Jesús debe ser el protagonista en nuestras tormentas

lunes, 10 de agosto de 2009
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Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron.  De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca.  Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: "¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!". Él les respondió:  "¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?".  Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración:  "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".

Mateo 8; 23 – 27

La tormenta se desata en el paso de una orilla a la otra, en la transición, en el momento de dejar la seguridad de lo conocido, mientras se avanza a lo no sabido, inseguridad, miedo, pánico, cómo afrontar estos momentos interiores de transición con el espíritu con el que el Señor hoy nos invita desde la palabra a no temer.

Estos momentos de transición en la vida suelen en el medio tener situaciones tormentosas, lo que desconcierta, nos sentimos con miedo y a veces con pánico. Esto ocurre en los procesos de cambio; cuando cambiamos de una casa a otra, dicen que suelen las mudanzas ser los momentos de mayor stress; cuando cambiamos de trabajo, cambiamos una costumbre, un modo de vincularnos al lo de todos los días y de pronto comenzamos a encontrar otro hábitat, otros compañeros, etc.; pasa cuando pasamos de un estado de vida a otro, les pasa a los jóvenes cuando se casan, es la costumbre lo que atrae a volver hacia atrás y la incertidumbre de lo no conocido, lo que pone en situación de riesgo la supervivencia.

Lo que reclama de suyo como primario la naturaleza es la necesidad de respuesta, es en las etapas distintas de la vida. He tenido una oportunidad en torno al sacramento de la reconciliación de hablar con madres preocupadas por la adolescencia de sus hijos, miedos, temores de verlos pasar de la niñez a esta explosión hormonal, física, psíquica tan particularmente novedosa y llena de vida que reclama cauces y límites, el no saber cómo y dónde encontrarlos, y lo qu