La amistad en Jesús

jueves, 19 de mayo de 2022

 

19/07/2022 – El amor de amistad que propone Jesús es inclusivo, está abierto a todos. En una sociedad plural, el valor de la amistad es el único de aglutinar a lo diverso en un proyecto común.

 

Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»

San Juan 15,9-11

 

Así como Jesús renovó y mejoró muchas cosas –comenzando por el vino de Caná, siguiendo por las relaciones sociales y terminando por un nuevo tipo de Alianza con Dios (adorando en espíritu y en verdad)-, también estableció un nuevo tipo de amistad.

Humanamente no es posible ser amigos de todos, en Jesús sí es posible. Y es una novedad inmensa y como para saltar de alegría, un tesoro escondido en el campo del cristianismo que no siempre ha sido explorado.

Para cultivar una amistad se requiere poder celebrarla, y la celebración requiere estar en los momentos importantes del otro y también extenderse a lo largo del tiempo en algunos ritos repetidos y que se vuelven una especie de “clásicos cotidianos”.

Poder ser Amigo de todos, al cultivar esta amistad especial que nos brinda el Señor se vuelve fecunda esa gracia que ya está presente en la amistad humana: podemos sentirnos “amigos de los amigos de nuestros amigos”. Una red de amistad.
Como dice Aristóteles, hay amistad en torno a distintos fines: en la utilidad, en el placer y en la virtud. Son amigos los que buscan el poder y la diversión y los que viven una misión común. Lo que tiene la amistad en torno a lo honesto, al Bien por sí mismo deseado y gozado, es que no corre el riesgo de decaer, como les pasa a las otras, las que se dan tan simpáticamente, y como una flor en el lodo, en torno al dinero o al placer.

¿Qué es la amistad social?
Como sucede con otros conceptos (v.g., la cultura del descarte), el Papa no ofrece una definición precisa de lo que significa amistad social. A lo largo de Fratelli Tutti se pueden encontrar varias pistas que nos permiten reconstruir su significado.

En primer lugar, el Papa se refiere a la amistad social –y a la fraternidad– como un ideario del futuro. (FT, 6) Si la cultura del descarte es el gran mal de nuestros tiempos, la solución es la cultura del encuentro, misma que es posible en la medida en que se construyan lazos de amistad entre todos los integrantes de la sociedad. En este sentido, la inclusión es el concepto clave que define a la amistad social, ya “que no excluye a nadie”. (FT, 94) Así, el Papa ve en la amistad social un signo del amor fraterno que debiera de imperar en las relaciones humanas en tanto todos somos verdaderos hermanos al compartir un mismo padre en Dios.[1]

Manos enlazadas como ejemplo de amistad social y fraternidad Manos enlazadas como ejemplo de amistad social y fraternidad

La amistad social un signo del amor fraterno que debiera de imperar en las relaciones humanas.
Si bien el Papa reconoce las limitaciones de las concepciones cristianas que fundamentan su mensaje, también señala el esfuerzo que ha hecho para señalar la dimensión universal del amor fraterno y hacerlo abierto al diálogo con otros creyentes y no creyentes. Esta dimensión queda patente desde el reconocimiento de la influencia del diálogo con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb sobre la redacción de la propia encíclica.

En segundo y tercer lugar, el reconocimiento y respeto a la intrínseca dignidad de la persona humana es la fuente de la amistad social –y del amor cristiano, en general. El Papa recupera a Santo Tomás para explicar que la experiencia de amor que Dios posibilita con su gracia se centra en considerar al otro como uno consigo mismo. (FT, 93) Esto mismo posibilita la gratuidad de nuestras acciones y el buscar lo mejor para la vida del otro. (FT, 94)

Reconocer la dignidad de la persona humana conduce a la búsqueda y el reconocimiento de la igualdad, pues “percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia” (FT, 106) elimina las categorías con las que solemos clasificar jerárquica y axiológicamente a las personas: ingresos, origen, etnia, género, escolaridad, ocupación, etc. Todas estas categorías pierden valor y significado para definir a un individuo, si se considera la intrínseca dignidad de la persona humana. Asimismo, permite integrarlo plenamente en los procesos de toma de decisiones de los que se suelen excluir precisamente por primar las consideraciones sociodemográficas, sobre el reconocimiento y respeto de la dignidad humana. (FT, 180)

El amor posibilita ver al otro no como un enemigo, un adversario, sino como un amigo, un hermano, uno mismo. Y aquí se refiere a la experiencia más cotidiana del amor, donde uno trata de hacer el bien a sus amigos. La cuestión está en trascender las limitaciones egoístas que suelen estar presentes en la cotidianidad y extender el alcance de nuestro amor a todo el género humano en tanto todas las personas son igualmente valiosas por su intrínseca dignidad. Así, la amistad social es el amor que extiende sus fronteras, un verdadero amor universal. (FT, 99)

El amor universal propuesto por el Papa, parte del amor en todos los niveles donde el desprecio y la exclusión no tienen lugar, y, en este mismo sentido, se respete la diversidad. La universalidad no conlleva la imposición de un solo modelo monocromático, sino de un espacio donde, desde la diversidad, todos tenemos algo que aportar. De lo contrario, “ese falso sueño universalista termina quitando al mundo su variado colorido, su belleza y en definitiva su humanidad.” (FT, 100)

Diversidad de género, etnia, nivel social, ideologíaDiversidad de género, etnia, nivel social, ideología
La amistad social es el amor que extiende sus fronteras, un verdadero amor universal.

En cuarto lugar, el nivel básico, por así decirlo, de la amistad social se encuentra en la propia comunidad, en la localidad más específica y acotada. El amor universal no puede existir si se desprecia el propio pueblo, si se desprecian y se infravaloran personas de la propia sociedad. (FT, 99)

Prácticamente, se podría parafrasear a San Juan de la siguiente manera “quién dice amo a la humanidad, pero desprecio a mi hermano, miente y la verdad no está en él.” (Cfr. 1 Jn 4, 20) Con esta paráfrasis no pretendo sugerir un antropocentrismo por parte del Papa, sino señalar que todo amor universal será estéril sino se ama lo más concreto e inmediato. Lo universal no puede borrar lo local, tanto por el argumento anterior del respeto a la diversidad, como porque lo local “tiene algo que lo global no posee: ser levadura, enriquecer, poner en marcha mecanismos de subsidiaridad.” (FT, 142)

En este punto, el papa Francisco parece distinguir la fraternidad de la amistad social por el alcance, de modo que la primera es universal y la segunda es local. No obstante, considerando lo que el pontífice señaló parágrafos atrás, parece que, en realidad, el mismo concepto de amistad social lleva la tensión entre lo universal y lo local. Así, parafraseando al obispo de Roma, podemos señalar que la universalidad y la localidad acompañan a la amistad social como “dos polos inseparables y coesenciales” y el “separarlos lleva a una deformación y a una polarización dañina.” (FT, 142)

Finalmente, en el capítulo sexto, el Papa presenta al diálogo como un camino para alcanzar la amistad social. El diálogo es la herramienta fundamental porque permite escuchar al otro y construir en común. (FT, 199-205) Además, el diálogo es imprescindible en una sociedad pluralista, en una sociedad diversa donde todos y cada uno tienen algo que aportar y aunque siempre está presente el riesgo del relativismo, (FT, 211) el temor a éste no debe cerrarnos al diálogo. El diálogo permite la cultura del encuentro, en tanto que ésta es “es un estilo de vida tendiente a conformar ese poliedro que tiene muchas facetas, muchísimos lados, pero todos formando una unidad cargada de matices.” (FT, 215) Y la cultura del encuentro permite la construcción de una paz más sólida y duradera en tanto es fruto de la integración de los diferentes en la búsqueda por el bien común. (FT, 217)

Así, podemos decir que la amistad social es reconocer a toda persona como tal y amarla de modo que me permita escuchar, participar e integrar a todos en la construcción de una sociedad más justa y solidaria, partiendo desde las estructuras más locales hacia las más universales.

[1] Francisco, Mensaje para la celebración de la XLVII Jornada Mundial de la Paz “La Fraternidad, fundamento y camino para la paz” Roma, Libería Editrice Vaticana, 2014. Disponible en https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/peace/documents/papa-francesco_20131208_messaggio-xlvii-giornata-mondiale-pace-2014.html