La Cruz como un toque del amor eterno

jueves, 26 de junio de 2008
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“He aquí mi siervo, a quien yo sostengo. Mi elegido. El preferido de mi corazón. He puesto mi espíritu sobre él, y por él las naciones conocerán mis juicios. No clamará, no gritará, no alzará en las calles su voz. No romperá la caña quebrada, ni aplastará la mecha que está por apagarse. Con toda seguridad, llevará a cabo mis juicios. No se dejará aplastar o quebrar hasta que reine el derecho en la Tierra. Los países lejanos esperan sus ordenanzas. Así habla Yahvé, el que creó los cielos y los estiró. Que lo puso firme en los cimientos de la Tierra y produjo sus plantas. Y dio alimentos a sus habitantes y vida a los seres que se mueven en ella. Yo, Yahvé, te he llamado para cumplir mi justicia. Te he formado y tomado de la mano. Te he destinado para que unas a mi pueblo y seas luz para todas las naciones. Para abrir los ojos del ciego. Para sacar a los presos de la cárcel y del calabozo a los que están en la oscuridad. Yo Yahvé, es mi nombre, no daré mi gloria a otros, ni mi honor a los ídolos. Lo que había dicho se ha cumplido. Por eso anuncio cosas nuevas. Antes que aparezcan se las doy a conocer.”

Isaías 42; 1 – 9

Ayer lo compartíamos. Este programa de vida que proclama Jesús en el texto de Lucas 4; 1 y que está tomado del profeta Isaías en el capítulo 42, alcanza su plenitud en el misterio pascual de la cruz. Esta acción liberadora de Dios que transforma, la vida de los más desposeídos. De los más alejados, de los presos, los ciegos, los paralíticos. Esta acción de liberación y de transformación, que es programa de vida que Dios plantea, abundantemente para su pueblo, se concretiza, en el misterio pascual de la Cruz.

La Cruz es la inclinación más profunda de la divinidad, hacia el hombre y todo lo que el hombre, de modo especial, en los momentos difíciles y dolorosos que nos tocan vivir a nosotros, llaman infeliz destino, el misterio pascual, y el misterio de la Cruz, lo cargan de luminosidad y de sentido.

La Cruz es como un toque del amor eterno, sobre las heridas más dolorosas de la existencia nuestra. Es el cumplimiento hasta el final del programa mesiánico de Cristo, formulado una vez en la sinagoga de Nazaret, tomando este texto que hemos compartido, y repetido más tarde ante los enviados de Juan del Bautista. “Vayan a decirle a Juan el Bautista; los ciegos ven, los paralíticos caminan. Y el reino de Dios se anuncia a todos.”

Es la Cruz, y el amor expresado en ella. Amor de misericordia, que lleva a plenitud lo programáticamente proclamado por Jesús en el comienzo de su ministerio, preanunciado por Isaías en el texto que acabamos de compartir.

El amor hasta el extremo, de no recibir nada a cambio, en la Cruz se expresa como en ningún lugar. Lo máximo del amor, es el amor oblativo. Es el amor de entrega pura que no espera recompensa. La Cruz es el lugar perfecto del amor oblativo. La Cruz es toda entrega. Toda ofrenda. Todo dar en la expectativa del darse sin esperar nada. Sin querer recibir algo a cambio.

Esto que ya decía Isaías, este programa de misericordia para con los pobres, para con los que sufren, los prisioneros, los ciegos, oprimidos y los pecadores, es un programa de amor, de misericordia. Que en las palabras y en los gestos de Jesús, va en crescendo hasta que ya no hay un lenguaje más claro para expresar, y un poder más fuerte para transformar, lo que hay que transformar, que aquello que hace el misterio de la Cruz.

Dios en Cristo, nos quiere asociar a nosotros y nos llama a ser sus discípulos, compartiendo esta fuerza de transformación escondida, en el amor llevado hasta su plenitud, cuando nos animamos a cargar con nuestro propio peso y servirlo a Él que carga con la Cruz.

El que quiera seguirme, que cargue con su cruz y me siga. Es asumir la vida, en todo lo que tiene, y particularmente en lo que tiene de frágil, desde un amor que, le da sentido a lo que no tiene sentido. Le da valor a lo que no tiene valor. Le pone luz a donde  hay oscuridad.

Por eso quería comenzar la catequesis de hoy, y así fue, leyendo los titulares del diario. Se me ocurrió cuando pasaba por la guardia de la Radio, y pedí el matutino cordobés, y con asombro, la noticia que había escuchado también en un noticiero en otra Radio hermana, y se me sumaba las cosas que vengo viendo, escuchando, que no son otras que las que vos escuchás, ves sentís, este deterioro de la convivencia social, necesita una gracia de transformación. Una fuerza de transformación. Que vendrá seguramente con el tiempo, después de parirlo, en alguna medida, en alguna medida, alguna acción, alguna inteligente manera de diseñar lo nuevo, asumiendo el conflicto, pero que, mientras tanto, y a la espera de soluciones puntuales que sean ecuánimes, en la búsqueda de lo que es el bien de todos, nosotros tenemos que vivir, como merecemos vivir. Felices.

Y en clave evangélica, la felicidad va de la mano del dolor. De la mano del sufrimiento. Bienaventurados los pobres… felices los que lloran… felices los que sufren porque son perseguidos por anunciar y vivir la paz. Felices si a ustedes los insultan, les injurian. Los maltratan, los persiguen, por causa de mi Nombre. Gócense y alégrense.

La alegría para el cristiano, no está reñida del dolor. Es más. Viene de la mano de saber asumir lo difícil, lo complicado, lo crítico. Lo que no tiene valor, y parece no tener sentido.

Por eso Jesús dice, miren, muchachos, yo les ofrezco el camino de la verdad, que es el que los va a hacer verdaderamente felices. Los va a liberar. Pero sepan que para ir detrás de esta posibilidad, hay que cargar con el propio peso. Pero no como quien arrastra un problema. De hecho, parece ser la cara que identifica a los argentinos en estos días. Tenemos cara de crisis. Y la verdad que no nos gusta. Tenemos expresión de preocupación. Y no nos hace bien. No es que debemos vivir en un limbo y apartarnos de la realidad.

Es que esta misma realidad con todo lo que los titulares nos acercan hoy en los diarios, y nos ofrecen los noticieros, de faltas de combustibles, cortes continuos. Suspensiones… Y una complicación de la economía que se acentúa a nivel mundial, en situaciones semejantes en otros lados, nos puede robar el don de vivir como Dios quiere que vivamos.

En este sentido el Señor, en su sabiduría nos dice; que la bienaventuranza es la gran propuesta de la buena noticia de Jesús. El felices, bienaventurado quiere decir feliz. El ser feliz está emparentado con la alianza con el misterio de la cruz.

Por eso queremos dejarnos llevar por esta gracia de amor con la que Dios nos comunica de una manera nueva la Palabra, a través de la radio y queremos expandir este mensaje por todos los lugares donde podemos sembrar la buena noticia. En las señales que la Radio tiene en todo el país.

Queremos decirlo claramente. Es posible en estas circunstancias que estamos viviendo, tener paz en el corazón. Vivir con la fuerza que da la felicidad, de la presencia de Dios en nuestra vida, la que nos permite asumir lo duro que nos toca vivir, sabiendo que, la transformación se produce cuando, nos hacemos cargo de todo lo que no está puesto en su lugar, no está en orden. Sabemos luchar pacíficamente, y buscar caminos por donde parece que no hay caminos.

Es más. Los caminos en la Argentina están todos bloqueados. Es todo un símbolo esto. Mucho más allá de las circunstancias que llevan a los bloqueos de los caminos.

Mucho más allá de las razones por las cuales, se puede justificar o no que las rutas estén cortadas.

Hablo de los caminos bloqueados como símbolos que representan la incomunicación. La imposibilidad de construir juntos. Hay que abrir caminos. No estoy diciendo que hay que terminar con los piquetes. Estoy usando el camino como símbolo.

Hay que recuperar los caminos. Claro que tienen que desaparecer los piquetes. Claro que deben desaparecer los del campo haciendo sus reclamos. Va a ser esto cuando la justicia, que es el nuevo nombre de la paz, gane el epicentro de la convivencia social.

Pero esta justicia, no puede ser una cosa solamente declamada. Ni puede ser sólo un reclamo que hagamos a quienes tienen la responsabilidad del ejercicio o de la administración de la justicia. Es la de todos los días. Y es la que se supera desde la entrega del amor. El amor abre caminos donde no hay.

Y en este sentido hay un tejido muy lindo que aparece siempre cuando estas circunstancias aparecen. Que es el tejido social construido por los pequeños. Por los simples. Por los pobres. Entre los cuales nos encontramos muchos de nosotros. Que no tenemos el poder. Que formamos parte del pueblo, tenemos que multiplicarlo y enlazarnos unos a otros en un lenguaje de caridad; de amor. De encuentro. Que nos permita hacer un lazo de contención. Y no sólo eso sino que con esa misma fuerza de la unión, abrir los caminos, por el reclamo de lo justo y en la construcción de la verdad.

La verdad sea dicha, es un tiempo hermoso el que nos toca vivir. Vos dirás, este cura no leyó los diarios. No, no, quise comenzar la catequesis leyendo el diario, para decirte que esto que yo veo aquí, y eso que escucho todos los días, y eso que veo por la televisión; que me pesa, me preocupa, que me duele adentro, como te duele y pesa a vos, eso mismo, no es sino una oportunidad para ponernos de pie una vez más. Y terminar de ordenar lo que hace tiempo venimos queriendo ordenar, y no nos sale como Dios quiere que sea. Un país bendecido. Realmente bendecido por la mano de Dios. No para quedarnos en la construcción de la argentinidad, clausurados lejos del mundo, sino para ser realmente una posibilidad de referencia, de acompañamiento, de fronteras abiertas. Para entrar y para salir y construir un mundo mejor. Es el sueño que vos y yo tenemos en el corazón. Y es la verdad que todos los días intentamos proclamar decir, cantar, celebrar, anunciar. La que queremos formar mientras hacemos juntos esta hermosa radio, que Dios nos ha regalado.

La pobreza, en estos días ha surgido informes desde el norte argentino: nenes que se alimentan por día con 0,50 centavos. Una cosa de locos… en un país de tanta riqueza y mientras se está discutiendo las retenciones y la soja… y éstos no tienen qué comer. Lo que nos duele. Pero no nos vamos a quedar en el dolor. Lo que nos esperanza. Si tu mensaje no viene con la esperanza, no nos cuentes tu dolor. ¿Sabés por qué? Porque tu dolor necesita de la esperanza, necesita madurar la esperanza. Entonces no estás en condiciones de compartir porque no está maduro tu dolor. No está trabajado tu dolor. Contanos tu dolor y tu esperanza.

El sufrimiento, nos dice el siervo de Dios, Juan Pablo II en la carta apostólica Salvificis Doloris, parece ser, decía el Papa, y lo es, casi inseparable de la existencia terrena de todo hombre. El dolor es un misterio. Una realidad inherente a nuestra condición humana.

El dolor aparece en distintos momentos de la vida. Se hace presente de maneras diferentes, asume dimensiones diversas. A veces es físico, a veces psicológico, a veces es moral. A veces está vinculado a la convivencia, otras tiene que ver con el contexto sociocultural, como ahora. Pero acompaña la vida del hombre siempre.

Es una dimensión básicamente corporal y espiritual, en la que el dolor se manifiesta y se hace presente.

Juan Pablo nos ha recordado en esta carta hermosa que la redención, realizada por Cristo, al precio de la pasión y de la muerte de Cruz es un lugar decisivo dentro de la humanidad. Es un acontecimiento único y determinante del desarrollo de la vida del hombre en todo el arco amplio de la historia. No sólo porque cumple el designio divino de justicia y misericordia, asumiendo nuestros pecados y pagando por ellos, sino porque le da sentido.

La Cruz y la Resurrección, la Cruz y el brote de vida que viene con la Resurrección le da el valor agregado que tiene el sacrificio humano, bajo cualquiera de las formas que aparece en la vida del hombre.

El sufrimiento, decía el Papa, de Dios hecho hombre revela al hombre un nuevo significado: el sentido de sentido del dolor. Es tiempo de mirar al Crucificado.

Mirá, si vos no ves caminos, te aseguro que si te ponés delante de la Cruz, va a ver no solamente caminos, sino cuántas posibilidades en el impedimento están escondidas.

Si vos no percibís sólo una sombra, metete de frente a la Cruz.  Contemplá al Señor en silencio, dejá que te hable el Crucificado con la ofrenda de amor de su vida, y vas a ver cómo él que supo descender hasta el infierno mismo, nos muestra que no hay sombra que no esté habitada por la luz. Que no esté llena de esperanza, que no esté desarmada y reconstruida por la presencia del que lo entrega todo por amor.

La Cruz es todo un acontecimiento en la historia de la humanidad, que hace que las grandes preguntas del hombre, sobre todo ésta, la del dolor, la de la muerte, la del sufrimiento, la de la enfermedad, la del conflicto, encuentre respuesta.

No hay un titular del diario que pueda contra esta esperanza escondida en el árbol de la Cruz.

Los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría. Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles. Pero para los llamados, fuerza de Dios, sabiduría de Dios.

La predicación de la Cruz es una necedad para los que se pierden. Para nosotros es la fuerza de Dios. (Pablo, 1º Corintios 1, 17 en adelante). Qué misterio eh.

Qué misterio que en medio del dolor y de la muerte esté la vida latiendo. Por eso es la esperanza. Hay mucho dolor dando vuelta. Mucho dolor, mucho sufrimiento, mucha lucha, mucho trabajo contenido en el dolor, en la lucha. Hay mucha búsqueda en nuestro pueblo. No acertamos, no damos. Nos desencontramos. No puede quedar esto sin una verdadera recompensa del Cielo.

Claro que si, los intereses en esa búsqueda son mezquinos, son intereses de partes, de grupos de personas, son intereses que no apuntan a el amor que se entrega ofrenda y que construye el bien de todos, seguramente parte del dolor y de la lucha será proceso de purificación. Necesario proceso de purificación por el que tenemos que atravesar para que adquiera claridad el proyecto, que detrás del dolor se esconde para darnos una vida nueva. Para gestarnos de una manera nueva.

ES COMO UN DOLOR DE PARTO EL QUE ESTAMOS SUFRIENDO. ES UNA GESTACIÓN NUEVA.

Es un darnos a luz de una manera nueva.

Quisiéramos pasar de largo, quisiéramos esquivar este hecho que nos está ocurriendo. Casi que no nos queremos atrever a darnos cuenta. Pero no se resuelve esto no leyendo el diario, no se resuelve no viendo los noticieros. Tampoco se resuelve diciendo “uh, estos ya me cansaron, siguen con lo mismo”. Porque el problema está y la dificultad existe. Y forma parte de nosotros. Y nos afecta a todos. Tiende a desabastecer, tiende a deprimir. Apunta a destruir. Viene con un lenguaje de muerte. No se trata de no verlo, para que no nos sorprenda, para que no nos encuentre sin ofrecerla a la vida, capaz de vencerla.

Y la vida se ofrece todos los días, cuando un buen mate cebado va con una carga más que de azúcar, de ese amor propio de la vida fraterna, que nos hace encontrar en el mate (como símbolo de los argentinos), un mismo destino.

Un mate bien cebado con amor acorta distancias y abre caminos. Al menos si no lo podemos hacer entre los piquetes, donde no estamos a veces metidos, (o si estamos allí también), si no lo podemos abrir a todos, abramos ese piquete que se nos armó en casa. Ese piquete de desencuentros. Ese piquete que se nos armó en la oficina, que no podemos mirarnos a la cara. Ese no poder encontrarnos. Ese que nos distanció del amigo, que tenemos la línea cortada para la comunicación.

Es un gesto, el que se nos pide, de un amor que supera, que enfrenta lo que exige, pide, reclama ser enfrentado para ser vencido.

La fuerza del amor de la Cruz, la fuerza, es la que María supo asumir desde el principio. Cuando en la profecía Simeón le dijo “a ti mujer una espada te va a atravesar el corazón.” Y éste va a ser ocasión para que muchos se pongan de pie y otros los que no quieran aceptar el signo de la Cruz van a tropezar.  

Si nosotros sentimos de verdad, que nos caemos, que no podemos hacer pie, que la realidad nos voltea, miremos la Cruz, donde podemos ponernos de pie. La Cruz nos pone de pie, nos levanta.

Hubo un tiempo de Adoración de Jesús y un tiempo de contemplación del Señor Crucificado y Resucitado. Es un tiempo ganado a la crisis vivida y es un camino abierto, que cruza los piquetes, que supera las cortadas de camino, que acaba con los discursos violentos, que silencia las mentiras y que trae de la mano la verdad que estamos buscando.

OREMOS FRENTE A LA CRUZ. ENTREGUEMOS LA VIDA FRENTE A LA CRUZ.

No le tengamos miedo a ese discurso de desaliento, a ese discurso de muerte, y a ese discurso de “no te metas”, a ese discurso de decaimiento, con el que la circunstancia nos rodea y nos invita a dejarnos vencer.

No te estoy invitando a apretar los dientes, a hacer fuerza, no, no. Porque ninguna de las cosas que está pasando puede con la Gracia de Dios que nos ofrece a manos llenas, para superarlas desde Él. Se trata de vivir desde Dios y en Dios encontrar la respuesta que estamos buscando.

En medio de tanto dolor, hay mucha esperanza.