Festividad del Sagrado Corazón de Jesús

miércoles, 1 de julio de 2009
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Era el día de la Preparación de la Pascua.  Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.  Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús.  Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.  El que vio esto lo atestigua:  su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.  Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice:  No le quebrarán ninguno de sus huesos.  Y otro pasaje de la Escritura, dice:  Verán al que ellos mismos traspasaron.

Juan 19, 31-37

Éste es un día muy particular. Es la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, y por ello saludamos a todos aquellos que de una manera especial tiene devoción al Sagrado Corazón, a quienes en particular cada día piden la gracia de tener un corazón manso y humilde que se refleje y se testimonie a los demás.

En esta jornada también comenzamos el Año Sacerdotal, este regalo que hace a la Iglesia el Papa Benedicto XVI.

Y desde hace unos años, este día está dedicado a la oración por la santificación del clero, de los curas. ¡Qué lindo poder unirnos todos para rezar y para encomendarnos al Sagrado Corazón de Jesús!

Una persona con corazón es una persona profunda y a la vez cercana; una persona con corazón es entrañable y comprensiva, capaz de sentir emociones a la vez que ir al fondo de las cosas y de los acontecimientos.

El corazón ha simbolizado siempre para la mayoría de las culturas el centro de la persona, desde donde se vuelve a la unidad de la persona, desde donde funciona lo complejo de la vida, lo espiritual, lo afectivo, pero también lo racional. Se alude al corazón como aquel espacio donde el hombre vive, se mueve, se relaciona. Una persona con corazón no se define como la dominada por el sentimentalismo, por aquel que vive solamente a flor de piel; sino que cuando decimos “vive con el corazón”, “realmente tiene un gran corazón”, estamos hablando de quien alcanza la unidad, la coherencia, el equilibrio, la madurez. Todo esto que permite ser objetivo y cordial, lúcido y apasionado; aquel que es siempre cordial, realista.

Para el hombre de la antigüedad, tener corazón equivalía a tener una personalidad integrada. El corazón es símbolo de la profundidad y de la hondura. Sólo quien ha alcanzado una armonía consciente, desde lo profundo de su ser, consigue alcanzar la unidad y la madurez personal.

Estas palabras, que pueden incluso reflejarnos la imagen de alguien cercano a nosotros, están referidas de manera particular a Jesús, el hombre para los demás. Jesús, este hombre-Dios, tiene corazón porque su vida es un fruto logrado y abundante, como dice el salmista, suculento de sabiduría y de santidad.

El corazón de Jesús no es de piedra, es un corazón de carne, como habían pedido los profetas del Antiguo Testamento. Toda la vida de Jesús es un signo del buen amar y del saber amar. Por eso pasó su vida haciendo el bien. Pero sobre todo en su corazón nos regala la figura de la profundidad con que el hombre tiene que vivir. En Jesús está la fuente del Espíritu que brota como agua fecunda hasta la vida eterna. Hay muchas definiciones que podemos ir encontrando para tener frente a cada uno de nosotros y frente a nuestra mirada, esta imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Esta imagen que va mucho más allá de un órgano vital del hombre. Y lo sabemos. Tal vez a lo largo de la historia la Iglesia tuvo en algún momento que advertirnos -como Madre y como Maestra- del riesgo de quedarnos solamente allí, en el corazón. La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús nos habla, desde el corazón traspasado, de este verdadero Dios y verdadero hombre; nos habla de este Hijo de Dios que se hace hombre para salvarnos y redimirnos del pecado. ¿Y de qué manera? Desde la cruz.

En este día nos acercamos en primer lugar al texto del Evangelio, que seguro tenemos en la memoria y lo recordamos porque lo hemos escuchado, leído… Lo recordamos también porque momentos antes, en el Evangelio, Jesús nos regala, al pie de la cruz, a María como Madre. Por eso te invito a contemplar a Jesús, colgado de la cruz, con el corazón abierto por la lanza…

El relato nos dice que “era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado…”

Hay muchas cosas para reflexionar, para ubicarnos en esta escena, allí en el Calvario, ayudados por aquellos que dedican su vida a la investigación, a buscar y a bucear en la historia cómo habrán sido aquellos días, y precisamente cómo habrán sido aquellos días el día de la muerte de Jesús. Los comentarios en relación al Monte Calvario, que cuando uno pasaba desde la base de esa montaña, allá en la cima se veía como árboles que no tenían copas, sino solamente el tronco… y no eran más que aquellos palos verticales de las cruces de los condenados a muerte, la mayoría de ellos por rebelión. Era la manera que habían encontrado los romanos para decir ¡cuidado, podés terminar así! Era la cumbre de los malhechores, de los malos. Dicen los comentaristas de la época que aquella escena era terrible, desgarrador. Y ahí está Jesús, entre dos malhechores…

El tiempo que un condenados a muerte permanecía agonizando en la cruz era de dos o tres días. Pero los judíos debían prepararse para la Pascua con pureza ritual. Y estar cerca de una persona que estaba muriendo no era ritualmente bueno, dado que era causa de impureza. Por eso pidieron poder bajar el cuerpo de Jesús. Pero antes de bajarlo había que ayudar a que aquellos condenados a muerte (Jesús no estaba allí solo) terminaran de morir. De ahí el pedido de quebrar las piernas, para acabar rápido con la vida de esos hombres. Vuelven a aparecer ahora, en este momento de la cruz, los dirigentes judíos, los que primero habían dado muerte a Jesús a través de la mentira. Se encontraban allí los sumos sacerdotes. Todo este ambiente sirve para mostrar esta imagen tan dulce del Sagrado Corazón de Jesús, que nos está hablando de mucho amor, de la entrega total, hasta salió sangre y agua del costado abierto.

Desde la primera entrevista con Pilato, los judíos tenían presente la pureza ritual para esta Pascua que se avecinaba. Acababan de pedir la muerte de un inocente y aún estaban preocupados por la pureza ritual. Es que tenían que salvar toda forma y toda imagen. Tenían que salvar aquello que para ellos eran tan importante. Ellos creían estar preparando su primera Pascua, cuando en realidad ya había sido sustituida por la de Jesús.

La mención de los cuerpos de aquellos dos ladrones que estaban a su lado expresa la solidaridad de Jesús con los que están crucificados con Él, y desde ellos con todos los hombres. Sin embargo, cuando escuchamos la carne y el cuerpo, estamos contemplando a Jesús igual a esos dos hombres, sin dejar de ser Dios. Allí todos, en la burla de la cruz. ¡qué locura el amor de Dios que nos regala a su Hijo! Por eso esta imagen de tanto dolor y tan cruda, para nosotros los cristianos, se convierte en salvación y es motivo de bendición. El mismo San Pablo luego lo advierte, no es más que escándalo, burla, pero para nosotros causa de salvación.

Ni Jesús ni aquellos dos crucificados con Él debían quedar en la cruz en el día de descanso. Era un día de fiesta muy particular, la solemnidad de la Pascua judía. Dos puntos de vista totalmente distintos: el de los judíos y el de Jesús. Los judíos recordaban anualmente la liberación de Dios a través de Moisés en el camino del desierto.

Desde la mirada de Jesús, Dios, aquel que estuvo desde el principio (como dice San Juan) de la creación, estaba terminando el día sexto de la obra de la creación, estaba comenzando el día del descanso, donde Dios (según Génesis) había visto que todo era bueno. Por eso, viendo la historia de la salvación, en este momento centralizado en Jesús que muere en la cruz, podemos entender el Evangelio: el último día, el solemne de la fiesta.

Pero porque se estaba por manifestar la gloria del Hijo de Dios. Así como el último día de la semana Dios descansó, porque vio que la obra era buena, ahora en Jesús está por llevarse a la perfección. ¡Qué hermosa imagen! Ojalá que podamos contemplarla así desde el relato del Evangelio, para luego poder contemplar las palabras que nos hablan del traspasado: el final de Jesús que entrega todo desde la cruz, para vos y para mí, para limpiarnos, para purificarnos, para redimirnos del pecado y para dar sentido a cada una de nuestras cruces.

A Jesús no es necesario que los soldados le quiebren las piernas ni que lo quiten de allí, puesto que un discípulo de Jesús, alguien de poder y renombre, medio a escondidas, pide el cuerpo de Jesús. Quieren acelerar la muerte para que no estén vivos en la fiesta. Sin darse cuenta que están matando al Hijo de Dios.

El Evangelio termina diciendo que Jesús ya estaba muerto. Pero nadie puede quitarle la vida. Él la da como propia iniciativa, tal como lo había anticipado. Un soldado con una lanza le traspasó el costado y salió sangre y agua. Jesús entrega su vida de manera voluntaria, Él ya lo había dicho, a Él nadie le quita la vida, sino que Él la entregaba libremente para salvarnos y redimirnos del pecado. Por eso esta fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es la expresión de su gloria, su amor hasta el extremo. Por eso el mismo San Juan lo va a repetir después: hemos contemplado su gloria.

Comienzan a cumplirse las Palabras de Jesús cuando el Hijo del hombre sea levantado en lo alto, recordando la imagen de la serpiente en cruz levantada por Moisés en el desierto. Es de este Jesús que va a manar el agua del Espíritu para que podamos nacer de nuevo y nacer de lo alto. La nueva Pascua significa nueva alianza, anunciada en las bodas de Caná.

Ha llegado la hora en que Jesús da el vino de su amor. En Jesús nace la nueva humanidad. Estamos resurgiendo cada uno de nosotros. El dolor está siendo superado por la gloria del resucitado. Estábamos todos en ese momento en el corazón de Jesús de donde brotó sangre y agua, y seguimos estando en el corazón amoroso de Jesús. La muerte se convirtió en fuente de gracia y salvación.

San Juan fue un testigo privilegiado de la muerte de Jesús. Se mantuvo fiel y lo pudo contemplar a su Señor muriendo en la cruz. Por eso luego insiste tanto en sus cartas: Dios es amor, invitándonos a nosotros a vivir en el amor.

Cuando Juan describe lo que vio, cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua, no sólo describió una escena sino que quiso expresar que Jesús, no sabiendo ya qué darnos puesto que lo había dado todo, nos dio su corazón herido, partido por amor. Es la locura del amor de Jesús, por todos los hombres desde Adán y Eva hasta el final de los tiempos. Ése fue el precio de la redención, la sangre del Cordero inmaculado (v gr. Carta a los Hebreos).

Juan termina diciendo que se cumple la antigua profecía: Verán al que ellos mismos traspasaron. Es el gesto más grande del corazón de Jesús. Ese corazón sigue latiendo junto a nosotros, sentado a la derecha del Padre, esperándonos para que un día vivamos la plenitud del amor junto a la Trinidad. Jesús hace presente la misericordia del Padre Dios. El Sagrado Corazón de Jesús despierta en nosotros la paz, agradecimiento, esperanza y alegría.