Hagan esto en memoria mía

martes, 25 de octubre de 2011
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1.- La Eucaristía capaz de recrear vínculos

En la Eucaristía, como cúlmen de la vida cristiana, están todas las fuerzas que necesitan la comunidad y la familia para recrearse, renacer y ser una.  ¿Cuáles son los lugares de tu vida comunitaria, familiar, que necesitan ser recreados? Descubramos que es en la fuerza Eucarística donde está esa posibilidad.  Cuando observamos el mundo y nos observamos a nosotros mismos en él. En la convivencia descubrimos cuántos vínculos necesitamos recrear, cómo la gracia eucarística nos espera para poder justamente renacer en lo vincular por el don de Cristo que nos incorpora a él como Cuerpo.  El Concilio Vaticano II ha recordado que la Celebración Eucarística es el centro del proceso de crecimiento de la Iglesia. Cuando decimos Iglesia decimos “Comunidad de los creyentes”, en la vida de la familia, en la comunidad de los amigos, en la vida de la comunidad parroquial, en la vida del movimiento al que pertenecemos, en la Iglesia local a la que pertenecemos. Después de haber dicho que la Iglesia o el Reino de Cristo presente ya en misterio crece visiblemente en el mundo por el poder de Dios, como queriendo responder a la pregunta ¿Cómo crece?, añade: “cuántas veces se celebra en el altar el sacrificio de la Cruz en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención. El sacramento del pan eucarístico significa y al mismo tiempo realiza la unidad de los creyentes que forman un solo cuerpo en Cristo. Esta unidad que anhelamos, que esperamos, esta unidad que anhelada y esperada nos hace sufrir desde las desuniones, los desencuentros, los lugares donde no nos dan las fuerzas, ni las ideas, ni los modos, ni lo que hemos intentado en los pasos dados para alcanzarla, requiere de un una propuesta hoy, surge hoy como propuesta el descubrir el valor unitivo que el sacramento eucarístico nos regala y entonces, acercarnos a ella, reflexionar en torno a ella y alimentarnos en ella para desde ese lugar, seguir trabajando por la unidad.

El misterio eucarístico, misterio de comunión, misterio de unidad donde se construye la vida de la comunidad nos invita hoy a ver cuántos lugares de nuestra vida necesitan ser recreados en la convivencia, recreados en lo vincular, para que sea en ese misterio eucarístico donde pongamos nuestra mirada y nuestra esperanza pidiéndole a Dios que desde él nos lleve a acercar partes, a unir lo que está desunido, a vincular lo que está desvinculado, a recrear relaciones. La eucaristía, como lugar de recreación. La consigna está dada. Vayamos desde este lugar de participación. Hay una presencia eucarística que nos invita a descubrir que nosotros como comunidad nacemos y nos recreamos bajo el influyo de la presencia de Cristo en su Cuerpo, somos incorporados siendo uno con él. 

 

Consigna: Buen día, hoy te invitamos a compartir qué vínculos necesitan ser renovados por la gracia de Jesús que nos hace uno. Serán los vínculos familiares, la amistad, con los hijos, con los padres, con los vecinos, con la comunidad. La verdadera conversión pastoral, ha dicho aparecida, nace de la renovación en lo vincular, en la conversión vincular.

 

2.-Tomen, coman, beban

La Eucaristía es el origen de la vida de la Iglesia, la Iglesia nace en el Misterio Eucarístico. Si nosotros contemplamos la aparición de la vida eclesial y la referimos al momento fundacional en el que el Señor convoca a los doce alrededor suyo en torno a la mesa, podríamos descubrir esto allí en la Ultima Cena. Podríamos decir en cierto modo nace junto al llamado que Jesús hace de los doce, a constituir el Nuevo Pueblo de Dios. Los apóstoles fueron semillas de este nuevo Israel a la vez que el origen de este nuevo orden que Dios venía a traer al ofrecerles como alimento su Cuerpo y su Sangre, de Cristo, los implicó misteriosamente en el sacrificio que habría de consumarse pocas horas después en el Calvario: “Hagan esto en memoria mía”. De manera semejante a la Alianza del Sinaí sellada con el sacrificio y la aspersión de la Sangre, los gestos y las palabras de Jesús en la última cena fundaron la nueva comunidad mesiánica, el Pueblo de Dios, el Pueblo de la Nueva Alianza. Un misterio de alianza nueva es lo que queremos renovar en el vínculo renovado en el misterio eucarístico al modo como Jesús lo hizo en la última cena. Y cuando nosotros contemplamos las realidades vinculares que hoy requieren de nosotros un nuevo modo de estar en las relaciones de unos con otros, podemos percibir claramente la necesidad de esta nueva alianza, de este nuevo pacto de amor en lo vincular. Los apóstoles aceptando la invitación de Jesús en el cenáculo “Tomen, coman, beban”, entraron por primera vez en comunión sacramental con él. Desde aquél momento y hasta el final de los siglos la Iglesia se edifica a través de esta comunión sacramental con el Hijo de Dios que se entregó por nosotros: “Hagan esto en recuerdo mío, cuántas veces lo hicieren háganlo en recuerdo mío”. Este memorial, que es actualización de la Pascua de Jesús nos hace uno en Cristo y renueva nuestros vínculos por eso queremos hacer una mirada desde la Eucaristía sobre esta realidad vincular llamada a ser transformada en nuestra vida y nos preguntamos y queremos compartir la necesidad de ser renovados por la gracia de Jesús que nos hace uno. ¿Qué vínculos tienen que renovarse en la familia, en la amistad, en los hijos, en la relación paterna, filiar, vecinal, con la comunidad, donde sentís que los vínculos tienen que ser transformados, renovados en Cristo, misterio de pacto nuevo, de alianza nueva por el amor?

 

3.- Ser uno en Cristo  

Este ser uno en cristo por donde nos lleva el misterio eucarístico, por donde somos renovados y regenerados en lo vincular tiene un sentido, ser presencia de él, incorporados a Cristo por la gracia bautismal y renovados por el don del sacrificio eucarístico, somos invitados a ser testigos de Cristo. ¿Cómo, de qué lugar y de qué manera? A partir del ejercicio de la vida caritativa donde aparece ese estrecho vínculo de amor y de comunión. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mano, y esto es lo que yo les mando, que amen, permanezcan en mi como yo permanezco en ustedes, si se aman permanecerán en mí. Digamos, el misterio eucarístico que renueva nuestra vida en Cristo, nuestras vidas en Cristo en lo vincular, se renueva por la gracia del amor con el que el Señor nos invita a amar al modo como el nos amó. Al unirnos a Cristo, en vez de encerrarnos somos llamados a ser presencia en el pueblo de la alianza y sacramento de caridad en el corazón mismo de la humanidad, signos e instrumentos de un misterio de presencia de Dios que quiere ser luz del mundo, sal de la tierra para obrar en el corazón de la humanidad esa gracia de recapitulación de todo en Cristo. La misión que tenemos en conjunto, como comunidad, es prolongación del misterio de Cristo, de un misterio de amor, “Como el Padre me amó también yo los envío a ustedes”. ¿Cómo lo envió el Padre a Jesús? Lo envió con este secreto de amor en comunión. Todo lo que yo intenté decirles a lo largo del tiempo lo expresa Jesús en la eucaristía es esto: Vengo a dar la vida por ustedes, porque son mis amigos, los invito a que hagan ustedes lo mismo en este vínculo de pacto de alianza y amistad que renueva las relaciones y hace de todos uno en mí. Recibe la Iglesia la fuerza espiritual de este misterio de comunión, de amor que nos ofrece la gracia eucarística, haciéndonos uno, comulgando con Cristo, misterio de amor con que Cristo nos bendice y sale a nuestro encuentro. Es la fuente del amor la eucaristía, de todo el proceso de búsqueda del camino con el que el hombre se muestra a sí mismo aspirando a lo máximo, la única razón que entiende el fondo de ser hombre es esta sin razón del amor. Como dice John Nash en el final de la entrega del premio Nóbel como economista después de haber sufrido los desvaríos de una enfermedad psiquiátrica terrible, acompañado y sostenido por su mujer en su enfermedad, el, que tenía una gran lucidez para la matemática pero ciertas dificultades para vivir adecuadamente su afectividad, al final de su vida le dice a su mujer cuando le entregan el premio, la ecuación más clara que has resuelto en mi vida ha sido esta más difícil de resolver en mi vida, la ecuación del amor. Y es verdad, podemos aspirar a mucho, podemos desear aún más, podemos trabajar mucho por el desarrollo, el cambio, la transformación en lo que hace a todos los aspectos de la vida humana, pero en realidad la única ecuación que le cierra al hombre es la ecuación del amor y Jesús ha venido a resolverla con su propia vida en el misterio eucarístico.

 

4.- Uno en Cristo más allá de las diferencias, más allá de la distancia

En la comunión eucarística, nosotros como comunidad, familia, pueblo, lo que hacemos es consolidar nuestro misterio de ser uno, de ser cuerpo, y de serlo en él, en Cristo. San Pablo se refiere a esta eficacia unificadora de la participación en el banquete cuando escribe a los Corintios: “Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aún siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos. Todos participamos de un solo pan. San Juan Crisóstomo es detallado y profundo cuando se refiere a este anuncio que hace Pablo: ¿qué es en efecto el pan? ¿En qué se transforman los que lo reciben? En Cuerpo de Cristo, pero no muchos cuerpos sino un solo cuerpo, como el pan es solo uno por más que esté compuesto de muchos granos de trigo y éstos se encuentren en él aunque no se vean de tal modo su diversidad desaparece en virtud de la perfecta fusión, de la misma manera también nosotros estamos unidos recíprocamente unos a otros y todos juntos en Cristo. Es verdad que hay diferencias y son saludables, es verdad que hay división y no son tan saludables, pero hay un misterio, Jesús, que nos convoca a ser uno en el más allá de las diferencias y más allá de las distancias. Este misterio de unidad celebramos en Cristo, en su Cuerpo y en su Sangre.

 

5.- Unión con Cristo, don y gracia

La argumentación es terminante, la fuente, la unión con Cristo, que es don y es gracia para cada uno, hace que en el estemos asociados también a la unidad de su Cuerpo que es la Iglesia. Consolida esta incorporación a Cristo por la gracia del bautismo en el don del Espíritu Santo. La acción conjunta en inseparable de Jesús y el Espíritu Santo que está en el origen de la vida de la Iglesia, de su constitución, de su permanencia, continúa en este misterio eucarístico. Bien consciente de ello es el autor de la liturgia de Santiago en la Epíclesis de la anáfora se ruega a Dios Padre que envíe el Espíritu Santo sobre lo fieles y sobre los dones para que el Cuerpo y la Sangre de Cristo sirvan a todos los que participan en ellos a la santificación de las almas y de los cuerpos. La Iglesia, la comunidad, la vida de la familia, es reforzada por el Espíritu Paráclito a través de la santificación eucarística de los fieles. De allí que estamos intentando acercarnos a aquellos lugares de convivencia que nos son un grito de integración, de alianza, de pacto de comunión, de superación de las distancias, de acercamiento de las partes, de liberación de las fuerzas que oprimen la posibilidad del encuentro. El don de Cristo y de su Espíritu que recibimos en la comunión eucarística colma con sobrada plenitud los anhelos profundos de unidad y fraternidad que alberga en nuestro corazón y al mismo tiempo eleva la experiencia de fraternidad propia de la participación común en esta mesa eucarística. Por encima de la simple experiencia de la convivencia humana es un misterio de comunión y de amor que nos participa el Dios trino, en Cristo Jesús hecho Pan de Vida, y nosotros en él como parte de su Cuerpo. Es por la comunión con el Cuerpo de Cristo que nosotros como comunidad alcanzamos cada vez más perfectamente su ser en Cristo como misterio y sacramento de comunión y de unidad, y a esto somos llamados misionalmente, a decirle al mundo que tiene escondido dentro de su corazón un proyecto de unión y que solamente allí está la razón de ser de la humanidad, de ser toda una bajo el signo de fraternidad en el misterio de una solidaridad global, por decirlo en términos de lo que en estos días el Concejo Pontificio de Justicia y Paz invita a una renovación en radicalidad de los procesos humanos gestionados desde la economía y desde un nuevo orden mundial. Hasta que no descubramos esta común unión que nos hace ser una única realidad en Cristo difícilmente la humanidad encuentre,  la razón de ser de su propia suerte.

 

6.- Adoración Eucarística

Cuando nosotros participamos del culto eucarístico fuera de la misa, en la adoración eucarística, tiene esto un valor inestimable para la comunidad de la Iglesia, este culto está estrechamente unido a la celebración del sacrificio eucarístico, la presencia de Cristo bajo las especies de Pan y Vino, presencia que perdura mientras subsistan estas especies, deriva de la celebración del sacrificio y tienden a la comunión sacramental y espiritual. Nos corresponde a nosotros todos en la comunidad animar incluso con el testimonio personal, el culto a la eucaristía particularmente en la participación de la exposición del Santísimo y la adoración de Cristo presente allí. ¡Cuántas gracias se reciben de este lugar! Nosotros justamente los jueves ponemos en este tiempo de la vida de la comunidad la Adoración Eucarística como lugar desde donde reconocemos brotan las gracias que la comunidad radio-mariana necesita para seguir desarrollando su capacidad de ser misterio de comunión, misterio de ser familia, misterio de convocación, comunión, llamada a la reconstrucción, es bello estar con él y reclinarnos sobre su pecho como el discípulo que Jesús amaba según dice el texto de la Palabra en Juan 13, 25. Palpar allí el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo se tiene que distinguir en nuestro tiempo es sobretodo por el arte de la oración. Lo decía Kart Rahner, el tiempo nuevo del cristianismo será la mística y si no hay mística posiblemente no haya verdadero cristianismo, si no hay compenetración nuestra en el misterio eucarístico. Hay una necesidad renovada en el corazón de la Iglesia de estar largo rato en conversación con el Señor, en adoración silenciosa, en actitud de amor al Cristo presente en el sacramento del Santísimo. Hacer esta experiencia encontrando allí fuerza, consuelo, apoyo, paz, guía. Se multiplican por todas partes en numerosos testimonios esta adoración que en algunos casos se hace perpetua, permanece expuesto las 24 horas del día de todos los días con quienes se animan a dar tiempo del suyo para sostener este acto de adoración a Cristo. Entre todas las devociones, esta de adorar a Jesús sacramentado es la primera. Después de los sacramentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros, lo decía San Alfonso María de Ligorio. La Eucaristía es un tesoro inestimable, no solo su celebración sino el estar ante ella fuera de la misa nos da la posibilidad de llegar a contemplar el Rostro de Cristo en el espíritu que se sugiere en la carta apostólica Novo Millennio Ineúnte y en Rosarium Virgines Mariae, ahí estamos llamados también a desarrollar este aspecto del culto en la eucaristía en la que se prolongan y se multiplican los frutos de la comunión del Señor y del ser uno entre nosotros. Misterio eucarístico, misterio de adoración, adoración de Cristo para contemplar su rostro y para que podamos llegar a ser testigos de su presencia en el mundo como signo y misterio de convocación a la humanidad, a ser uno bajo el signo de unión solidaria.

 

Padre Javier Soteras