Itinerario de nuestra fe

jueves, 26 de febrero de 2009
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Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara.  Él tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: "¿Ves algo?".  El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: "Veo hombres, como si fueran árboles que caminan".  Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad.  Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: "Ni siquiera entres en el pueblo"

Marcos 8, 22 – 26

Les decía al comienzo de nuestro encuentro cuando comenzábamos la catequesis lo primero que vamos a hacer es ubicar el texto en el contexto que Marcos lo presenta y que sentido tiene.

En el Evangelio de ayer Jesús ha dicho a los discípulos: ustedes tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen. Este milagro de la curación del ciego que sucede al anuncio de ayer de la corrección que Jesús hace a los discípulos hay que sumarlo para entender el texto en su conjunto y todo el relato que Jesús va haciendo en el Evangelio de Marcos hay que sumarlo a la curación del sordomudo que está unos versículos antes en el capítulo 7 en el verso 31 y comparar las similitudes que hay entre la curación del sordo, la curación del ciego y la corrección de Jesús a los discípulos: ustedes están sordos, ustedes están ciegos. Ni oyen ni ven.

Las similitudes que presentan la curación del sordo y del ciego nos ponen de cara a la intención por parte del evangelista que tiene que ver por ese de carácter de ceguera y sordera propio de los que caminamos intentando encontrarnos con el Señor. En los casos de las dos curaciones no se habla de la fe de los enfermos, un dato muy interesante éste, sino de quienes lo acercan al enfermo para ser curado. En ambos casos le ruegan a Jesús que los toque. Es en el contacto con Jesús donde viene la sanidad. El les impone las manos.

Es un contacto físico y las dos curaciones ocurren, otro dato interesante, fuera del alcance de la multitud, afuera de la ciudad. Como si fuera en el mismo lugar de la aglomeración de gente, en el ruido, en el no poder tomar distancia en el acontecer cotidiano con todo su fragor donde viene la ceguera y la sordera. Sin embargo hay algo exclusivo de ésta curación del ciego hoy. Lo típico, lo distintivo diría yo es que la curación se realiza en dos tiempos.

El acceso al verdadero conocimiento de Jesús es como la curación del ciego, es progresivo. Leamos el texto de nuevo para poder entender que esto se da en dos tiempos. Cuando llegaron a Betsaida le trajeron a un ciego, lo traen otros y le ruegan que los toque. Esto que decíamos del contacto físico. El ciego fue tomado de la mano y fue conducido afuera del pueblo. Después de ponerle saliva sobre los ojos e imponerles las manos le preguntó: ves algo? El ciego comenzó a ver y le respondió: veo a hombres que caminan como árboles. Jesús le impone de nuevo las manos y el ciego recupera la vista, ve claramente. Hay dos tiempos al principio ve borrosamente después ve con claridad. Así es el camino de la fe que es un camino de progresividad en la visión de Dios. Es un proyecto de vida para nosotros. Al principio vemos, intuimos, olemos que por ahí va la cosa. Después cuando nos adentramos, nos animamos a dar pasos en el camino de la fe va clarificándose y purificándose nuestro ver. Otros versículos más adelante en Marcos 8,27-33 Jesús pregunta que dice la gente del hijo del hombre y la respuesta dice es a tientas cercana pero no certera: algunos dicen que eres Juan el Bautista otros Elías y otros alguno de los Profetas.

Jesús como en el caso del ciego y en el caso de cada uno de nosotros con su intervención progresiva vuelve a preguntar pero ahora pregunta hacia las persona de los discípulos. Ustedes quien dicen que soy yo. La respuesta en boca de Pedro es inequívoca: tu eres el Mesías con lo cual el texto de mañana nos está mostrando como en el caso del ciego para poder ver con claridad quien es la persona de Jesús y adentrarnos en su misterio necesitamos ser conducidos con progresividad. Todo el Evangelio de Marcos es así.

Como lo hemos dicho a lo largo de estos días repetidas veces como una muletilla Marcos dice que los discípulos no comprenden. Solo al final empiezan a comprender y ve que el que no pertenece a la comunidad sino que es un centurión cuando cierra el Evangelio de Marcos en el capítulo 16 este verdaderamente es el hijo de Dios que en realidad así comienza el Evangelio de Marcos. Comienza con ésta frase inclusiva que abre todo el texto que estamos compartiendo: Comienzo de la Buena Noticia de Jesús Mesías hijo de Dios.

En éstas pocas palabras está la propuesta de Marcos. Cierra el Evangelio de Marcos en el capítulo 16 con uno que hace la profesión de fe. Es un centurión que al final dice verdaderamente éste hombre era el hijo de Dios. Al final del Evangelio la aparición de Jesús a los discípulos en la misión universal termina por cerrar la claridad del mensaje con el que Dios quiere comunicarse con su pueblo e igual que quiere traer luz. El reconocimiento de la persona de Jesús tiene sus tiempos. Como ayer compartíamos con los jóvenes no se cree en Jesús de una. Se cree progresivamente. Hay que profundizar en el vínculo con el Señor.

Esto supone etapas en el camino. Uno podría descubrir a lo largo de su vida como fue su fe de niño, de adolescente, juvenil, adulta. Es más te invito a que lo hagas. Cuando niño mi fe era cuando mis padres me llevaban a misa cuando adolescente mi fe sufrió la crisis propia de la adolescencia porque no encuentra lugar en el mundo porque deja de ser niño comienza a ser un tanto adulto pero no es ni adulto ni niño y todo le resulta extraño.

También el modo de creer.

Por eso atención padres que educan adolescentes guarda con decir mi hijo perdió la fe. Mi hijo está en la crisis, está adoleciendo. Como adolece, sufre el crecimiento hormonal de su cuerpo y no sabe como ubicar las manos y todo lo lleva por delante porque no sabe como manejarse ante el nuevo esquema corporal por decirlo de alguna manera. También la fe no sabe que hacerse porque está llamada a ser una fe adolescente. La fe juvenil cuando uno ha pasado la adolescencia tiende a profundizar. La fe adulta se espera que sea una fe asentada, razonada, templada.

Hoy en el Evangelio nos sale al encuentro con un a Jesús que sale al encuentro no una sola vez para darnos la vista sino en distintas oportunidades como de hecho, en las distintas etapas de nuestra vida. La fe es un itinerario.

El segundo punto de nuestro encuentro tiene que ver con el itinerario de la fe.

Nosotros como los Apóstoles recorremos un camino de fe. Lo hacemos como todo proceso de aprendizaje en una pedagogía progresiva con la que Dios y Cristo nos va .educando. Lo hacemos entre luces y sombras. El camino no es lineal. Hay avances, retrocesos. Entendiendo a veces y preguntándonos muchas veces por donde, como, con quienes, de que manera. La fe es un don pero no es un tesoro adquirido de una vez para siempre.

Para alcanzar una fe madura hay un camino y hay etapas donde ir transitando ese camino. Una primera etapa sería ésta: caer en la cuenta de la presencia de Dios vivo, en los signos de los tiempos que debemos aprender a leerlos en camino de discernimiento. Es como el primer encuentro con el Dios encarnado. Dios no es un extraño, Dios no es una persona que ha puesto su morada en medio de nosotros, camina junto a nosotros y al mismo tiempo actúa trascendiendo los hechos metiéndose en ellos mismos.

Por eso hablamos de los signos de los tiempos que hablan de la presencia oculta de Dios en la historia. Segundo momento a ésta primera manifestación sería buscar. No solamente dejarnos impactar por la llegada de Dios sino salir al encuentro de El y buscar esa presencia de Dios en medio de esos signos pobres que revelan un gran misterio. Esta típica manera de enseñar de Jesús: hablar de la eternidad poniendo ejemplos tan simples es como un campo sembrado, es como una red que un pescador tira, es como un padre que tiene dos hijos hablando acerca del perdón en forma parabólica con la que Dios nos habla de cosas grandes de formas simples .Por eso la búsqueda de la presencia de Dios es en lo oculto el de los signos pobres que revelan los grandes misterios.

Dice Lucas en el capítulo 24 verso 35 hablando de los discípulos de Emaús ellos no lo reconocieron al peregrinar. Lo reconocieron al partir el pan. En ese gesto, en ese signo tan simple, tan profundamente cálido y fraterno de reunirnos alrededor de la mesa partiendo un solo pan o como Juan en el capítulo 21 verso 7 nos relata cual fue su experiencia de encuentro con Jesús viendo un hombre que estaba en la orilla porque el Señor ha muerto hay uno que está a la orilla del lago y entre la penumbra del sol que está apareciendo y la noche que se va yendo. Un fuego alumbra el rostro de aquel hombre que le dice si tiene algo para comer mientras el prepara un pescado y entonces Juan dice: es el Señor.

Es un pescador más como nosotros solo que ha pescado nuestro corazón con su presencia siempre tan cercana y amiga como ésta de

noche oscura de ausencia suya por su muerte regalarnos ésta tenue luz en la oscuridad entre la aurora y la noche que se va y mostrarnos y revelarnos su resurrección. Es el Señor, es un signo muy pobre. Son signos pobres donde descubrimos al Dios vivo escondido que nos invita a orar con el salmista: tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.

El Papa decía cuando visitó Chile: Miren a Jesús es más que un profeta, es más que un reformador social. Miremos a Jesús, busquemos a Jesús, nos encontremos con El y digámosle con el salmista en el salmo 27 verso 8 .

Un tercer momento en el proceso de itinerario creyente nuestro tiene que ver con la fe que se hace anuncio y testimonio de luz y que se proclama por amor a los que la necesitan y esperan. Es como el final del proceso. A lo que le llamamos la misionalidad en el proceso.

se encontró con Jesús no lo puede callar por más que Jesús en el Evangelio de Marcos diga muchas veces: no se lo digan a nadie. En realidad Jesús está cuidando que no se confunda su mesianismo con un liderazgo político religioso revolucionario sino que se entienda en aquella clave que Isaías el siervo sufriente nos ha presentado al Mesías como aquel varón fuerte que viene a cargar con nuestros pecados y nuestras culpas. Por eso el llamado al silencio. Sin embargo no se puede callar semejante presencia.

Como lo dicen los discípulos cuando comienzan a predicar la Buena Noticia nosotros hablamos de lo que hemos visto y oído y cuando lo quieren callar como ocurre con Pedro y Juan en la sinagoga y lo golpean y los encarcelan: no nos vamos callar. No podemos callar lo que tenemos adentro. Nos quema por dentro tu mensaje. Yo me propuse no hablar más en tu nombre dice Jeremías pero tu Palabra me quemaba por dentro. Así es el que se encuentra con el Dios escondido en los signos pobres de la realidad en la presencia del Dios vivo en los signos de los tiempos, al que descubre al Dios vivo en su propia historia y descubre que el Señor no es una historia del pasado sino que es presente, actualidad no puede sino proclamar ésta noticia, ésta muy Buena Noticia que quema por dentro y lo mejor que podemos hacer es no solamente no callarla sino buscar la forma de llegar cada vez más lejos con ese mensaje.

Hay como distintas etapas en la fe: a la primera le llamamos de purificación, a la segunda etapa de iluminación siguiendo un poco hoy el texto del ciego y la tercera de unión, de comunión, de mística de tener los mismos sentimientos de Jesús. En el camino de adquirir luz hasta llegar a la plena comunión con a Jesús la caridad forma el corazón a la medida de la luz. Es decir la luz en nosotros que nos va purificando de la ceguera interior está ahí siempre disponible.

No es que el Señor se corre está allí. Lo que tenemos nosotros es la incapacidad de ver. La curación de esa incapacidad de ver viene de la mano del ejercicio de la caridad. Un testimonio claro lo tenemos en Madre Teresa de Calcuta. Dios le sale al encuentro y le dice: Ven y se mi luz y le revela toda la oscuridad que hay en ella. Vivió muchos años en la oscuridad de la fe pero con la certeza que la luz estaba cerca ella y que ella debería ser testigo de esa luz y para eso recorrió un camino incansable de amor en la entrega a los que necesitaban de esa presencia de Jesús. En el abrazo tierno de los niños de la calle en las personas que se estaban muriendo, en Calcuta y después en el mundo entero. El proceso de iluminación interior viene de la mano de la caridad.