Entrevista al padre Ángel Rossi (S.J.) acerca de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola

jueves, 10 de marzo de 2011
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Padre Javier Soteras: En los días precedentes se fue preparando el camino con dos temas: la oración, que es central para poder hacer los Ejercicios; y alguna aproximación a los movimientos interiores, el discernimiento de espíritu. Todo para ayudarnos a crecer en el seguimiento a Jesús desde este lugar: discernir espíritus, elegir al Señor y dejar de lado todo aquello que busca interferir en el camino que Él nos va marcando en su voluntad. Durante mucho tiempo estuvimos analizando la posibilidad de predicar los Ejercicios a través de la Radio; intentamos por un lado, por otro, hasta que dijimos “hagámoslos”. Y empezamos a hacerlos; seguramente lo iremos mejorando por el camino pero ¡nos largamos! ¿Qué te parece?

 

Padre Ángel Rossi: Me parece que de eso se trata, porque los Ejercicios no son una táctica previa, sino que precisamente son ejercicios, como si uno fuera al gimnasio; Ignacio pone ese ejemplo: dice que así como hacemos ejercicios físicos, y al comienzo, el primer día que uno va al gimnasio está embalsamado, lo tienen que sacar entre dos o tres, y después, pasados los días, se va moviendo, y ya al final toca la punta del pie con los dedos, mientras que al comienzo no llegaba ni al ombligo. Esto que se da en lo físico, también se da en lo espiritual: son Ejercicios, en plural, y ejercicios significa que vas ejercitándote para un fin. ¿Para qué estoy haciendo los Ejercicios? Éste es el desafío. Los peores Ejercicios son los que nunca hicimos o los que nunca dimos…

 

P JS: ¡Está muy bueno eso!

 

P AR: Y los mejores son los que vamos a mejorar mañana, o sea los que vamos a seguir soñando…

 

P JS: Claro, no existen todavía, no están…

 

P AR: Así que hay que largarse, un poco como la natación: uno puede dar quinientas tácticas de nadar, pero hasta que no te tirás al agua… Y cuando te tirás al agua, es posible que el primer día todas las tácticas se vayan al tacho y uno empiece a los manotazos, tratando de aprender cómo sacar la nariz sin levantar mucho el agua y agarrarte del borde de la pileta sin saber a dónde ir. Así que ¡ánimo! Los Ejercicios son largarse y comenzar un caminito espiritual donde uno va ejercitándose hasta agarrar cancha, para el fin para el que uno reza, que es el encuentro con el Señor y buscar ver la voluntad de Dios para poder seguirla.

 

P JS: ¡Qué bueno! Nosotros solemos comenzar este encuentro con una oración. Vamos a rezar con la Biblia, en el cap. 9 de la Sabiduría, como la vamos a rezar todos los días a esta oración, pidiendo esta gracia particular, propia de los Ejercicios, este don que es el más

grande de todos los dones con el que mejor podemos hacernos al querer de Dios: el don de la sabiduría.

 

1 «Dios de los Padres y Señor misericordioso, que hiciste todas las cosas con tu palabra,

2 y con tu Sabiduría formaste al hombre, para que dominara a los seres que tú creaste,

3 para que gobernara el mundo con santidad y justicia e hiciera justicia con rectitud de espíritu:

4 dame la Sabiduría, que comparte tu trono, y no me excluyas del número de tus hijos.

5 Porque yo soy tu servidor y el hijo de tu servidora, un hombre débil y de vida efímera, de poca capacidad para comprender el derecho y las leyes;

6 y aunque alguien sea perfecto entre los hombres, sin la Sabiduría que proviene de ti, será tenido por nada.

7 Tú me preferiste para que fuera rey de tu pueblo y juez de tus hijos y de tus hijas.

8 Tú me ordenaste construir un Templo sobre tu santa montaña y un altar en la ciudad donde habitas, réplica del santo Tabernáculo que habías preparado desde el principio.

9 Contigo está la Sabiduría, que conoce tus obras y que estaba presente cuando tú hacías el mundo; ella sabe lo que es agradable a tus ojos y lo que es conforme a tus mandamientos.

10 Envíala desde los santos cielos, mándala desde tu trono glorioso, para que ella trabaje a mi lado y yo conozca lo que es de tu agrado:

11 así ella, que lo sabe y lo comprende todo, me guiará atinadamente en mis empresas y me protegerá con su gloria.

12 Entonces, mis obras te agradarán, yo gobernaré a tu pueblo con justicia y seré digno del trono de mi padre.

13 ¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?

14 Los pensamientos de los mortales son indecisos y sus reflexiones, precarias,

15 porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma y esta morada de arcilla oprime a la mente con muchas preocupaciones.

16 Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra, y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con el esfuerzo; pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo?

17 ¿Y quién habría conocido tu voluntad si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu?

18 Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra, así aprendieron los hombres lo que te agrada y, por la Sabiduría, fueron salvados».

P JS: De los movimientos interiores que compartimos ayer, quedó pendiente ¿cómo es la lucha interior frente a los diversos movimientos de desolación?

 

P AR: Bueno, Ignacio pone en la lucha o en ese caminito espiritual, algunas actitudes que ayudan a luchar contra la desolación. La primera y básica, que no es una lucha puntual sino una actitud del corazón, es por un lado la paciencia, sobre todo en los momentos de desolación. Ignacio dice ni siquiera “tener paciencia”, sino “estar en paciencia”. Esta interesante expresión está indicando un estado de quien quizás está sufriendo por la desolación (es decir, que no está sintiendo la gracia de Dios, o hasta incluso sintiendo la ausencia de Dios, un Dios que aparentemente se nos durmió en la barca, o quedó en la orilla, o no nos escucha…). Entonces, el primer desafío es “estar en paciencia”. Y por otro lado, una actitud de humildad: la humildad es un arma, porque justamente somos tentados por el mal espíritu que es soberbio. Entonces la humildad se dice que es la tierra desconocida del mal espíritu. Cuando uno se pone en actitud de humildad entra en un terreno donde el mal espíritu no tiene puntos de referencia y entonces normalmente se desconcierta. Cuando frente a las dificultades, en Ejercicios o en desolación, o en las pruebas de la vida, nos ponemos en vanidad, en abastecernos a nosotros mismos, o a creer que podemos o que somos fuertes, todo postura de autosuficiencia o de orgullo, entramos en un terreno donde él es mucho más hábil que nosotros.

 

Es bueno hacer de la desolación, de lo que estoy sufriendo, materia de oración; encuentro fuerzas en el Señor y además es evangélico: Vengan a mí los que están afligidos y agobiados que yo los aliviaré. Además, si hay algo de tentación en ese no rezar, al convertir esto en materia de oración es un modo también de vencer la tentación.

También ayuda el recurso de la memoria, porque cuando uno anda desolado, toda desolación o tentación, sea cual sea la materia, desde la más seria hasta la más “tontita”, siempre golpea dos cosas: por un lado, golpea la unidad; uno está desunido, atomizado interiormente, como tironeado, como que ahí adentro hay una especie de “dos” (Sta. Teresa decía por momentos siento que soy dos).

 

P JS: Igual que Pablo: hago el mal que no quiero y no hago el bien que quisiera hacer.

 

P AR: Exacto, dejo de hacer el bien que quisiera hacer…

 

P JS: ¿Qué son los Ejercicios de San Ignacio?

 

P AR: Primero sería bueno ver qué fueron para San Ignacio los Ejercicios. Para él fue una experiencia personal, no planeada como nosotros hoy en día los recibimos, sino que, después de su conversión, a partir de su experiencia, él se va caminando desde el País Vasco hasta Cataluña, vela sus armas (él no era militar pero era hombre de armas, como lo eran todos aquellos feudales) en el Monasterio de los Benedictinos de Monserrat, deja allí su espada como signo de dejar toda su vida pasada, y hace allí su confesión general (con un benedictino, y duró tres días…!). y después se va cerca, a Manresa. Allí comienza viviendo en el Convento de los Dominicos, pero durante el día se escapaba a una cueva, donde pasaba casi todo el día y ahí tenía sus experiencias de oración, que fueron durante un tiempo largo. Y a esta oración personal después él la va sistematizando. Algunos dicen que allí fueron sus Ejercicios. Otros dicen que quizás ahí rezó, pero les dio forma durante el tiempo en que estudiaba en París…

 

P JS: Sin duda, allí hubo una gracia…

 

P AR: Ahí es la experiencia de él de oración y posiblemente la intuición de que esto tenía que hacerlo instrumento para los demás, esta gracia linda de los Ejercicios Ignacianos. Esto es lo que históricamente pasó. Hoy tenemos el librito de los Ejercicios, que es finalmente lo que Ignacio nos dejó de aquellas primeras experiencias.

 

P JS: Siguiendo el camino de Ignacio, cuando él sale de Manresa, ¿hacia dónde va? ¿Ya ahí él siente la intuición de peregrinar hacia Jerusalén, o eso sucede más adelante, en el camino?

 

P AR: Vaya a saber, no… pero Ignacio, una vez convertido, no se le cruza por la cabeza ni siquiera ser sacerdote; para él la figura de Francisco fue un poco motivadora, entonces su primer conversión es muy franciscana. Ignacio lo único que quiere y se le pone en la cabeza es ir a Tierra Santa, recorrer los caminos donde vivió Jesús (por eso en los Ejercicios Ignacio usa mucho la “composición de lugar”, nos hace imaginar los sitios aunque no hayamos estado, incluso a veces describe él los lugares para que uno imagine el sitio y “se meta adentro”). Ignacio, en su primera conversión, todavía muy elemental, muy loca, muy enamorada, quería irse a Tierra Santa, recorrer los caminos por donde anduvo Jesús, y hablar de Él, contarle a la gente quien es Jesús. Es un poco la experiencia propia de la consolación: cuando uno está bien, está consolado, uno tiende a contar las cosas, busca otro a quien comunicarle lo que a mí me está dando alegría.

 

P JS: De hecho, él lo empieza a hacer, empieza como a caminar y en su peregrinar se va encontrando con algunos que se le van sumando en el camino.

 

P AR: Así es. Una vez que va a Tierra Santa, empieza un proceso. Se va dando cuenta de que Dios le va pidiendo otra cosa. Por lo pronto, en Tierra Santa no puede quedarse porque están los turcos, está invadida y lo echan. Entonces empieza a discernir y a darse cuenta que Dios le anda pidiendo otra cosa. Él lo que quería era hacer el mayor bien a la gente; se da cuenta que un mayor bien sería, quizás, si él fuere sacerdote. Entonces da un paso más, va a estudiar a París. Es interesante ver toda una peregrinación interior, va caminando, no es que tuvo uno idea primera y allá fue; no, va caminando y va descubriendo (y eso es lo lindo) por dónde Dios lo va llevando, a través de lo que Dios le hace sentir y a través de las circunstancias de la vida.

Lo mismo que nos pasa a nosotros, por eso los Ejercicios son totalmente actuales, porque es un caminito interior, espiritual, no desencarnado, sino que rezo con mi vida. Y allí está la doble finalidad que Ignacio pone, para qué son los Ejercicios: dice que son un modo (no el único, no necesariamente el mejor) de buscar y hallar la voluntad de Dios, para seguirla.

 

P JS: No para tener un conocimiento vago de lo que Dios quiere de mi vida, sino para meterme en Él.

 

P AR: Me meto en Él para decidir yo mi vida. Los Ejercicios para Ignacio siempre son de elección. No para ver el temita de, por ejemplo, la templanza (eso también se ve). La finalidad de los Ejercicios está dirigida a la elección, que puede ser elección de vida o, en el estado de vida que uno ya tiene, ver la elección de las cosas por donde Dios me va llevando.

 

P JS: En ese punto, en el centro, siempre está Jesús.

 

P AR: Sí, los Ejercicios son cristocéntricos, si bien Ignacio muchos veces nos hace rezar al Padre, al Espíritu Santo, nos pone de frente a la corte celestial, a todos los santos y a la Virgen, se vale de todo la “barra celestial”…

 

P JS: de todos los recursos celestes…

 

P AR: pero el gran

protagonista de los Ejercicios es Cristo. Y uno lo ve porque Ignacio, por ejemplo, en la primera semana donde uno intenta la purificación del corazón, nos hace poner frente a Cristo, y Cristo en cruz, y allí preguntarme qué he hecho por Cristo en mi vida, qué hago por Cristo y qué haré por Cristo. Esto, “por Cristo, por Cristo”, en San Ignacio es muy fuerte. Luego, adentrándonos en los Ejercicios, una gracia, leit motiv, que San Ignacio ya no la suelta más, es “el interno conocimiento de Cristo Nuestro Señor. En cada semana hay gracias particulares, pero desde la segunda hay esta gracia: “el interno conocimiento de Cristo Nuestro Señor”, para que conociéndolo, lo ame y, amándolo, lo siga o lo sirva. Ignacio usa indistintamente el “seguir” y el “servir”.

 

P JS: Recapitulando, entonces, en la historia de los Ejercicios Ignacianos, estamos evidentemente en presencia de una gracia, que en principio, uno puede intuir, leyendo la historia de San Ignacio, que la recibe en Manresa; que después en el camino, como cuando le hacen un regalo grande, uno va desarmando el paquete que Dios le puso en el corazón, y lo va ordenando también, en el peregrinar. Pero siempre ha habido como una intencionalidad de Jesús en su vida, que ha sido encontrarse con su Voluntad para hacerse un discípulo. Y, en este sentido, la centralidad de Jesús en el seguimiento del Señor, por un proceso interior… No es que cumpliendo el “método”, siguiendo las cosas que se me dicen, salgo como resultado un “ignaciano”. Sino que Ignacio nos mete en un camino de interioridad en el seguimiento de Jesús.

 

P AR: Da pautas, te ordena, te pone pautas para rezar, pero cada persona tiene su hora de oración y te lanza con total libertad…

 

P JS: te libera…

 

P AR: y eso es muy lindo…

 

P JS: Libera para que uno, encontrándose con Jesús, se encuentre con uno mismo. En esto se diferencia el proceso de conocimiento personal de todos los otros procesos de autoconocimiento que por ahí hoy se ofrecen como “espirituales”.

 

P AR: Sí, digamos que todos estos nuevos métodos y dinámicas son medios, que son válidos, pero que a veces pueden diluir (visto desde lo nuestro) la figura de Jesús, que de golpe se convierte en alguien secundario. La dinámica termina siendo más importante que aquel a quien seguimos…

 

P JS: sí, y el sujeto en cuestión, uno, más importante que el Maestro…

 

P AR: Sí, porque se vuelve autorreferencial, en demasía, en exceso. Siempre es bueno mirarse…

 

P JS: Ese no es un punto menor en los Ejercicios Ignacianos, porque Ignacio plantea todo para gloria de Dios, para mayor gloria Suya; como que, en realidad, la antropología Ignaciana lo pone a Jesús por encima de todo y, desde ese lugar, uno es más uno mismo.

 

P AR: Sí, por eso Ignacio te une, por un lado, una figura donde vos ponés la mirada y el corazón, que es Jesús, te lanza hacia delante; y a la vez, no te desencarna. Continuamente los Ejercicios te van llevando a una interioridad, a un conocimiento de sí, que está centrado en la persona de Cristo, pero no es que evade el hacerse cargo de uno, o no entrar, o entrar sólo periféricamente… Dudo que haya una metodología que te lleve más adentro que los Ejercicios Espirituales

 

P JS: Vamos a adentrarnos ahora en esta máxima de Ignacio que es “ir de más tras más”. ¿De qué se trata esto?

 

P AR: Ignacio tenía una especie de sana obsesión por el más, que muchos lo han tildado de voluntarista, estoico, obsesivo, y en realidad no es así. Para Ignacio el más habla de radicalidad… pero no como esos papás que cuando el hijo se saca un 7, le dice, eh, podés sacarte un 9!, y cuando llega al 9, eh, podés sacarte un 10!, y después revienta el crío porque no le daba el cuero… No, para Ignacio el más es que uno sea fiel a lo que Dios a uno le pide. Que no siempre es más, a veces es menos.

 

P JS: Es menos para uno…

 

P AR: Para Ignacio el más a veces es menos en el sentido de que él habla de mayor servicio, mayor humildad, mayor esconderse… Es un más que no es según el mundo (“vos estás para más…”), es un más de “contramano”, un más de ocultamiento, un más de servicio silencioso, tiene que ver con el deseo de Dios. Y a Ignacio se ve que esto lo tira para adelante. Él habla de mayor servicio, la mayor gloria de Dios (ad major dei gloriam). No sólo la gloria de Dios, sino la mayor gloria de Dios. No sólo servir, sino buscar el mayor servicio. No solo la humildad, sino lo que Ignacio va a llamar el tercer grado de humildad, es decir, la mayor de las humildades…

 

P JS: Es la radicalidad evangélica.

 

P AR: Es una radicalidad y a la vez una especie de optimismo; Ignacio no se queda sino que va para adelante, pero no hacia lo irrealizable, hacia una utopía imposible que después destruye o frustra… Ese más es la sabiduría, la discreción de ver lo que a cada uno de nosotros Dios nos pide, o no nos pide a veces. La aceptación de que esto Dios no me lo pide, ni me da el cuero… Ignacio apunta mucho a lo que llama la discreción espiritual, es decir, encontrar el punto medio, que no es la mediocridad sino aquello que Dios quiere para mí. A veces está la tentación de creer que Dios me está pidiendo más, y la persona se pasa la vida culposamente, suponiendo que hace la mitad de lo que podría. Y al final ni goza ni hace lo que debería, porque al no saber bien qué tiene que hacer, deja de hacer lo que debería haberse ya dado cuenta…

 

P JS: Vos decías discreción de espíritu en ese más. Nos pone de cara al discernimiento de espíritu, que está en el corazón de los Ejercicios.

 

P AR: Sí, porque es un instrumento de los Ejercicios, así como el ámbito propio de los Ejercicios es la oración. Esa oración se completa con lo que se llama el examen de la oración, es decir, no solo rezo, sino que además reviso lo que ha pasado por mi corazón, entonces ahí entra el instrumento del discernimiento, que es un modo de rezar.

 

P JS: ¿Para qué reviso, si cuando yo rezo siempre estoy con Dios?…

 

P AR: Sí… pero no siempre… San Juan de Ávila decía que el demonio le conoce la voz a Dios y también puede hablar simulando. U otras veces uno mismo quiere estar con Dios pero está distraído: las circunstancias, lo que me está angustiando, un pensamiento que me viene, una tristeza, el recuerdo de algún pecado, me aleja de Dios. Entonces el discernimiento es un instrumento sencillo, no es una cosa para grandes elevados; y además lo pedimos como gracia, está dentro de los carismas de los que habla Pablo.

 

Discernir significa distinguir, contemplar distinguiendo.

 

Yo puedo darme cuenta de que alguna idea, alguna imagen, algo que recé me dio alegría, me hizo bien, me dio ganas de luchar, me dio la esperanza de mejorar si ando muy tirado, me llevó a desear perdonar a otros, o pedir el perdón. O sea, voy pescando lo que voy sintiendo en la oración. Porque a veces sentimos muchas cosas que, al no revisarlas, no las llevamos a la práctica, o no las agradecemos, o no las disfrutamos. Y a veces hay pensamientos de tristeza, de desánimo, de bronca, de desvalorizarme, que aparecen en la oración. Y si yo no me animo a darme cuenta de que aquello no era de Dios, me lo trago incluso como si fuera de Dios, como si Dios me hubiera desvalorizado, entristecido, me hubiera quitado ánimo. Y Dios no se dedica a eso, sino justamente a lo contrario. Entonces, uno va distinguiendo lo que es de Dios, lo que siento que me da paz, alegría y, por lo tanto, es de Dios, lo sigo, dice Ignacio. Lo que siento que no me ayuda, me entristece, me desanima, me tira abajo lo que me he propuesto, sabiendo que aquello es bueno, eso no es de Dios, entonces lo pesco, dice Ignacio, y lo lanzo, lo tiro afuera, o hago lo contrario de lo que el mal espíritu me está sugiriendo, le doy la espalda. Hay distintas caminos, Sta. Teresita tiene esa idea: “le doy la espalda y me voy”, lo dejo hablando solo al mal espíritu. A veces uno se queda rumiando las cosas que no nos ayudan.

 

P JS: Nos gustaría compartir los testimonios de los santos acerca de los Ejercicios.

 

P AR: Sí, ¡hay tantos testimonios! Ignacio sugería que todo el mundo hiciera Ejercicios, en la medida de que hubiera la suficiente capacidad espiritual. Ignacio les hacía hacer los Ejercicios a sus compañeros, primero para elección de vida y también les hacía hacer Ejercicios cuando tenían que tomar grandes decisiónes. Los Ejercicios no son solo para los Jesuitas, no es uno práctica propias y exclusiva de la Orden, sino que Ignacio dice que es para todo hombre de buena voluntad que desee hacerlos.

La Beata Teresa de Calcuta tiene entre sus escritos de 1986, en que dice que en nuestras comunidades de las Misioneras de la Caridad, desde los comienzos hacemos los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que son muy hermosos y provechosos. Los aconsejo a todos. No están reservados a los religiosos. Son tanto más fructuosos si el sacerdote que los da sigue con fidelidad y cuidado el método que el mismo San Ignacio nos dio. Incluso cuando ella siente un magis, que Dios le pide que deje la Congregación de Loreto donde está, se va a hacer ocho días de Ejercicios Espirituales; y no recibe allí la gracia mientras está rezando esos ocho días, sino a su regreso, en el tren, cuando pasa debajo del puente y ve los hombres de la calle, que siempre los había visto, pero que en ese momento “le bajó la ficha” y se dio cuenta de que aquello era lo que Dios le estaba pidiendo, aquello que estuvo rezando durante los ocho días de Ejercicios.

 

P JS: Algunas veces te he escuchado hablar muy lindo sobre San Alberto Hurtado (jesuita chileno) y su testimonio sobre los Ejercicios.

 

P AR: Sí, él los daba con mucho fuerza, a los jóvenes, a los grandes, y decía: la vida religiosa de los laicos se basa en la enseñanza de la Iglesia, se alimenta con los sacramentos, se renueva cada año en los Ejercicios y se muestra en obras de apostolado.

Así, los Ejercicios nos llevan siempre a la acción. Dice San Ignacio que el amor se manifiesta más en obras que en palabras.

Y Hurtado vivió esto en su vida, porque su oración siempre estuvo dirigida a los gestos, que bajen del corazón a las manos. Decía: estimen mucho y apliquen frecuentemente aquel instrumento preciosísimo de renovación personal y social que son los Ejercicios… Los Ejercicios son una excelente escuela de líderes donde se despierta la primera chispa del idealismo. Son el más poderoso estímulo para desprenderse de lo visible y adherirse con Espíritu de fe a las realidad es invisibles. Son una escuela inmejorable de vida interior, una fragua que ha forjado a hombres conscientes, reflexivos y de carácter.

También decía: Haga cualquier sacrificio para asistir a Ejercicios, pues nada en el mundo puede haber más importante que el conocimiento de la voluntad de Dios acerca de nosotros mismos y acerca de todas nuestras actividades. Todo va ordenado en los Ejercicios a ordenar la vida, sin determinarse por afección alguna que desordenada sea.

Ordenarse para un estado de vida, o para ir eliminando aquellas cosas que me están desordenando el corazón.

 

P JS: Los Ejercicios son una gracia que Dios le da a Ignacio. Y como toda gracia que Dios da, impacta en su corazón y lo trasciende, y comienza a hacerse peregrina, con Ignacio, por todo el mundo; de hecho, suma a sus compañeros de camino, que también son tomados por este don del Espíritu, y multiplica los Ejercicios, dándoselos a quienes pueden retirarse un mes, y también a quienes lo pueden hacer en la vida, que es lo que estamos proponiendo ahora en la Radio.

 

P AR: Fíjense que esto no es una ocurrencia de la modernidad; en realidad Ignacio ya lo pensó: dentro del texto de Ejercicios pone una nota de que quienes estén muy ocupados y no puedan dejar sus actividades para hacerlo de “modo cerrado”, puedan hacerlo de “modo abierto”. Esto hace que la oración después se corrobore con la vida y que lo que uno rezó se meta dentro de la propia vida. Y uno empieza a discernir no sólo la oración, sino las cosas de Dios en la vida. Así uno se da cuenta que en el día hubo cosas que fueron de Dios, cosas que no ayudaron, cosas que se pueden dejar…

 

P JS: Vos decías que hay una gracia en los Ejercicios, que es buscar y hallar la voluntad de Dios y habiéndola encontrado, seguirlo a Jesús, traduciendo en la vida, en obras y en el apostolado diario de la familia, el trabajo, el sindicato, la fábrica, en la recreación, traducirlo en gestos, en actitudes, ser luz en el mundo. Esta sería la gracia hacia la que nos conduce el entrar en este método de trabajo interior, de seguimiento de Jesús, de discernimiento; pero también decimos que para alcanzar ese camino, Ignacio nos va llevando progresivamente en pedir algunas gracias durante los Ejercicios. Y vos decías durante la segunda semana en adelante hay una que se repite: conocimiento interno de Nuestro Señor Jesucristo…

 

P AR: Sí, teniendo en cuenta que el objetivo de los Ejercicios es buscar y hallar la voluntad de Dios, cada semana tiene un trabajito y una petición distinta, sobre lo que gira cada semana.

Al comenzar: principio y fundamento. Principio porque uno está comenzando los Ejercicios, y fundamento porque es sobre lo que se va a construir lo demás. Lo que se quiere construir es el seguimiento del Señor y hacer su Voluntad. Entonces un fundamento esencial es la disponibilidad, Ignacio le llama indiferencia, o sea la gracia de que el corazón esté disponible para hacer la voluntad de Dios. Y ¿qué cosa le quita disponibilidad al corazón? Ignacio las llama las afecciones desordenadas, que no necesariamente son pecados. El estar afectados a las cosas, a las personas, a mí mismo, a la plata, a lo que sea, los apegos que me están quitando libertad, sin necesidad de que sean apegos malos. La disponibilidad es ir quitando impedimentos para hacer su voluntad.

 

P JS: Para que Dios haga conmigo lo que Él crea mejor…

 

P AR: Exacto. Y si no hay disponibilidad, es inútil que yo ande buscando qué quiere Dios, si yo antes no me pongo en disponibilidad… Un poco poder llegar a lo de María, he aquí la esclava del Señor, hágase en mí lo que Vos quieras. Decir como el profeta habla Señor, que tu siervo escucha. Ignacio primero nos hace pasar por la disponibilidad, si no la hay, es inútil que sigamos rezando con esto… Después entra en la primera semana, que está centrada en la purificación del corazón: si lo que busco es la voluntad de Dios, el pecado es el atentado más descarado contra la voluntad de Dios. Entonces ahí pedimos la gracia de experimentar su misericordia, la gracia de conocer mis pecados y de ponerles nombre; y la gracia de sentir dolor de mis pecados, la alegría del perdón, y a la vez el propósito y el deseo de cambiar.

 

P JS: Ignacio dice vergüenza y confusión de mí mismo.

 

P AR: Sí, es una expresión que a veces cuesta entenderla, vergüenza y confusión. Él da a entender que es la admiración de la misericordia que Dios me tiene

 

P JS: al modo del publicano en el Templo…

 

P AR: Ignacio no te mete a ver los pecados primero y después la misericordia, sino que primero te hace ver todo el cuidado que Dios ha tenido por nosotros….

 

P JS: por eso él indica que vergüenza y confusión es primero entrar en la mirada de Dios. Antes de comenzar a orar, tomar conciencia de que Dios con amor me está mirando, para que en esa mirada de Dios yo pueda permanecer, bajo su presencia de misericordia, y en ese lugar, como el publicano en el Templo, poder reconocer que Dios ha venido a encontrarse con uno que necesita ser curado.

 

P AR:  Entonces tenemos: disponibilidad para poder hacer la voluntad de Dios; purificación del corazón, para poder pedir perdón de aquello que más molesta en mi camino hacia la voluntad de Dios.

Y después, en la segunda semana, Ignacio nos mete de lleno en la gracia propia de los Ejercicios: que no sea sordo su llamamiento que pueda escuchar lo que Dios me está pidiendo; y una segunda gracia, que va unida a esta y que Ignacio no la suelta en el resto de los Ejercicios, que es el conocimiento interno de Nuestro Señor Jesucristo, porque él dice que para poder encontrar la voluntad de Dios el método es contemplarlo al Señor, ver lo que hacía, escuchar lo que hablaba, ver sus gestos, sus Palabra, el modo de tratar a la gente, a sus discípulos, el modo de rezar; En el contemplar a Cristo uno va a encontrar en todo y en especial en algún aspecto, aquello que a mí me sirve de la persona de Cristo. Discierno, voy viendo mi voluntad espejándola en la vida de Cristo. Como decía San Agustín: Señor, que te conozca, para que me conozca. Así, la segunda semana apunta a ver la voluntad de Dios y a pedirla.

Y, supuesto que uno va viendo por dónde Dios nos va llevando, la tercera semana es la Pasión: se dice que la cruz es un lugar de confirmación. Lo que uno fue viendo y eligiendo en la segunda semana, en la tercera se confirma. Las cosas que vos deseás cambiar, los pasos que tenés que dar, hace bien llevarlosa un lugar a donde uno lo confirme. Y a la vez sigo pidiendo la gracia de unirme a la persona de Cristo, de conocerlo al Señor que por mí va a la cruz. Ese por mí es muy fuerte: ¡todo esto que estoy contemplando es por mí! También es por todo el mundo, pero me estuvo mirando a mí personalmente. Entonces tenemos la cruz y la pasión como lugar de acompañarlo al Señor; y la Resurrección como un lugar de gozo. Se dice que el gozo consuma la elección. Todas nuestras elecciones bien hechas se consuman en la alegría, en los gestos. Por eso en otro momento la gracia que Ignacio pide es la gracia de la alegría y la gracia de la memoria de las gracias recibidas (como vemos en la Pasíón, la gran tentación de los discípulos fue perder la memoria de las gracias; y Cristo después les va haciendo recuperar la memoria en la Resurrección).

 

P JS: Te pedimos alguna recomendación para este mes de Ejercicios para las personas que lo escuchan por Radio, y que tengan que tener en cuenta.

 

P AR: Lo primero es la perseverancia. Seguramente va a ser la piedra de toque, lo que más nos va a costar, porque cuesta seguirlo, porque en la vida a veces surgen imprevistos, o nos cansamos, o lo que sea… Pero si nos proponemos seguirlo como camino de oración en esta Cuaresma, que sea una decisión ya ahora: yo voy a hacer estos Ejercicios. Así como cuando uno los hace “cerrado”, para ir el viernes al Retiro, el jueves tiene que decir “me voy mañana de Ejercicios”, y tiene que explicárselo a su marido, a sus hijos, así también lo decido ahora. Acá… el hecho de que sean “abiertos” uno podría pensar “algunos días sí, otros días no”… No. Nadie me va a pedir cuenta de esto, pero si lo decido, dentro de lo que de mí dependa, me hago cargo y deseo hacerlos seriamente.

El segundo punto es el siguiente: a través de la Radio, de la web, recibirán la materia acerca de lo que deben rezar…

 

P JS: Sí, hago uno aclaración: vamos a recibir la meditación del día en la catequesis, como todos los días; y después en la página van a estar publicados los puntos a trabajar sobre la meditación del día…

 

P AR: Por lo tanto, una vez que ya se sabe con qué rezar, el ejercitante tiene que pensar en qué momento va a rezar con eso que ahora recibe. Yo les diría: generosidad, pero junto con realismo. Ni una hora entera, que quizás no te dé el cuero, o sí, depende de cada uno; pero ser realista al decidir cuánto y en qué momento uno va a rezar. Y que sea un tiempo fijo: no decir bueno, comienzo, pero me canso, paro; no. Yo decido (yo elijo cuándo) que, después que escuche la Radio, durante el día voy a dedicar media hora, una hora, o quince minutos a la meditación. Y sobre eso trabajo.

 

P JS: Sí, yo prefiero ir de menos a más, que de más a menos.

 

P AR: Exacto, no se pongan un tiempo que después no les da el cuero en la realidad. Y a la vez, el tiempo que cada uno decida, después sea fiel a lo que yo mismo dispuse que iba a ser el tiempo a dedicar. Porque cuando uno está consolado, los tiempos vuelan; pero en la desolación, cuando uno está seco o angustiado o tentado, ese tiempo cuesta, hasta parece inútil; uno dice bueno, para qué voy a rezar así, hoy lo dejo, mañana vemos…

Entonces: propóngase ese tiempo, ubíquelo dentro del día. Que sea con generosidad pero también que sea un tiempo realista, dado su ritmo de vida en cada día, y después la fidelidad en ese tiempo.

 

P JS: El realismo forma parte del combate… o sea, hay que defender este espacio.

 

P AR: Así es. Y después del momento de oración, siempre hay que dedicar cinco minutos a revisar cómo me ha ido en la oración. Ese es el ámbito del discernimiento: ver qué tengo que ver en la oración que acabo de hacer, qué es lo importante de pescar en ella. Por ejemplo, si dedico veinte minutos a la oración, después que termine esos veinte minutos, me tomo cinco minutos para ver cómo me ha ido en la oración. Incluso allí ayuda anotar alguna cosa: lo que voy sintiendo, los pensamientos… Entonces uno va ejercitándose en esto.

Y no desanimarse si al comienzo nos parece una cosa marciana. Uno se va dando cuenta que ni es tan difícil ni algo imposible de realizar.