Instrumentos de buena noticia

martes, 3 de enero de 2012
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Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios. El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia, de la cual he sido constituido heraldo, Apóstol y maestro. (Segunda Carta de Timoteo 1.6,11).

Palabra de Dios.

Padre Eduardo comenta sobre un texto de Nuria Mariol.

Que hermosos son sobre los montes, los pies del mensajero que anuncia la Paz. San Pablo inspirado quizás en este texto, nos incluye, que hermosos son los pies, de los que anuncian buenas noticias. Porque son hermosos?, dónde está su belleza?, porque en realidad son pies cansados, polvorientos, gastados, heridos, llagados por el calor, golpeados por la piedras, arañados por las espinas. Son hermosos porque llegan, porque traen la paz, porque no se detienen, porque no pisotean al pequeño, porque no imponen su voluntad con violencia. No son los pies del guerrero, del opresor, son los pies y los pasos del mensajero, del enviado, del esperado, del que funde esperanza y abre el futuro a posibilidades nuevas. Son hermosos, porque llevan sobre sí, el perdón que hace posible la paz. Porque se agachan y se curvan para lavar los pies de los hermanos. Son hermosos porque se calzan sobre sus pies otros pies. Los pies destrozados de millones de desplazados, los pies inmovilizados, de los recluidos en las cárceles u hospitales. Los pies amputados por las minas, las bombas y las metrallas. Los pies errantes y desarraigados, de los que han sido forzados a huir de sus tierras y de su patria. Los pies desorientados, de los que ambulan por las calles de nuestras ciudades, sin saber a donde ir. Los pies solitarios, de quienes nunca han encontrado alguien, que quiera caminar a su lado. Los pies angustiados y desesperados, que arrastran el peso de la desilusión, de quien día a día, busca sin éxito un trabajo. Los pies del mensajero son hermosos, porque asumen en sus pasos, todos estos pies, los calza en los suyos, camina en ellos y con ellos. Y por ellos y por nuestra salvación, aceptaron pacíficamente, mansamente, sin violencia ser clavado sobre la cruz.

Son los pies del buen pastor, que salió a buscarnos en esta mañana y que viene a nuestro encuentro con una muy buena noticia. Esa buena noticia que estás esperando recibir en lo profundo de tu corazón desde hace tiempo, y que tal vez en este texto inspirado que nos regaló Ángel ayer de esta religiosa Contemporánea en nosotros, podamos como darnos cuenta, por encima de todas la penas, o de todo nuestro peregrinar cansado, desvariado, sin rumbo, o tal vez agobiado, en ese mismo lugar donde nos parece que no hay respuestas, están ya las respuestas dadas, por la presencia

del peregrino buen pastor Jesús, que viene a nuestro encuentro con una Muy Buena Noticia.

Cuál es el lugar de la vida, donde vos sentís que Jesús quiere traerte una muy buena noticia, quizás sea la buena noticia del consuelo, o a lo mejor la buena noticia de la esperanza, que estés necesitando la buena noticia de la fortaleza, la de la luz en medio de tu sombras, la de un buen trabajo que dignifique aún mas tu vida.

Las buenas noticias llegan de los pies, de las manos, de las bocas y del corazón de los hermanos. Por eso la buena noticia de la palabra de Dios, necesita de una mediación humana.

La consigna que podemos proponerle a la audiencia hoy sería concretamente: -¿Cuál es la buena noticia que necesitas recibir hoy, y cuál es la buena noticia que quieres dar.

Cuál es que necesito recibir, cuál es la que quiero anunciar.

Estamos con nuestros sacerdotes quienes comparten con nuestro servicio en nuestra obra.

El Padre Rubén comparte su sentir.

En medio de este llamado, único, maravilloso, dentro del sacerdocio ministerial que es la comunicación. Meditaba en esto de saber detenerme, ante la presencia de pastor de la madre, de este saber detenerme, saber captar lo que él quiere para mí como canal de gracia, y poder trasmitirlo a los demás.

1.                               Y en este sentido, como discípulos, esto como nos enseña tanto Aparecida. Vivir este discipulado, velar, es decir una actitud de estar atento a su presencia, y atento a la presencia de los hermanos, del prójimo, atento a la presencia de la mirada de él sobre mí. Y de esa manera en ese detenerme ante su presencia, una manera contemplativa mirarlo a él, mirarme a mí y también mirar a los hermanos y de esta manera encontrar, ese lenguaje que tiene que ser un tesoro que toque el corazón de cada uno. Que una palabra que sale de mi boca, en la predicación, en la radio o televisión, realmente sea el Maestro que está tocando el corazón de cada hermano, de cada prójimo. Por eso me gustó mucho, el tesoro hay que encontrarlo tomándolo de Saint Exuperyen tierras de hombres. Y hay que saber tener y ser buena palabra, para la cual hay que dilatar el corazón a la utopía, no hay que tenerle miedo a la utopía. Y quería concluir, es justamente con lo que el Cardenal van Thuan oraba en la cárcel, cuando estaba realmente mal y decía: Ven Señor Jesús, busca a tu siervo, busca a tu oveja extenuada, ven buen pastor tu oveja a andado errante mientras tu tardabas, mientras tú te entretenías por los montes. Cuantas veces como comunicador, como sacerdote, siento que soy esa oveja descarriado, me siento frágil, vulnerable, limitado, pero sé que en eso el Señor me está sanando para que sea un canal de gracia, esa experiencia de su misericordia en mi propia vida, hace que justamente el mensaje puede ser más creíble, porque me siento profundamente amado, y en ese ser amando, comunico aquello que abunda en mi corazón.

Padre Gustavo nos comparte su sentir.

En esta invitación de la conversión personal, para llegar a una conversión pastoral, me ha llegado mucho la carta de San Pablo a Timoteo, la cual, uno vislumbra que Timoteo había caído en la tibieza y es invitado a pasar al fervor, es la buena noticia que estaba esperando y es una realidad espiritual que la vivimos los sacerdotes y muchos de los que tratamos de seguir al Señor, esta situación de soledad, de fragilidad, de desencanto, una desilusión, un desánimo que bloquea, agobia, desconsuela, que lleva a declararnos cansados, resignados, tendiendo a una opción fácil, engañosa y peligrosa, como decía el padre, con un tono ya derrotista y de rendición, una tibieza que podemos estar viviendo y que necesitamos una buena noticia, y que Timoteo estaba también experimentando en su soledad por el peso de las decisiones que tenía que tomar, su juventud sufre hasta llorar, no se sentía capaz de llevar adelante la misión y estaba inseguro ante las dificultades de la comunidad. Y había caído en una negligencia en su ejercicio espiritual, se había dejado llevar en la tentación de su firmeza y constancia, en definitiva dejar de rezar, de orar que era lo que seguramente lo sostenía y como Pablo desde la cárcel sus pies se convierte en" hermoso", lleva un mensaje de esperanza, le lleva a Timoteo justamente la invitación de que saque el fuego de abajo de las cenizas, de este desencanto, desilusión, desánimo que llevaba, al miedo, al temor y me resonaba el "alégrate no temas", que siempre el Señor nos dá, como buena noticia en estas situaciones, y también me resuena, por último del Papa Benedicto XVI, en aquella misa Crismar del 2006, a los sacerdotes, donde dice: que nos apropiemos de estas palabras Jesús, impuso las manos, tú me perteneces, te protejo, dame tus manos que esto nos lleve entonces hacer una Pascua de esta tibieza que podemos vivir al fervor y así convirtiéndonos personalmente, podemos ser instrumento de buenas noticias para una conversión pastoral.

El Padre Raúl nos comparte su sentir.

Ayer hemos vivido una jornada muy hermosa con el Padre Ángel, después un tiempo personal para poder rezar, para poder sacar del corazón aquellas cosas que Dios va suscitando, tuvimos una hermosa adoración Eucarística y tuvimos una misa, ha sido un abrazo muy hermoso de María, me siento muy contento, muy feliz, se respira ese aroma de María aquí, en esta obra que es de ella.

Lo que más me resonó, es dejarse amar, dejarse reconciliar primero con el Señor, para que después nosotros, como ministros de la reconciliación no seamos duro, siempre demos un mensaje de esperanza, alentar a las almas heridas, lastimadas, porque es eso lo que Jesús ha venido a realizar con nosotros también.

Primero nosotros estamos llamado a dejarnos abrazar, a dejarnos sostener. Y desde gozo y desde alegría, ayudar a que la vida se transforme, sea a ser instrumento, canales de gracia. Que hermoso en definitiva sentirse llamado por la Virgen, sentirse tomado de la mano, para poder comunicar mejor, este mensaje de esperanza, esta buena noticia que el mismo Jesús nos ha traído. Nosotros como sacerdotes hemos tenido la posibilidad, de compartir, de reflexionar estas cosas ayer, nos sentimos fuertemente llamados a la conversión, oramos por todos los sacerdotes, para que en todos se reavive este don, este hermoso llamado que Jesús nos ha hecho.   A todos que abran el corazón a esta buena noticia de Jesús, que tiene el poder de darle sentido a nuestra vida, y sobretodo al dolor, al sufrimiento, incluso a la muerte, Jesús está vivo entre nosotros, y él, él realmente nos puede levantar, nos puede animar y siempre está dispuesto a perdonarnos. Y termino con esta frase: El pastor no solo tiene que ser pastor para sus ovejas, sino también convertirse en pasto para sus ovejas.

El Padre Gustavo comparte su sentir.

Misionero sin barca es que estamos llamados a ser misioneros de Jesús en los desiertos de la vida cotidiana. Contemplar los rostros de tantas personas que van pasando por nuestras vidas. Yo pensaba a esta hora, nueve menos cuarto, cuanta gente, va a la almacén, en las oficinas, en los talleres, en los colegios, cuantas historias que se cruzan y los que hemos recibido al Señor, los que somos amigos de Jesús, estamos llamado a mirarlos con amor, y a poder trasmitirles con nuestra presencia, ese mensaje que nos ha llenado de vida. Entonces Madeleine  tenía una oración muy linda que decía: – Señor que al menos esta corteza que me cubre, no sea para Ti una barrera, pasa a través mío, a través de mis gestos, mis ojos, mis manos, mi boca, son tuyos, decía ella : esta mujer tan triste frente a mí, te ofrezco mi boca para que le sonrías, este niño casi gris, de tan pálido, aquí están mis ojos para que lo mires, este hombre tan cansado, tan agobiado, he aquí mi cuerpo entero, para que le des mi asiento, y voz para que le digas con ternura, siéntese. Ella se ubicaba en el contexto de un subte de Francia, este muchacho tan tonto, tan en otra, tan agresivo, ten mi corazón para que lo ames y mi oído para escucharlo. Decía ella: las nuestras son también misiones al desierto, misiones verdaderas, misiones en las que se siembra a Dios en medio del mundo. Con la certeza de que él terminará en alguna parte, porque donde no hay amor, pongan amor y cosecharán amor.

El Padre José comparte su sentir.

Ayer el Padre Ángel, nos hablaba de la conversión, clave de pastoralidad, me impactó mucho, como somos parte del mensaje, y como debe ser nuestro mensaje, gozosos, una buena noticia será, para alegrar, es lo más cristiano que tenemos, el gozo dijo el padre, eso me impactó mucho. La dimensión gozosa, de nuestro anuncio, nosotros estamos como desacostumbrados a estar contentos, a estar felices, a estar dis-gozosos, del mensaje que nos dá la buena noticia de Jesús. Y por último la iglesia ha perdido la ternura, la esperanza teologal, -yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo – nos dice Jesús, y siempre tengamos esa conciencia de que Jesús estará con nosotros y está con nosotros vivo, todos los días de nuestra vida, está con nosotros para consolarnos, para darnos su alegría, para darnos su paz y para sanar nuestras heridas.

El Padre Luis nos comparte su sentir.

Una cosa que me venía sonando, desde las palabras de ayer del Padre Ángel, y esto tal vez para algunos que ya hemos pasado el medio siglo de vida y ya podemos considerarnos medios históricos, a mí no me es fácil mirar la vida y la realidades de la historia, soy historiador, me he quedado pensando mucho, cual fue la situación de vivencia intensa, fuerte y de crisis en el sacerdocio anterior a la nuestra. Y me ponía a pensar un poquito en el Concilio Vaticano Segundo, aquello que alimentó nuestra infancia y nuestra adolescencia y aquel hermoso mensaje el Papa y el Concilio daba a los jóvenes, desafiándonos a vivir los grandes cambios de la historia. Teníamos que tomar de nuestros mayores, la antorcha, y animarnos a adentrarnos en un mundo que iba a tener grandes cambios. A la luz de ese mensaje, muchos de nosotros hemos ido alimentando esta vocación, este llamado de Dios, a vivir este sacerdocio en esta hora de la historia y ciertamente cuando uno piensa en la crisis de los sacerdotes de los años 60 de los años 70, que más de 30.000 abandonaron el ministerio por esa crisis de Identidad hacia el interior de la Iglesia. Hoy nos toca vivir situaciones nuevas, y si los grandes de la historia. Estamos en una época de cambios, o sea un cambio de épocas, no épocas de cambios, y miramos perplejos, todos estos cambios, todos estos cambios nos llevan al desencanto, al agobio, al preguntarnos para qué somos sacerdotes en este momento de la historia que nos toca vivir.

Y cuando uno vá pensando en ese amor infinito de Dios, que nos eligió justamente a nosotros para esto no. Uno tiene que encontrar en ese amor de Dios o yo por lo menos encuentro en ese amor de Dios un desafío interesante.

Juan Pablo II, hace algunos años atrás, cuando presentaba el documento a los laicos, el vivir esta magnifica y dramática hora de la historia, nro. 3 de la christifideles, y es lo que nos toca vivir a nosotros y mas allá de todo desencanto, cansancio, incomprensión, de sentirnos muchas veces incomprendidos en el mundo, como Judas, para qué estamos, cuando ya la gente no le interesa tanto Dios, está detrás muchas veces de este gran dios, alguna vez Nic en un humor gráfico representaba, decía – ante la gente le rendía culto a Dios iba a los templos, y ahora vá los shoppings, y aparece un dios que es el dios dinero, y uno se pregunta, para que estoy acá yo, si nadie le dá bolilla a Dios a nadie le interesa. Sin embargo, uno siente también que Dios nos ha escogido para vivir justamente este momento, como testigos, como mensajeros, que van llevando esa presencia de Dios, en la vida propia, creo que ser sacerdote en este tiempo, nos invita a reflexionar muy fuerte, esta relación personal que nosotros tenemos con Dios, y que a más de uno le sorprende, le sorprende nuestro celibato, le sorprende nuestro distanciamiento del mundo, le sorprende nuestro acercamiento al mundo desde ese amor del pastor hacia la oveja herida, entonces reencontrarnos, en medio de este agobio, de este desencanto, reencontrarnos en ese amor de Dios que nos ha llamado a vivir esto.   Y que nos toca a nosotros no a otros, nos toca a nosotros, y es lo que nos tiene que motivar, a ser testigos alegres.

Ayer nos hablaban mucho de este testigo triste, que muchas veces nos preguntan: – como está padre?-, y a veces tenemos ganas de decir: – bien o querés que te cuente-.

Y sin embargo hay algo que nos mueve a decir que estamos bien siempre. Recuerdo a un director espiritual que tuve, en la Acción Católica, cada día que le preguntabas como estás, decía: – cada vez mejor-

Creo que tenemos que aprender a descubrirnos en," esta cada vez mejor", porque nos toca vivir justamente esta hora magnífica y dramática de la historia, para esto nos acogió Jesús, para esto nos llamó a ser sacerdote, para esto nos llamó a ser sacerdotes, para esto nos llamó a ser mensajeros de la paz y de la esperanza.

El padre Ángel Rossi también nos regalaba este texto:- No se trata de inventar palabras nuevas, que luego envejecen muy de prisa, sino de desvelar palabras dormidas, restituirlas a su inocencia originaria, volverlas eficaces es decir que digan algo, que tengan peso, que vengan de lejos, que broten de las profundidad, palabras hablantes, esenciales, auténticas, transparentes y por eso mismo respetables, opuestas a las palabras habladas, es decir: las no pensadas, viejas y caducas. Tenemos palabras para murmurar, disputar, polemizar, moralizar, condenar, pero urge descubrir palabras que nos ayuden a vivir.

El Padre Fernando comenta su sentir.

Primero pensaba como nos ha ido engañando bastante bien, porque acá, reunidos como estábamos, de repente aparecieron los micrófonos, todas las cosas y ya estamos saliendo al aire para toda la Argentina.

Modo interesante para los que tenemos un poquito de temor, de tal vez salir en este medio tan bonito.

Pensaba en una cosa que me impactó mucho ayer, como el Padre Rossi fue citando personas de la antigüedad y la modernidad, Madeleine, a Martini , a la Carta de Dios neto, y de repente en un momento citó a Eduardo Casas. Sinceramente me llamó mucho la atención, positivamente, por esta cosa,… como que entre los curas, se dá muchas veces, como decir, lucha de poder, por decirlo muy rapidamente. Y como él siendo una autoridad, realmente porque lo es el Padre Ángel, citó a otra persona, al Padre Eduardo, también es profesor, una autoridad, sabe mucho. Y el hecho que Padre Ángel lo haya citado me hizo mucho bien, por este lado de la comunión, creo que es una profecía, lo mismo que estamos viviendo, salir de ese lugar, por ahí, de querer no se que puesto, lugar o que cosa, para mí fue mucho tiempo, una cuestión jorobada de masticar, ponernos en este lugar, decir somos todos hermanos, tienen uno solo que es Padre de ustedes, y que eso nos ayude a poder vivir serenamente nuestra vocación Bautismal, y alguno decía ayer, me parece, estamos todos como bautizados, en primer lugar. De veras es el don primero que tenemos, esto de ser hijo de Dios, de ser hermanos entre nosotros, esta fue la alegría y de paso leo un texto del Padre Eduardo y que me llegó mucho, por esto, parte de la propia miseria, o pobreza personal, para después haciendo experiencia de esta miseria personal, de veras poder ser misericordioso. Dice así el Padre Eduardo: – El sacerdocio se encuentra sostenida en la condición humana y en la condición humana más extrema, la que más necesita de la redención "la debilidad", sino hay contacto con la debilidad no puede surgir el amor de misericordia, digamos cada uno de nosotros, no estamos en contacto con nuestra propia miseria, jamás seremos misericordiosos.