Influencias que forjan nuestro proyecto de vida

miércoles, 14 de noviembre de 2007
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Jesús dijo: “Al atardecer ustedes dicen habrá buen tiempo porque el cielo está rojo y encendido y por la mañana hoy tendremos mal tiempo porque el cielo está rojizo hacia el éste. Saben interpretar el aspecto del cielo y no saben interpretar las señales de los tiempos. Generación mala y adúltera. Piden una señal pero no se les dará ninguna sino la de Jonás”.

Mateo 16, 2 – 4

La construcción del propio proyecto de vida, de la propia realidad, de lo que nos toca como responsabilidad, como capacidad de respuesta al don que la vida nos hace de poder ser capaces de forjar nuestro destino se hace con otros y se hace en un ambiente compartido y justamente en ese lugar común compartido con otros donde tenemos que ir haciendo todo un camino de aprendizaje de leer como y por donde ajustar nuestra opción y elección junto a otros en razón de nuestro proyecto de vida.

Es por eso que nacemos en una familia y es por eso que pertenecemos a un pueblo. Nuestro ser personal, lo que estamos llamados a ser depende en gran parte de cómo vamos siendo con otros. Es verdad que somos peregrinos pero peregrinamos junto a otros y justamente en el otro y con los otros es donde mi opción personal, mi opción de vida va configurándose en un ser que es personal y colectivo.

En un ser que es individual y al mismo tiempo compartido. El ideal personal, el proyecto de vida, tiene una importancia capital, fundamental, cuando lo aprendemos a leer en clave comunitaria. Vamos a intentar hoy a descubrir algunos rasgos que le dan como mayor consistencia a nuestra decisión de construcción del proyecto de vida. Uno es éste, tiene un sentido común. Cuando digo un sentido común digo un sentido de orientación que lo compartimos con otros. Ninguno aparece en la vida por casualidad, aparece por un Dios que nos creó y aparece ésta voluntad del Dios que nos creó detrás de un acto de amor de Dios que lo comparte con quienes nos engendraron y nos dieron la vida y esto ocurre en un pueblo, en una geografía, en una historia.

Hay varios ejemplos en el forjar un proyecto de vida personal que tiene que ver con el ambiente al cual pertenecemos y a la historia, y a la herencia con las que nos identifican dentro de un pueblo, dentro de una familia. El primero, que alguna vez también lo compartí, tiene que ver con la vida de uno de los santos más grandes que dio la historia de la Iglesia en estos dos mil años, Francisco de Asís. Cuando Francisco se emparenta con toda la naturaleza y se hermana con la tierra, con el aire y con el sol, con la luna, con las estrellas, con los peces. Este Francisco que se hermana con la creación.

Es más, hasta lo más doloroso de la creación, la muerte que nos hace gemir interiormente para que se manifieste la vida de Dios en nosotros y triunfe sobre lo que parece que es el final de lo que estuvo llamado a ser vida para siempre. Cuando Francisco logra ésta cercanía con todo, uno descubre que aquel paisaje de Asís le ofrecía un hermoso caldo de cultivo para que éste Espíritu juglar se desarrollara y fuera de Dios un canto que en sus ecos llegue hasta éste tiempo en que nosotros todavía lo descubrimos como cercano a nosotros a pesar de las diferencias culturales e históricas. Este Francisco hermanado con todo lo creado pertenece a un pueblo chiquitito, Asís, donde todo invita a abrazar la naturaleza que rodea aquella bellísima geografía.

En la India por situaciones étnicas de enfrentamiento y por situaciones de esclavitud surge un hombre diminuto en su aspecto físico pero grande de alma que desde su adolescencia sintió como una fuerza interior tal vez como herencia familiar dicen algunos, históricos, estudios y deseos profundos de su corazón, Mahatma Gandi. Este hombre pertenece a esa cultura de enfrentamientos duros, internos y su opción pacífica se configura en aquel lugar. Este proyecto de vida se transformó en su identidad. Aquello por lo cual fue conocido y estuvo presente siempre dándole continuidad a su vida.

Bajo el signo de la paz construyó Gandi lo que fue en realidad una herencia que mamó en la familia, en la historia de su pueblo, en sus estudios y en su corazón hondamente habitado por el deseo de la paz en un ambiente poco pacífico y poco hermanado. Fue lo contrario de Francisco de Asís. En aquel ambiente poco favorable se desarrolló un espíritu a favor de la paz. En un ambiente poco pacífico surgió un corazón hondamente pacífico.

Viendo la película Karol que representa en sus pasajes fundamentales la biografía de Juan Pablo II, uno puede descubrir cuanto los acontecimientos dolorosos, los propios, los personales, ante las preguntas existenciales de porqué y para que, cuanto también lo que sufrió en su propia familia, fueron como forjando un espíritu fuerte , luchador, combativo, bajo el signo de la paz.

Como, en su adolescencia, el amor por el arte, el vínculo con la estética, la búsqueda de la verdad en el pensamiento filosófico fueron configurando desde muy temprana edad un hombre que desde el pensar y la lucha abrió caminos para una Iglesia que debía abrirse camino al ingresar al tercer milenio.

Como, este hombre desposeído de todo, despojado absolutamente de todo desde muy temprana edad, entendamos esto familia, porque muere muy temprano su padre, su madre primero, su hermano después. Queda solo en el mundo y al mismo tiempo su pueblo destruido por la guerra.

Como este hombre entiende que el tiempo nuevo que viene por delante es un tiempo que no se parece a nada y que en cierto modo hay que animarse a navegarlo aventureramente reconociendo que en el camino de la vida aun cuando uno no tenga todo consigo no le falta la presencia de Dios que conduce.

Este es el meterse mar adentro al que Juan Pablo II nos invita. El desde su proyecto de vida construido en el despojo de todo y con la presencia de Dios que no abandona en el camino. En estos tres ejemplos descubrimos como las circunstancias históricas, como las circunstancias geográficas han ayudado a las persona sea que favorecida por la circunstancia, sea que ante circunstancias adversas su opción y su puesta  en marcha de la libertad en esos momentos marcaron un rumbo para ellos y ellos ayudaron a encontrar un rumbo para otros.

Cuando nosotros surgimos en un contexto determinado y en ese contexto vamos haciendo nuestra opción de vida personal. Es justamente en el elegir y reelegir donde el contexto no nos determina en todo caso aprovechando lo que de el se nos ofrece podemos madurar y crecer en nuestra opción personal, en nuestra decisión de construir algo nuevo que tenga identidad y que sea significativo para nosotros y para otros en la construcción del proyecto personal.

Nelson Mandela, ex presidente de Sudáfrica y pieza fundamental para la superación del Aparteit solía desde joven analizar dos veces al año como se iba concretando su sueño de superar las discriminaciones raciales y la opresión de los hombres de color. Dos veces al año se retiraba y sumaba y restaba, analizaba, generaba balance, veía por donde iba las líneas de pensamiento, por donde las posibilidades de superación de la diferencia racial y a partir de ahí reafirmaba su posición y buscaba nuevos caminos.

Las cosas no ocurren de golpe y porque si como de casualidad o llovidas del cielo, mágicamente como si una varita de hada les diera origen a los que todo nos admira de ver a personas o a grupos de personas abriéndose caminos en la historia Surge de opciones que tienen que ver con situaciones concretas donde las opciones puntuales que las personas hacen permiten que los proyectos se vayan forjando. Lo decíamos de Mahatma Gandhi, de Francisco de Asís, de Juan Pablo II, lo decimos ahora de Nelson Mandela. Los grandes proyectos de vida personal y comunitario se forjan con esfuerzo, con lucha en el tiempo y pertenecen a un contexto. Con ese contexto queremos encontrarnos en ésta mañana

 Lucio Gerad retoma una tradición patrística que dice el agua es el pueblo. El vino es Cristo. El agua del pueblo se encuentra en un maridaje de fiesta dice Lucio Gerad .El pueblo es como el agua, decía, su curso es como el de los ríos, los cuales inevitablemente peregrinan, a veces como río de montaña, impetuosos y turbulentos caen verticalmente hasta el valle. Otras veces como nuestros ríos pampeanos, mansos, pachorrientos y vuelteros, que a veces después de rodeos juguetones solo alcanzan a desembocar en el océano. Otras veces por fin como nuestro Paraná  que bordea a San Nicolás el cual cuando está bajo es aparentemente manso pero oculta en si la fuerza de un torrente insospechable. Nosotros pertenecemos a alguno de éstos modos de ser río tal vez un poco pachorriento, vueltero, un poco impetuoso , revoltoso como el serrano, tal vez con apariencia de mansedumbre como el Paraná cuando está bajo.

Tenemos un modo de ser, como pueblo, al que pertenecemos. Un modo de ser río, un modo de pertenecer al lugar en el que estamos. Todos llegamos al mismo lugar. Lo importante es reconocer a donde estamos y hacia donde vamos. Es justamente en el reconocimiento de nuestro ser pueblo al que pertenecemos donde podemos descubrir en el hacia donde vamos nuestro propio proyecto de vida que pertenece a un pueblo.