27/03/2015 – Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.Entonces Jesús dijo: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?”.Los judíos le respondieron: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios”.
Jesús les respondió: “¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses?Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada-¿Cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: “Yo soy Hijo de Dios”?
Si no hago las obras de mi Padre, no me crean;pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre”.
Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí.
Muchos fueron a verlo, y la gente decía: “Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”.Y en ese lugar muchos creyeron en él.
San Juan 10, 31-42
Algunos creen otos no , algunos adhieren y otros no. ¿Qué significa creer en Dios? significa para el hombre adherirse a Dios mismo, confiando plenamente en Él y dando pleno asentimiento a todas las verdades por Él reveladas, porque Dios es la Verdad. Significa creer en un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Es en el Señor Jesús donde se muestra en plenitud el rostro de bondad del Padre que está en los cielos. Es conociéndole a Él como podemos conocer también al Padre (cf. Jn 8, 19; 14, 7), y viéndole a Él podemos ver al Padre, porque Él está en el Padre y el Padre en Él (cf. Jn 14, 9.11). Él es «imagen del Dios invisible», como lo define el himno de la Carta a los Colosenses, «primogénito de toda criatura… primogénito de los que resucitan entre los muertos», por medio del cual «hemos recibido la redención, el perdón de los pecados» en su persona y la reconciliación de todas las cosas, «las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz» (cf. Col 1, 13-20).
Adherimos a alguien porque nos convoca, nos atrae. Desde un vínculo de amor. La fe se hace sustentable. Es fruto de este amor.
Esta mañana vamos a intentar descubrir cuales son esos canales de Dios que nos atrae, que nos muetsra el rostro maravilloso de Dios. ¿Será la naturaleza, la familia, la palabra, la eucaristía, etc?
¡Buen día! Bienvenidos a la Catequesis. Hoy te invitamos a compartir: ¿En qué paisajes, gestos, situaciones, instrumentos el amor manifiesto de Dios te atrae? Posted by Radio María Argentina on Viernes, 27 de marzo de 2015
¡Buen día! Bienvenidos a la Catequesis. Hoy te invitamos a compartir: ¿En qué paisajes, gestos, situaciones, instrumentos el amor manifiesto de Dios te atrae?
Posted by Radio María Argentina on Viernes, 27 de marzo de 2015
El amor de Dios es un amor paterno y la relación que Jesús no invita a tener con Dios es de paternidad. La paternidad de Dios viene en el hjijo a través del Espiritu Santo.
Dios quiere que vivas como hijo suyo. Somos hijos del creador. Así en medio de todas las dificultades queremos permanecer como hijos del Padre Amado. Sabiendo que Él goza, celebra y hace fiesta cuando nosotros como hijos vivimos al modo que él quiere que vivamos los hermanos. Compartiendo todo, reconociéndonos uno al otro en el camino. Vivir como hijos en Cristo supone reconcer al otro como mi hermano. ¿Quién da esa posibiliad de vencer eso que nos separa? El amor. Hay que pedirle a Dios que nos atraiga tanto su amor que nos hermane con todos y con cada uno.
Cuando descubrimos en el corazón cuanto amor Dios, el padre nos tiene, comienzan a caerse las paredes que nos separan y comenzamos a cubrir esos hondos valles y a bajar la montanñs. Es Dios que hace esto en Cristo Jesús.
Es nuestra pequeñez, pobreza y fragiliad lo que atrae al Padre. El modelo de actitud frente a Dios Padre nos lo regala Ella, la Madre, la humilde servidora del Señor porque Dios ha querido detenerse en su pequeñez.
Cuando el Papa nos invita a deternos en los más pobres y sufrientes es porque en ellos se manifiesta, se refleja el Señor.
La fe en Dios Padre pide creer en el Hijo, bajo la acción del Espíritu, reconociendo en la Cruz que salva el desvelamiento definitivo del amor divino. Dios nos es Padre dándonos a su Hijo; Dios nos es Padre perdonando nuestro pecado y llevándonos al gozo de la vida resucitada; Dios nos es Padre dándonos el Espíritu que nos hace hijos y nos permite llamarle, de verdad, «Abba, Padre» (cf. Rm 8, 15). Por ello Jesús, enseñándonos a orar, nos invita a decir «Padre Nuestro» (Mt 6, 9-13; cf. Lc 11, 2-4).
Entonces la paternidad de Dios es amor infinito, ternura que se inclina hacia nosotros, hijos débiles, necesitados de todo. El Salmo 103, el gran canto de la misericordia divina, proclama: «Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que lo temen; porque Él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro» (vv. 13-14). Es precisamente nuestra pequeñez, nuestra débil naturaleza humana, nuestra fragilidad lo que se convierte en llamamiento a la misericordia del Señor para que manifieste su grandeza y ternura de Padre ayudándonos, perdonándonos y salvándonos.
Pero podríamos preguntarnos: ¿cómo es posible pensar en un Dios omnipotente mirando hacia la Cruz de Cristo? ¿Hacia este poder del mal que llega hasta el punto de matar al Hijo de Dios? Nosotros querríamos ciertamente una omnipotencia divina según nuestros esquemas mentales y nuestros deseos: un Dios «omnipotente» que resuelva los problemas, que intervenga para evitarnos las dificultades, que venza los poderes adversos, que cambie el curso de los acontecimientos y anule el dolor. Así, diversos teólogos dicen hoy que Dios no puede ser omnipotente; de otro modo no habría tanto sufrimiento, tanto mal en el mundo. En realidad, ante el mal y el sufrimiento, para muchos, para nosotros, se hace problemático, difícil, creer en un Dios Padre y creerle omnipotente; algunos buscan refugio en ídolos, cediendo a la tentación de encontrar respuesta en una presunta omnipotencia «mágica» y en sus ilusorias promesas.
Nosotros quiseramos que la fuerza de Dios se muestre con mayor grandeza y que no se vea en jaque ante el poder de la muerte. Un Dios omnipotente que venza los poderes adversos, los acontemncientos tristes, pero eso no es así Dios ha querido abrazar lo mas frágil y darle sentido a todo lo que pareciera no tenerlo.
Sabe que puede con todos; con el vacio, la falta de sentido, de perspectiva. Allí se entrega para vencer. En donde somos vencidos para mostrarnos desde alli que él es gfuerte en la debilidad y en la fragilidad. Se hace simple, austero, hombre y para que descubramos que con Él es posible que todo sea distinto.
La fe en Dios omnipotente nos impulsa a recorrer senderos bien distintos: aprender a conocer que el pensamiento de Dios es diferente del nuestro, que los caminos de Dios son otros respecto a los nuestros (cf. Is 55, 8) y también su omnipotencia es distinta: no se expresa como fuerza automática o arbitraria, sino que se caracteriza por una libertad amorosa y paterna. En realidad, Dios, creando criaturas libres, dando libertad, renunció a una parte de su poder, dejando el poder de nuestra libertad. De esta forma Él ama y respeta la respuesta libre de amor a su llamada. Como Padre, Dios desea que nos convirtamos en sus hijos y vivamos como tales en su Hijo, en comunión, en plena familiaridad con Él. Su omnipotencia no se expresa en la violencia, no se expresa en la destrucción de cada poder adverso, como nosotros deseamos, sino que se expresa en el amor, en la misericordia, en el perdón, en la aceptación de nuestra libertad y en el incansable llamamiento a la conversión del corazón, en una actitud sólo aparentemente débil —Dios parece débil, si pensamos en Jesucristo que ora, que se deja matar. Una actitud aparentemente débil, hecha de paciencia, de mansedumbre y de amor, demuestra que éste es el verdadero modo de ser poderoso. ¡Este es el poder de Dios! ¡Y este poder vencerá! El sabio del Libro de la Sabiduría se dirige así a Dios: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres… Tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida» (11, 23-24a.26).
Que bueno cuando uno llega sin fuerzas para afrontar lo que queda. Uno dice “No doy más”. Que bueno que ahi uno pueda decir “En tus manos Señor, todo en tus manos” y saber que es ahi en donde todo esta comenzadno una vez más.
Los caminos son siempre en etapas y es bueno descubrirlas para trasnsitarlas ocn mayor serrenidad sabiendo que algo nuevo vuelve a comenzar. Es la invitacion a recorrer nuevos camisno. Que bueno es tener eesa concienca, descubrirnso peregrinos. No es aui nuestra caaçsa, esa está en el cielo, es la enternidad la que nos espera y mientras caminamos vamos disfrutando de esos pedacitos de cielos que Dios nos regala.
Benedicto XVI decía «Creo en Dios Padre todopoderoso», expresamos nuestra fe en el poder del amor de Dios que en su Hijo muerto y resucitado derrota el odio, el mal, el pecado y nos abre a la vida eterna, la de los hijos que desean estar para siempre en la «Casa del Padre» anhelan en lo mas profundo de su corazon. ¿Desde dónde? Desde sus propias defbilidades y fragilidaeds. Desde los mismos lugares en donde hemos sido vencidos.
Él vence donde fuimos vencidos. Que Él se muestre así en tu vida: vencedor, triunfador, lleno de amor.
P. Javier Soteras
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