Jesús, agua viva para nosotros

miércoles, 2 de julio de 2008
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Jesús cansado por la caminata, se sentó sin más, al borde del pozo.

Era cerca del medio día, una mujer samaritana llegó para sacar agua y Jesús le dijo:  “dame de beber”, en ese momento se habían ido sus discípulos al pueblo a hacer compras.

La samaritana le dijo:  “¿Cómo tú que eres judío, me pides de beber a mí que soy una mujer samaritana?”.  Hay que saber que los judíos no se comunican con los samaritanos.

Jesús le contestó:  “si conocieras el don de Dios, si supieras quién es el que te pide de beber, tú misma me habrías dado de beber a mí, y yo te daría agua viva”.

La mujer le dijo:  “Señor no tienes de dónde sacar agua, este pozo es profundo, ¿dónde vas a conseguir esa agua viva?, ¿eres más poderoso que nuestros antepasados?.  Jacob nos dio este pozo del cual bebió él, su familia y sus animales.”

Jesús le contestó:  “El que beba de esta agua, volverá a tener sed, en cuanto el que beba del agua que Yo le daré, no volverá a tener sed, el agua que Yo le daré se hará en él manantial de agua que brotará hasta la vida eterna”.

La mujer le dijo:  “Señor, dame siempre de esta agua”.

Jesús le dijo:  “Anda a buscar a tu marido y vuelve acá”.

La mujer contestó:  “no tengo marido”.

Jesús le dijo: “Es verdad, no tienes marido, has tenido cinco maridos y el que tienes ahora no es tu marido”.

“Señor”, contestó la mujer, “veo que eres un profeta.  Nuestros padres siempre vinieron a este cerro para adorar a Dios, y ustedes los judíos, ¿no dicen que es en Jerusalén, el único lugar para adorar a Dios?”.

Jesús le dijo:  “Créeme mujer, la hora ha llegado para ustedes de adorar al Padre, pero no será en este cerro, ni tampoco en Jerusalén, ustedes samaritanos, adoran lo que no conocen, mientras que nosotros los judíos, conocemos lo que adoramos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad, son esos adoradores a los que busca el Padre. Dios es Espíritu, por todo lo que adoran, deben adorar, en Espíritu y en verdad”.

La mujer contestó:  “Yo sé que el Cristo está por venir.  Él al llegar nos enseñará todo”.

 Jesús le dijo:  “Ese soy yo el que habla contigo”.

Juan 4; 6 – 26

El contexto complejo en torno al cual se va desarrollando nuestra vida como sociedad Argentina, reclama de suyos espacios, en torno a los cuales podemos favorecer el encuentro.

El encuentro para darse cuando se rompe el tejido convivencial, supone una capacidad creativa para favorecer esa necesaria vinculación, a la cual tenemos que hacernos para poder convivir saludablemente y crecer como personas entre un yo personal y un tú que está más allá de nosotros y que forma parte de la alteridad de lo otro, se produce el encuentro que constituye un nosotros, a lo cual todo ser humano está llamado a vincularse para construir verdadera identidad.

El problema que tenemos en estos tiempos de distanciamiento, cuando no de enfrentamiento, de desencuentros, es que se va como deteriorando nuestro ser, nosotros, nuestra identidad y cuando se desdibuja la identidad, se pierden las referencias hacia dónde se va, no se sabe dónde se está parado, se pierde rostro, no sabemos quienes somos y quien no sabe quien es ni sabe ni a donde va, no sabe ni a donde viene, no sabe donde está parado, está perdido.

Las distancias que se han producido en este tiempo nos han dejado desconcertados, no sabemos muy bien donde estamos parados, y esta incapacidad de poder estar de pie, esta realidad nuestra de estar como caídos como pueblo, requiere una reconstrucción que gracias a Dios, en lugares simbólicamente importantes, como el parlamento, como el encuentro que en minutos más tendrá quien ejerce el poder ejecutivo con quienes tienen la responsabilidad de liderar los espacios del campo, se va a dar como lugar, como lugar, digo, simbólico que nos representa a todos, para acortar en cualquiera de los casos en los que nos encontramos distanciados, esos espacios que nos mantienen lejanos unos de otros y no nos permite estar de pie, parados.

Eso puede que ocurra en el ámbito de unos metros, en la propia casa, en la oficina, en la relación de amistad, los desencuentros que se puedan haber producido entre nosotros, que nos han distanciados, nos ofrecen una puerta para que se haga presente aquel que nos hermana y un camino para recorrer juntos y descubrir que si no estamos unidos, que si los hermanos no permanecen unidos, es verdad lo que el Martín Fierro dice: Los de afuera toman partido para la división y se rompe lo que podríamos llamar lo nuestro, aprender a acortar distancias.

Aquí en la iglesia arquidiocesana de Córdoba, hemos elegido este lema para este tiempo: Salimos, acortamos distancias, nos encontramos. Qué bueno sería que mucho más allá de cual sea el nuevo escenario político o social, en torno al cual estos días vamos a continuar con debates que buscan acercarnos, esperamos así sea, nosotros podamos tomar la iniciativa de salir a cortar distancias y encontrarnos.

La vida de un cristiano, su testimonio no se entiende sino desde este Jesús evangelio vivo, ha dicho nuestro obispo Carlos José. Este Jesús del evangelio vivo, que en el trato con la samaritana, nos regala esta bellísima posibilidad con él, de también nosotros acortar distancias. El que es discípulo debe contemplarlo y seguirlo, imitarlo y adoptar este estilo de cercanía de Jesús.

El encuentro con Jesús en la palabra y en este texto particularmente que hemos compartido hoy, del diálogo de Él con la buena samaritana, nos regala una oportunidad privilegiada para renovar con su gracia nuestra vida, y en especial a través de dos caminos, diría yo, en la oración y en la caridad, donde se produce una adhesión mas convencida mas firme mas entusiasta a su persona a su enseñanza, y la cercanía de el que acorta distancia, favorece nuestra posibilidad también de acortarlas con las que estamos lejos, con aquellos hermanos y hermanas con los que nos sentimos muy a distancia, con Jesús salimos, acortamos las distancias y queremos encontrarnos.

Cuando salimos para encontrarnos con el que esta distante, tenemos que hacer un saludable ejercicio para abandonar lo ya conocido, lo que podríamos llamar los juicios previos, en muchos casos prejuicios que se acrecientan y que marcan justamente el camino que nos distancia, para poder ejercer este ejercicio, hay que crecer en la confianza de la posibilidad que nos da un nuevo encuentro. Yo diría animarse a la nueva oportunidad, uno puede decir… paso demasiada agua bajo el puente, es demasiado lo que ah ocurrido, no es la primera vez que nos desencontramos.

Si vemos lo que Jesús hace con la mujer, es justamente abrirse a una posibilidad insospechada, se esta comunicando públicamente con una mujer, todo montón de juicios previos alrededor de esto, un hombre con una mujer, un hombre que es un rabino es un maestro, un hombre que es judío, ella es samaritana, todo lo que rodea aquel acontecimiento diría que esos dos no podrían estar conversando, una samaritana el otro judío, una mujer el otro es un hombre, uno es un rabino, mucho mas… uno es Dios, la otra es una mujer que nos representa a todos nosotros ¿Cómo es posible? Que ante tanta distancia se halla producido el encuentro… es que la iniciativa de Jesús es justamente a favor de la gracia de acortarla a la distancia, mas aun la mujer reacciona con una serie de formulas y preguntas irónicas, “tu que eres judío me pides a mí de beber que soy samaritana”, “veo que eres un profeta” dice la mujer, todo como un montón de capas de resistencia que no permiten el encuentro de Jesús, que permanece sereno, confiado que sabiendo quien es el y que es lo que el padre quiere cuando se acerca a los hombres por mas distantes que estén, que se produzca, que se produzca la cercanía, que se de la gracia de la fraterna posibilidad de estar en un mismo lugar compartiendo un mismo destino.

Jesús va de una manera respetuosa, conoce la historia de ruptura, el dolor que hay entre estos dos pueblos, comprende el tono de la respuesta de la mujer, y allí sentado al borde del pozo dialoga, intercambia opiniones y va construyendo un camino con una progresiva pedagogía que lo lleva hasta el encuentro con la verdad que se esta ocultando a los ojos de ella, no esta conversando con un profeta, esta conversando con el hijo de Dios, con el Mesías.

El encuentro se produce con la verdad mas grande que hasta aquí ella ah podido encontrar a lo largo de su camino, ahora esta de cara al misterio de Dios, hecho hombre la persona de Jesús el cristo. ¿No deberíamos salir nosotros para llevar adelante la tarea de recrear los espacios que se nos han escapado de la mano, que nos impiden los encuentros? Básicamente diría yo dejando que sea el mismo Dios el que los produzca.

No se puede salir de cualquier como al encuentro con el otro, sobre todo cuando se ah producido un distanciamiento por distintos motivos, no se puede sino salir desde aquel que achica la distancia, la mas grande de todas, la del cielo y la tierra, solo el es capaz de recrear los espacios, y solamente en la medida en que nos pongamos en la mano de Dios, nosotros podremos encontrar lo perdido, es el lugar donde somos amigos, donde dejamos de ser conocidos para ser hermanos, donde ser percibe el aroma de la cercanía, donde se respira ambiente de familiaridad.

Este sentido cae en la cuenta de que a pesar de nuestros intentos no hemos podido recrear esos espacios por mas buena voluntad que hallamos puesto, es un signo saludable si nos conduce esta percepción de fracaso de nosotros mismos, de nuestra búsqueda a la apertura, aquel que si puede lo que nosotros no podemos, y desde este lugar en confianza que se construye desde la oración de atención en el oído a la voz de lo que Dios indica de que hacer y como hacerlo en discernimiento que es percepción interior, confirmación en signo externo de lo que supuestamente Dios estaría diciendo y ejecución en la fe, en la confianza de aquello que Dios nos pide, en esa misma medida, podremos ir como viendo que lo muy distinto comienza a ser parecido. Como dice claramente el libro del profeta Isaías:

El lobo comienza a compartir el mismo espacio con la ovejita, y el niño puede meter la mano en el hueco dónde está la víbora y no ser picado. Es decir los contrarios comienzan a familiarizarse, los opuestos se hacen síntesis, lo que parece irreconciliable comienza a ser cercanía por la presencia de Dios que nos hermana. Hay que salir sí, con ánimo fraterno, tomar la iniciativa, acercándonos, acortando la distancia física, pero sobre todo las interiores, pero no se puede salir sin dejar que sea El, el que nos conduzca en esa salida, en ese éxodo de nuestras razones, de nuestros juicios, de las razones y juicios que nos asisten para mantener las distancias.

Constatar de que estamos apartados, lejanamente distanciados. Si nos pone en las manos de Dios, es una saludable constatación para terminar con aquellas actitudes omnipotentes que nos hacen creernos que somos verdaderamente hacedores de la historia, cuando en realidad nuestra historia esta llamada a ser historia de redención, historia de salvación, donde el protagonismo lo tiene Dios.

El que achicó la distancia más grande que la humanidad ha padecido, ha sufrido, entre el cielo y la tierra. La distancia mas grande que el hombre a sufrido y ha padecido, la distancia que hay entre la muerte y la vida.

El acortó todas las distancias, también puede acortar las nuestras.

Cuando nosotros buscamos acortar las distancias y crear el espacio para la manifestación del Dios que se ha revelado como Dios en medio nuestro, el Dios cercano, el amigo, el Emmanuel, el Dios con nosotros, la disposición primera que debe haber por parte del que espera que las distancias se ++acorten es la de la escucha. De la escucha de Dios, de la escucha de los propios sentimientos, del sincerarse en la escucha de los propios sentimientos, escuchar a Dios y en la escucha de Dios, aprender a escuchar al hermano.

En el diálogo con la samaritana, es verdad que Jesús toma iniciativa, pero es cierto que El escucha, se hace oyente, un oyente atento a los anhelos, a las inquietudes, las búsquedas de esta mujer, llevándolas de las preocupaciones mas inmediatas a la cuestión fundamental de la existencia, desde tengo sed dame de beber, suyo al encuentro con su mesianismo.

En un diálogo que es progresivo, que tiene una saludable pedagogía, que reconoce las etapas, que no se apura, que no impone condiciones, que no hace proselitismo, es un diálogo confiado, es un diálogo que sabe que en un momento determinado la verdad va a aparecer, la claridad va a surgir de lo mas hondo de la conversación y a partir de allí con la luz en medio de ellos, las distancias se van a acortar.

Acortar las distancias para nosotros es un problema que está en las manos de Dios, que supone escucha y apreciar y valorar las buenas disposiciones que vemos en nosotros y en el corazón de las otras personas a las que necesitamos acercarnos o permitirle a Dios que nos las acerque.

Muchas veces esto supone una secreta espera, dice Carlos Nañez, nuestro Obispo, del evangelio que hemos de saber reconocer y estimar la buena nueva de Jesús que habita en medio de nosotros o acaso no creemos que la buena noticia se instaló en medio de nosotros, ha puesto su morada en la familiaridad de nuestro vínculo.

Tenemos las relaciones demasiado construidas desde nosotros mismos y en realidad la imposibilidad de acortar la distancia que hay para nosotros con otros, mucho tiene que ver la falta de protagonismo del Señor de la historia en la propia historia.

Cuando es El, el protagonista y la semilla de su palabra crece por su propia fuerza, el fruto va a ser el encuentro con El, con los demás, como la samaritana que se encuentra con Jesús, se encuentra también con mayor profundidad, con sus conciudadanos, con su propia verdad y con la luz que estaba esperando desde hace algún tiempo.

Sin duda que ayuda mucho para esto del encuentro, la escucha, pero también el gesto, los gestos desde una escucha distinta. Escuchar nuestros sentimientos, escuchar la voz de Dios que habla, escuchar empáticamente como compartíamos también el viernes pasado, el corazón del hermano y a partir de esta escucha interior, de esta escucha atenta que no es otra cosa que una disposición en la fe, dejar que Dios sea verdaderamente el protagonista.

Ayer me lo decía Lidia en la casa, el buen samaritano, ella que es judía y está con nosotros ahí en que bar, haciendo también sus alabanzas a Jesús, a quién va aprendiendo a conocer y a amar, me decía en medio de toda su ternura, su frescura y su sencillez de vida, la fe entra por el oído, la fe la aprendemos a vivir cuando escuchamos con atención, algo que yo había estado pensando a la tarde, en mi oración de preparación de la catequesis de hoy y que ella me lo dijo tan hermosa y simplemente.

El encuentro verdadero para nosotros se da por un misterio de protagonismo de Dios que en la fe, asume la centralidad, asume el protagonismo. Y esto nace no de una arrebatada iniciativa, desesperada por acortar las distancias que nos separan, sino por una honda y profunda disposición interior a escuchar en fe.

La presencia de Dios que ha puesto su morada entre nosotros y ha permitido como dice el apóstol Pablo, terminar con la distancia que nos separaba, el muro que nos separaba. Es Jesús el que acorta estas distancias.    

Hemos escuchado gritos en estos días, como dice este hermoso mensaje que los sacerdotes de la arquidiócesis de Córdoba, junto a nuestro pastor, Carlos José, hemos elaborado para este tiempo. Los gritos que hemos escuchados son federalismo, democracia, diálogo, son gritos que buscan establecer puentes para el encuentro que apuestan al diálogo. Ojala que el grito no sea la expresión de la queja de reclamarle a otros esto que forma parte de todos nosotros. En este grito hay como una constante, hay otro, con el cual tenemos que establecer el proceso de democracia, construir no desde un sentido unitario sino federal, al mismo tiempo restablecer el diálogo. El otro o lo otro, es clave en la posibilidad del acortamiento de la distancias.

Saber que hay otro que piensa distinto, que cree distinto, que vive distinto, que siente distinto, que tiene un esquema referencial, es decir un modo de entender el mundo diverso al que yo lo tengo. Tener conciencia de ello, saber de que se trata, es lo que nos va a posibilitar tirar puentes construir caminos, acortar distancias, favorecer el diálogo y decir con mayor fuerza en la pluralidad de lo que nos toca vivir todos los días, que es posible en la diferencia a hacer algo juntos, hacer cosas juntos.

En este sentido, la paciencia laboriosa y respetuosa en el encuentro, preocupados por la verdad, a favor del bien común, es el escenario real, el más adecuado para poder abordar temas que pueden ser delicados y que nos preocupan y que nos lastiman, sobre todo cuando en lo vincular, en el trato interpersonal, de amistad, de familia, de comunidad, se han resentido los lazos que nos hermanan. Pero como decíamos recién, con un clarísimo protagonismo por parte de aquel que es el único capaz de extendiendo los brazos en la cruz, acercar lo que está muy lejos, es verdaderamente el pontífice.

Es el pontífice Jesús, Pontífice quiere decir el puente, que junta las dos riberas del río. No nos pongamos sino bajo la mirada de Él y dejemos que sea Él el que lo construya a este encuentro. En este sentido la oración y la caridad, vienen a nuestra ayuda.

Pidamos en oración, en espíritu de caridad, en Dios está la respuesta al encuentro que estamos necesitando para que se acorten todas las distancias.  

En este camino de acortamiento de las distancias, la memoria fresca del pan casero y el mate, por decirlo de alguna forma, como signo o la mesa o el café compartido o el viaje que nos permitió recorrer largas distancias, o la charla amiga, o el abrazo fraterno, lo que sea, que en tu corazón haya dejado ese espíritu con el que al decir hermano entendemos de qué se trata, entendemos de que significado, que sentido tiene la palabra, el traer a la memoria y el dejar que aparezcan los lugares dónde nos hemos encontrado, los símbolos que lo representaron, la mesa, el regalo, la charla, el café, el mate, la sonrisa, el cuento, la alegría, el dolor, la enfermedad cuando nos acercó, lo que sea que haya ocupado un lugar importante, significativo en tu vida, traerlo a la memoria, es una forma de acrecentar el deseo por el encuentro y sobre todo cuando ese deseo se abre a la experiencia de Dios para que intervenga, las distancias sin duda en poco tiempo se acortarán.

Memorias frescas y agradecidas, de distancias acortadas y de palabra hermano dicha de mil formas, un abrazo, un regalo, un estrechón de mano, un mate compartido, un rico pan casero, una mañana despertada con una sonrisa, una buena música, lo que sea que te acerque y no melancólicamente, sino con la memoria que agradece y con la certeza de que esa memoria es presente, no es pasado, porque en todos estos encuentros a los que hicimos mención y en esos que están fresco en tu corazón, Dios ha intervenido y el que fue fiel, será fiel, el que estuvo va a estar, fue ayer y va a ser hoy y para siempre presencia cercana.

Nosotros somos los que hemos creado las distancias, hemos armado el hiato, lo que nos separa, lo que nos divide y el permanentemente busca hermanarnos, encontrarnos, hacernos vivir anticipadamente el cielo que no será otra cosa sino experiencia eterna de fraternidad, de cercanía y de hermandad.

El cielo se acerca cuando descubrimos que somos hermanos, las distancias se acortan y Dios se hace realmente protagonista.