La boda, imagen del amor entre Dios y su pueblo

miércoles, 7 de mayo de 2014

07/05/2014 –  El Dios revelado en las escrituras y en la tradición de la Iglesia no es un ser todopoderoso frío que desde su trono simplemente observa. Dios, desde la visión judeo cristiana, es el Dios del amor, un Dios amante, con predilección por su pueblo. Dios que es amor, invita al amor, y su vínculo con su pueblo aparece en varias ocasiones representada como un vínculo matrimonial. El cielo se nos presenta como un gran banquete de bodas, y en el evangelio de Juan, el primer signo con el que Jesús se revela es la celebración de una boda en la que se sirve el vino del banquete mesiánico, abundante y de la mejor clase.

Para ir profundizando en las costumbres para la celebración de la boda en los tiempos bíblicos nos basaremos en la obra de H. Wight  "Usos y costumbres de las tierras bíblicas".

El novio va a traer a la novia

Algunas veces los parientes de la novia la llevan a la casa de novio donde va a estar su nuevo hogar. Pero más frecuentemente como fue el caso de las diez vírgenes en la parábola de Cristo, el novio mismo fue en persona a traerla a su hogar para que se efectuaran las festividades matrimoniales allí.

Antes de dejar la casa que antes fue su hogar, ella recibe las bendiciones de sus padres y parientes. Así los parientes de Rebeca la enviaron con una bendición típica oriental de matrimonio. "Nuestra hermana eres; seas en millares de millares, y tu generación posea la puerta de sus enemigos" (Gen. 24:60). La novia deja la casa de su padre adornada y perfumada y con una corona en su cabeza. La descripción que en la Escritura hace Ezequiel de la novia, es muy apropiada, "Y te atavié con ornamentos, puse ajorcas en tus brazos, y collar a tu cuello; y puse joyas sobre tus narices, y zarcillos en tus orejas, y diadema de hermosura en tu cabeza" (Ezeq. 16:11, 12).

La procesión matrimonial

El novio sale con la novia de la casa de su padres, y le sigue una gran procesión por todo el camino hasta su casa. Las calles de las ciudades asiáticas son oscuras, y es necesario que cualquiera que se aventura por ellas en la noche, lleve una lámpara o antorcha (cf. Sal. 119:105).

A los convidados que no fueron a la casa de la novia, se les permite unirse a la comitiva por el camino, y van con todo el grupo a la fiesta del matrimonio. Sin lámpara o antorcha no pueden unirse a la procesión, o entrar a la casa del novio.

Al ir de la casa de la novia a la del novio, ella dejaba su cabello suelto flotando, y su cara estaba cubierta con un velo. Algunos de sus propios parientes le precedían en la procesión, y regaban cereal tostado para los niños a lo largo del camino. Había demostraciones de alegría en todo el trayecto hasta su destino. Parte de la procesión eran hombres que tocaban tambores y otros instrumentos musicales, y danzaban por todo el trayecto. Uno de los castigos profetizados por Jeremías para los judíos, por causa de su pecado, era el quitarles las alegrías del matrimonio. "Y haré cesar de Judá, y de las calles de Jerusalén, voz de gozo y voz de alegría voz de esposo y voz de esposa" (Jer. 7:34).

El arribo a la casa del novio

El momento más importante de todas las festividades matrimoniales, es aquel en que la novia entra en su nuevo hogar. Y como el novio y la novia generalmente usan coronas, el salmista debe haber captado este momento importante en el matrimonio del rey: "Con vestidos bordados será llevada al rey; vírgenes en pos de ella: sus compañeras serán traídas a ti. Serán traídas con alegría y gozo: entrarán en el palacio del rey" (Sal. 45:14, 15).

La fiesta matrimonial

A cada invitado que asiste a una fiesta de bodas se le exige usar vestido de bodas (Mt 22,12). El banquete de bodas es presidido por el maestresala (Jn. 2:8, 9). Es su obligación tener cuidado de los preparativos, y durante la fiesta, él anda en derredor y entre invitados, para ver qué les hace falta. Durante la comida prevalecía jovialidad, y se esperaba que los invitados exaltaran a la novia.

No había ceremonia religiosa en la fiesta. En lugar de ella están las bendiciones de los parientes y amigos. La bendición de agentes de los arreglos de la boda de Ruth y Booz es un buen eje pío de lo que debe incluirse en tal bendición (Ruth 4:11). Esto corresponde a los buenos deseos de los invitados a los matrimonios occidentales. Después que terminaba la fiesta del matrimonio, el esposo era escoltado por sus amigos al apartamento a donde su esposa había sido conducida previamente. Las festividades matrimoniales con parientes y amigos duraban toda una semana (cf. Jue. 14:17).


Simbolismo de la boda                     

("Diccionario de símbolos y figuras de la Biblia, Luis Rivas, Ed. A.MI.CO)

La ceremonia nupcial siempre fue vista como una fiesta que se caracteriza por el amor y la alegría. De tal modo que oír la voz del novio y de la novia es figura que representa los tiempos de la felicidad (Jer 40,11), al mismo tiempo que la ausencia de esas voces indica que se está en la mayor de las angustias.

– El Antiguo Testamento utilizó la celebración de la boda como figura para representar la alianza de Dios con su pueblo. De esta manera la idea de alianza quedó enriquecida con los aspectos de alianza de amor y de celebración festiva:


Yo estableceré para ellos, en aquel día,
una alianza con los animales del campo,
con las aves del cielo y los reptiles de la tierra;
extirparé del país el arco, la espada y la guerra,
y haré que descansen seguros.
Yo te desposaré para siempre,
te desposaré en la justicia y el derecho,
en el amor y la misericordia;
te desposaré en la fidelidad,
y tú conocerás al Señor.
Aquel día yo responderé –oráculo del Señor–
responderé a los cielos
y ellos responderán a la tierra;
y la tierra responderá
al trigo, al vino nuevo y al aceite fresco,…(Oseas 2, 20-24)


En el Nuevo Testamento, Jesús asume la figura del personalidad del esposo, y la Iglesia es la esposa amada. En una parábola, Jesús se presenta a sí mismo como el Hijo del Rey que viene para celebrar las bodas (Mt 22,22); y en el evangelio de Juan, el primer signo con el que Jesús se revela es la celebración de una boda en la que se sirve el vino del banquete mesiánico, abundante y de la mejor clase (Jn 2,1-11; ver Is 25,6-9).

En el Apocalipsis, la Iglesia aparece representada como la novia que ya está ataviada con el vestido nupcial (19,7-8), aguardando y deseando la llegada el Esposo (22,17). La iglesia del tiempo final, representada como la Jerusalén que desciende del cielo, es la esposa que ya viene adornada para celebrar la boda definitiva.


Dios es Amor – Carta Apostólica de Benedicto XVI

(…) este Dios ama al hombre. La potencia divina a la cual Aristóteles, en la cumbre de la filosofía griega, trató de llegar a través de la reflexión, es ciertamente objeto de deseo y amor por parte de todo ser —como realidad amada, esta divinidad mueve el mundo—, pero ella misma no necesita nada y no ama, sólo es amada. El Dios único en el que cree Israel, sin embargo, ama personalmente. Su amor, además, es un amor de predilección: entre todos los pueblos, Él escoge a Israel y lo ama, aunque con el objeto de salvar precisamente de este modo a toda la humanidad. Él ama, y este amor suyo puede ser calificado sin duda como eros que, no obstante, es también totalmente agapé.

Los profetas Oseas y Ezequiel, sobre todo, han descrito esta pasión de Dios por su pueblo con imágenes eróticas audaces. La relación de Dios con Israel es ilustrada con la metáfora del noviazgo y del matrimonio; por consiguiente, la idolatría es adulterio y prostitución. Con eso se alude concretamente —como hemos visto— a los ritos de la fertilidad con su abuso del eros, pero al mismo tiempo se describe la relación de fidelidad entre Israel y su Dios.
 

Prof. María Gloria Ladislao