15/10/2025 – En un contexto de creciente incertidumbre global, Estados Unidos y China protagonizan una nueva escalada en su guerra comercial. La disputa, caracterizada por la imposición de aranceles y restricciones recíprocas, afecta a sectores estratégicos como el transporte marítimo, la madera, las tierras raras y la tecnología. Para comprender esta compleja dinámica, dialogamos con el analista internacional Bruno Tondini, quien subraya la importancia de analizar este enfrentamiento: «Vamos a hablar de esta nueva escalada económica. Vamos a salir un poco del clima de beligerancia física y vamos a ir al de la economía, que no deja de ser menos importante».
Según Tondini, el origen de esta tensión reside en la propia naturaleza de la economía global. «Ineludiblemente hay un grado de interconexión de economías que, lamentablemente, a muchos líderes mundiales no les gusta», explica. Este descontento lleva a las potencias a «juguetear con tratar de autonomizarnos un poco, de independizarnos». Este intento por alcanzar una mayor autonomía choca directamente con la profunda interdependencia de sus cadenas productivas, generando un conflicto donde cada acción busca debilitar la posición estratégica del otro y reducir las propias vulnerabilidades.
Los sectores más afectados por esta nueva fase del conflicto son variados. China ha reforzado el control sobre sus exportaciones de tierras raras, minerales cruciales para la industria tecnológica, de los cuales domina «el 60% de la producción y, lo que es peor, el 90% del procesamiento mundial», detalla Tondini. Estados Unidos, por su parte, no solo mantiene sus restricciones sobre la venta de semiconductores, sino que ha aplicado nuevos impuestos a la madera y otros productos industriales chinos, además de aranceles al transporte marítimo, un sector donde las empresas chinas tienen un rol preponderante.
La lógica de la disputa se basa en una reciprocidad constante. Washington aplica aranceles al flete marítimo para contrarrestar la hegemonía china, y Pekín responde con una medida similar. Ante la restricción de acceso a las tierras raras, la Casa Blanca endurece su postura sobre la tecnología. Tondini resume esta dinámica de forma clara: «Ustedes no me mandan las tierras raras, bueno, entonces yo no les mando superconductores, software y demás». Este intercambio de golpes amenaza con anular la frágil tregua alcanzada meses atrás y profundiza la desconfianza, llevando la tensión incluso al plano diplomático y poniendo en riesgo una futura reunión entre los líderes de ambos países.
Paralelamente a la guerra arancelaria, se libra una «batalla por el tema de la inteligencia artificial», un campo donde ambas naciones compiten por la supremacía tecnológica. Estados Unidos, explica el analista, se ha centrado históricamente en la inversión, la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías, mientras que China se ha especializado en la producción masiva, a menudo replicando modelos existentes. Este choque de modelos económicos se intensifica ahora que Pekín busca reducir su dependencia tecnológica y fomenta sus propias industrias de vanguardia.
En este escenario de confrontación entre gigantes, Argentina emerge con una oportunidad inesperada. «Argentina sale beneficiada. ¿Por qué? Porque es un lugar atractivo geoeconómicamente», afirma Tondini. La decisión de China de no comprar soja estadounidense, por ejemplo, abre un mercado valioso para la producción local. Además, el interés de Estados Unidos por encontrar proveedores alternativos de minerales estratégicos como el litio y las tierras raras, presentes en territorio argentino, podría atraer inversiones significativas. Tondini concluye con una referencia histórica y optimista: «Tratemos de poder sacar partido de esta situación de conflictividad económica mundial para poder como Argentina despegar».
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