“Jesús regresó en la barca a la otra orilla” para estar a nuestro lado y de nuestro lado

martes, 1 de febrero de 2011
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San Marcos 5,21-43.
”Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?". Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad". Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?". Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas". Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme". Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: "Talita Kum.", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!". En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer”.

     

Oración inicial
Señor, ayúdanos a disponer nuestro corazón.
Queremos alimentar, Señor Jesús, nuestro espíritu
al comenzar este mes de febrero con tu Palabra.
Que seas la Luz de nuestra vida, de nuestro corazón.
Ven Señor con tu Palabra, ilumina nuestras decisiones,
 ilumina nuestros pensamientos.
Jesús, tu Palabra es luz para nuestros pasos, Señor.

Dos milagros de Jesús, uno dentro de otro

En el texto de hoy encontramos dos curaciones o dos milagros de Jesús pero un relato dentro del otro, uno más atrapante que el otro. Por un lado el caso de la hija de Jairo, un Jefe de la Sinagoga que viene al borde de la desesperación a suplicarle a Jesús “mi hija se muere”, pero en medio de esa situación dramática aparece en escena otra situación, la de la mujer que sufría hemorragias, y es como que la situación de este papá pasa a segundo plano a pesar de la urgencia, a pesar de la gravedad, y además, para agregarle a todo esto una nota de complejidad, una multitud rodeaba a Jesús. Es como quién tiene que salir de urgencia al hospital, al sanatorio, porque tiene un hijo enfermo y tiene que llegar lo antes posible y se encuentra con el tránsito embotellado, un accidente, cortado con una manifestación, y no puede llegar nunca cuando debería llegar en un minuto, la hija de Jairo se muere. Mientras Jesús atiende a esta mujer enferma, efectivamente la hija del jefe de la sinagoga se murió. Dos milagros de Jesús uno dentro del otro. Porque cuando dije que se murió es para resaltar lo que sigue a continuación, que Jesús retoma la atención que le pasa a este padre de familia y va a su casa a pesar que algunos le dicen que ya no lo moleste que su hija ha muerto, para qué va a ir ahora Jesús, ya es tarde, se entretuvo Jesús demasiado, ya no tiene sentido. Sin embargo, desoyendo Jesús esas voces poco esperanzadas, no quiere ir con la multitud sino sólo con este papá, con tres de sus discípulos, después invita a la mamá y entran a la casa y ahí se produce el milagro, más que de la sanación de la hija de Jairo, se produce el milagro de la resurrección de la hija de Jairo. Vaya a saber por qué Jesús se tomó tanto tiempo. Algunas cosas podemos intuir que ya vamos a ir viendo a lo largo de la catequesis en esta mañana.

El valor del tiempo dedicado a los demás   

Quiero compartir con ustedes esta catequesis es que la vida no es una carrera, a pesar de que yo también muchas veces corro. Pero fíjense, si algo hoy Jesús nos enseña es eso, no hay que correr tanto. Claro, hay situaciones que merecen, como la de este papá, corre a Jesús, el tiempo es oro, los minutos son los que separan la vida de la muerte, los de la vida de su hija, pero el que da el mensaje es Jesús, y para Jesús la vida no es una carrera. Jesús se toma el tiempo necesario para cada situación, para cada persona. El valor del tiempo, no el valor del tiempo en sí mismo sino el tiempo dedicado a los demás. En un momento da la impresión de que Jesús no sólo que se toma tiempo sino que no tiene apuro para responder al pedido desesperado de un padre por la vida de su hija. “Mi hija está gravemente enferma”, hoy diríamos que está en estado de coma, o en agonía, ese podría ser el diagnóstico que le podríamos poner a esta situación. Y mientras tanto la gente que lo aprieta a Jesús por todos lados a tal punto que Jesús escucha el pedido de este papá, pero junto con este pedido seguramente habría otros más, claro, y aparece uno más, sí, entre tanta gente que lo aprieta a Jesús, lo empuja, le pide, le habla, le dice, El es capaz de distinguir una mano entre tantos que lo tocan, una mano llena de fe, esa es la diferencia, eso es lo distinto, y en medio de la premura por atender el pedido de Jairo, Jesús se detiene. ¿Debería haberse detenido Jesús?, ¿no tendría que haber seguido? No estoy cuestionando a Jesús, uno va poniendo imaginación y reflexión al texto bíblico, en medio de la premura por atender al pedido de Jairo Jesús se detiene porque siente que alguien lo tocó de una forma diferente, más aún, siente que un poder salió de El. “¿Quién tocó mi manto?”  Sus discípulos le dijeron casi con ironía “ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas ¿quién te ha tocado? Y permítanme, yo agregaría, “pero Señor, ¿quién no te ha tocado?” Pero el seguía mirando a su alrededor para ver quién había sido, entonces la mujer, asustada, temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, con gran sinceridad fue y se arrojó a sus pies y le confesó toda la verdad. Vuelvo a insistir, para Jesús la vida no es una carrera, cada persona, cada situación es única en su agenda. Alguna vez observaste a los niños jugando o escuchaste las gotas de lluvia al tocar el suelo, o la brisa suave de la tarde, alguna vez contemplaste un atardecer, un amanecer, un día de tormenta. A mí me gustan las tormentas, no porque disfrute de una tormenta sino como fenómeno de la naturaleza. Debemos detenernos pero no solo en las cosas, en la naturaleza, es medianamente fácil emocionarse en todo caso ante un paisaje muy lindo, el tema es detenernos ante un paisaje humano, incluso aquél que de pronto no es agradable a la vida, al corazón o a los sentimientos, Debemos detenernos, contemplar cada situación, darle valor. Por favor no pasar de largo, no es algo más entre tantas cosas. Alguna vez le has dicho a tu hijo: “Lo vamos a hacer mañana” y en tu apuro no viste la tristeza en su mirada porque ya intuye que ese mañana será pasado, traspasado. Andamos tan apurados por la vida. Jesús se detiene a pesar de que tenía muchas cosas, y muy importantes, y muy serias que hacer. Jesús se detiene. Alguna vez perdiste el contacto dejando una buena amistad morir porque nunca tuviste tiempo para llamar a tu amigo y decirle “hola” o mandarle un mensaje. Cuando corres muy de prisa para llegar a un lugar te pierdes todo lo divertido del camino y lo hermoso y lo desafiante del camino. La vida no está solamente en llegar, está en saber recorrer palmo a palmo cada kilómetro donde aparecen los rostros humanos del camino de la vida. Cuando te preocupas y te apuras durante el día y vas corriendo, es como que vas dejando regalos sin abrir que finalmente los tiras a la basura. Jesús se detiene. La vida no es una carrera. Saber detenernos como Jesús y darle el valor a las personas por lo que son y no por lo que  tienen, por lo útil que pueden sernos en nuestra vida o nuestros proyectos, o por lo que nos puedan dar, pero todavía. Detenernos por lo que son. ¿Quién tocó mi manto? Dice Jesús y me llevó el milagro de una sanación. ¿Cuáles son las situaciones en tu vida en la que tienes que detenerte? ¿Por dónde estás pasando muy apurado? Para un poco, te propongo este tiempo de vacaciones o este tiempo en donde estamos retomando tareas, tal vez sea el tiempo para cambiar un poco algunas cosas, para detenernos, para darnos cuenta quién nos necesita. Muchas cosas se requieren pero una sola persona más importante, infinitamente más importante que todas las cosas juntas que tengas que hacer, dije cosas, dije personas, y no puedo dejar de decir Dios mismo, Dios quiere que nos detengamos y estemos con El porque El mismo se detiene para estar con nosotros. Vamos mirando nuestra vida y tomando conciencia de quienes nos quieren tocar porque tienen necesidad de nuestro tiempo, de que les prestemos atención. ¿Dónde tenemos que detenernos y simplemente decir con nuestra vida “aquí estoy”? ¿cuáles son esas situaciones? Esas situaciones tienen nombre, tienen rostros concretos, están en tu vida, están en nuestra vida. Tomemos conciencia de que tenemos que detenernos y ver quienes nos necesitan. ¿Quién me tocó? Dice Jesús. A ver ¿quién te está necesitando? Por eso vale la pena detenernos. Las cosas son cosas pero las personas tienen un valor único dado por la dignidad misma de ser criaturas de Dios. Eso requerimos para cada uno de nosotros y eso requieren los demás de nosotros mismos. Nosotros lo requerimos de Dios y de los demás, pero los demás a su vez lo requieren de nosotros. Como Jesús nos retenemos a pesar del montón de cosas que hay por hacer o situaciones por atender, nos detenemos porque en cada etapa del camino está donde tenemos que aceptar este desafío de la vida de detenernos. Detenernos significa también saber hacer silencio, saber escuchar la vida. Muchas veces hay gritos de la vida a nuestro alrededor y a veces nos volvemos sordos, nos vamos apabullando de tantas cosas y lo importante es esto que nos enseña Jesús, entre tantas voces aprender a escuchar la voz que nos necesita. A veces hay muchos ruidos a nuestro alrededor y no sólo los de afuera, también los de adentro, del corazón, hay muchas cosas que nos hacen ruido. Pero, ¿cuáles son las situaciones que de verdad necesitan que les prestemos atención?
   
Volver a empezar
 
Volvamos ahora la mirada sobre Jesús y este hombre, este papá, jefe de la sinagoga. Dice el texto bíblico que Jesús fue con el. Después de atender a la mujer, este milagro de la curación de la mujer que con solo tocar el manto de Jesús, Jesús que se da cuenta, le dice “tu fe te ha salvado”, bueno, después de tener este paréntesis de la vida de Jesús, en donde el se detiene, eso es lo que destacábamos, en medio de tanta gente que lo apretaba y que el distingue esta necesidad y esta fe particular, especial de esta mujer, y no es que los demás no hayan tenido fe, Jesús descubre esta fe muy especial, Jesús continúa. Y lo sigue una gran multitud, de nuevo otra vez la multitud que lo apretaba por todos lados. Así es, continúa para acompañarlo hasta la casa del jefe de la sinagoga a pesar de que le dicen que ya ha muerto su hija, entonces Jesús ve una mirada de poca fe ya en quienes lo rodean, salvo en los tres apóstoles y el mismo Jairo, y por eso, los toma aparte y continúa.
Pero yo quisiera que volvamos a la situación de esta mujer y que rescatemos esta aclaración que hace el evangelista. Esta mujer padecía hemorragia desde hacía doce años, no doce meses o semanas. Doce años hacía que padecía esta enfermedad y se encarga el evangelista de aclarar que había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultados. Y quién de nosotros no sabe que hay enfermedades que todavía la ciencia, y más en el tiempo de Jesús, que prácticamente era una medicina natural y no estaba desarrollada como tal, que la ciencia, la medicina aún hoy hay muchas enfermedades que no puede curar, no porque los médicos no sepan hacerlo sino porque todavía necesitamos investigar y van apareciendo cosas nuevas, medicinas nuevas, etc. etc. Bueno, es la experiencia de esta mujer, numerosos médicos, sin resultados, más aún, al contrario, cada vez estaba peor, su enfermedad iba creciendo, iba empeorando su calidad de vida, se iba agravando, pero como ella había oído hablar de Jesús se le acercó por detrás entre la multitud, tocó su manto, porque pensaba “con sólo tocar su manto quedaré curada”.
Así como en la primera parte prestamos atención a Jesús que se detiene, yo ahora quisiera que prestemos atención en la mujer que se acerca a Jesús, eso es lo que estamos intentando hacer, descubrir su situación de vida, de dónde venía, del cansancio y de la decepción de no poder encontrar a alguien que la curara definitivamente y de haber gastado prácticamente todo lo que tenía para tratar de encontrar la medicina para su enfermedad, sin embargo cada día estaba pero, pero una vez  más ella se repone, había oído hablar de  Jesús. Como que antes no lo había visto, y entre tanta gente se le acerca a Jesús, pero cómo se acerca,  “con sólo tocar su manto quedaré curada”. La mujer se acerca a Jesús por detrás con la certeza que con sólo tocarlo, y así pasó, así ocurrió. El cansancio de la enfermedad, el peregrinar de un lado a otro buscando sanación no la desanimó, cada día volvía a empezar, allí donde veía una veta de esperanza ahí ponía su entusiasmo, por eso, bueno, hay una canción que dice Volver a empezar, pero yo quisiera decirlo así a modo de reflexión para la vida de cada uno de nosotros “volver a empezar” esto es lo que nos enseña esta mujer. Doce años hacía que padecía estas hemorragias. Cada día volvía a empezar, en medio de toda circunstancia, cada mañana, en cada momento, incluso aunque sintamos el cansancio, aunque un error nos lastime, aunque una traición nos hiera, volver a empezar, aunque se apague la ilusión, pareciera que es la última posibilidad, no, no es la última, o en todo caso cuando se acaben todas las posibilidades humanas todavía quedan todas las posibilidades de Dios. Me quedé pensando en esto, aunque una traición te hiera, aunque una ilusión se apague, aunque el dolor queme tus ojos, aunque ignoren tus esfuerzos, aunque grites y no te escuchen, aunque la ingratitud sea la paga, aunque la incomprensión corte tu risa, aunque todo parezca nada o que no sirve de nada, vuelve a empezar. Para mí este es uno de los mensajes hermosos, llenos de esperanza de esta mujer. No pretendía que Jesús la mirara, no pretendía que Jesús la tocara, no, nada de eso, sólo pretendía poder tocar el manto, la ropa de Jesús, y ni siquiera por delante o por el costado, de atrás, así, como pudo abrirse camino entre tanta multitud, y ella creía que con sólo tocar su manto quedaría curada. El cansancio no la venció. Eso le pido a Dios para cada hermano en nuestra patria, en nuestro país, en este primer día de febrero, que el cansancio no nos desanime, no nos venza, que la dureza del camino no nos destruya. Vuelve a empezar hermano, arriba y adelante.
Fue la perseverancia y la incondicional fe en Jesús lo que hace que la mujer pueda llegar hasta el y sin mediar ninguna palabra, con sólo tocarlo quedó curada. Lo que pensó, lo que creyó, así pasó, y el mismo Jesús lo reconoce, qué le dice Jesús: “Tu fe te ha salvado”. Cuando habla con Jesús la mujer ya estaba curada, ¿se dan cuenta? ¡Qué extraordinario que es esto! El mérito está en Jesús, claro, el Hijo de Dios, pero está en la mujer también y tal vez fue esto lo que Jesús, esta es la mirada profunda de Jesús, descubre una actitud ante la vida, una de entre cientos, una persona entre cientos de personas que lo rodeaban a Jesús, y esta mujer. Vamos poniendo fe en todo lo que hacemos, aunque tengamos que reiniciarlo una y otra vez, no nos desanimemos en el camino de la vida porque Jesús está a nuestro lado y de nuestro lado, El no está de lado de la enfermedad, del dolor, de las dificultades, Jesús está al lado del que lo necesita y del que se le acerca con fe. A veces parece que no nos ve, que no nos encuentra entre tantos, pero sólo Jesús, sólo Dios tiene esa capacidad de darle a cada persona, a cada uno de nosotros el valor que tenemos, no por las cosas que tenemos sino por lo que somos para él, somos sus hijos. Quedémonos pensando un poquito en esto.

Una cuestión de actitud

Quería compartir esta historia de una mujer muy sabia, porque en la vida muchas cosas son cuestiones de actitud. Una mujer muy sabia se despertó una mañana, se miró al espejo y notó que tenía solamente tres cabellos en su cabeza, esto sí que es delicado para una mujer, pensó, creo que hoy me voy a hacer una trenza, así lo hizo y pasó un día maravilloso. Al día siguiente la mujer se despertó, se miró al espejo y vio que tenía solamente dos cabellos en su cabeza, y pensó, creo que hoy me voy a peinar raya al medio, así lo hizo y pasó un día grandioso. Al tercer día, cuando se despertó se miró al espejo y notó que solamente le quedaba un cabello en su cabeza, bueno dijo la mujer, ahora me voy a hacer una cola de caballo y así lo hizo y pasó un día muy divertido.  A la mañana siguiente, cuando despertó, corrió al espejo y enseguida notó que no le quedaba un solo cabello en la cabeza. ¡Qué bien! Dijo la mujer, hoy no me voy a tener que peinar. La actitud ante la vida es todo. La actitud es lo que cambia. No es uno, dos o tres, o ningún pelo en la cabeza, la actitud que nos enseña esta mujer, es alegrarse cada mañana, darle gracias a Dios por el nuevo día y aceptar el desafío de vivirlo en esas condiciones e incluso hasta aprender a reírnos de nosotros mismos, saber aceptarnos, eso no es no tomar en serio la vida sino saber relativizar a esas cosas que son relativas y darle seriedad a aquellas cosas serias, pero aprender a reírnos también de nosotros mismos, ser bondadosos y amables también con nosotros mismos y con los demás. Sonreír, porque cada persona que encontramos tiene sus problemas y tu sonrisa lo puede ayudar. La vida no es esperar a que pase la tormenta, la vida es muchas veces es aprender a bailar debajo de la lluvia. Permítanme decirlo así.

Levántense, en Jesús vamos a la vida

Volviendo al texto bíblico, nos encontramos con un Jesús que sigue el camino porque hay alguien que lo necesita de urgencia y es la hija de Jairo. Jesús llega tarde. Para la mirada de los hombres de la ciencia, de la medicina, de su papá, de su mamá, de la gente, Jesús llega tarde. ¿Por qué llega tarde? Porque la niña se murió, efectivamente se murió. Jesús tenía sus razones. Más que razones Jesús tenía en realidad esto que nosotros intentamos reflexionar en un primer momento, tenía una actitud frente a la vida. El sabía que lo último que podía hacer por esta niña no era curarla, el sabía que había algo más que podía hacer. Los demás no lo sabían, como nos pasa muy frecuentemente a nosotros. Muchas veces le pedimos a Dios algo y decimos que Dios no nos escucha y nos parece que Dios está distraído y a lo mejor hasta nos parece que Dios está mirando para otro lado. ¡Cuántas veces hemos escuchado esta expresión: “a mí Dios no me escucha”! ¿Será que Dios no nos escucha? ¿O será que los tiempos de Dios no coinciden con nuestros tiempos? ¿No será que la mirada frente a mi necesidad es distinta a la mirada que Dios tiene y Dios sabe que lo que le estoy pidiendo en algún momento va a responder pero que la respuesta supera ampliamente a mis expectativas? Es lo que le pasó al papá de esta niña, incluso frente a esta situación, yo diría de una niña muerta, yo quisiera contextualizar el evangelio también, diríamos así, epocalmente, en tiempos de Jesús. Ustedes se acuerdan el milagro de la multiplicación de los panes, sí, seguro, cuando Jesús dio de comer a una multitud a partir de unos pocos panes que tenían por allí, lo que quiero rescatar de ese acontecimiento es cuando el evangelista dice que había más o menos tres mil personas, o cinco mil, y se encarga de aclarar que eso es sin contar a los niños y a las mujeres y ¿por qué no contaron a los niños y a las mujeres?, ¿por qué no los contaron? ¿por qué contaron sólo a los hombres? Bueno, porque ese era el contexto cultural de la época, contexto que en muchas circunstancias no hemos superado todavía. Los niños en realidad es como que no valían la pena ser contados, no tenían importancia en la vida social, a pesar de que eran el futuro de la humanidad, pero en aquél momento… Y por eso yo decía de contextualizar el texto del evangelio, ocuparse de resucitar a una niña, en el contexto cultural de Jesús, epocal, era como ocuparse de algo menor, por no decir casi perder el tiempo. Los niños no eran tan importantes como lo son para nosotros ahora, pero para Jesús sí y acá está la novedad. Jesús se detiene ante una mujer, que no eran contadas, Jesús se detiene ante una niña, que no eran contados, y lo que a nuestras miradas puede tener poco valor, para Jesús tiene el valor de la dignidad de los hijos de Dios, es una niña, es alguien a quién Dios puso en la existencia por su amor. Fíjense cómo Jesús es capaz de poner una mirada distinta a la que tiene la sociedad, la cultura, el tiempo, el contexto, el parecer de todo, incluso de la mayoría. Entonces, lo que a primera instancia parecería que  Jesús no le presta atención, sin embargo Jesús tiene reservado un gesto único que nunca nadie había hecho. ¿Donde está la niña muerta? Y entra al lugar con la madre y el padre y le dice Talita Kum, Niña yo te lo ordeno, levántate. Y efectivamente resucita a la niña por el poder de Jesús y para que no queden duda les dice: Denle de comer. Nos hace acordar aquellas apariciones de Jesús, después de su crucifixión y muerte, resucitado, Jesús se pone a comer para que quede claro que no es un fantasma, no es un aparecido cualquiera, no es una ilusión óptica, esto de denles de comer significa que ha vuelto a la vida cotidiana, a la de todos los días, se había muerto, sí, pero ahora vive. Una niña. Hay muchas personas que se sienten poco para Dios. Muchos piensan que Dios está muy ocupado, que hay otras personas más importantes que ellas. Todos somos importantes para Dios, no somos un montón, somos únicos, somos cada uno de nosotros el hijo predilecto de Dios, y lo que nosotros no podemos hacer con nuestras manos Dios sí lo hace con su corazón con cada uno de nosotros. Experimentar esta mirada considerada, valorativa, redentora, salvífica de Jesús para con nuestras vidas, darnos cuenta que aquello que para la sociedad, para muchas personas, incluso tal vez para los que están cerca nuestro, no tiene importancia, para Dios sí somos muy importantes. Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a vivir así, que pongamos esta mirada que el puso sobre esta niña. Y hoy Jesús nos dice Talita kum, traducilo, quiere decir: Levántate. Y si en todo caso tal vez haga falta no decir niña sino hombre, mamá, papá, levántate, vamos a la vida, adelante.

Oración final
Señor Dios, dueño del tiempo y de la eternidad,
Tuyo es el hoy, el mañana, el pasado y el futuro.
Al iniciar un día más quiero darte gracias por todo aquello que recibo de ti.
Gracias por todo, por la vida, por el amor, por el aire, por el sol.
Gracias por la alegría, por el dolor, por lo que será posible.
Gracias por lo que no será posible también.
Te ofrezco Señor todo lo que haré en este día, el trabajo que pueda realizar, las cosas que pasarán por mis manos y lo que con ellas pueda construir.
Te presento Señor a mi familia, mis hijos, las amistades de siempre, las nuevas, el amor de mi vida.
Te presento Señor a los que están cerca de mí, los que pueda ayudar, aquellos con quienes compartirá la vida, el trabajo, el dolor, la alegría, las vacaciones.
Pero también Señor hoy te quiero pedir perdón porque a veces pierdo tiempo, gasto mal el dinero.
Perdón por una palabra dura o inútil, por el amor muchas veces despreciado por mí mismo.
Perdón por la palabra vacía, por el trabajo mal hecho.
Perdón por vivir sin entusiasmo.
Que los próximos días Señor, hoy, mañana, pasado, sean siempre bendecidos.
Por eso detengo mi vida Jesús, delante del calendario de este mes de febrero que iniciamos y te presento todos los días que viví y los que viviré, que únicamente vos sabes como llegaré a vivirlos.
Y hoy Señor, te pido para mí y para mis parientes y amigos, la paz y la alegría, la fortaleza y la prudencia, la lucidez y la sabiduría.
Te pido por la humanidad, por cada hombre, por cada persona, cada ser humano.
Señor, yo, desde aquí, humildemente, quiero vivir cada día con optimismo, esperanza y bondad volviendo a empezar.
Quiero tocar los flecos de tu manto para vivir, llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y de paz.
Abre Señor mis oídos y corazón a todo lo que es bueno, que mi espíritu sea repleto únicamente de tu gracia, de bendiciones, para que las derrame por donde quiera que pase.
Amen.
Padre Oscar Rigoni