Injertados en Cristo

viernes, 1 de agosto de 2008
image_pdfimage_print
En Cristo Jesús todos ustedes son hijos de Dios por la Fe, ya que todos ustedes que fueron bautizados en Cristo han sido revestidos en Cristo, por tanto, ya no hay Judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, por que todos ustedes no son mas que uno en Cristo Jesús.

Gálatas 3; 26 – 28

Esta es una formula típicamente paulina, tanto en las cartas auténticamente paulinas como en las deuteropaulinas, es la expresión que aparece 81 veces entre todos los escritos del cuerpo paulino, asi se llama todos los escritos que se refieren a la doctrina de San Pablo, en Cristo.

El titulo Cristo siempre implica una idea más comunitaria, el cuerpo y sus miembros, por eso el texto del evangelio.

El origen de esta expresión, hay que fijarlo allí, donde esta presente la doctrina de Pablo en torno al tema del bautismo, como hemos compartido allí.

San Pablo expresa la unión del creyente con Cristo, utilizando la expresión: “bautizarse en Cristo”, esta palabra: bautizarse significa sumergirse, zambullirse.

Y aquí se da la idea de introducirse en un espacio amplio que rodea, que recubre y que nos introduce en El.

San Pablo recurre a otras imágenes como por ejemplo:” el injerto en Cristo”, como se hace con las plantas, se toma una rama de la planta y se la introduce con cierta técnica en el tronco de otra y así se produce un nuevo ser, así el creyente que se adhiere a la persona de Jesús es injertado en El y toma vida de El.

En Romanos 6,5 aparece esta imagen del injerto, este bautizarse en Cristo para ser injertados en Cristo, nos muestra la vida que viene de Jesús para el que cree, por la gracia del Bautismo.

El Bautismo no es un culto que celebramos en un momento determinado de la vida cuando somos niños para cumplimentar, un requisito que hace a la religiosidad familiar, es vida de Jesús en la persona que recibe esta gracia, vida que es un injerto de la persona “en la persona de Jesús” por la cual recibe la savia de la vida que corre por el alma de Jesús en nosotros.

El Bautismo se celebra en un rito pero no es el acto puntual el que se celebra en si mismo, sino solo entendido como injerto de la vida de Jesús en nosotros lo que debemos comprender como Gracia bautismal.

Podríamos reducir nosotros toda la enseñanza de Pablo con la expresión que hoy estamos tomando central de toda su enseñanza en Cristo, esta expresión esta como sintetizando la realidad nuestra de ser cristianos, Cristo es la realidad del espacio salvifico del cual se encuentra siempre el cristiano, en El, en Cristo vivimos, nos movemos y existimos, estamos como habitados por dentro por Jesús, Pablo va a llegar a decir: “ya no vivo yo, es Jesús que vive en mí”, el cristiano vive la vida en Cristo, participa de su Espíritu, estar dentro de Cristo es lo que nos hace que ya no haya entre nosotros Judío o Griego, esclavo o libre, si no que todos seamos uno en Jesús.

El que vive en Cristo es una nueva creatura, una nueva creación, el que está bautizado, el que ha sido injertado en el Misterio de Jesús que es el cuerpo y sus miembros, somos una creatura nueva por éste Don. Lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente, 2 Corintios 1,17.

Ya no importa estar o no circuncidados, sino lo que importa es la nueva creación, Gálatas 6,15.

No se trata de algo que se añade, o algo que mejora nuestra condición, la introducción nuestra en Cristo anula lo anterior y comienza algo totalmente nuevo, ha comenzado la nueva creación.

Esta nueva creación de la que habla el profeta Isaías en el capitulo 65 verso 17 y capitulo 66 verso 22; es esta Gracia bautismal que hace que por nuestro ser corra la vida de Jesús, es lo mismo que dice el Apóstol Juan cuando habla de la vid y el sarmiento, “solo en la medida en que el sarmiento está injerto en la vid, produce fruto” y no cualquier fruto, mucho fruto asi también la vida del cristiano solo en cuanto que pertenece al cuerpo total de Cristo cabeza y miembros, produce mucho fruto, de allí que no pueda haber un cristianismo sin comunidad, sin fraternidad, sin eclesia yo no puedo vivir privatizadamente mi cristianismo.

 Mi ser en Cristo se entiende en cuanto yo estoy injerto en una comunidad a la que pertenezco como unidad que llamamos Iglesia.

No es el Cristo individual el que me vinculo y comunico, sino el Cristo total cabeza y miembro, esto es la eclesia, la comunidad.

En Gálatas 3,26-28 nos habla que desaparece todo lo que puede establecer diferencia que dividen a nosotros los hermanos, desaparecen las diferencias religiosas judíos o paganos, desaparecen las diferencias sociales, esclavos o libres y también las naturales o culturales; varón, mujer.

Comienza como a correr una sabia de dignidad que nos hermanas por el corazón del creyente que comienza como a establecerse una gracia de fraternidad con todo y con todos, es la experiencia onda, profunda significativa, elocuente que tiene San Francisco de Asís cuando injertado en Jesús llega a llevar también el en su cuerpo las marcas de Cristo Jesús en las llagas al final de su propia historia marcado por Cristo con una identidad tal con Jesús en su Pascua que Francisco, el que se hermanó con todo y con todos llego a sentir en su propio cuerpo las marcas de Cristo y pudo decir que vivía crucificado con Cristo Jesús y afirmar que ya no vivía el mismo, sino Cristo era el que vivía en el.

Está vivir en él en la plenitud; como lo vivió Francisco de Asís es el llamado que todos llevamos dentro del corazón, la vida en Cristo que propone Pablo se opone a la vida en Adán. Pablo hace un paralelismo en Adán y Cristo y explica como la solidaridad en Adán establece a todos los hombres la condición de pecado y muerte y como la solidaridad en Cristo establece la vida de la Gracia y la vida en plenitud, el hombre nuevo corresponde al que vive en Cristo, el hombre viejo el que vive según la condición adánica, la vida en Cristo significa compartir todo aquello que es Cristo, un ejemplo muy clero puede ser el que pone Pablo en la carta a los Romanos 8,10-11 si Cristo vive en ustedes aunque el cuerpo este sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.

Esto es particularmente hermoso para nosotros el que lo resucito a Jesús, el que lo sacó de la muerte, el que lo rescató de aquel lugar donde Jesús descendió para sacarnos a nosotros de la muerte, es el mismo que , habitando en nosotros nos libera de toda muerte, nos saca de todo infierno, nos libera de toda situación de desasosiego, tristeza, angustia, depresión, sin sentido, de todo aquello con que nos vinculamos por nuestro ser emparentado con el pecado alejado de Dios que no nos permite vivir en paz.

Cuando la Gracia de Dios hondamente toca nuestro corazón brota pura gratuidad a Dios, cuando el Misterio Pascual nos manifiesta en Cristo Jesús cuanto Dios te ama en ese mismo momento comienza a acontecer por un acto de amor de Dios y una elección nuestra de vincularnos a ese amor de Dios, una Gracia de resurrección que nos saca de toda situación de pecado, de toda situación de muerte y en este sentido el pecado bajo cualquiera de las formas que aparece en nuestra vida está identificada en toda la enseñanza de Pablo bajo la figura de Adán, por donde entró el pecado y la figura de Eva emparentada con Adán, mientras que la vida en Cristo, así que por un hombre entro el pecado, por un hombre entro la Gracia de la redención y el Don de nuestra santificación e injertándonos en El por el Don bautismal, comenzamos a vivir según la experiencia de los resucitados, de los que brillan con luz que viene de lo alto, Cristo Jesús que ha vencido a la muerte y el pecado.

Vivir en Cristo supone hacer conciente en las cosas de todos los días, como dice el Apóstol que en El se mueve nuestro ser, en El vivimos, nos movemos y existimos, aun cuando andemos por la calle, vayamos en el auto, estemos en la oficina, estaremos despertando de una noche de sueño, pasando por un momento doloroso, estemos enfermos y en cama, privados de la libertad, estudiando, compartiendo con un amigo una conversación, cuando estamos reunidos en una situación complicada, cuando estamos pasando un momento placentero en Cristo.

Nuestro ser está en El, cuanto nosotros respondemos concientemente  esta vivencia en Cristo, la Gracia de Jesús se acrecienta por opción libre que nosotros hacemos de ir cada vez mas en profundidad sobre el Misterio de su vida en nosotros y la nuestra en El.

San Agustín dirá: “nosotros vivimos en El para ser contenidos por El, El vive en nosotros para sostener nuestra fragilidad, nosotros vivimos en El que somos contenidos por la gracia de su Amor”.

Esta unión en Cristo se produce a lo largo de todo el cuerpo doctrinal con que nos enseña la vivencia de Jesús en nosotros, hay un verbo en Griego que permanentemente aparece en los escritos paulinos hablando de esta realidad, es el verbo “sin” que quiere decir:”con”, con Cristo, de esta forma en los textos de Pablo se encuentran verbos asi , por ejemplo: con crucificado con Cristo; como indicando esa profunda participación nuestra en el Misterio Pascual, con sepultados en Cristo, compadeciendo con Cristo, con glorificar en Cristo, estas expresiones muchas veces no se pueden descubrir a simple vista en la traducción que nos llega de los textos paulinos, expresiones de esa forma dan a entender que desde el momento en que el creyente se sumerge en Cristo pasa a formar una sola realidad con El, es decir bautizados, sumergidos en el Misterio Pascual de Cristo, somos uno con El.

Pablo dice que el Espíritu clama en nuestro interior llamando al Padre por el nombre que tiene “Abba”, este es el modo de obrar de Cristo. Pablo dice que vive Jesús en nosotros cuando de este modo en el Espíritu y formamos parte ya del Misterio Trinitario orando Cristo en nosotros y nosotros con Cristo, orando al padre por la Gracia del Espíritu Santo clama, gime en nuestro interior con un gemido inefable que expresa la paternidad de Dios, Abba, esto por que estamos metidos en Jesús.

Hay que animarse a sumergirse en Cristo, hay que animarse a meterse en Jesús, hay que animarse a soltar lo que nos impide meternos en Cristo, este meterse en Cristo supone liberarse de un modo de entender la vida, de un modo de querer administrarla, un modo de querer llevarla adelante, hay que soltar lo que nos amarra a orillas de nuestro propio criterio, nuestros manejos de situaciones de vida; esto suele ocurrir mas claramente cuando nos vemos limitados, cuando somos concientes de nuestra fragilidad, cuando las cosas no dependen de nosotros sino de lo que Dios quiera y como quiera y cuando quiera, en el momento que El quiera.

Esto se desarrolla por al Gracia de la confianza en el limite que aparece en nuestra vida, confiar es propio del que se sabe pobre, del que no se sabe dueño de si mismo, que no tiene en su propia mano su destino, sino que verdaderamente esta en un punto de la vida donde lo que viene por delante tiene clara conciencia depende de lo que Dios venga y que sano que es esto, a nosotros nos sale espontáneamente el “defendernos” de estas situaciones de indefensión que nos encontramos cuando tenemos clarísima conciencia de que las cosas no están en nuestras manos y que de un modo u otro la vida nos va rodeando con su exigencia de entrega, con su llamada de entrega terminamos por entregarnos y dando el salto que supone ésta entrega cuanto acto de libertad que se pone voluntariamente en las manos de un otro que conduce, que guía, que señorea la propia vida, es en el acto de Fe, de confianza, de entrega donde puede acrecentarse este vivir lanzado, sumergidos compenetrados con el Misterio Pascual de Jesús para con morir con El, con resucitar con El, compadecer con El, ser uno en Cristo Jesús.

En Pablo es hondo el deseo de la presencia de Dios y nos expresa un poco a todos porque este anhelo y este deseo de que Dios viva en nosotros y nosotros en El, refleja lo mas hondo como deseo del corazón humano, Pablo dirá hasta que podamos llegar a tener nosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús, como decir así: “hasta que el corazón de Cristo lata en nuestro corazón”.

Tal es el llamado a vivir en pertenencia que somos invitados a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús, esto sonaría aparentemente como un imperativo, adquirir virtudes a imitación de las de Cristo pero en realidad es un llamado a sentir sentimientos que ya se tienen, a dejar que aparezcan los sentires que ya están en nosotros, esto tiene cierto sentimiento que se ha manifestado en su vida mortal y que están en El y como El está en nosotros, hay que animarse a sentir como siente Jesús.

Nos ocurre a veces, que ante determinada circunstancia hacemos un acto de conciencia y decimos: ¿como actuaría Jesús aquí?, ¿Cómo reaccionaria?, ¿Cuál seria su sentir, cual su parada, cual su modo de mirar, cual su modo de actuar, cual su silencio y cual su palabra?

Es interesante ante las circunstancias del día como van transcurriendo y ubicarnos en este lugar y no hacer un acto rápidamente intelectual de interpretación, del modo de estar ante el acontecer, sino, dejar que aparezca de lo hondo del corazón el sentimiento cristiano, el sentimiento de Cristo en nosotros, es como una “invocación” la pregunta, es no decirnos solo para reflexionar, sino, decirle a El que harías, que querés hacer, como querés actuar, como queres expresarte, que quisieras decir, que quisieras esperar, como poder hacerte presente.

Es un modo de “orar”, es un modo de “clamarle” que esté allí, es en este modo y en este estilo, como la presencia del Señor se va  apoderando de todo nuestro ser y nuestro acontecer, verdaderamente los sentimientos de Cristo Jesús van ganando nuestro corazón hasta “hacernos con El”.