30/05/2025 – En el programa «Solo por hoy», tuvimos el honor de conversar con Elena Santa Cruz, una verdadera maestra de la patria, pedagoga de la vida, titiritera de utopías y formadora de formadoras. En esta charla, Elena nos abre el corazón y la mente para ayudarnos a pensar en el rol docente en la era de la inteligencia artificial, la educación emocional y social, la creatividad y la inclusión, todo como un camino para ser más humanos.
En el marco del Día Nacional de los Jardines de Infantes y el próximo congreso de educación inicial a realizarse en Córdoba, Elena aborda un tema crucial: ¿cómo nos enfrentamos al desafío de una infancia cada vez más inmersa en la tecnología? Nos comparte su perspectiva desde su propia experiencia de duelo, afirmando que las partidas de nuestros seres queridos son, en realidad, «un nuevo parto», estableciendo un vínculo desde una nueva dimensión. Con esta mirada, Elena nos enseña a acompañar a los niños en sus propios duelos, recordándonos que la fe nos regala la inmensa posibilidad de saber que seguimos conectados con quienes amamos.
La pedagoga subraya que, si bien la tecnología nos ha brindado muchísimas herramientas útiles, hay un tiempo fundamental en el crecimiento de un niño, los primeros años de vida, donde la mirada, el abrazo, el juego y el sostén humano son irremplazables. Ninguna máquina, ni la más avanzada inteligencia artificial, podrá interpretar la lágrima de un niño o la alegría de su corazón. Es ahí donde el docente de carne y hueso cumple un rol fundamental, acompañando cada instancia de la vida de los pequeños, incluso en espacios no formales como hospitales. Además, destaca la importancia de la espiritualidad como pilar de la resiliencia, ese «andamiaje que nos supera a lo que vemos» y que nos mantiene de pie ante la adversidad.
Elena nos invita a reflexionar sobre el uso de la tecnología: no se trata de descartarla, sino de gestionar las horas de uso, las edades y los contenidos. La tecnología es como un mar profundo, y no podemos dejar a los niños solos en él. Los adultos tenemos la responsabilidad de ayudarlos a navegarlo en un ámbito protegido, tal como elegimos qué películas son adecuadas para su edad.
En cuanto a la educación emocional, Elena enfatiza que todas las emociones deben ser expresadas y transitadas. No se trata de estar siempre contentos, sino de aprender a qué hacer con esas emociones. Si un niño está enojado, no puede pegarle a todo el mundo, pero tampoco hay que negar su enojo. Negar el dolor, tanto físico como emocional, desconecta a los niños de sus propios sentires. Se aprende a sostener momentos de dolor, y esto es clave para que, de adolescentes, puedan sobreponerse a la frustración.
Elena también reflexiona sobre el rol docente en este nuevo contexto. Aunque ella misma no usa redes sociales, reconoce su existencia y la necesidad de entender cómo funcionan. Nos alienta a seguir construyendo nuestros propios textos y pensamientos, sin «regalarle» a la tecnología la capacidad de pensar por nosotros. El proceso intelectual requiere tiempo, y no podemos permitir que las pantallas nos roben el tiempo de reflexionar y construir.
La diferencia entre una hora de pantalla y una hora de un padre o madre haciendo un títere con su hijo es abismal: en el segundo caso, hay mirada, interacción, textura, temperatura y perfume, todos los sentidos involucrados en la construcción de vínculos esenciales para el desarrollo de un ser humano pleno. Elena nos llama a recuperar rituales que nos humanizan y a entender que la tecnología debe ser un complemento, no un sustituto de los encuentros presenciales que nutren el corazón y el alma.
Esta charla de Elena Santa Cruz es un regalo para el alma, una invitación a repensar nuestra forma de educar y de acompañar a los más chicos en un mundo en constante cambio. ¡No te pierdas la nota completa para inspirarte aún más!