29/12/2025 – En un nuevo «Reflexiones para la Semana» nos acompañó María Cristina Martínez, coordinadora nacional de voluntariado en la fundación Manos Abiertas. Luego de detenernos en las figuras de Juan el Bautista y sus padres, de caminar junto a San José y sentarnos junto a María embarazada, contemplamos todo Belén. Porque el pesebre no es el lugar de llegada, sino el sitio que nos invita a seguir caminando.
En una semana particular, donde final y comienzo se entrelazan, Cristina propone leer este momento no solo como balance, sino como un nuevo impulso para seguir caminando en la fe, reconociendo que el peregrinar nunca es solitario.
A lo largo del Adviento —recordó— avanzamos hacia Belén junto a figuras que formaron el corazón: San Juan Bautista, Isabel y Zacarías, José y María. Sin embargo, llegar a Belén no significa alcanzar una meta definitiva, sino descubrir un hito fundante. “Belén no es el punto final, es un punto esencial en nuestro camino de fe, un lugar que nos invita a seguir caminando”, afirmó, subrayando que allí se revela el modo de Dios y su pedagogía silenciosa.
Contemplar Belén implica detenerse en medio del ritmo acelerado de fin de año y hacer memoria agradecida. No desde la carencia o la autosuficiencia, sino desde el reconocimiento del bien recibido. En ese marco, Cristina destaca con claridad el estilo divino: “Dios elige lo pequeño, no elige el poder ni la manifestación avasallante; elige un pesebre, una familia frágil, una noche común”. En Belén, la gloria se manifiesta en lo humilde y la lógica del éxito cede ante la lógica de la cercanía y la presencia.
Esta elección de lo pequeño convierte a Belén en una verdadera escuela del corazón. Allí, Dios no se impone, sino que se ofrece; no conquista, sino que se hace vulnerable. Por eso, al revisar el año que termina, la propuesta es preguntarse dónde supimos apreciar lo cotidiano, lo fiel y lo que tal vez nadie vio, reconociendo esos momentos de gracia que iluminaron el camino.
Belén también corrige amorosamente nuestras miradas. Frente a balances hechos desde la insuficiencia —“no llegué, no pude, no fui suficiente”—, aparece un Dios que habita la pobreza y entra por las grietas de la vida. “Dios no espera corazones perfectos, sino disponibles”, recuerda Cristina, invitando a reconciliarse con la propia historia concreta, ese “Belén” personal donde acontece lo decisivo.
Finalmente, la reflexión cerró con una imagen sencilla y profunda: Dios no avanza a zancadas, sino “a medio palmo”. Ese paso pequeño, humilde y casi imperceptible no cambia el mundo de golpe, pero lo inclina hacia la bondad. Con ese deseo, la invitación es comenzar el nuevo año caminando de palmo en palmo: haciendo lugar, cuidando lo frágil y caminando con otros, porque —recuerda— nadie llega solo a Belén.
Para escuchar la reflexión completa accedé al video del inicio