Jesús nos enseña a orar al Padre

jueves, 19 de junio de 2014
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19/06/2014 – La oración, un camino que Jesús enseña con su testimonio y nos alienta a vivir en común unos con otros. En ese espacio de lucha vamos poniéndonos en la sintonía con el corazón de Dios. Entramos en la oración con espíritu de sencillez, como quien se dispone a escuchar al maestro.

Los grandes mísitcos nos han dejado un legado en el aprendizaje de la oración. El mismo Francisco de Asís, Antonio de Padua, San Buenaventura… luego Tomás de Aquino, como uno de los grandes ícono de la escolástica. Pero más cercanos a nosotros hay amigos, religiosos, laicos que en su oración sencilla nos reflejan a Jesús, maestro de la oración. De hecho los grandes movimientos y asociaciones, eran espacios comunitarios de aprendizajes escolares de la oración.

Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Mt 6, 7-15

 

¿Por que orar?

Comentando éste texto bíblico San Agustín en el Sermón 80 nos dice así: “creen hermanos que Dios no sabe lo que es necesario. El que conoce nuestros desamparos conoce anticipadamente nuestros deseos. Por eso cuando el Señor enseñó el Padrenuestro recomendó a sus discípulos a ser sobrios en la palabra. “Cuando recen no usen muchas palabras como los pagaos. Su Padre sabe lo que les hace falta antes que se lo pidan”

Si nuestro Padre sabe lo que nos hace falta, dice San Agustín, ¿porqué decírselo aunque sean pocas palabras? Señor si tu lo sabes todo ¿es necesario orar?" Se pregunta el obispo africano.

El Señor quiere recibir. Primero que le pidamos. Que para hallar te pongas a buscar y en fin para entrar no dejes de llamar ¿para qué pedir? ¿para qué buscar? ¿para qué llamar? ¿para qué cansarnos orando, buscando, llamando como para hacer saber al que ya lo sabe todo?, se pregunta San Agustín. Incluso leemos en otra parte es preciso orar sin parar, sin cansarse y termina: bien para aclarar éste misterio pedí, buscá y llamá y si el Señor cubre de velos éste misterio es que quiere que te ejercites en buscar, en encontrar tu mismo la explicación.

El deseo de Dios crece en la medida que buscamos, que llamamos, que pedimos… Todos nosotros debemos alentarnos mutuamente a orar. Es verdad que a veces nos da la sensación que nadie nos escucha, que Dios tiene oídos sordos. Pero permanecer en ese lugar, insistir y clamar, nos va capacitando para recibir eso que deseamos.

 

 

Sin duda la oración es un lugar muy humano. Es decir, un espacio de gozo, de alegría, de búsquedas, de anhelos, de esperas, de luchas. Le preguntaba un discípulo a un monje del desierto ¿qué es la oración? A lo que el sabio monje respondió: es un lugar de combate. La respuesta del monje nos muestra éste costado laborioso y humano de oración.

En momentos de consolación la oración nos resulta fácil nos parece volar. Podemos pasar horas junto a la Palabra o frente al Santísimo sin distraernos, sin experimentar cansancio.

En otros momentos la oración es un ejercicio penoso, arduo, donde el silencio no parece habitado por la Palabra sino por la experiencia dolorosa de la sed en medio del desierto donde lo que resta por delante es un largo camino sin poder sostenernos más que la esperanza que algún momento será el oasis de la presencia de Dios que todo lo habita.

La oración, un camino que Jesús enseña con su testimonio y nos alienta a vivir en común unos con otros. En ese espacio de lucha vamos poniéndonos en la sintonía con el corazón de Dios. Entramos en la oración con espíritu de sencillez, como quien se dispone a escuchar al maestro.

Los grandes mísitcos nos han dejado un legado en el aprendizaje de la oración. El mismo Francisco de Asís, Antonio de Padua, San Buenaventura… luego Tomás de Aquino, como uno de los grandes ícono de la escolástica. Pero más cercanos a nosotros hay amigos, religiosos, laicos que en su oración sencilla nos reflejan a Jesús, maestro de la oración. De hecho los grandes movimientos y asociaciones, eran espacios comunitarios de aprendizajes escolares de la oración.

Jesús maestro de oración

Cuando Jesús ora nos enseña a nosotros el camino de la oración. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica : el camino teologal de nuestra oración es su oración, la oración de Jesús a su Padre. El Evangelio nos entrega una enseñanza explícita de Jesús orante. Jesús aparece en la Palabra de Dios, en los textos evangélicos como un pedagogo. Nos toma donde estamos y progresivamente nos conduce al Padre. Jesús es un orante.

De hecho el pedido de los discípulos Señor enséñanos a orar nace de observarlo, de un Jesús profundamente rezador. El hizo un camino de aprendizaje en la oración junto a María y a José sus padres.

La familia de Nazaret fue la escuela de oración de Jesús. El Maestro Jesús fue discípulo que aprendió en las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo en la Sinagoga de Nazaret y en el templo el camino de la oración.

Este camino de aprendizaje, de oración familiar y popular en la sinagoga y en el templo tiene sin embargo en la vida de Jesús una fuente secreta, distinta como lo dice El cuando tiene doce años y en el Evangelio de Lucas nos queda testimoniado en el capítulo 2 en el verso 49 yo debo estar en las cosas de mi Padre. La oración de Jesús que trasciende lo escolar y su gran vínculo con el Padre. Los testigos nos abren al deseo de orar.

Esta experiencia de vínculo con el Padre es la que abre a lo que va hacer toda una novedad en el estilo de oración de Jesús: la oración filial, la oración que completa el camino de oración. “Cuando ustedes recen digan Padre” y Pablo va a entender los gemidos interiores del Espíritu cuando hablando acerca de la oración nos diga que éste clama llamando interiormente llamando desde dentro de nosotros a Dios por el nombre que tiene “Abba” es decir papá.

El camino de la oración de Jesús Maestro es un camino aprendido que tiene como fuente y lugar primero de aprendizaje el modo y el estilo de trato de Jesús con su Padre.

 

 

Es su testimonio el que contagia

Hay una imagen de Jesús orante que a mi particularmente me pone en contacto con éste testimonio del Señor en vínculo de amor con el Padre. Es un cuadro donde el Señor aparece con las manos entrelazadas, los ojos cerrados, un gesto verdaderamente concentrado y con una presencia de luminosidad que indica éste contacto de intimidad, de encuentro profundo y de relación clara de lo más hondo de su corazón en el vínculo con el Padre.

Es contemplándolo a El y escuchándolo a Jesús donde nosotros aprendemos el camino de la oración filial, el camino de la oración a Dios como Padre. Aprendemos a decir Padre en el Hijo Jesús en el que nosotros somos hijos también.

La oración de Jesús es una experiencia existencial que abarca la vida. Así lo expresa la Carta a los Hebreos 5,7-9 “el cual habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte fue escuchado por su actitud reverente y aún siendo Hijo con lo que padeció experimentó la obediencia y llegando a la perfección se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen”.

El camino de la oración de Jesús es un camino de obediencia en la fe, es un camino de entrega y ofrenda hasta expresar con la propia vida en clamor y en lágrimas lo que está escondido en el corazón de Cristo. Jesús entra en sintonía junto al Padre con todo lo que la humanidad sufre y padece por la ruptura de iniquidad que ha introducido el pecado en el corazón mismo de la humanidad. Esa ausencia de Dios que la humanidad padece y sufre con llanto y dolor, fruto del pecado, llega a la plenitud cuando Jesús desciende a los infiernos. Y ese lugar vacío y frío que es la ausencia de Dios, experimentada en Él en este “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado”?, se sale por la ofrenda de la vida en la oración.

Nosotros también experimentamos en algunos momentos que la vida se pone oscura, que el dolor aparece con fuerza y se nos va como apagando el alma. Ahí también Jesús se hace uno con nosotros y ora al Padre. Es allí en aquellos lugares que podríamos llamar de infierno humano donde Jesús se instala con clamor y lágrimas para pedirle a Dios el Padre la liberación de la muerte. Él mismo va experimentando esa muerte y liberándonos a nosotros de ella para darnos la vida para siempre.

Es una oración existencial, Pascual, la de Jesús y a partir de allí nosotros contemplando al Jesús orante con la vida aprender a orar desde la vida y con el corazón. No solo son palabras, no está en las muchas palabras la oración sino en un corazón que se anima a poner la vida en la oración. La oración en la enseñanza de Jesús va de la mano de la conversión al rostro del Dios verdadero, el Padre.

La oración que enseña Jesús es la oración en fe

La oración en fe nace de un corazón que se convierte. La fe es una adhesión filial al Padre más allá de lo que nosotros sentimos, más allá de lo que nosotros comprendemos.

La oración es posible en Jesús, el Hijo amado que nos abre al encuentro con el Padre. Es en Jesús en quien oramos. Él nos pide que busquemos y que llamemos porque El es la Puerta y El es el Camino. La oración de Jesús invita a la audacia. Del mismo modo que Jesús ora al Padre le da gracias antes de recibir sus dones, nos enseña ésta audacia filial. Todo lo que pidan en la oración crean que ya lo han recibido.

Esta es la fuerza de la oración. Todo es posible para quien cree y en la oración se acrecienta este creer. Con una fe que no duda oramos. Con una fe que sabe que lo que pide lo está recibiendo en el momento que lo pedimos. Así como Jesús se entristece por la falta de fe de los de Nazaret y la poca fe de sus discípulos así admira la gran fe del centurión romano y de la cananea. Del centurión dice Jesús: jamás he encontrado fe como he visto en éste hombre. Y a la mujer cananea que le dice: los cachorros comen de las migas que caen de las mesas de sus señores. Y le afirma que su fe la salva.

Orar pero no solo orar, hacerlo con fe. Orar lanzados audazmente en las manos del Padre como hace un niño que no tiene problema de subirse a la mesa y decirle al papá: me tiro papá .Se lanza y el Padre lo recibe cuando se tiró de la mesa y el Padre estaba del otro lado esperándolo.

Así Dios nos quiere a nosotros lanzados audazmente, confiados, absolutamente sabiendo que Dios hace posible lo que a nuestra experiencia racional o de fracaso. Dejémonos llevar por la inspiración que Dios pone en el corazón y animémonos a caminar en paz y confiados los caminos en los que Dios hace posible lo imposible.

 

Padre Javier Soteras