La comunicación para la vida

viernes, 26 de marzo de 2010
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Volvemos hoy sobre el tema de la comunicación, intentando aprender una comunicación para la vida, no una comunicación para la guerra como la que estamos observando en todo este tiempo.

            No por esto, los debates, las discusiones ideológicas, políticas, estratégicas en una empresa, en una comunidad, en el gobierno o donde sea, tengan que ser una charla de té. Ingenuidades no. Pero tenemos que madurar nuestra comunicación aún cuando tenemos que discutir y cuando tenemos que confrontar (que no es enfrentarse). Tenemos que devolverle a la palabra su peso y su huella, y para eso hay que discutir con madurez.

            Y para discutir con madurez, como dijimos en el programa anterior, uno de los elementos importantes es no hacer juicios moralistas a priori, sino observar.

            Jesús nos dice en Mt 7 que así como juzguemos a los demás, así seremos juzgados. La Biblia no juzga. La Biblia relata. Ejemplos están, entre otros, el de Susana y el de David y sus mujeres. En ellos hay de alguna manera un ‘grito ahogado’ de opresión, de maltrato, de humillación, de despojo, que la Biblia quiere hacer emerger, pero no juzga: se hace oír.

            La Biblia narra cosas, y eso es fruto de la observación. Justamente una comunicación madura se propone dejar de adjetivar tanto al otro, dejar de clasificar –que son esto o lo otro-, dejar de poner etiquetas, y narrar, describir lo que se observa. Esto es lo que debemos exigir a nuestros políticos.

 

Participa un oyente: – Propongo cambiar el término ‘oposición’ –ya que significa ‘en contra de todo’, es un término belicoso-, por ‘alternativa’

 

            Es muy fácil caer en la trampa de emitir juicios porque vivimos en una sociedad que se ha acostumbrado a juzgar moralmente todo el tiempo antes de observar.

            Esto es en síntesis lo que tratamos en el programa anterior.

 

            Hoy vamos a dar otro pasito, que también es propio de la madurez: es hora de que nos hagamos cargo de nuestro mundo emocional y afectivo.

            Una forma de hacerse cargo es abstenerse de trasladar nuestros sentimientos a juicios morales. Si yo te digo “fulana se la pasa quejándose” es porque te estoy transmitiendo mis sentimientos de no mancarme más a ‘fulana’ y estoy haciendo un juicio moral. En un lenguaje que no emita un juicio, debiera decir “fulana me llamó 3 veces por teléfono esta semana, no hizo más que hablar de lo mal que la tratan las personas, y yo siento que ya no puedo escucharla mas”. Eso es responsabilidad en la comunicación

            Por los sentimientos que no expresamos o los que expresamos mal, a través de juicios, pagamos –o hacemos pagar- un costo muy caro. ¡cuántas veces hacemos pasar por decisiones éticas o religiosas o políticas o ideológicas lo que en realidad solo es ambición, celos, ira, pasiones, amor, esperanza, ilusiones, sueños. Llamemos a cada cosa por su nombre.

 

No, permanecer y transcurrir no es perdurar, no es existir, ni honrar la vida.
Hay tantas maneras de no ser, tanta conciencia, sin saber, adormecida.
Merecer la vida no es callar y consentir tantas injusticias repetidas.
Es una virtud, es dignidad, y es la actitud de identidad más definida.
Eso de durar y transcurrir no nos da derecho a presumir
porque no es lo mismo que vivir honrar la vida
No, permanecer y transcurrir no siempre quiere sugerir honrar la vida.
Hay tanta pequeña vanidad en nuestra tonta humanidad enceguecida…
Merecer la vida es erguirse vertical más allá del mal de las caídas.
Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida.

 

            Expresar los sentimientos es algo muy importante en la comunicación entre personas, porque es una característica de los seres humanos ser seres emocionales, afectivos. En estos tiempos el mundo de los sentimientos ocupa un lugar prioritario, yo diría casi por encima de la razón. En otros tiempos se actuaba más racionalmente. Hoy se actúa más emocionalmente, pero hay un hiato muy peligroso, que es el de la palabra, el del lenguaje, cuando las personas no pueden expresar sus sentimientos y pasan a actuarlos. Los expertos en violencia han desarrollado mucho este tema.

            En su libro “La palabra amenazada” de Bordelois, Ivonne, desarrolla de una manera muy lúcida e inteligente todo lo que pasa cuando perdemos la conexión entre el mundo emocional, de los sentimientos, y las palabras, gestos, es decir, un lenguaje que puede ser simbólico. Y pasan realmente verdaderas catástrofes cuando “actuamos” los sentimientos porque no sabemos simbolizarlos, porque no sabemos sublimarlos ni trasladarlos de esa instancia más primaria al mundo de la cultura, de la civilización, de la sociedad.

            Imaginemos un sentimiento positivo: el amor: quien no sabe simbolizarlo, lo actúa inmediatamente a través de relaciones sexuales con la persona amada. Quizá no sea sexo la necesidad de expresar lo que siente, pero no encuentra otra forma: no puede simbolizar la ternura, la admiración, la pasión, el agradecimiento, la dicha…todo lo que le proporciona la persona del otro. Todo eso se actúa por ejemplo a través del sexo.

            Vayamos a un sentimiento más tóxico: la ira. La persona que no sabe o no encuentra los términos para expresarla, o que no encuentra receptividad a la expresión de sus sentimientos, ¿qué hace? Golpea, grita. No encuentra un puente adecuado entre sus sentimientos y el otro, entonces actúa. Estamos en una sociedad reactiva: vivimos reaccionando. No hay espacio para la palabra y para la expresión.

            Muchas veces creemos que estamos hablando de nuestros sentimientos cuando decimos “siento que…” y después damos una opinión. En ese caso, de lo que estamos hablando es de nuestras ideas. Cuando intentamos transmitir un lenguaje, un pedido, una necesidad emocional, debemos usar otro lenguaje que no sea el de la opinión o el juicio.

            Un ejemplo, en el marco de la ‘mediación’. La mujer dice “tengo la impresión de estar casada con una pared”. El esposo imitó una pared, se quedó inmóvil. La mujer dice “¿ve? Esto es lo que pasa todo el tiempo. Se sienta y se queda sin decir nada. Es como vivir con una pared”. Aquí no estoy ayudando –ni mucho menos- a una conexión emocional. Es más probable que con un juicio o una evaluación de este tipo, esta crítica haga que el esposo se cierre más todavía, no contribuye a encontrar una solución al problema, sino que se desalienta, se ofende y no responde, con lo cual no hace más que confirmar esa especie de profecía autocumplida  que nos hacemos muchas veces de que es ‘una pared’

            Distinto sería si ella dijera “me siento sola, me gustaría tener con mi esposo una comunicación emocional más intensa, necesito un diálogo más fluido, me siento triste cuando no puedo compartir mis sentimientos, me siento vacía cuando no me puedo nutrir con los sentimientos del otro…”

            El lenguaje tiene también sus trampitas a veces. Las heridas que nos infringimos en una mala comunicación a veces son muy sutiles y hacen estragos. Muchas veces, después de muchos años de una mala comunicación una relación se rompe. No se sabe a ciencia cierta dónde está el problema. Y el problema está en que han acumulado un sinnúmero de frustraciones, sinsabores y agresiones, y cuando cada uno le demanda al otro estas cosas nadie puede hacerse cargo, porque ni siquiera se dan cuenta. Es decir, en el ejemplo anterior, cuando la mujer le dice “siento como si viviera con una pared” no se da cuenta de que con el lenguaje está agrediendo, y tal vez su voluntad no es agredir. Tal vez se siente enojada porque se siente sola, y con el lenguaje que ella utiliza el otro se siente criticado, exigido. Más que hacer un pedido, hace un juicio, una crítica, una exigencia.

            Incluso con nosotros mismos tenemos muchas veces ese lenguaje. Decimos “me siento un fracasado” o “un incapaz”. Distinto sería decir “me siento decepcionado”, o “me siento frustrado” que equivaldría a decir “lo que logré hasta acá no me agrada”, pero abre futuro.

            Por eso es necesario hacer un adiestramiento en el tema de nuestra comunicación. A veces usamos adjetivos que parecen transmitir sentimientos y en realidad solo transmiten creencias. Entonces mejor que decir “siento que no hice un buen trato” es decir “creo que no hice un buen trato, y me siento triste por ello”, porque los sentimientos nos ponen en una dimensión diferente, y cuando nos comunicamos desde esa dimensión, ambos nos damos cuenta que estamos en una dimensión emocional y solemos tener un poquito más de cuidado y de respeto.

            Se logran muchas cosas con solo expresar los sentimiento con sencillez, con claridad, sobretodo los sentimientos que expresan nuestras áreas vulnerables.

            Hay sentimientos que son un poquito tramposos, porque encierran un juicio. Por ejemplo, si decimos “me siento humillado” es porque estoy suponiendo que alguien me ha humillado. Si yo digo “me siento maltratado” estoy afirmando de alguna manera que alguien me maltrató. Si digo “me siento atacado” estoy diciendo que alguien me ha atacado. Y lo más probable entonces es que del otro lado alguien me diga “yo no te ataqué”. Por eso, hay que tratar de buscar las palabras que realmente expresen emociones. Me siento “abierto, afectuoso, agradecido, alegre, aliviado, asombrado, atraído, calmado, cariñoso, cómodo, compasivo, confiado, contento, cordial” o bien “triste, abatido, abrumado, acobardado, ansioso, amargado, angustiado, aturdido, celoso, cansado, decaído, decepcionado, deprimido, desalentado, desamparado, desesperanzado, descontento, infeliz, indiferente, incómodo, paralizado, perplejo, pesimista, perturbado, rencoroso, resentido, tenso, trastornado, vencido, herido, hastiado…”

POR AMARTE BUSCO EL CIELO
Letra y Música: Teresa Parodi

Como la pared que no deja ver cuando nace el día
dicen que es tu amor y que tienes un corazón de piedra
y aunque sea así por quererte yo soy como la hiedra.

Dicen que tu amor es una pared alta y carcelera
déjalos decir y álzate ante mi solo porque puedas
para no morir desde la raíz ser como la hiedra.

POR AMARTE BUSCO EL CIELO AUNQUE SEAS COMO UN MURO ABRAZANDOME A TUS PIEDRAS.                                     POR AMARTE BUSCO EL CIELO CADA DIA QUE ME QUIERAS EN TU CUERPO HABRAS DE HALLARME
SOY COMO LA HIEDRA.

Dicen que tu amor es una pared que hasta el sol me niega
y aunque sea así déjame enredar mi alma a su corteza
no me arrancarán ni la tempestad soy como la hiedra.

            Dice Epíteto “a los seres humanos no los perturban las cosas en sí sino cómo las ven” Es una expresión muy lúcida que ha dado lugar a toda una corriente de pensamiento.  Yo no soy partidaria de este idealismo pero creo que es una parte muy importante de la realidad. Hay cosas objetivas, obviamente, pero el modo como  vemos esas cosas, las percibimos, las procesamos, a veces suelen ser tan o mas importantes que la cosa en si.

            Cuando recibimos un mensaje negativo ¿dónde podemos caer en la trampa de la comunicación violenta? Habitualmente tenemos 4 opciones en la manera de recibirlo.

            Una es tomárnoslo de manera personal, entonces captamos en el mensaje las acusaciones y las críticas. Por ejemplo, alguien me dice “sos la persona más egocéntrica que conocí en mi vida”. Si la tomo de manera personal probablemente me culpe a mi misma y quede vulnerado en mi autoestima. Esto me cuesta un precio muy alto: me lleva a sentirme culpable, o deprimido, o avergonzado.                                                                     

             La segunda opción es echarle la culpa al otro. Entonces le respondería a quien me dijo eso: “no, el egocéntrico sos vos” Y lo que habitualmente se sente es rabia.

            La tercera opción es hacer que brille la luz de nuestra conciencia para ver con claridad cuales son nuestros sentimientos y nuestras necesidades, y tal vez entonces podemos ni inculparnos ni culpar porque nos apartamos del ámbito de los juicios moralizantes, silenciamos nuestros tribunales, y podemos responder: “cuando me decís que soy la persona más egocéntrica que conociste en tu vida, me siento herida, porque yo querría que reconocieras los esfuerzos que hago para tener en cuenta tus preferencias y tus necesidades”. Entonces estoy centrando la atención en mis sentimientos y en mis necesidades.

            Pero hay un paso más: el que nos abre la propuesta cristiana. No se trata de culparnos, no se trata de culpar a otros. Se trata de percibir nuestros sentimientos y necesidades, y algo mayor todavía: percibir los sentimientos y las necesidades del otro, es decir, iluminar con la luz de la conciencia los sentimientos y las necesidades de la otra persona. No se trata de ser un estúpido. Se trata de que el mensaje negativo no impacta en mi de manera de culparme o culpar, y si además tengo en cuenta los sentimientos de quien emitió el mensaje puedo responder “¿te sentís herida porque necesitás que se tomen en cuenta tus preferencias? ¿te sentís lastimada porque pensás que yo no he tenido en cuenta tus necesidades?” es decir, me estoy preguntando qué sentimientos o necesidades llevaron a esa persona a emitir un juicio tan negativo sobre mi. Entonces, aceptamos la responsabilidad que nos corresponde conociendo nuestros deseos, necesidades, expectativas, pero también nuestros valores y nuestras ideas. No es fácil. Tenemos que reeducarnos para una comunicación no violenta.

            Tendemos a culpabilizar, a responsabilizar al otro de nuestros sentimientos. Ejemplo ”¡hijo! ¡qué disgusto me diste ayer por llegar tan tarde!”, cuando en realidad debería haber dicho “¡qué susto que me pegué!” Encima de que el motivo de la llegada tarde se debió a que había tenido un problema, yo le cargo la responsabilidad de haberme dado un disgusto. Y ese lenguaje resulta ser violento.

            Cuando yo comunico mis necesidades, o mejor dicho, cuando conecto mis sentimientos con mis necesidades es mucho mas fácil para los demás responder de una manera compasiva.

            Los seres humanos tenemos tendencias a satisfacer las necesidades de los demás, estoy segura de que tenemos un instinto solidario que es más fuerte que el instinto agresivo. Entonces ¿por qué no nos comunicamos desde ese instinto solidario? De esta manera es muy probable que tenga una respuesta más positiva a mis necesidades.

            Las comunicaciones culpabilizantes básicamente tienden a esta fórmula: “me siento…mal, enojado, frustrado…porque ‘el otro’ hizo tal cosa”. Otra forma diferente de comunicar nuestros sentimientos es: “me siento así porque yo esperaba, o necesitaba tal cosa”. Es distinto. En esta segunda opción, estoy convocando al instinto de la solidaridad y parándome en uno de los lugares más primarios en los que la civilización humana ha podido ser tal: la cooperación.

            Atribuir la responsabilidad de los propios sentimientos a los demás es violencia, y suele ser la causa de mucha infelicidad en los vínculos. Si no revertimos esta forma violenta de comunicarnos vamos a sufrir mucho.

 

Participan los oyentes

  Estoy separado. Hace poco conversando con mi hija adolescente, ella me comunicó que dejó de estudiar. Mi primer sentimiento fue de ira con su mamá, y no pude manejar esa emoción, y siento que le hago daño sin querer porque la estoy cargando con problemas míos. Después le pedí disculpas.

GL: ¿qué expresaste de tu ira frente a ella?

– Nada. Ella no se dio cuenta de mi ira porque la transformé en tristeza y me puse a llorar. Ella se quedó callada porque se sentía culpable de mi tristeza

GL:Entonces no tenés que pedirle perdón. Solo tenés que aclararle que ella no es culpable. Con eso alcanza. Manifestarle que te duele la situación pero que ella no es culpable de tu dolor. Que ella te vea llorar de tristeza o dolor por lo que vos imaginás le ocasiona un estar tan mal que no puede ir a la escuela, es totalmente legítimo. Y ella puede percibir que su papá la quiere mucho porque sufre por verla sufrir. Y tiene que saber que siempre va a contar con vos ante un dolor.

 

– Entre hermanos nos llevamos como perros y gatos. Mis hermanos quieren que le hagan todo, ellos tienen todos los derechos. Yo soy ‘la pavota’. Si no te sometés vas muerto. Nos enojamos, nos odiamos. Para eso me quedo en mi casa y hago como si no existieran ¿qué hago?

GL: todo lo que expresás son juicios. No digo que tus juicios sean errados, pero acá no hay una observación de lo que ocurre.

Estás interpretando a los otros. Y tu diagnóstico es muy cerrado. Si yo tuviera que intepretar al pie de la letra lo que decís, te tendría que decir que un vínculo jamás puede prosperar donde uno siempre es víctima y otro siempre victimario. Eso es patológico. Si estás buscando  la manera de que el vínculo sea recíproco, hay que comenzar ‘limpiando’ un poco los juicios que tenemos y observar nuevamente la realidad , buscar vínculos de reciprocidad, porque Dios nos quiere sanos

 

– Mi historia familiar de la infancia es bastante disfuncional ¿cómo se sobrevive? Los tres hermanos estamos totalmente incomunicados. A esta altura de mi vida (44 años) uno comienza con toda una serie de replanteos y siente una soledad extrema. En la pareja también hay mucho roce, el viene de una familia similar, y la pareja se gasta. Todo se ha dado a base de desarraigo emocional, que lleva a la soledad.

GL: creo haber percibido este vacío que duele, pero no hay otra forma que transitarlo. Ya no buscar llenar el vacío emocional del papá y la mamá y los hermanos que no tuve y hubiera deseado o necesitado, ni en el esposo. Esa instancia ya está agotada y hay que hacer el duelo, porque es darse cuenta de que el lugar a donde vas a buscar ya está vacío. Pero en la etapa de la madurez justamente se hace una transformación que nos permite ir a buscar el agua que necesitamos en nuestro propio corazón, aprender a buscar dentro de uno para encontrar allí la presencia del Dios vivo que nos nutre, alimenta y va lenta pero armoniosamente cubriendo esos vacíos. Hay que dejar de buscar afuera. Ese vacío –dicho sea de paso- es el vacío que nos deja el pecado original y originante: la ausencia del amor. Donde no hay amor hay alguna clase de muerte. Todos cargamos alguna clase de muerte. Hay que quedarse allí sin pretender que nadie nos resucite, esperando que Dios resucite en nosotros. Después se ve todo más claro y se sabe discriminar y se sabe cuales son los vínculos que si y cuales son los que ya no mas. Es bueno hacer muchas cosas que te contacten con la fuente de la vida:  cada uno sabe dónde se conecta con la vida –caminar, ir a la naturaleza, hacer retiros espirituales, charlar y matear con las amigas- y para los creyentes, la vida sacramental, la oración. Lo que nos falta en ese vacío es vida. Llegará el momento que sentiremos alegría y gozo de solo inhalar por las mañanas.

Tu eres único rostro rostro de la paz

Tu eres esperanza para nuestras vidas

Tu eres el viento nuevo sobre nuestras alas

Sobre nuestras alas soplará la vida

 

Soplara soplará el viento fuerte de la vida

Soplará sobre las velas y las llenará de vida

Pidamos al Señor que nos envíe su gracia para transformar nuestras formas de comunicación, para transformar lo herido en sano, lo golpeado en erguido, lo que es violento en pacífico, lo que es tristeza en alegría.

Tú eres

 

 

smos tenemos.