24/06/2021 – En el ciclo “Pastoral carcelaria sin fronteras”, el padre José Miguel Marengo, religioso de la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, compartió sus experiencias con el servicio a los privados de la libertad que desde el 2018 presta en Sucre, en Bolivia. José Miguel es sacerdote argentino y asesora a la Pastoral Carcelaria del departamento boliviano de Chuquisaca, es capellán del penal San Roque de Sucre y también visita otras carceletas. “También soy párroco de la Santísima Trinidad en El Tejar. Junto a otro sacerdote trinitario, algunas religiosas y un gran equipo de laicos trabajamos en esta pastoral en Sucre. La pastoral carcelaria es la presencia de la Iglesia en el mundo de la carcelación. Lo más importante es estar allí, visitar las cárceles, acompañar a los privados de la libertad y también escuchar”, explicó Marengo.
“Hasta hace unos años estábamos dentro del Dicasterio del Clero, pero ahora estamos en el Dicasterio de Desarrollo Humano Social junto a realidades desafiantes como migrantes o Cáritas, por ejemplo. Esto es más apropiado para nuestra situación pastoral”, manifestó el sacerdote trinitario oriundo de Villa María (Córdoba). “ En mi rol de capellán no puedo imponer los sacramentos de entrada, tengo que hacer un camino con cada privados de la libertad. Son personas que vienen muy golpeados en la vida. Hay que esperar y escuchar al otro, a la cárcel no llevamos nada, es pura misión”, añadió.
“En Aparecida, en el 2007, fue la primera vez que en un documento de la Iglesia de América apareció el rostro de los privados de libertad, dentro del reflejo de los rostros sufrientes. Tenemos que hacernos cargo de estos hermanos, es un pedido de nuestros obispos. En Argentina ya tenemos mujeres capellanas, eso ocurre en Buenos Aires”, contó José Miguel, quien además compartió varias de las anécdotas que fue acumulando a lo largo de tantos años de participar de la pastoral carcelaria en la región sur de América.
“Estas son las áreas que cubrimos con nuestro servicio en Bolivia. Está el acompañamiento espiritual, con la escucha, los sacramentos y las celebraciones. Aquí también muchas veces tenemos que ser ecuménicos. Además colaboramos con la orientación y capacitación jurídica, desde la formación, el asesoramiento, la documentación y los tramites. Esto implica trabajar en las relaciones con el poder judicial interviniente.”, expuso. “La pastoral carcelaria es un puente entre la sociedad y los privados de la libertad. En esta pastoral entran todas las otras pastorales de forma transversal”, sostuvo el padre Marengo.
“Otro aspecto es la terapia ocupacional, que abarca el trabajo y la educación. Aquí acompañamos con materiales, convenios, cursos y proyectos. En el servicio social nos ocupamos de la alimentación, la vestimenta, los medicamentos, el aseo, la limpieza y la bioseguridad. Aquí descubrimos a los anauines de nuestra época. En este tiempo de pandemia nos dimos tiempo para acompañar más a las familias”, dijo el padre José. “La cárcel no es algo querido por Dios sino que es un invento humano, todos estamos hechos para la libertad”, expresó.
“Asimismo hay una incidencia política que forma parte de las relaciones institucionales que tenemos desde la pastoral con el estado, con ongs o fundaciones. Otro aspecto que abordamos es la inserción social, el acompañamiento fuera del penal, la acogida que recibe el preso cuando es liberado. En esto buscamos que haya un compromiso concreto de los municipios, donde hay cárceles. Y también tenemos un vínculo con quienes han sido víctimas de delitos para bridarles nuestro acompañamiento. No es fácil esto porque hay que respetar la intimidad de las víctimas, pero a veces hasta algunos se acercan a nuestra pastoral a pedir ayuda”, mencionó.
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