La Encarnación

lunes, 11 de enero de 2010
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Señor, tenemos miedo de enfrentarnos al mundo del mañana, hemos perdido la fe en nosotros mismos, ya no creemos en ese progreso ilimitado que supuestamente nos aseguraría la felicidad futura. Tampoco creemos que el ser humano sea el fin supremo de la creación y que la muerte sea el fin de la vida. Señor, Padre si vuelvo mi mirada hacia la iglesia que recibió de tu Hijo la promesa de vida eterna me doy cuenta que tus discípulos de hoy somos muy débiles y pobres, frágiles, vulnerables, limitados, imperfectos. Sin embargo, por todos lados escucho la voz de tus pastores urgiéndonos a una nueva evangelización que nos convierta en auténticos cristianos. Ayúdanos Padre, Abba, Papá a encontrar esa devoción y ese entusiasmo de los primeros cristianos y la potencia de aquella primera evangelización del día de Pentecostés en el cenáculo de Jerusalén donde tus discípulos en unión con María, se reunieron en oración y esperaron Padre la realización de tu promesa. Enséñanos a comunicarnos con el mundo mediante lenguas de fuego para acabar definitivamente con esta etapa de inseguridad en la que los cristianos nos hemos vuelto tímidos, acomplejados, retraídos y muchos que mientras al recorrer los caminos de la vida mudos, miedosos, temerosos, desconcertados por los problemas de nuestro mundo y también de nuestra iglesia.

Muchos, no nos damos cuenta, como sucedió en el camino de Jerusalén a Emaús, de que ha resucitado en Jesús que vivís y caminas a nuestro lado. Por eso Señor envíanos ahora, por Jesús, con Jesús, en Jesús la ruaj Santa, el Espíritu Santo de Dios, envíanoslo a través del Corazón Inmaculado de María para que se derrame en cada corazón, en cada hogar, en cada familia. Ven Espíritu Santo, derrámate con tus lenguas de fuego quítanos esos miedos, quítanos las angustias, la mediocridad, la chatura, los complejos que nos han hecho mudos, que nos han enfriado, que nos han quitado el amor para comunicar con la palabra y con la vida la presencia de Cristo que viene a renovar todas las cosas porque solamente El las renueva, con El, por El y en El es Año Nuevo, vida nueva, de lo contrario son palabras huecas, sin sentido. Año Nuevo con Jesús que viene a hacer todas las cosas nuevas, nuevas actitudes, nuevos criterios, nuevas miradas, nuevos gestos en la iglesia, en cada familia, en el corazón de cada creyente. Ven Espíritu Santo, ven a derramarte sobre este Año Nuevo que te entregamos a tu corazón de Padre en el nombre de Jesús a través de las manos de María. Amen

Este tiempo de Navidad que se prolonga hasta la Epifanía del Señor y el bautismo de Jesús, esa Epifanía que estaremos celebrando el 6, Epifanía, manifestación del Señor. Hoy hablaremos de la encarnación como base para una espiritualidad cristiana, del Dios que se ha hecho hombre, del Dios que se ha humanado, que se ha hecho presente entre nosotros, que vive entre nosotros, de ese Dios que se ha injertado en nuestro mundo, en nuestra historia, que ha comenzado a caminar nuestros caminos, eso, la Encarnación como base para una espiritualidad auténtica no de sentimentalismo, no de escapismo, no de alienación, no de ideologísmos para poder vivir una auténtica fe Cristocentrica abierta a la acción del Espíritu, al dinamismo del Espíritu Santo y también al proyecto del Padre Dios. Por eso tengo aquí una oración de Navidad de una pequeña niña de 5 años. Estaba segura de las cosas, las recitaba con lenta solemnidad convencida de que cada palabra era una revelación. Ella decía que eran tan pobres que solamente tenían sándwiches de mortadela para comer y que iban muy lejos de su casa sin perderse. Habían cabalgado en un burro, la señora montaba el burro y el hombre iba a pié y el bebe estaba dentro de la señora, decía esta pequeña de 5 años

Tuvieron que quedarse en un establo con un buey y un burro pero los tres hombres esos que vinieron los encontraron porque una estrella brillaba sobre el techo. Vinieron los pastores y uno podía tocar las ovejas pero no darle de comer. Entonces el bebe nació y ¿a que no adivinas quien era? Sus ojos entrecerrados se abrieron como monedas grandes de un peso, el bebe era Dios. Y saltó en el aire, dio una vuelta, se zambulló en el sofá y escondió la cabeza bajo el almohadón. Es la única forma adecuada de responder a la buena nueva de la Encarnación. Ahí termina el relato, me gusta esa última parte, el bebe era Dios y el zambullirse en el sofá ¿saben porque? Porque era la única forma adecuada de responder a esta locura de Dios, a este misterio revelado, derramado en nosotros que es la Encarnación, a este misterio del Dios eterno e inmutable que se hace tiempo, que se hace camino, que se hace frágil. A este Dios que siendo rico sed hace pobre, que siendo grande se hace pequeño, que siendo fuerte se hace débil, la única manera de contemplar el misterio es anonadándonos, haciéndonos pequeños, haciéndonos frágiles.

Yo recuerdo aquella oración de Teresa de Ávila “Cristo no tiene otro cuerpo que el tuyo y no tiene manos sino las tuyas. Sus únicos pies son los tuyos y tuyos los ojos con que la compasión de Cristo mira al mundo. Tuyos son los pies con los que camina para ir haciendo el bien, tuyas son las manos con las que ahora tiene que bendecirnos” Por eso que importante que no perdamos de vista la centralidad de Cristo Jesús en esta Navidad y en todo este año civil que ha comenzado, en cada día. Medimos el tiempo a partir del nacimiento de Jesús por eso estamos en el 2010. Todas las fechas terminan con un pequeño sufijo que dice AC o DC o sea antes de Cristo o después de Cristo. Antes del nacimiento de Jesús o después del nacimiento de Jesús y todo el mundo lo hace. Para eso hay razones prácticas más allá de lo puramente religioso. Sin embargo el hecho de que todo el mundo registre el tiempo en relación con el nacimiento de Jesús indica algo con respecto a su importancia en la historia. Para aquellos de nosotros que somos cristianos es obvio que el tiempo llega a medirse a partir del nacimiento de Jesús.

Para nosotros El es el centro de todo nuestro significado, nuestra forma de entendernos a nosotros mismos, a nuestra vida de iglesia, de comunidad. El también es nuestra guía espiritual de la oración cotidiana. La espiritualidad tiene que ver con mantener bajo una disciplina creativa las fuerzas salvajes que fluyen a través de nosotros, por lo tanto una auténtica y buena espiritualidad requiere una cierta disciplina. Y esto lo digo convencido de que es muy importante. No confundir espiritualidad con mayúscula con espiritualismos y mucho menos con modas pasajeras o snobismos hoy que abundan dentro de la iglesia la fragmentación. No siempre se suma casi siempre se resta y se divide lamentablemente. Demasiados grupetes, demasiada fragmentación y no siempre exento de un espíritu sectario también, digámoslo claramente. Por lo tanto una buena espiritualidad requiere una cierta disciplina. Un discípulo esta ya sometido a una disciplina no tanto a la letra sino al espíritu, al Espíritu Santo. Jesús estableció una cierta disciplina para canalizar nuestras energías de manera creativa pero hizo mucho más que eso, era mucho más que eso.

¿Quién es Jesucristo? Si el mismo Jesús nos examinara hoy preguntando a cada uno de nosotros ¿Quién dicen ustedes que soy yo? obtendría una gran variedad de respuestas. Pero ¿quien es Jesús para vos? ¿Quién es Jesús en realidad para nosotros los que escuchamos a diario radio María? ¿un personaje histórico? ¿un Dios hombre? ¿un gran maestro moral? ¿una filosofía solamente, un dogma solamente, una ideología quizás? ¿una imagen para la piedad o la superstición, un mítico súper papa Noel, un Dios con minúscula del hogar? Quien es verdaderamente Jesús para nosotros, Jesús cuyo nombre significa Dios que salva, Dios con nosotros para salvarnos. La mayoría de los que somos cristianos por lo menos tenemos algo en común con respecto a Jesús, lo admiramos pero como un filósofo señalo en cierta oportunidad, esto no es suficiente. No es suficiente admirar a Jesús, lo que Jesús quiere de nosotros no es adoración sino imitación. Es mucho más fácil admirar a personajes de gran moralidad y valentía que hacer lo mismo que ellos hacen. La admiración por si misma es débil la imitación es más importante

Aunque con Jesús debemos ir todavía más allá, es más que un modelo para imitar. Lo que Jesús quiere no es la admiración sino la simple imitación, nadie, por otro lado, hace muy bien el papel de Jesús. Lo que El quiere es que experimentemos su presencia al ingresar con El a una comunidad de vida y de celebración no simplemente una burocrática y aburrida reunión de personas que con un rostro compungido, cantan y hacen ritos simplemente porque hay que hacerlos, por cumplimiento, porque está mandado, porque así me quedo tranquilo. Lo que Jesús quiere es que experimentemos su presencia al ingresar con El a una comunidad de vida y de celebración. El no es una ley que deba obedecerse ni un modelo que deba imitarse sino una presencia que debemos encarnar para actuar a partir de ella. ¿Y que significa esto exactamente? Bueno, la experiencia de Jesús debe ser el centro de cualquier espiritualidad cristiana, mucho antes de que hablemos de cualquier otra cosa debemos hablar de Jesús, la persona y la fuerza sobre lo que todo se apoya, todo lo demás son solo ramitas, Jesús es el tronco, la vid, la sangre el pulso y el corazón

¿Cómo entender a Jesús? Se deben haber escrito por lo menos unos 500 libros teológicos serios sobre Jesús en los últimos 30 años. Aquí no intentamos resumirlos sino ubicar a Jesús y al discípulo que nos pide, dentro del contexto del misterio central del cristianismo, la encarnación, el misterio de la Palabra hecha carne, del verbo hecho carne. Leemos en Juan 1-.14 “La palabra se hizo carne y habita entre nosotros” Jesús y la vida que El nos pide puede entenderse mejor en esta frase. Por eso esta frase no es menor, la Palabra se hace carne y habita entre nosotros, esto es Navidad, esto es la Encarnación, este es el tiempo y la Navidad que se prolonga más allá de la liturgia, que se prolonga en todos los días de este año civil 2010 que hemos comenzado. Pero ¿como concebimos la Encarnación? Yo te lo voy a resumir. En el principio Dios creó el mundo y todo lo que el mundo contiene concluyendo con la creación de la humanidad. Pero la humanidad muy pronto pecó, el pecado original, y se volvió incapaz de salvarse a sí misma. Dios, en su bondad y misericordia, decidió salvar a la humanidad pese a su pecado, de modo que Dios preparó un pueblo, llamando a los patriarcas y después a los profetas y a través de ellos Dios fue preparando a su pueblo o sea el antiguo testamento

Por último, al cumplirse la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio hijo Jesús, que nació en Palestina hace más de 2000 años. Jesús era Dios pero también era plenamente humano. Tenía dos naturalezas, una divina, la otra humana. Jesús caminó sobre la tierra durante 33 años y reveló, manifestó la naturaleza de Dios, fue el audiovisual de Dios, el ícono de Dios y luego regresó al Padre, volvió a la eternidad dejándonos el Espíritu Santo, una presencia de Dios menos física pero no menos real. El cuerpo físico de Jesús, la palabra hecha carne estuvo con nosotros durante 33 años y ahora está en la gloria del Padre. ¿Qué hay de malo en todo esto que dije? Nada, es correcto en su propio y hermoso lenguaje simbólico con respecto a muchas cosas, por ejemplo, nuestro pecado, la misericordia de Dios, la venida física de Jesús a la tierra. Lo que hay de malo es que da la impresión de que la Encarnación fue un experimento de 33 años, una incursión de Dios en la historia humana pero una sola vez para siempre. En esta versión Dios vino a la tierra físicamente y después de 33 años volvió a su casa

Usa el tiempo pasado para hablar de la Encarnación y eso es una forma peligrosa de no comprender el hecho. La Encarnación prosigue y es tan real, tan radicalmente física como cuando Jesús, en la carne, caminaba por los senderos polvorientos de Palestina. ¿Y como puede ser esto? Porque el misterio de la Encarnación, dicho de manera sencilla, es el misterio de cómo Dios ha asumido la carne humana y se relaciona con los seres humanos de una manera visible y tangible. El carácter profundo de esto, sin embargo, necesita alguna explicación porque es chocante y al mismo tiempo es un misterio que hay que mirarlo con los ojos de la fe, contemplarlo. ¿Por qué Dios habría de querer asumir para sí la carne humana? ¿Por qué la Encarnación? Hay una historia de una niña que asustada por la oscuridad de la pieza buscó a su madre. Esta para clamarla la llevó a la pieza y le mostró que no había nadie y le dijo, no tenes que tener miedo porque no estas sola Dios está con vos. Y la niña le respondió, ya se que Dios está conmigo pero yo necesito a alguien que tenga piel. ¿Qué te parece? En lo esencial esta historia nos da las razones de la Encarnación, así como una excelente definición de lo que significa

Dios asume la carne propia como aquella niña. Todos necesitamos con nosotros, alguien que tenga piel. Un Dios que está en todas partes viene a ser, muy fácilmente, un Dios que no está en ninguna parte. Creemos en lo que podemos tocar, ver, oír, oler y gustar. Nosotros no somos ángeles sin cuerpo sino criaturas sensibles. Tenemos 5 sentidos y estamos presentes en el mundo con estos sentidos. Conocemos por medio de ellos, nos comunicamos por medio de ellos y estamos abiertos los unos a los otros y al mundo solamente a través suyo de los 5 sentidos y Dios, habiendo creado nuestra naturaleza, respeta la manera como funciona. Dios se relaciona con nosotros también a través de los sentidos. El Jesús que caminó por los senderos de Palestina podía ser visto, tocado y oído. En la Encarnación Dios tomó un cuerpo porque nosotros somos criaturas de los sentidos que, en ciertos momentos necesitamos un Dios que tenga piel. Dios asume la carne y de este modo cada hogar se convierte en un templo, cada niño es un niño Dios y toda comida y bebida es un sacramento, por así decirlo. Los muchos rostros de Dios están por todas partes y en su rostro de muchos rostros ha querido ser tan accesible y visible como la canilla de agua más cercana

Esta es la razón de ser de la Encarnación aunque muchas veces esto resulte un lenguaje crudo, la Encarnación es chocante en la crudeza de su carácter físico, es una palabra muy poco platónica, no hay nada de espiritual en ella lamentablemente, subraya el cuerpo de su tangibilidad cruda, brutal, física. Encarnación significa en la carne, en la carne física por lo general nosotros no tenemos problemas en concebir a Jesús de esta manera aunque aún allí, muy a menudo dudamos de pensar en el cuerpo de Jesús, mortal, sexual, sujeto a las enfermedades, capaz de oler, caracterizado por todos los proceso humillantes del cuerpo. El problema es que no atribuimos la misma realidad física a la totalidad del cuerpo de Cristo es decir a la eucaristía y al cuerpo de Cristo presente en la historia, en la iglesia es decir en todos los creyentes Nos cuesta ver la Encarnación de Cristo presente en cada miembro del cuerpo místicamente presente de Cristo que es la iglesia. La Encarnación no es un experimento de Dios que tuvo 33 años de duración, una incursión física aislada a nuestras vidas. Empezó con Jesús y nunca se detuvo.

La ascensión de Jesús no dio por terminada ni cambió fundamentalmente la Encarnación. El cuerpo físico de Dios todavía está entre nosotros, de alguna manera Dios está todavía presente tan físico y tan real hoy como lo era el Jesús histórico. Dios todavía tiene piel, una piel humana y camina físicamente por el planeta tierra tal como lo hizo Jesús. En cierto modo es verdad que en la Ascensión el cuerpo físico de Jesús abandonó esta tierra pero no fue así en el cuerpo de Cristo. La presencia encarnada de Dios entre nosotros prosigue como antes. Hay una distinción que resulta clave, Cristo, como todos sabemos, no es el apellido de Jesús, no decimos Jesús Cristo porque Jesús no tenía apellido. La palabra Cristo es un título que significa el ungido de Dios, el consagrado de Dios, la presencia mesiánica de Dios sobre la tierra. Las escrituras utilizan la expresión el cuerpo de Cristo en tres sentidos, Jesús la persona histórica la que camina por la tierra durante 33 años, la eucaristía que también es la presencia física de Dios entre nosotros y el cuerpo de los creyentes, la iglesia que también es una presencia real

Decir la palabra Cristo es referirse de una vez y al mismo tiempo a Jesús, a la eucaristía y a la iglesia. Nosotros, todos los bautizados somos el cuerpo de Cristo. Esta no es una exageración ni una metáfora. Decir que el cuerpo de los creyentes es el cuerpo de Cristo no es decir algo que no dicen las escrituras, estas y San Pablo en particular nunca nos dice que el cuerpo de los creyentes reemplace al cuerpo de Cristo ni siquiera que sea el cuerpo místico de Cristo. Dice sencillamente nosotros somos el cuerpo de Cristo 1º Corintios 12-27 y 6-15. El cuerpo de los creyentes, como la eucaristía es el cuerpo de Cristo de una manera orgánica no es una corporación sino un cuerpo no solo una realidad mística sino una realidad física y no es algo que representa a Cristo sino algo que El es y eso tiene muchas implicaciones. Quiere decir que la Encarnación no terminó después de 33 años cuando Jesús ascendió, Dios todavía está aquí en la carne, con la misma realidad, del mismo modo físico como en Jesús. La palabra no se hizo carne y habitó entre nosotros, se hizo carne y continua habitando entre nosotros, en el cuerpo de los creyentes y en la eucaristía Dios todavía sigue teniendo una piel y puede ser físicamente visto, tocado, olido, oído y gustado.

Pero esto no es solamente una verdad de la teología, un dogma, es el núcleo de la espiritualidad cristiana, de verdad nosotros somos el cuerpo de Cristo y por lo tanto la presencia de Dios en el mundo de hoy depende de nosotros. Debemos mantener a Dios presente en el mundo del mismo modo como Jesús lo hizo, debemos convertirnos como Teresa de Ávila lo dijo de manera tan sencilla, somos las manos físicas de Dios, su boca, sus pies y su corazón en este mundo. El gran estudioso bíblico Jerónimo O’Connor resume la importancia de este hecho de manera menos sencilla pero muy exacta, dice, La comunidad es la mediadora de Cristo para el mundo. Las palabras que El habló no se escuchan en el mundo contemporáneo a menos que la iglesia la proclame. El poder que fluía de El ya no opera a menos que la iglesia lo haga manifiesto. Del mismo modo como Dios actuó a través de Cristo, ahora actúa a través de aquellos que son conformados a imagen de su Hijo y cuyos esquemas de conducta son una imitación de los suyos. Aquello que Cristo hizo en y por el mundo de su época por medio de su presencia física, todos los bautizados lo hacen en y para su mundo a fin de seguir ejerciendo su función salvífica

El Cristo resucitado debe ser representado de manera efectiva dentro del contexto de la existencia real por medio de una autenticidad modelada sobre la suya. Me parece fundamental ver esto en este tiempo de Navidad y como la Encarnación tiene muchas consecuencias para vivir la espiritualidad concreta de todos los días. Diría Francisco de Asís “prediquen la palabra de Dios donde quieran vayan, incluso usen palabras si es necesario” ¿se dan cuenta lo que quiere decir Francisco? La sola presencia de un bautizado sería suficiente para que los demás hagan referencia a Cristo. No siempre lo ponemos a Cristo como centro y ojo que aquí se juega el concepto de la Encarnación. Cuando oramos a través de Cristo hay más en juego que simplemente pedirle a Dios que intervenga de alguna manera. También nosotros debemos involucrarnos en aquello que se está pidiendo, ser canal de gracia. Por lo tanto si mi madre está enferma y yo oro pidiendo que mejore pero no la llevo a ver al médico he orado como un teísta y no como un cristiano, no he puesto carne y piel en mi oración. Si yo veo a un amigo deprimido y oro por él pero no le hablo o lo escucho ¿Cómo se supone que Dios le acercará algún consuelo? ¿le mandará un i-mail desde el cielo, un fax, un sms?

Se requiere mi voz y mi compasión dado que yo soy parte del cuerpo de Cristo, estoy orando precisamente en nombre del cuerpo de Cristo y estoy ahí disponible para hablar con él. Si oro por un amigo pero no le mando una tarjeta postal para decirle que pienso en él ¿Cómo se supone que mi oración va a tocarlo? No digo que la intersección no sea importante, fundamental, maravillosa y que hay que hacerla para que sea canal de gracia para los demás. No niego el valor maravilloso de la oración de intersección pero digo que tengo que hacer mi parte también. Nuestra oración necesita el respaldo de nuestra carne. Cuando Jesús caminaba sobre la tierra la gente era sanada y reconciliada con Dios aunque solo fuera tocándolo o siendo tocado por El, como el caso de la hemorroisa. No dice en esta historia que la mujer es curada solo por tocar el manto de Jesús antes de que El le hable, Hay dos momentos en la curación, el toque inicial, mudo y el díalogo explícito entre ella y Jesús que tiene lugar después. ¿Por qué estos dos pasos? ¿Qué agrega el intercambio explicito de las palabras, al momento esencial del contacto físico?

Arriesgando una interpretación por medio de otras categorías uno podría decir que al tocar el ruedo de la túnica de Jesús, la mujer quedó esencialmente curada y que cuando habló con Jesús y le dijo toda la verdad quedó curada del todo. Este texto es paradigmático porque establece un esquema, en él vemos en término de la Encarnación como operan en nuestro mundo la sanación y la reconciliación, explicado de manera sencilla lo que nos dice es que, del mismo modo como la mujer encontró la sanación y la plenitud tocando el cuerpo de Cristo, nosotros como miembros del cuerpo de Cristo, somos llamados a dispensar la sanación y la plenitud divina tocando a otros. Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados estamos tocando el ruedo de la túnica, estamos comenzando a ser sanados pero cuando hago una confesión sacramental frente al sacerdote allí soy sanado totalmente. San Agustín destaca que cuando los cristianos están de pie junto al altar como comunidad y reza el padre nuestro, cualquier pecado que haya cometido le es perdonado. Tiene razón, tal es el poder de la Encarnación, tal es el poder y la responsabilidad que Dios nos ha otorgado en Cristo.

Podemos perdonarnos unos a otros nuestros pecados no por nuestro poder sino por el de Cristo que obra a través de nosotros. Como el mismo Jesús nos ha dicho “en verdad les digo el que cree en mi realiza las obras que yo hago y las hará aún mayores” Juan 14-12 Pero también está el poder de atar y liberar que Jesús le dejó a la iglesia, Mateo 16-19, porque somos miembros de un cuerpo y por eso el Señor que se ha encarnado ha dejado ministros encarnados para que hagan presente su misericordia y lo hagan presente a El. Cuando un sacerdote celebra la misa es Cristo quien celebra, cuando un sacerdote bautiza es Cristo quien bautiza, cuando un sacerdote absuelve los pecados es Cristo quien absuelve y perdona, esto es así y me parece maravilloso ver el tema de la Encarnación en este tiempo de Navidad y descubrir caminos nuevos

Oración final

El camino es tan sencillo como difícil pero hay que empezar de nuevo. Así recorrer despacito el camino hacia Belén, sentirnos rechazados en cada posada, buscar refugio en un establo y sentarnos a la vera del pesebre para esperar el primer berrido. Así ser José en la valentía y en la esperanza, ser María en la adoración y la entrega, ser los pastores en la humildad y la sencillez y ser los magos para resignar la sabiduría ante la grandeza. Se puede empezar de nuevo y seguir creyendo, empezar a crecer así en comunidad, en iglesia reunir de nuevo a los 12, rehacer los milagros, dar vista a los ciegos perdidos por la plata, dar oídos a los sordos aislados por la televisión, hacer caminar a los que solo saben ir en coche, resucitar a los que murieron olvidando la sonrisa, la caricia, el beso, la música, el llanto. Se puede empezar de nuevo, aprender del sermón de la montaña, de las bienaventuranzas, contar nuevamente las parábolas, volver la vista a los lirios del campo, repensar la actitud del sembrador y el destino final de esas semillas, reconstruir la historia de la oveja perdida, escribir el teleteatro de tantos hijos pródigos, contar a todos la importancia del fermento en la masa y la inmensidad de la semilla de mostaza sin más negaciones porque ya cantaron todos los gallos. Amen

                                                                                                  Padre Rubén Francisco Bellante