Hoy consumimos. Lo que sea. Comida, bebida, alcohol a granel, trabajo, informática, relaciones, sexo, amistades, cultura, ocio, deporte, cine, literatura, arte. Todo a la mano. Todo objeto. Todo consumo. Hoy consumimos de todo. Pero me pregunto: ¿de qué nos alimentamos? Mientras consumamos en vez de alimentar, siempre nos vamos a quedar con hambre; siempre vamos a tener sed. Mientras sigamos evadiéndonos de nosotros con miles de excusas para escaparnos y no afrontar la verdad, siempre vamos a quedar pagando.
Jesús nos invita a alimentarnos de Él; de su Palabra, de su Vida, de los sentimientos profundos de su Corazón, que hacen, en virtud de su Pascua que no nos guardemos la vida como algo que hay que reservarse celosamente, sino que la podamos entregar por amor; que nos podamos jugar la vida por amor y por algo que nos sacie de veras el ansia profunda y bella de libertad que anida en el corazón de cada uno de nosotros. Que podamos vivir “con sentido”, y no “consentidos”. Que podamos dar pasos de libertad. Para hacer silencio y descubrir la originalidad que somos, palpar este barro del que estamos hechos y llamados a andar.
Y después sí. Mientras nos vamos saciando, salir seguir encontrándonos con nuestros hermanos, porque en ellos también vive Jesús Resucitado. Y junto a ellos, lograr que sacien su hambre. Incluso aquellos que luchan día a día por conseguir un pedacito de pan.
Dios me sabe a pan, no que se guarda, celoso y rancio, sino que se parte, reparte y comparte con todos, para que nadie quede afuera de la fiesta y del encuentro.
P. Sebastían García