La alfarería

miércoles, 2 de mayo de 2012
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El trabajo de alfarería o cerámica se encuentra atestiguado en Oriente medio desde el período neolítico. El yacimiento más antiguo se encuentra en Anatolia, donde se han encontrado fragmentos datados en el 5.500 a.C. Es una cerámica pulida, color crema, con alguna ornamentación muy simple, trabajada a mano (aún no se conocía el torno) y está cocida al sol. Las piezas presentan paredes gruesas, fondo aplanado, formas redondas, asas recias abultadas por un mayor grueso de pasta, y de gran porosidad y fragilidad.

En Palestina, la aparición del torno y la rueda del alfarero y la incorporación del horno producen un gran cambio en el estilo de la cerámica (aproximadamente a partir del 3.000 a.C.). Al cocer al horno, se reduce el espesor de las paredes, y aparece además el pulido y la pintura, donde abundan los colores rojo y blanco. A partir del 1500 a.C, con la influencia egipcia, la arcilla está preparada, depurada y bien cocida, y comienzan a aparecer objetos piriformes (forma de pera). (Fuente: www.sion.org.ar/apuntes)

 

En América, el mayor desarrollo de la alfarería se dio en la región andina. La técnica utilizada era generalmente la espiral, y la pintura se realizaba con colores negro, rojo, crema, marfil y ocre. Los dibujos en las vasijas y jarros narran leyendas o escenas de la vida cotidiana. Se realizaban todo tipo de recipientes necesarios en la vida cotidiana: ollas, jarras, vasijas, cántaros y cuencos de diversos tamaños. Había ollas para hacer fermentar la chicha.

Se encuentran muchos objetos con una fuerte simbología femenina; el recipiente vacío y cóncavo simboliza un útero. Por otro lado, como el agua es también un símbolo de la mujer (que incluye desde el líquido amniótico hasta la costumbre de que fueran las mujeres quienes acarreaban el agua en los cántaros), las vasijas o recipientes para decantar y guardar el agua tienen también una simbología femenina.

En América la cerámica también tuvo un uso para el ritual de muertos. Encontramos urnas funerarias, en las cuales se ponía al difunto para sepultarlo.

Cuando Dios descansa (Armando Tejada Gómez, 1975)

Se trata de la gente,
de la gente que pasa.
Se trata de la gente
que tratan y maltratan.
Ese es todo el misterio
con el que Dios trabaja.
No la piedra. No el árbol.
Esa gente que pasa.

Sólo cuando hace un hombre
el viejo Dios descansa.
A veces duerme poco
y es porque se lo matan.
Dios tira de la sombra,
pero la sombra cava:
abajo, hacia el olvido
donde no pasa nada.

La gente no se ocupa
de las grandes palabras.
Ama a sus hijos, se ama,
canta, ríe, trabaja;
sostiene con sus manos
la lámpara del día
y cuando ve la muerte
derribando las puertas
resiste hasta la última
porción de esperanza.
 
Se trata de la gente,
de la gente que pasa.
Yo canto por la gente
desde atrás de una lágrimas.

Dios alfarero: Gén 2,7

“Entonces Yavé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente”.

Polvo del suelo, en hebreo, se dice ´adamah, y la palabra “hombre” ( o mejor, “ser humano”), es ´adam. De modo que el nombre Adán es un nombre colectivo para designar al ser humano “hecho del polvo del suelo”.

A partir del versículo 22, cuando Dios forma a la mujer, encontraremos las palabras ish, varón, e isháh, mujer, que tienen la misma raíz. Ambos, varón y mujer, son ´adam, es decir, “ser humano”, “hechos del polvo del suelo”.

Gén 2,4b ss

La tierra está “seca” pero empieza a brotar el agua en medio de ella. Habla de las aguas primordiales, se relaciona con las ideas babilonias de las aguas cósmicas del abismo – la palabra es la misma en hebreo y babilonio, ed/edu -.Esta agua de vida se mezclará con el polvo de la tierra y con el aliento de Dios para formar al ser humano. Dios colocará al primer ser humano en un jardín en Oriente, (usa la palabra babilonia edinu, que significa “llanura bien regada”). Alimentada por las mayores corrientes del mundo (situadas en el golfo Pérsico).

El jardín tiene muchos árboles pero se nombran dos, un “árbol de la vida” y un “árbol del conocimiento del bien y el mal” (2,9). Ambos árboles parecen desempeñar un papel casi idéntico (2,7 y 3,22), los dos son variantes de uno y el mismo árbol y juntos simbolizarían que la obediencia a los decretos divinos significa vida. La vida perdurable se conecta con la obediencia. Tras la desobediencia, el árbol de la vida se convertirá en inaccesible para los seres humanos.

El relato vincula íntimamente a Adán con la tierra (juego de palabras ´adam, “hombre” o “humanidad”, y ´adamah, tierra), en la que Adám encontrará la prosperidad si obedece.

 

“Todos caminan hacia una misma meta,

todos han salido del polvo,

y todos vuelven al polvo.” (Eclesiastés 3,20)

Un alfarero trabaja laboriosamente la tierra blanda
y modela diversas piezas, todas para nuestro uso,
unas van destinadas a usos nobles, otras al contrario,
pero todas las modela de igual manera y de la misma arcilla.


…pero desconoció al que lo modeló a él,
al que le inspiró un alma activa,
y le infundió un espíritu vivificante.
(Sabiduría 15,7-13)

 
Sal 104, 29

Somos vasijas de barro: Is 64,8 y 2 Cor 4,7

Las vasijas vacías de las vecinas, un espacio abierto al don y al compartir: 2 Re 4,1-8

El profeta había dicho "no te quedes corta". Entonces es la "vaciedad" de una vecina multiplicada, todo el barrio apartando vasijas, y dos niños yendo y viniendo, trayendo en las manos los instrumentos de su propia salvación. Ellos, los amenazados de esclavitud, de ir a trabajar para otro, de ser arrancados de la familia, del barrio, de la niñez… ellos están realizando la respuesta a la propia liberación.

El profeta había dicho "no te quedes corta".  Cuando la madre empieza a llenar, el aceite se vierte fluidamente, abundantemente. Se detiene sólo cuando no hay más vasijas por llenar. Porque la medida del aceite la dan las vasijas.

Y como siempre que Dios da respuesta, da de más. No sólo para pagar la deuda, también para seguir viviendo en familia.

Tiempos difíciles, los tiempos donde no hay autoridad a quien recurrir. Tiempos difíciles, si no hay ley que proteja a los niños de la esclavitud.

La comunidad de los creyentes se convierte en el espacio de relación más importante; allí está Dios presente con sus poderes y sus saberes, con sus "hombres de Dios", santos y santas que salen a dar respuesta con lo que hay en casa.

Desde la comunidad se juega la ley de Dios que es ley de liberación. Si algo seguro podemos afirmar de este Dios es que no quiere esclavos, menos aún, niños y niñas esclavos. Un Dios que para hacernos salir de la esclavitud sólo pide que alcancemos vasijas vacías. (Gloria Ladislao, Palabras y Pasos, Editorial Claretiana, Bs.As., 2004)