29/11/2020 – Gabriela Olivan trabaja en la comunicación corporativa e integra ACDE, la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa. Se formó desde las relaciones públicas y es la hermana mayor de María Julia Oliván, periodista reconocida en los medios. El mes pasado, Gabriela moderó por segunda vez el espacio de espiritualidad en el Coloquio de IDEA que cada año reúne a los grandes empresarios que tiene Argentina y unos días después publicó un artículo en el portal Infobae relatando esa experiencia, el cual tuvo una notable difusión.
“Hace más de 15 años formo parte de ACDE y desde hace 5 organizo el encuentro anual de esta organización, que es muy similar al de IDEA”, comenzó diciendo Oliván. “Desde hace 13 años hay en el Coloquio de IDEA un segmento reservado para el tema de la espiritualidad gracias a la iniciativa del empresario Guillermo Murchison. Él propuso inicialmente que sea un encuentro de oración dentro de cada coloquio empresario. Yo me incorporé a ese espacio hace unos 7 años atrás y al participar me di cuenta que se había desvirtuado la idea original de Murchison. Bajo el sombrero de espiritualidad lo que se hacía era ser un grupo de autoayuda o de coaching o de sensibilidad pero ya no hacía foco en las verdades judeocristianas o en la fe. Murchison había pensado ese espacio para que fuera testimonial, donde las mujeres y hombres de fe expresaran cómo viven esto en el ámbito corporativo. Por eso desde ACDE nos planteamos volver a las fuentes en este espacio de espiritualidad y lo logramos liderando desde nuestra cultura y nuestros valores con una fuerte presencia testimonial”, resumió la comunicadora corporativa.
“Esta año fue la segunda vez que modero el espacio y fue muy reconfortante ver cómo va creciendo. El espacio es cerrado, demanda una inscripción previa y consiste en recibir 3 testimonios de distintos empresarios. Esos testimonios abordan temas como la muerte, la enfermedad, la pérdida de un hijo o las adicciones, por ejemplo”, sostuvo Oliván. “Por su carácter testimonial, lo que se habla allí es confidencial. Lejos del misticismo, este clásico del Coloquio, demostró que viene creciendo en concurrencia cada año, con el 50% de los inscriptos al Coloquio presentes en el mismo. Pareciera que el mundo de los negocios y el de la espiritualidad son incompatibles pero les puedo asegurar que las personas de empresa también son seres espirituales. De repente, el Covid-19 puso ante nosotros lo innegable, que somos frágiles, que morimos y, también, que somos sujetos ‘indivisos’: somos cuerpo, mente y también, espíritu”, agregó.
“Las escuelas de negocios les abrieron las puertas a este cambio de paradigma e incorporaron contenidos vinculados a la fe en sus currículas. Harvard, por ejemplo, inauguró la facultad para la Espiritualidad y la Divinidad y Stanford, el grupo que se conoce como Good Society. Muchas empresas también reconocieron que la dimensión espiritual de sus colaboradores es tan importante como la física y la mental, y promovieron iniciativas como grupos de oración, estudios bíblicos, clases de meditación y otros recursos basados en el respeto y la diversidad. La espiritualidad es parte de la agenda del trabajo del futuro, donde las personas, integralmente, son el centro. Las nuevas tendencias del Management, como la resiliencia, la empatía y el propósito, son muestra de ello”, manifestó Gabriela.
No solo somos mente y físico, somos seres espirituales. Todas las personas necesitamos de Dios, nos preguntamos de dónde venimos, a dónde vamos, tenemos búsquedas trascendentes”, resumió Oliván. “Tengo un grupo virtual de oración con 6 mujeres ejecutivas, nos reunimos cada 15 días para charlar y rezar. Y les puedo asegurar que es muy positivo”, añadió. La especialista en relaciones públicas indicó que “en ACDE buscamos coherencia y pertenencia entre nuestra fe y lo que hacemos en el ámbito empresario. Creo puntualmente que en el tema del aborto estamos perdiendo la batalla. Pero la confianza la tenemos puesta en Dios”.
Por otra parte, Gabriela compartió respecto de su historia personal: “Mi fe en Jesús vino desde mi abuela. Ella conoció al Señor en la iglesia cristiana a la que iba en Los Toldos (Buenos Aires). Era muy humilde, no sabía ni leer ni escribir. Y luego mi abuela transmitió esa fe cristiana a mi padre y él a mi hermana María Julia y a mí. Mi madre quería que fuera economista y a mí me gustaba el derecho cuando tenía 18 años. Y como quería influir en temas y en personas importantes decidí estudiar relaciones públicas. Esa fue y es mi búsqueda, es donde Dios me fue llevando, yo entrego todo. Me gusta estar en lugares donde se toman decisiones. Siento que para Dios no hay límites, todos podemos soñar con grandes cosas con trabajo y con esfuerzo”.
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