La ansiedad, el estrés y sus consecuencias

lunes, 19 de julio de 2021
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19/07/2021 – En “Familia, caminos de esperanza”, los psicólogos Carla Gerbino y Gastón del Río hablaron de la ansiedad y el estrés. “A lo largo de nuestra vida vamos viviendo cambios y crisis, naturales, y otras como venimos viendo no tanto, producto de inmadurez, errores, accidentes, o de las situaciones límites, como esta pandemia. De nuestros saberes, decisiones y aprendizajes, en gran parte, dependerá el éxito adaptativo o el fracaso, la salud, la enfermedad, y la calidad de vida. En las crisis se suele producir una ruptura entre un modelo que termina y otro que no está desarrollado aún. Se quiebra lo viejo y surge un vacío que puede aparecer como incierto, desconocido, pudiendo producir miedo, inseguridad, caos  y hasta desesperación. Esto puede llevarnos a estados de angustia y a la pérdida del equilibrio que conocíamos. Hay un riesgo de ruptura existencial, que viene a avisarnos que algo anda mal. Esta pandemia trajo un antes y un después en la forma de movernos, de trabajar, de estudiar, de vincularnos, de vivir”, especificó la especialista.  “Ante el caos y la desesperación, es importante detenernos, recalcular y no abatatarnos. Las familias necesitamos tener herramientas para ser sostén y luz para nuestros hijos. Es importante aprender a diferenciar entre preocupación y ocupación. Esto implica un trabajo de conocimiento de la verdad, de la situación, del otro, y más especialmente, de autoconocimiento: Tenemos que ver los recursos, talentos, fortalezas que tenemos y los puntos débiles para saber cómo, cuándo y a quién pedir ayuda”, añadió la licenciada en psicología.

El doctor Del Río presentó que “muchas veces se usan como sinónimos la ansiedad y estrés. Lo que tienen en común es que ambos producen una reacción fisiológica. Pero se diferencian en que la ansiedad es una reacción emocional de alerta ante una amenaza, precisamente  y es interesante destacarlo, de aquello que encontramos valioso. Mientras que el estrés es un proceso más amplio que impacta en la adaptación al medio. Tanto el estrés como la ansiedad implican una cuestión subjetiva, porque tienen que ver con cómo la persona lo vive. La ansiedad es señal de algo valioso, aunque puede estar distorsionada o que estemos confundidos. Viktor Frankl hablaba que todos somos buscadores de sentido, y eso implica una tensión natural, saludable y esperable, de que buscamos encontrar algo valioso para nosotros que le dé sentido a nuestra vida. La ansiedad puede estar indicando que algo nos importa. El problema es cuando no tenemos claro qué es y se distorsiona el modo de buscar”.

Por otro lado, el especialista indicó que “la ansiedad y su manejo dependen básicamente de tres aspectos. En primer lugar en como la persona se reconoce a sí misma, en sus fortalezas y debilidades. En segundo lugar, que es lo que encuentra de valioso. Y en tercer lugar, cómo es su mundo, sus relaciones, el contexto que la rodea, las posibilidades que se presentan. En relación entre estos tres aspectos surge aquello que nos genera ansiedad y cómo manejarlo. Tener un desconocimiento de uno mismo o del mundo que nos rodea, puede llevar a vivir la ansiedad de un modo perjudicial, que sea una ansiedad vacía, sin sentido, que puede llevar a que se generen trastornos de ansiedad si se van manteniendo en el tiempo. A veces lo que genera ansiedad es el modo de vivir los vínculos”.

“Por eso el valor de que la familia sea un ámbito de pertenencia estable, donde seamos aceptados por los otros. La aceptación nos genera la sensación de calma, y eso disminuye la ansiedad. Si nos sentimos rechazados, nos genera dolor, o surge la indiferencia y el rechazo, puede llevar muchas veces a la ansiedad y el estrés. El buen estrés, el eustres, nos pone en marcha para resolver situaciones, adecuadamente. En cambio, el distres es el malo, el que no puede ver el peligro claramente ni resolverlo favorablemente, se mantiene en el tiempo, perdura con un monto elevado de intensidad. Es peligroso y nocivo para la salud integral, bio-psico-cognitiva-vincular y espiritual. Si los niveles de cortisol permanecen elevados puede perjudicar el sistema inmunológico y se facilita el contraer enfermedades. Es importante hacerse los chequeos clínicos necesarios y pedir ayuda profesional. Es importante detectarlo a tiempo”, puntualizó Gerbino.

“Algunos de los síntomas más fáciles de reconocer : cansancio constante, insomnio o dificultad para dormir , náuseas, malestar gástricos e intestinales,  mareos, dolores en el pecho, opresión o sensación de que se cierra el pecho. También se siente angustia.  También puede causar dificultad en la interacción social, mal humor, irritabilidad, vacío, cambio en los vínculos, ya no se puede disfrutar de ciertos momentos que antes se disfrutaban; y otros problemas cognitivos como: la falta de concentración, la atención, la pérdida de memoria. Es recomendable que cuando estos síntomas persisten más de un mes, se vaya a consultar a un médico o a un psicólogo”, dijo Carla. Complementando esto Gastón explicó que “hay ciertos síntomas generales en los trastornos de ansiedad como que las preocupaciones excesivas se hacen difíciles de controlar, ocupando diferentes áreas de la vida de la persona, y afectando su vida en general”.

Los tips importantes son frenar, detenerse, pedir ayuda y recalcular. “Aprender a poner límites es muy necesario y encontrar un equilibrio entre la actividad, las obligaciones y el ocio, la contemplación, la diversión. Necesitamos encontrar vínculos y sanadores, reordenar valores, prioridades, que den sentido a la vida. Luego de una pérdida importante, de salud, de algún ser querido, de una situación económica, de algo valioso, es necesario hacer el duelo oportuno y después de ese tiempo adecuado animarse a salir del encierro y la parálisis. Ayuda mucho el animarse a hacer algo nuevo. ¿Cuánto hace que no haces algo nuevo? Las rutinas rígidas y el encierro se pueden volver enfermantes.  La virtud de la confianza hay que pedirla y acrecentarla, que no es lo mismo que la ilusión que te lleve si o si a la desilusión. La confianza crece en el conocimiento de la verdad que tiene que ver con lo que decíamos en el primer bloque, conocer la realidad, los recursos, las fortalezas para afrontar determinada situación, con quienes cuento, con qué cuento”, describió Gerbino.

Es necesario encontrar un equilibrio entre el ser y el hacer, aprender a valorar y revalorizar. Poder ver, contemplar, agradecer, parar, detenerse, saborear, reflexionar, meditar, re-calcular. Importante es poder detectar cuando el estrés dura mucho tiempo, o es exagerado, ya que puede llegar a ser crónico y dañino.  Prevenir el círculo vicioso: es importante hablar y confrontar estos cuadros para poder detenerlos a tiempo y que no se hagan crónicos. Se necesita psicoeducación y tratamiento integral, que va de uno a dos años. Muchos pacientes abandonan antes, en cuanto se empiezan a sentir un poco más aliviados, o no mantienen después las pautas para mejorar la calidad de vida, por lo cual vuelven al cuadro inicial o lo empeoran. Aprender a decir no o “hasta acá puedo”, aprender a decidir lo bueno, a diferenciar lo urgente, lo importante y lo necesario.  Es recomendable escribir, hacer deporte,  sacar afuera la situación, sino es como una olla a presión tapada y a fuego máximo, tarde o temprano explota. Hablarlo con alguien idóneo, y recalcular. Detenernos para  aprender a escuchar nuestro corazón, a los otros y a Dios”, sostuvo Carla.

Para cerrar el tema, los psicólogos dejaron algunas herramientas fundamentales para el tratamiento que debe ser  holístico e integral: “Equilibrar las tareas, obligaciones y el ocio. Paso a paso, no desesperarse. Cambiar la visión negativa de uno mismo, de los otros y del mundo, medicación para  el sueño, tener una alimentación sana y ordenada, usar técnicas de relajación, respiración y contemplación”.