La alegría es vida para el cristiano

miércoles, 6 de junio de 2007
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Alégrense siempre en el Señor, vuelvo a insistir, alégrense.  Que la bondad de ustedes sea conocida por todos.  El Señor está cerca.

Filipenses 4, 4 – 5

Cuando Pablo nos dice “alégrense en el Señor” es porque Dios es eso, Dios es alegría.

¿Qué es la alegría?:  la alegría es la plenitud, la plenitud de la vida que se expresa desde dentro hacia fuera con una sonrisa, con una rica carcajada que nos cala el alma, que nos hace exultar en el gozo.

Él es alegría, Dios mismo es alegría, y esa alegría infinita se prolonga en medio nuestro cuando puede derramar su vida en medio de nosotros.  La alegría es signo de vida.

Cuando uno ve a un niño alegre dice:  “este chico está lleno de vida”, aunque sea travieso y revoltoso.  Que diferencia hay entre esto de estar así y cuando están caiditos, deprimidos, tristes.  Cuando les pasa algo y nos cuentan.

La alegría es símbolo de vida y la vida se expresa claramente en la alegría.  Dios es vida, por eso es alegría.

La vida de Dios se derrama y nos llena de felicidad, de gozo y de alegría. En el hombre y en la mujer feliz la alegría de Dios encuentra un punto aquí, en medio nuestro terreno y se manifiesta, se explaya, se hace historia una vez más como la tuya y como la mía.

A mi me encanta recordar las ocurrencias nuestras cuando éramos chicos y las travesuras que hacíamos, como dice por allí mi amigo Landriscina:  “las travesuras de los chicos no son pecados, son travesuras”, y vaya si hacíamos travesuras cuando éramos niños.

Me acuerdo cuando hacíamos fogatas para el día de San Pedro y San Pablo, y cuanto me llenaba de alegría esa fogata, en el frío invierno, en la esquina de casa encendimos una fogata con mi amigo Marcelo y llegamos hasta los cables, tuvieron que ir nuestras madres a tirar baldazos de agua para que no se quemen los cables.

Uno recuerda esas cosas hechas con inocencia y realmente te llenan el alma de alegría.  También recuerdo unos amigos míos de la secundaria, tenían una tremenda capacidad para hacernos reír, siempre nos acordamos de las mismas historias, de las bobadas que hacíamos y de como en medio de toda esa inocencia y picardía nos divertíamos.

La alegría… que bien que nos hace reírnos, que saludable es poder expresarnos alegremente.

“Tu Dios está en medio de ti”, dice la Palabra en Sofonías 3, 17 – 18, “es un poderoso salvador, Él exulta de gozo por ti, te renueva por su amor y baila por ti con gritos de alegría como en una fiesta”.

Esta mañana recordaba en la misa con las hermanas franciscanas aquella historia que cuenta una consagrada, de como ella se animó a dar un paso en el camino de la consagración.

Dice que cuando recién se acercaba al camino de la conversión, vio a una persona consagrada tan feliz, tan alegre que dijo:  “yo quiero esa cara”.

La mejor forma de anunciar el Evangelio de Jesucristo es cambiando la cara.

Cuenta mi amigo Francisco, que tiene un humor increíble, es de las personas que me hace reír desde temprano cuando nos levantamos, los que conocen al Padre Francisco saben que es así, tiene una chispa y un humor muy particular.  Cuenta que una vez iba en el auto y un chiquito que limpiaba los vidrios aquí en Córdoba le pidió una moneda, y él le dijo que no, pero de una forma no muy buena, porque estaba preocupado, un no muy seco.  Y pasado el tiempo, siempre se ríe porque el chico le pidió que bajara el vidrio y le dijo:  “lo único que te pido gordito, es que cambiés la cara”, y largó la carcajada.

Esto le hace falta a la tarea de evangelización, que le cambiemos la cara y lo hagamos con el recuerdo de las cosas que verdaderamente nos han hecho felices, para que se instale entre nosotros la felicidad y la alegría, para que podamos dar testimonio de que la vida es vida después de la vida que no acaba nunca, y eso es la alegría de Dios.

Cuando los problemas de salud que tenemos están vinculados a lo psicológico, es porque a veces lo que se deprime en nuestro sistema global, permite que entre lo negativo en nosotros, que entren los virus que andan dando vueltas por ahí. Por eso cuando estás enfermo y alguien te dice un chiste y te alegrás, eso termina siendo el mejor remedio.

La alegría se hace tal cuando encuentra un ámbito, un clima.

El clima familiar siempre es un clima de ese contexto que nos llena de gozo.

La alegría siempre necesita de un contexto, de un ámbito donde ser contenido, tal vez sea como decía el surubí filósofo, lo agarró la creciente en el Paraná y no estaba atento para resguardarse en el lugar donde no lo arrastraba, y la creciente lo arrastró y lo tiró en un lugar donde después, cuando bajó el agua quedó el charco, un charco lo suficientemente hondo como para que pudiera estar, pero solo por un tiempo, porque no era su hábitat, mientras tanto, el surubí filósofo escuchaba lo que hablaban los otros animales, y se quejaba la tortuga porque no podía correr, y se quejaba la liebre porque no podía volar.

Entonces el surubí pidió la palabra y dijo:  “miren, yo he leído mucho en la vida y he aprendido mucho, además, se latín.  Hay una palabra en latín que nosotros usamos como muy nuestra pero que tiene su origen en latín, se llama contenido, la raíz de la palabra sentirse contenido expresa felicidad, cuando uno está contenido, es feliz.  Yo ahora, dice el surubí, estoy contenido, pero en realidad este no es mi lugar, entonces estoy atento a cuando venga la creciente, para que me saque del charco y vuelva a mi lugar.  Ahí verdaderamente voy a ser contenido, en mi lugar voy a ser feliz”.  

Uno es feliz cuando está contento y contenido en su propio ser, ¿cuándo perdemos la alegría?: cuando perdemos contacto con lo que verdaderamente nos contiene.

Justamente como dice nuestro amigo, el filósofo surubí, la palabra estar contenido tiene una raíz común con felicidad, por eso decimos que una persona cuando está contenida es feliz.

Es interesante el cuento porque el surubí, en el charco puede estar contenido, pero solo por un tiempo, no es definitivamente su hábitat, su hábitat es la corriente y el río, como el tuyo y el mío, podemos tener momentos de felicidad donde estamos contenidos, pero son pasajeros, de cara a la corriente en donde Dios nos hace ser plenamente felices que es la eternidad.

En la eternidad para la que hemos sido hechos vamos a ser plenamente contenidos, en la eternidad vas a estar en el cielo, vas a estar mas contenido que nunca, vas a ser plenamente vos mismo, allá apuntamos, mientras tanto estamos como en el charco, tenemos felicidades como para sostenernos a la espera de la gran felicidad.

Alegrémonos en Dios. Cuantas puertas se abren y cuantas cosas se derrumban cuando con la alegría somos capaces de hablar de lo que verdaderamente hablamos:  de la Resurrección de Jesús.

Porque nuestra alegría no es cualquier alegría, es esa que nace de lo hondo, de lo profundo, es la alegría que nace del corazón, la que brota de las entrañas, es la que nos hace decir que la vida es vida y que la muerte no tiene lugar en medio de nosotros.

Un santo triste es un triste santo, se suele decir, no es un santo, los santos son alegres.  Imaginemos a Jesús con los niños, entre los pobres, multiplicando el pan, curando a un enfermo, dándole la vista a un ciego, haciendo caminar a un paralítico, ¿cómo te lo imaginás si no es sonriendo?, viendo como se anticipa la gracia de la resurrección, que vence toda muerte, todo dolor, todo pecado sobre los acontecimientos que hablan de Dios, de que la vida es para siempre, que no hay dolor, que no hay enfermedad, que no hay muerte que atente contra ella.

Vos me decís: pero yo tengo mucho dolor, estoy deprimido, no es de Dios esto, Dios es alegría.

“Alégrense en el Señor”, dice Pablo, “se los vuelvo a repetir, alégrense en el Señor”.

Te dejo algunos consejos o caminos que Descalzo remarca cuando habla de la felicidad: a lo que hay que estar atento, en lo que hay que trabajar para que no nos gane la cara pálida, es el gesto adusto, demasiado serio y circunspecto. Debemos valorar y reforzar, dice Descalzo, las fuerzas positivas que hay en lo más hondo de nuestro interior, descubrir y disfrutar de todo lo bueno que tenemos.

No hagamos como la tortuga o la liebre del cuento, la tortuga estaba triste porque no podía andar más rápido y la liebre porque no podía volar, en todo caso, disfrutemos con lo que tenemos y gocemos con lo que se nos da.

No esperemos a encontrarnos con un ciego para caer en la cuenta que es hermoso tener dos ojos, conocer a una persona que no escucha para descubrir la maravilla que es oír.

Saquémosle jugo al gozo de que nuestras manos, tus manos, se mueven sin que sea preciso que esté descubriendo las manos muertas de una persona que no las puede mover.

Aprendé a registrar la vida, simple y sencilla, la que tenés dentro tuyo y la que se expresa en vos, a asumir serenamente las partes negativas, que seguramente tenemos.  Cuantos complejos me traía cuando era adolescente la nariz grande, me la miraba de perfil, de frente, de todos los ángulos, hasta que me encontré con otros narigones en el curso, en la secundaria y nos pusimos “los nariches” y aprendimos a reírnos de nuestra nariz.

Tenemos que vivir abiertos hacia el otro, pensá que es preferible que nos engañen cuatro o cinco veces en la vida, a pasarnos la vida mirando a los otros como quien mira siempre de reojo, con cara de sospecha, el que mira con cara de sospecha no puede mirar la vida de frente, la mira siempre de costado, y la vida de una persona feliz y alegre es para mirarla de frente, para tratar de comprender y aceptar a los otros como son, distintos de nosotros.

Es muy sano saber que los otros son a la medida de lo que pueden ir siendo, no a la medida que a mi me gustaría que fueran, y buscar en todos más lo que nos une que lo que nos separa, aún en las diferencias, buscar más aquello en lo que coincidimos que en aquello que nos distanciamos, saber siempre que no se trate de valores esenciales, no confundir los valores esenciales con nuestros egoísmos, con nuestra rigidez interior, esa donde se expresa nuestra inseguridad.

Solo así podremos afirmar lo que hay que afirmar, porque no tenemos la ductilidad que surge de un alma que está parada en la libertad, y que es libre para compartir también con los que no comparten sus mismos criterios de vida.

Es bueno para despertar la alegría, el gozo y la felicidad en nosotros, tener grandes ideales, yo puedo decir cuanta alegría, cuanto gozo me da interiormente el poder decir:  “vamos a estar en toda la Argentina”, ese es un gran ideal, y que lindo es cuando lo vamos compartiendo y otros dicen que bueno es que esta radio, con todo lo que comunica va estando en tantos lugares, estamos en cincuenta lugares y vamos a estar en ciento ocho lugares más, que alegría.

Evidentemente, cuando uno tiene un gran ideal, es como que el alma despliega lo que tiene escondido, lo lanza para adelante, se suelta de adentro.

Es importante tener un gran ideal, si lo perdiste recuperalo, porque hay momentos en la historia donde los ideales se te vienen abajo, te los hacen papilla, te los destruyen.

Despertá a esa alegría y a ese gozo que nace de un ideal, a este gozo y a esta alegría que se despiertan con un gran ideal, tenés que ir acompañándolos con espacios breves, donde los vas haciendo posible, caminar hacia los ideales, aunque sea como en el juego de la oca, con alguna vuelta para atrás, no es que uno se detiene, se reaprende.

Cuando uno avanza y descubre que en el avance volvió para atrás, recurre al mismo camino pero desde otro lugar, y eso es, bajo la experiencia, una mayor alegría y un mayor gozo del que sabe acercar la lenta madurez de todas las cosas a lenta madurez de los procesos.

Yo quisiera que las cosas fueran a otra velocidad, pero tengo un indicador que me mata, la planta de mi casa crece como puede crecer, según su ritmo, no la puedo apurar, y aún cuando yo quiera que vaya a otro lugar, crece a ese ritmo.

No podemos creer descaradamente que el bien que es como no darle lugar a la mala onda, y poner los ojos solo ahí donde hay belleza, gozo y alegría, debemos tener confianza en que a la larga, y a veces muy a la larga, termina siendo siempre el bien lo que se impone, por eso no hay que angustiarse, y en todo caso, si viene la angustia, la tristeza, la depresión, decite a vos mismo: “en algún momento la historia va a cambiar, porque tengo experiencia que la historia puede ser distinta”.

Si hay alguien que ha sido alegre entre los santos ha sido San Francisco de Asís, “que yo no busque tanto ser amado como amar”, decía el.  Tener el alma siempre joven, y por lo tanto siempre abierta a nuevas experiencias es el lugar donde el alma se expande en el amor, estar siempre dispuestos a revisar nuestras propias ideas, pero no cambiarlas fácilmente, ni decidir morirse mientras estamos vivos, ni ninguna piadosa reflexión.

Tampoco vale eso de “que me quiero ir al cielo para estar con Dios”, porque Dios está con vos, si sentís que está un poco lejos, decile que se acerque, porque está esperando que se lo pidas, Dios quiere estar con vos.

A veces es posible elegir un trabajo que nos guste, a veces no.  Por ahí se escucha a los deportistas decir:  “lo bueno es que uno, además de vivir bien, hace lo que le gusta”, pero por ahí se escucha: “cuántos hacen lo que no les gusta”.  Los que hacemos lo que tenemos que hacer, aun cuando no nos guste, podemos encontrar gusto en lo que hacemos, hay situaciones en la vida laboral que no nos gustan, hasta que le encontramos la vuelta a la historia y empieza a gustarnos lo que no nos gustaba, esta es la creatividad que trae mucha alegría.

Revisar siempre nuestra escala de valores, y cuidar que el dinero no vaya queriendo ganar el corazón, porque cuando gana el dinero nuestro corazón todo empieza como a comercializarse dentro nuestro y la alegría pasa a ser moneda de cambio y actuamos pero no vivimos alegres.

Descubrir que la amistad, la belleza, la naturaleza, los placeres que nacen de lo artístico y muchos otros valores son infinitamente más rentables que lo que el dinero puede darnos

Que lindo es escuchar a los padres decir, cuando tienen posibilidades económicas:  “estoy cansado de la alegría que produce el consumismo: comprame esto, comprame aquello”, inventan salidas, encuentros, juegos, recreando aquellas cosas que hemos tenido en la infancia de otro tiempo, la posibilidad de divertirnos y de gozar con cosas más simples que lo sofisticado que hoy ofrece la tecnología y el mundo del consumo.

Hay que reinventar la recreación con creatividad en el ámbito de la familia.