hay?

En nosotros hay dones, hay gracias que Dios ha puesto, que tienen la posibilidad de desarrollarse, crecer, en la medida en que entramos en la lógica y en la dinámica de Dios, que es de ofrenda y es de amor.

¿Por qué Jesús transforma estos panes en un montón de panes para dar de comer a la multitud? Porque los panes que ofreció el niño que los tenía, y los peces que estaban por allí, entierran la lógica del amor con la que Jesús estaba vinculándose con aquella gente.

Desde el momento mismo, en que reunidos delante de ellos como buen Pastor y con compasión, se pasó largas horas predicándole la Palabra. Desde el momento en que ese mismo corazón compasivo dice: “démosle de comer”. El que entrega los panes y los peces ha entrado en la lógica sobreabundante de un Dios que tiene mucho para dar y que espera que nosotros entendamos que es dando, donde justamente vamos acrecentando esa misma capacidad de salir al cruce de las necesidades con las que DIOS quiere alimentar a los hermanos.

Hechar una mirada al costado, observar a los jóvenes por ejemplo, “ que han perdido el control”, no nos quedemos en el “se emborrachan, se drogan, se pasan la noche aturdidos, terminan a cualquier hora…”

Mirar esa realidad no como condenando, no como quien enjuicia, indica con el dedo, se preocupa de “qué perdida está la juventud”, sino con la compasión de Jesús. ¿Qué tengo para ofrecer de contención? ¿Qué hay en mi de capacidad de contención a los demás? ¿A estos jóvenes por ejemplo? Es poquita, no tengo tanto tiempo, no tengo tanta paciencia. Me puede más la razón que la compasión…

Lo poquito que tengas de compasión, de tiempo, de paciencia, en las manos de Dios, para con esa realidad dolorosa de no contención, se puede multiplicar y empezar a ofrecer nuevas caminos.

No para sacar a los chicos de lo saludable, que es divertirse un sábado a la noche, sino para que puedan encontrar un lugar de cauce de donde poder celebrar, bailar, divertirse… Es saludable esto. No se trata de configurar jóvenes tristes, mojigatos, pero tampoco bajo el signo de descontrol. ¿Qué tengo yo para ofrecer, no para controlar, sino para acompañar, para contener, para escuchar, para soñar con los sueños que tienen que haber en el corazón de un joven de una sociedad que mata sueños? 

Desdibuja horizontes, pierde perspectiva, no hay futuro. Este es el mensaje que los jóvenes reciben de la sociedad de hoy. Todo se está por terminar por eso es ya que hay que hacer lo que pide el corazón, del deseo de disfrutar para siempre. Si el para siempre que el corazón clama desde adentro de felicidad, encuentra un término dentro de muy poquito, entonces ahora. Esa es la lógica el descontrol y del que todo tiene que ser inmediato y ya.

Hay en la sociedad en la que vivimos un mensaje de “Todo se está por terminar, todo se está por acabar, todo se está por destruir”. Lo que hoy sirve mañana no. Esta volatibilidad, este cambio rápido, esta cuestión descartabla de todo lo que rodea la convivencia humana, hace que las personas, se saquen dentro de sí misma y se pierdan en lo inmediato, en lo ya, en lo urgente.

¿Qué tengo yo para ofrecer en perspectiva a largo plazo? ¿De mirada que va mucho más allá de lo inmediato? Tal vez las personas mayores tengan mucho para dar en este sentido, lejos de enjuiciar, lejos de indicar con el dedo. No moralizando, sino poniendo la vida.

Que es lo que hace el que ofrece los cinco panes y lo que hace Jesús también. Entrega la vida, no les da un tiempito y los alimenta y los entretiene, se entrega Él mismo en lo que da. En la lógica del amor de Dios sólo se entiende la entrega.

No se entiende otro modo. Es una lógica de ofrenda. Así es el vínculo entre el Padre y el Hijo y así participa el Espíritu en este eterno entregarse de las personas. El Padre sólo se entiende en la entrega del Hijo, el Hijo sólo se entiende en el Padre por el Espíritu.

El Espíritu obra entre el Padre y el Hijo, en esa lógica de entrega. A eso somos invitados. En esa dimensión entran los cinco panes y los dos peces. Lo que vos tenés para entregar frente a un mundo que tiene hambre, mucho hambre de tantas cosas. ¿Qué tengo para dar? Lo que tengo para dar brota de la necesidad que hay. Allá faltaba pan y peces.

Acá faltan otras cosas y vos las tenés para ofrecerlas y en las manos de Jesús se multiplican.

Si uno mira la celebración eucarística de la que participamos, los domingos, o los sábados, cuando vamos a misa en la semana uno observa los signos que acompañan la manifestación de Dios que se entrega por nosotros sacramentalmente allí, son signos pobres.

Desde el ministro que preside la eucaristía, un hombre como nosotros a los que acompañan la celebración, desde el guión, los cantos, las lecturas, hechas si con dignidad, pero con gente común, sencilla, simple, a lo que ocupa el centro mismo, el corazón de la celebración, Dios ha elegido un poco de pan y un poco de vino, para quedarse.

El pan y el vino, signos pobres, eran desde siempre en el Antiguo Testamento, ofrecidos como las primicias de la tierra y el fruto del trabajo de las personas, que con sus manos laboran durante todos los días lo necesario para su sustento.

Detrás del pan y el vino está, en la celebración eucarística, el tiempo el tiempo que pasas frente a tu computadora, y lo que te supone el trabajo de servir a los hermanos en el hospital, y lo que hacés todos los días cuando te levantás en tu casa y la oficina, vos que estás en el remis, taxi, ahora prestando un servicio público de llevar a las personas de un lado a otro.

En el pan y el vino que se ofrece en la eucaristía está representando también, la simpleza de este gesto tuyo. Porque Dios hace mucho con poco. Hace montón con casi nada.  

¿Qué es el pan y el vino para que Dios se quede allí y se haga alimento y bebida de salvación? ¿Qué es? ¿Qué es tu familia para que Dios venga a quedarse en tu casa? ¿Qué es tu trabajo par que Dios para que Dios diga “Yo me comprometo con tu hacer de todos los días y te digo que es este lugar de esfuerzo, de preocupación, de transpiración, de gozo, de alegría, está mi Pascua. Y mi Pascua es la que redime y la que salva. Con poco Dios hace mucho si entramos en la lógica de la entrega y de la ofrenda. “Yo no quiero sacrificios, dice Dios, yo lo que sí quiero es que tu corazón entre en sintonía con mi corazón. Y que lo tuyo me pertenezca.

Un corazón contrito, humillado, delante de mi, que se ofrezca. Es todo lo que necesito, no me hace falta otra cosa porque todo es mío. Tu vida, tu tiempo, el día que naciste, y el día que vas a partir me pertenecen.

Todo lo demás te lo dí porque lo disfrutarás y lo gozaras. Si querés gozar aun más, compartilo conmigo y con los míos que son todos los hermanos que te rodean y te puedo asegurar, que tu gozo va a ser más grande que si vos retenés lo que te doy y lo abrazás con tu mano poseyéndolo.

Es la lógica de la ofrenda la que corre detrás del sacramento de la Eucarístía porque es justamente este modo con el que Dios nos quiere educar y de donde nos quiere alimentar.

Te invito a que sigas proponiendo tus cinco panes y dos pescados. ¿Tenés algo para dar ante el mundo que está hambriento? Vos vas a decir: – Es poco. Yo te digo: ¿Y qué es el pan y el vino para que Jesús se quede allí? ¿Qué es un poco de pan y un poco de vino, para que consagrado por un ministro, que es igual que vos, tan pobre como vos o más pobre que vos, Dios diga ; Yo aquí me hago presente? ¿Qué es eso? No es nada.

Frente al misterio del Dios del universo, no es nada. Sin embrago, ahí está. Como está también en tu ofrenda y en tu entrega de corazón. De tus cinco panes y tus dos peces. Hay alguien que tiene hambre de lo que vos tenés. Si lo ponés en las manos de Dios no sólo vos no lo perdés, sino que otros disfrutan de lo que vos también tenés.