22/12/2014 – A pocas horas de la celebración de la Navidad queremos enfocar nuestra mirada en el pesebre y en la familia de Nazareth. Para vivir esta fiesta en nuestras familias es importante darle lugar a los niños y aprender de la novedad con la que ellos la viven. El Padre Ceschi relató la historia de un pesebre viviente en el que participaron chicos con capacidades diferentes. En esa ocasión, a un niño con síndrome de down le tocó representar al posadero que le niega hospedaje a Jesús, José y María. Tenía en claro que debía decirles que “No había lugar”. Lo ensayó toda la semana y cuando le tocó hacer su papel dijo: “Pasen, no hay lugar, pero yo duermo en el suelo”. Cambió radicalmente el libreto, pero afloró el amor del corazón. Eso buscamos en esta Navidad, que el amor del corazón salga hacia afuera y se convierta en gestos concretos.
Por otra parte, también contó que en la Basílica de la Natividad de Belén, la puerta de ingreso es pequeña, de modo que la gente debe agacharse para entrar. Esta puerta debe ser un ejemplo, porque los adultos se deben agachar pero los niños no. Entonces, algunas veces para entrar al cielo debemos ser como niños aprender de su sencillez y espontaneidad para vivir la Navidad.
Agrándame la puerta, Padre, porque no puedo pasar; la hiciste para los niños. Yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad, vuélveme a la edad bendita en que vivir es soñar.
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