Para Brochero, en la eucaristía se realizaban todas las aspiraciones humanas. Para él, en la eucaristía estaba la fuente de la santidad y veía realizada la felicidad del ser humano a la que todo hombre aspira, felicidad que es posesión de Dios. Nos dice José Gabriel del Rosario Brochero:
“El que Dios amó al hombre desde toda la eternidad es verdad tan clara y demostrada, que el dudarlo seria el colmo de la locura, el último esfuerzo de la impiedad y el último grado de la ingratitud. El amor eterno de Dios está escrito en todas las maravillas de la creación. Ese amor brilla en toda la naturaleza… Sin embargo todas estas pruebas de amor eran como un rasguño y sombra, comparados con la prueba de amor que Dios quería dar al hombre, enviando a su Hijo… Porque seria la dicha para todos; seria nuestro consuelo; porque en virtud de ese amor se haría esclavo, gustaría nuestras penas y lágrimas…y se asimilaría en todo al hombre, a fin de que el hombre se hiciera como Dios y participase de su infinito amor” ¿Son necesarias más pruebas de amor? ¿Es posible la ingratitud del hombre que se ve tan amado?. Así es, pues ante el amor de nacer por nosotros, no lo recibimos en Belén. Ni se lo hospedó en Jerusalén y le hicimos una guerra cruel. Pero esto no disminuyó su amor… Cuantas más ingratitudes, su amor se agiganta y rebalsa por todas partes, y revienta, si se puede expresar así, y hace entonces un milagro de amor, que puso en admiración y espanto a los mismos ángeles. Y este milagro fue instituir el sacramento de la Eucaristía. Porque la Hostia consagrada es un milagro de amor; es un prodigio de amor; es una maravilla de amor… Es la prueba más cabal de su amor infinito hacia mí, hacia usted, hacia el hombre. …Como el padre en su última hora se despide con ternura de sus hijos… Así Jesucristo con ternura. Y quería quedarse con nosotros…y después de pensarlo ve que lo puede realizar por medio de la Santa Eucaristía, y obra ese milagro de amor… Esto no lo comprendo si no es entrando al Corazón de Jesucristo y viendo que la fuerza del amor como que lo enajenaba de si de tanto amor… alocado por la fuerza del amor… Quiere quedarse con nosotros para darnos esfuerzo en la vida y que lleguemos así a la vida eterna. ..”
“El que Dios amó al hombre desde toda la eternidad es verdad tan clara y demostrada, que el dudarlo seria el colmo de la locura, el último esfuerzo de la impiedad y el último grado de la ingratitud. El amor eterno de Dios está escrito en todas las maravillas de la creación. Ese amor brilla en toda la naturaleza… Sin embargo todas estas pruebas de amor eran como un rasguño y sombra, comparados con la prueba de amor que Dios quería dar al hombre, enviando a su Hijo… Porque seria la dicha para todos; seria nuestro consuelo; porque en virtud de ese amor se haría esclavo, gustaría nuestras penas y lágrimas…y se asimilaría en todo al hombre, a fin de que el hombre se hiciera como Dios y participase de su infinito amor”
¿Son necesarias más pruebas de amor? ¿Es posible la ingratitud del hombre que se ve tan amado?. Así es, pues ante el amor de nacer por nosotros, no lo recibimos en Belén. Ni se lo hospedó en Jerusalén y le hicimos una guerra cruel. Pero esto no disminuyó su amor… Cuantas más ingratitudes, su amor se agiganta y rebalsa por todas partes, y revienta, si se puede expresar así, y hace entonces un milagro de amor, que puso en admiración y espanto a los mismos ángeles. Y este milagro fue instituir el sacramento de la Eucaristía. Porque la Hostia consagrada es un milagro de amor; es un prodigio de amor; es una maravilla de amor… Es la prueba más cabal de su amor infinito hacia mí, hacia usted, hacia el hombre.
…Como el padre en su última hora se despide con ternura de sus hijos… Así Jesucristo con ternura. Y quería quedarse con nosotros…y después de pensarlo ve que lo puede realizar por medio de la Santa Eucaristía, y obra ese milagro de amor… Esto no lo comprendo si no es entrando al Corazón de Jesucristo y viendo que la fuerza del amor como que lo enajenaba de si de tanto amor… alocado por la fuerza del amor… Quiere quedarse con nosotros para darnos esfuerzo en la vida y que lleguemos así a la vida eterna. ..”
La vida de Brochero fue celebrar el misterio de la presencia escondida de Cristo que se muestra en el pan y en el vino. Peor también su vida fue hacerse eucaristía dándose a los demás, en el modo que Cristo se hace alimento en el pan y en el vino. La eucaristía es nuestro viático de peregrinos, y el Cura Brochero fue consuelo de las mujeres y de los hombres cristianos, peregrinos también como hoy nosotros, hacia el Padre.
P. Julio Merediz
durante la transmisión de los Ejercicios Ignacianos
en Radio María Argentina
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