Jesús es nuestra defensa personal

lunes, 29 de noviembre de 2010
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“Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.”
Lucas 21,12-19.

Providencialmente en este día, 24 de noviembre de 2010, cuando estamos transitando la última semana del tiempo litúrgico durante el año, celebramos la memoria de los mártires santos Andrés Duc Lac, presbítero, y sus compañeros. Se lo recuerda en representación de los 117 mártires que murieron en Vietnam entre los siglos 18 y 19. Andrés era sacerdote y catequista vietnamita. Entre el total de mártires vienamitas se encontraban obispos, sacerdotes, laicos, padres de familia y campesinos. Precisamente, la Palabra de hoy nos pone frente al testimonio cristiano que suscita muchas veces la persecución o el encontronazo, o esta realidad de despertar en otros un sentimiento contrario, que suscita la diferencia o disparidad de criterios. Hoy padecemos esta realidad, como la ha dicho el Santo Padre Benedicto XVI : vivimos un tiempo de cristofobia, y parece que a veces el nombre de Cristo molesta, incomoda. Hasta hay campañas orquestadas en quitar los signos religiosos de los lugares públicos, basadas incluso en disposiciones legales.
El de hoy es uno de los textos escatológicos, que nos hablan del fin de las cosas y del más allá. Forma parte de la Escatología también este testimonio de la persecución del cristiano, que es una de las dificultades que actualmente afrontamos: la persecución personal, humana, de contrariedad, aún de aquellos cercanos, de nuestro entorno y familia; que por una cuestión de fe, se abren como abismos en el trato de todos los días. Y Jesús nos presenta que Él es la luz del perseguido, su defensa personal. Solo Cristo es quien nos sostiene, en momentos de perturbación y de persecución, tal vez no hasta el martirio de la sangre, pero sí en ese dolor interno que el cristiano tiene que padecer. El que persevera, gana su vida para la eternidad.
Jesús insiste en esto al hablar con sus discípulos: quien lo siga vivirá persecución, cárcel, situaciones conflictivas. Jesús no esconde la realidad concreta de lo que implica ser su discípulo y testigo. No nos presenta un camino de rosas para conquistarnos. Quien lo abraza a Él, abraza también su estilo, ese ser signo de contradicción. Quien lo siga, de algun modo va a vivir esta forma de persecución, tendrá que comparecer, tendrá que estar preparado para ese sufrimiento interior. Solo Él es el sostén que da esperanza a lo que nosotros somos y creemos. Sólo Él sostiene nuestra vida en momentos de persecución. La prueba es como el crisol: la fe que no es acrisolada, dice San Pablo, es una fe liviana. Pero la fe que pasa por el crisol del fuego, por la prueba, es la que se robustece y se afianza. De la cruz es donde nace el anuncio del perdón y de la vida. De la muerte brota el Evangelio de la Resurrección. A este desafío estamos llamados. Y cuántos mártires se jugaron con esta realidad de entrega total, hasta las últimas consecuencias en el seguimiento de Cristo.

¿Quién es la defensa personal de tu vida, cuando uno se siente tironeado por el entorno debido a la práctica de la vida cristiana?

La persecución es sutil a veces, cuando la burla, la ironía, la ignorancia, la indiferencia, hacen que el testimonio de la vida cristiana sea necesaria, pero uno no siempre encuentra tierra fértil para sembrar la Palabra de Dios. El Evangelio nos dice: tengan ánimo, ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

Diferentes formas de la persecución actual contra los cristianos

Jesús nos advierte que nos esperan distintas tipos de sufrimiento: la incomprensión, los rechazos, las burlas, los desprecios sociales, las ironías en los ámbitos donde nos movemos por dar una opinión cristiana o simplemente distinta a lo que el mundo establece.
Identificarse con Cristo implica también aceptar esa incomprensión. Y a medida que nuestra fe va creciendo y madurando, vamos tomando conciencia de esto, de que debo aceptar la incomprensión que acompaña al ser cristianos. Porque la fe es creer en algo que no responde a la mentalidad del mundo. Y por eso pretenden callarla, persiguiéndola sutilmente o ridiculizándola: en los medios, en los programas, las entrevistas, las opiniones, los criterios o modelos de vida que propone el mundo, totalmente opuestos a la propuesta cristiana. Es una avasallamiento y ataque, no corporal pero sí conceptual, que va minando la vida de la conciencia, de la familia… y es posible que los más débiles caigan.
Jesús nos invita a descubrir que estas situaciones son verdaderas oportunidades para exponer la belleza de la fe y expresar lo que nosotros creemos. Si nosotros de veras estamos convencidos de que Alguien nos cautivó, Cristo con su vida, su Redención, su mensaje de salvación, nosotros no lo podemos esconder o guardar, sino que estamos llamados a testimoniarlo. Y por eso debemos estar preparados para soportar burlas, que no vienen de extraños, sino de los propios seres queridos, los amigos y familiares. Por eso hay que estar convencidos, por más que los otros lo rechacen. Si realmente nosotros estamos cautivados por Cristo y nuestra vida ha sido copada por Él, y nos ocupamos de que nuestra vida sea un discipulado, a esa Verdad no la podemos ocultar y callar. No podemos dejar de manifestar lo que creemos, aunque exista un rechazo. Porque incluso esta presentación, paciente, respetuosa, tolerante, es la forma de amar al otro, aún en su rechazo.
Jesús nos dice que en esas tormentas que debemos soportar sus discípulos, no debemos temer por nuestra vida porque vaya a ser destruida, porque Él es quien está cuidándonos. No tenemos que preocuparnos de armar una defensa, porque el Espíritu pondrá en nuestros labios la palabra oportuna. Esa es la gracia actual: para esta situación, este problema concreto, la gracia actual me asiste, porque Él nos ha prometido su compañía y presencia  en todo momento. Este Evangelio, si bien es exigente, también es esperanzador. Cristo es la esperanza de nuestra vida, quien sostiene todo nuestro caminar, Él es nuestra defensa personal. La fuerza está sólo en Cristo, porque la Verdad triunfa y la Verdad nos hace libre.

Padre Daniel Cavallo