La Esperanza en la Iglesia primitiva

sábado, 4 de febrero de 2012
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Catequesis 31/01/12

 

La Esperanza en la Iglesia primitiva

 

Oración

“Padre Bueno te pedimos que en esta mañana que queremos comenzar este espacio de la Catequesis alimentándonos con tu Palabra, te pedimos que dispongas nuestro corazón, el de cada uno de los que estamos participando de este espacio para que a través de tu Palabra, a través de lo que el Espíritu quiera soplar en nuestro interior podamos dejar que tu luz nos guíe, nos ayude a discernir, nos ayude a alimentarnos en la esperanza”.

 

Marcos 5,21-43.

“Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?". Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sana de tu enfermedad". Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?". Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas". Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme". Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!". En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer”.

 

Queremos recordarles y también contarles a los que se suman, que a lo largo de esta semana vamos a desarrollar y compartir este espacio de la catequesis sobre esta Carta Encíclica del papa Benedicto XVI que trata sobre la Esperanza. A lo largo de estos días iremos compartiendo juntos qué es lo que nos va enseñando el papa Benedicto XVI y ayer hemos comenzado, hemos tocado algunos puntos, especialmente de la introducción, del punto número uno en donde el papa nos hablaba y nos enseña cómo la fe tiene mucho que ver con la esperanza y cómo en la Palabra de Dios muchas veces la esperanza y la fe van íntimamente unidas. Ayer en la consigna que compartíamos les proponía que nos contaran situaciones en las que podemos vivir o hemos vivido en las que te sentís desanimado, que decaes en la esperanza. Muchos ayer nos compartieron lindos testimonios donde abrieron el corazón y nos contaron situaciones particulares, difíciles, por eso nos parece importante que estos testimonios nosotros también los compartimos y también rezamos unos por otros. Hoy vamos a seguir reflexionando sobre el tema de la esperanza, la consigna va a ser otra.

 

Ayer decíamos que el Santo Padre Benedicto XVI comienza la Introducción de esta Encíclica que va dirigida a todos, va dirigida a todos los cristianos, comienza citando el Capítulo 8, versículo 24 de San Pablo a los Romanos donde dice: “En esperanza fuimos salvados”. El comienza esta carta con este versículo de San Pablo en donde nos invita ya a pensar, a adentrarnos, a descubrir que en la esperanza ya comienza nuestra salvación. Pensamos y queremos todos salvarnos, llegar a la meta de la vida eterna, hoy vamos a compartir un poquito sobre eso, pero ayer decíamos y es bueno descubrir que no es que caminamos en la vida como si solo con nuestras fuerzas intentáramos llegar a una meta casi inalcanzable, sino que la esperanza es un don que Dios nos va dando y que nos va ayudando, alentando, nos va animando a poder caminar y a poder enfrentarnos con las situaciones difíciles, fatigosas, que nos tocan en el presente, o que a cada uno de ustedes les ha tocado en distintos momentos como muchos de ustedes compartieron ayer.

 

Pero también nos preguntamos bueno, entonces, ¿en qué consiste la esperanza? ¿Qué es la esperanza? Porque muchas veces decimos “no tengo esperanza”. O muchas veces decimos “tené esperanza que todo va a salir bien”, “tené esperanza que vas a poder”. ¿A qué se refieren estas expresiones? Nosotros queremos descubrir cuál es el sentido profundo de la esperanza para verdaderamente poder vivirla y poder descubrir este don tan precioso y tan importante en nuestra vida. Un poco sobre esto conversábamos ayer y vamos a seguir desarrollando este tema a lo largo de toda la semana.

 

1.- Concepto de Esperanza en el Nuevo Testamento y en la Iglesia Primitiva

En este primer bloque de reflexión vamos a compartir el concepto de esperanza basado en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva. El papa Benedicto, antes de adentrarnos en la lectura y en la reflexión sobre el tema de la esperanza bien de lleno, nos quiere iluminar qué nos dice la Palabra de Dios al respecto, cómo los primeros cristianos, las primeras comunidades, como en la Palabra de Dios está presente la esperanza, cómo la vivieron, y nos ayuda con distintos textos bíblicos a que podamos descubrir por donde pasa este don, esta virtud de la esperanza. A Dios queremos pedirle esta gracia especialmente en las circunstancias que nos puedan tocar y que quizá estemos viviendo momentos de desánimo, momentos de mayor dificultad. Si ustedes recuerdan también ayer compartíamos este testimonio que aparece al comienzo de la encíclica, de Josefina Vaquita, este testimonio de esta mujer que era esclava, era vendida de uno a otro, que sufrió, que fue castigada, y un montón de situaciones realmente feas pero que con el tiempo un señor que la compró le hizo conocer algo distinto y que había un Dios, y que este Dios la amaba y que este Dios la esperaba. Entonces, a partir de ese encuentro con el Señor ella tuvo una vida distinta y quería compartir ese testimonio con los demás y se consagró a Dios. También, y el papa nos pone un ejemplo donde también tiene que ver lo de la esclavitud, y nos pone la novedad que aparece también en San Pablo, en esta carta que San Pablo le escribe a Filemón, también tiene que ver con esto de la esclavitud. Ustedes saben que la esclavitud, que era algo frecuente y común en aquella época, pero lo que nos quiere dejar ver el papa Benedicto a través de la Palabra de Dios, como a través del encuentro con el Señor se puede vivir de una manera distinta. Fíjense como esta novedad aparece también en la carta de San Pablo a Filemón. Se trata de una carta personal que Pablo, estando en la cárcel le escribe a Filemón, se la envía con Onésimo, que es el esclavo fugitivo. Precisamente Pablo le manda a Filemón una carta con Onésimo, que había sido esclavo de Filemón pero se había escapado. Pablo devuelve el esclavo a su dueño, del que había huido, y no lo hace mandando sino haciéndole una súplica, una petición, y fíjense que lindas expresiones, porque dice Pablo a Filemón: Te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quién he engendrado en la prisión, te lo envío como algo de mis entrañas”.

Pablo hace saber a Filemón que puede tratar a Onésimo de una manera nueva, de un modo renovado. Los hombres en aquella época, o según su estado civil, se relacionaban entre sí como dueños y esclavos, en cuanto miembros de una misma Iglesia saben, van descubriendo, que se convierten en hermanos y hermanas, unos de otros, por eso así mutuamente se van llamando cristianos, ya no dueños, en donde uno tiene poder sobre el otro, u otro le pertenece a uno, sino poco a poco se va acuñando porque se va viviendo esto de ser hermanos, de vivir como hermanos. Habían sido regenerados por el bautismo, entonces, el Espíritu Santo que ellos recibían los hacían descubrirse hermanos uno del otro. Aunque las estructuras externas permanecían iguales, en este caso la de la esclavitud, esto cambiaba la sociedad porque la cambiaba desde dentro. La estructura externa seguía, no se podía cambiar en ese caso, no se podía abolir la esclavitud pero iba a ir cambiando poco a poco porque cambia desde dentro. Qué lindo que es descubrir esto, como nos quiere hacer ver la Palabra de Dios que las estructuras pueden ir cambiando desde dentro, eso es lo importante, eso es lo que nos quiere hacer ver en este caso tan importante para Filemón y para Onésimo, poder vivir de un modo distinto.

También aparece la carta a los Hebreos en donde dice que los cristianos son huéspedes y peregrinos en la tierra, añorando la patria futura. No remite simplemente a una perspectiva futura sino que se refiere a algo muy distinto. Los cristianos reconocen que la sociedad actual, lo sabemos los cristianos de aquel entonces y también nosotros, no es el ideal, no es su ideal, la sociedad actual no es, pertenecemos a esta sociedad, la queremos renovar y la queremos transformar, y la queremos cambiar y queremos hacer que todo vaya mejorando, pero sabemos que nosotros peregrinamos hacia el encuentro con el Señor mientras estamos en camino anticipamos su presencia en la peregrinación. Entonces que lindo que es también descubrirnos esto, somos huéspedes y peregrinos en la tierra pero añorando la patria futura. También vamos a conversar un poquito sobre esto más adelante. No nos desentendemos de la realidad, no nos descomprometemos, al contrario, nos comprometemos, pero porque vamos hacia la patria futura.

Aparece también un texto de la Primera Carta a los Corintios 18, 31 en donde nos muestra que una gran parte de los primeros cristianos pertenecía a clases sociales bajas, y esto por supuesto que es así a lo largo de todos los tiempos, y precisamente por eso estaba preparada para la experiencia de la nueva esperanza, como lo veíamos en el ejemplo de Vaquita, porque experimentaba situaciones difíciles, de carencia, de dificultad, estaba preparada de un modo especial para la esperanza. No obstante, nos dice el papa, también desde el principio había conversiones desde las clases sociales aristocráticas y cultas y precisamente porque estas clases, estas personas, también vivían en el mundo sin esperanza y sin Dios. El mito iba perdiendo su credibilidad. La religión del estado romano se iba esclerotizando, todo se había relegado a los dioses, al ámbito de lo irreal y se veía que lo divino, de diversas formas se manifestaba en las fuerzas cósmicas pero no existía un Dios al que se le pudiera rezar. Poco a poco se iban dando cuenta que no son los elementos del cosmos, las leyes de la materia lo que gobierna el mundo y el hombre, sino Dios, una Persona, quien gobierna las estrellas, el universo, no son las leyes de la materia y de la evolución sino una Persona, que es Dios, que es Amor. La vida no es simple producto de las leyes y de la casualidad de la materia. La casualidad es un modo que tiene Dios para mimarnos pasando desapercibido. A veces tenemos que descubrir que lo que nos pasa no son casualidades sino que es Dios que se hace presente. Por eso nosotros entonces descubrimos que la vida está sostenida por el amor de Dios. Hay un espíritu que en Jesús se ha revelado como amor. Por ahí entonces va pasando la esperanza y así se va manifestando en la Palabra de Dios.

 

Consigna: ¿Cuáles son esas situaciones, esas personas, que para vos son esperanzadoras? Situaciones o personas testimonios de esperanza.

 

2.- Con Jesús Filósofo y Pastor, ningún mal temeré

Uno puede tener la tentación de querer dar una definición un poco taxativa pero en estas cosas no hay definiciones porque hay personas, hay vidas, hay situaciones, y lo que nosotros queremos hacer a lo largo de estos días es dejarnos iluminar por el papa para que, en este caso que compartimos la Palabra de Dios pueda ir llegando a nuestra vida y lo importante no es tanto una definición taxativa de esperanza, a eso lo podemos buscar, sino que a través de la gracia ir haciendo una experiencia de Dios que ciertamente en él está la esperanza. Lo decíamos ayer y lo vamos a seguir diciendo estos días, vamos desarrollando el tema a lo largo de toda la semana así es que hay cosas que vamos a ir diciendo, vamos a ir desarrollando y vamos a ir compartiendo a lo largo de estos días de la mano de esta encíclica.

Recién compartíamos un poquito lo de la Palabra de Dios, los primeros cristianos y como está presente esto de la vida de un modo nuevo de esperanza en los primeros cristianos.

También nos cuenta el papa Benedicto, nos pone el ejemplo de que en los primeros cristianos, en los primeros tiempos del cristianismo, en los sarcófagos, se mostraba visiblemente una concepción, una presencia distinta de la muerte ante la cuál es inevitable que nos preguntemos por el sentido de la vida. Y en los antiguos sarcófagos se interpretaba la figura de Cristo mediante dos imágenes, se representaban dos imágenes, la del filósofo y la del pastor. Claro que uno cuando piensa en la del filósofo puede pensar a la filosofía como una disciplina difícil, académica, como la podemos entender nosotros, y no era así, sino que el filósofo era más bien aquél que sabía enseñar el arte de lo esencial, el arte de ser hombre, la manera recta de vivir, el arte de vivir y morir, es decir, los filósofos como maestros de la vida. Muchos en aquella época no eran más que charlatanes que con su palabra querían ganar dinero pero estaban estos otros que eran un testimonio. Esto de los charlatanes también está presente hoy y ayer y lo estará mañana, pero en los sarcófagos, los primeros cristianos querían representar esta presencia nueva con la del filósofo y también con la del pastor, que poco a poco, hacia fines del siglo III se van encontrando estas imágenes y como ocurría así entonces también la figura del pastor en la iglesia primitiva que podía referirse a modelos ya existentes. El salmo nos remonta a esto: El Señor es mi pastor, nada me falta, aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tu vara me sostiene”. El verdadero pastor es aquél que conoce también el camino que pasa por el valle de la muerte, aquél que incluso por el camino de la última soledad en el que nadie nos puede acompañar, ese pastor sí va conmigo guiándome para poder atravesarlo, porque él mismo ha recorrido ese camino, ha bajado al reino de la muerte, lo ha vencido y ha vuelto para acompañarnos ahora, para darnos la certeza de que con él se encuentra siempre un paso abierto. Si alguna vez te ha tocado caminar o te has metido en algún lugar en donde está un bosque bien tupido y que no se puede caminar y que hay que abrir paso y que se te cruzan las ramas, y que tenés que andar por ahí, es medio difícil, a veces la vida se torna un poco así. El buen pastor, que va abriendo caminos, es aquel que nos acompaña incluso en los momentos más difíciles, incluso en la muerte, y que con su vara y su cayado nos sosiega, de modo que nada temo. Ningún mal temeré. Esa es la nueva esperanza que brota en la vida de los creyentes, la que va brotando en la vida de los primeros cristianos, que representaban este modo nuevo que iban descubriendo de presencia de Dios en su sarcófago con estas dos imágenes, la del filósofo y la del pastor. Así vamos descubriendo como desde los primeros inicios de la comunidad cristiana, de la iglesia, se va descubriendo un modo nuevo.

Aparece también en la carta a los Hebreos, en el capítulo 11, versículo 1, una expresión también muy linda de cómo se nos ayuda a reflexionar sobre esto: “La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve”, en esto que decíamos ayer que la fe y la esperanza van unidas, es bueno descubrir esto porque muchas veces nosotros creemos también que la fe es saber cosas, que la fe es conocer todos los preceptos, los mandamientos, las leyes, y está bien conocerla y saberlos, pero la fe es más que eso, la fe es la garantía de lo que no vemos. Todos anhelamos a llegar al encuentro con el Señor, no lo vemos, no sabemos, pero la fe, ese don que Dios nos da, en la esperanza es ese germen, ese inicio, esa garantía, esa prueba. La fe no es solamente un tender, un ir de la persona hacia lo que ha de venir y que está todavía totalmente ausente, sino que la fe nos da algo en nuestra vida, nos da ya ahora algo de la realidad que esperamos. La realidad que esperamos está presente y constituye para nosotros una prueba de lo que aún no vemos, de lo que aún no conocemos, nos atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro no es ya el puro todavía no, la incertidumbre absoluta, el desconocimiento total, no es así, el hecho de que este futuro exista, cambia el presente, lo modifica, nos ayuda a vivirlo de un modo nuevo. El presente está marcado por la realidad futura, y las realidades futuras repercuten en las presentes en las futuras.

Es lindo ir descubriendo esta concepción de fe como la tenían los primeros cristianos y como se nos manifiesta en la Palabra de Dios. Y fíjense, compartimos un último versículo de la carta a los hebreos en donde está relacionado con la definición de una fe impregnada de esperanza que al mismo tiempo la prepara, porque dice: “Compartieron el sufrimiento de los encarcelados, aceptaron con alegría que les confisquen los bienes, sabiendo que tenían bienes mejores y permanentes”. Qué lindo esto, como les está diciendo, les está recordando a los hebreos por qué pudieron soportar esas cosas, porque sabían, saben, que tienen bienes mejores y permanentes. Lo han soportado, han sido capaces de soportarlos porque después de todo consideraban irrelevantes las cosas que realmente así lo son y podían dejarlas porque habían encontrado una realidad mejor, una base mejor para la existencia que perdura y que nadie puede quitar. La fe le otorga a la vida una base nueva, un nuevo fundamento sobre el que el hombre se puede apoyar.

Sería lindo que vayamos pensando en estas cosas, nos vayamos adentrando en esto que el papa nos está enseñando sobre la esperanza, queremos que llegue a nuestra vida, queremos que nos ilumine, queremos que nos ayude a que en nuestra vida podamos, especialmente en los momentos difíciles, descubrir que no estamos solos, que el Señor nos acompaña, que el Señor está con su presencia. Esto es algo de lo que vamos descubriendo y tiene que ver precisamente con la esperanza.

 

 

3.- El papa nos invita a la paciencia

Seguimos compartiendo esta catequesis. Y el papa Benedicto nos propone, en esto de descubrir la esperanza en las primeras comunidades, en la Palabra de Dios, un texto bíblico muy cortito pero también muy lindo, que es Hebreos 10, 35: “Por tanto no pierdan la confianza, que ella les traerá una gran recompensa. A ustedes les hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y obtener lo prometido. Todavía un poco, muy poco, y el que ha de venir vendrá sin tardar. Mi justo vivirá por la fe, pero si te hechas atrás no me agradará. Nosotros no pereceremos por echarnos atrás, sino que salvar nuestra vida por la fe”. Miren que lindas palabras de aliento, que palabras alicientes son estas que compartimos en la Palabra de Dios. Y el papa destaca, resalta, de este versículo una palabra que tiene que ver con esto que nos está diciendo que tenemos que tener paciencia, nos invita a la paciencia para alcanzar la promesa, no la paciencia de quién por ejemplo espera al rayo del sol o bajo la lluvia que pase el colectivo que no viene más, no la del que espera resignadamente, sino la paciencia de aquél que es capaz de vivir y soportar la adversidad porque sabe que hay una meta. Esta es la paciencia del creyente, la paciencia que implica constancia, perseverancia. Es una palabra que nos indica una esperanza vivida, una existencia basada en la certeza de la esperanza. El es la espera, y ante la presencia de Cristo y con Cristo en nuestra vida, entonces transitamos y esperamos su llegada definitiva.

Y también aparece otra palabra ahí un poquito fuerte que dice: “Nosotros no tenemos un espíritu de cobardes”, que se expresa en el retraerse, no, se arriesga a decir abiertamente y con firmeza la verdad aunque pueda ser peligrosa, siempre en la caridad, pero la paciencia y no la cobardía, esto es lo que nos está diciendo. Qué lindas que son estas expresiones. Dios no nos ha dado un espíritu de cobardes sino un espíritu de energía, de amor, de buen juicio. Esto es lo que dice la Palabra de Dios. Ojala que la Palabra y estos textos que hemos compartido vayan llegando a nosotros, porque en la Palabra de Dios se encuentra también la esperanza. En los próximos días vamos a compartir un poquito más acerca de esto de la Palabra de Dios.

 

4.- La vida eterna cambia la vida presente

Pero en otro punto el papa nos ilumina y no s ayuda a pensar qué es la fe, qué es la vida eterna, porque decimos que la esperanza nos ayuda, nos ilumina, nos impulsa, pero ¿qué es la vida eterna? ¿Qué nos da esa fe? Nosotros hablamos de fe, hablamos de esperanza en el Nuevo Testamento, en los comienzos del cristianismo, pero siempre se ha tenido claro que no solo hablamos del pasado, sino que la reflexión concierne a la vida y también a la muerte en general, por lo tanto también tiene que ver con nosotros aquí y ahora, sino no tendría sentido ni la Palabra de Dios, ni la catequesis ni la religión. Si no tuviese nada que ver y que decirnos con nosotros ahora con los que estamos viviendo, con lo que experimentamos, con la situación que a cada uno nos toca vivir, con la que nos compartiste, con la que no nos compartiste, con la que tenés a flor de piel, con eso tiene que ver la Palabra de Dios, con eso tiene que ver la esperanza. ¿Qué es entonces la vida eterna? Se pregunta el papa Benedicto, y dice que es para nosotros una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida. Se pregunta si es para nosotros preformativa, no solo que nos informa sino que cambia la vida, que es capaz de plasmar de un modo nuevo toda nuestra vida y nos pone de ejemplo, no se si alguno de los oyentes ha participado de algún bautismo, seguramente tienen presente cuando comienza la celebración el sacerdote les hace una pregunta a los padres, a los padrinos, ¿qué quieren? ¿Qué buscan? ¿Qué le piden a la Iglesia? Y la respuesta es la fe, que tiene que ver con esto de la vida eterna. Por eso es que desde el comienzo de la vida cristiana, tanto ayer como hoy, en el bautismo, cuando uno comienza a vivir de un modo nuevo el cristianismo, se trata de eso, el bautismo no es solo un acto de socialización dentro de la comunidad, ni solamente la recepción, la acogida de la Iglesia, esperamos algo más con el bautismo. A veces lo sabemos, a veces lo expresamos, muchas veces no, pero esperamos que la fe, de la cual somos parte, que los sacramentos nos den la vida eterna, esa fe que es sustancia, esa fe que cambia nuestra vida, esa fe que nos impulsa en la esperanza. Entonces nos preguntamos ¿de verdad queremos vivir esto? ¿Queremos vivir eternamente? Es bueno preguntarnos porque muchas veces en nuestra sociedad, en nuestra cultura, rechazamos la vida eterna, no la tenemos presente. O rechazamos la fe o no la dejamos ingresar a nuestra vida, a nuestro corazón porque la vida eterna nos parece algo poco deseable. Por ahí nos puede asustar, nos puede dar miedo esto de no saber, pero también, en lo más profundo de nuestro corazón queremos la vida eterna, queremos el presente, y por eso lo vivimos de un modo nuevo y por eso nuestra fe en la vida eterna nos parece que es lo que nos impulsa y lo que nos sostiene. Muchas situaciones, muchas personas, a veces pareciera que esto de la vida eterna es más que un obstáculo, esto de querer prolongar la vida indefinidamente, queremos vivir para siempre, y si uno se pregunta ¿vivir para siempre así como estamos hoy? pareciera más una condena que un don, un sin fin. Y en esto a veces hay teorías, pensamientos que respetamos, pero esto de prolongar el eterno presente a lo mejor, al no descubrir la buena noticia de la vida eterna el modo en que se manifiestan es el eterno presente, porque todos queremos vivir, pero no queremos vivir de esta manera siempre, por eso, ante las dificultades, los desafíos, la esperanza nos da algo nuevo. Hay una promesa, y esa es la vida eterna, por eso es verdad que nosotros queremos descubrir esto, la vida nuestra, la vida del hombre condenada por la culpa del pecado está condenada a un duro trabajo y al sufrimiento. Dios no instituyó la muerte sino que el pecado la introdujo, por eso entonces nosotros descubrimos y valoramos y tenemos presente este don de la esperanza que nos impulsa a la vida eterna, porque condenado por el pecado a un duro trabajo nosotros descubrimos que este es el remedio, no que nos saca sino que verdaderamente nos impulsa. Muchas veces cuando nos descubrimos sometidos a un duro trabajo, a un sufrimiento intolerable, es necesario dar fin a estos males, de modo que con la presencia de Cristo, su muerte, su resurrección, restituyera, restituyó, lo que la vida había perdido. Por ahí vamos adentrándonos a descubrir qué significa, cuál es el sentido para nosotros de la vida eterna. Vamos a ir adentrándonos en esto que hacia allí caminamos en esta vida, hacia allí peregrinamos, como nos dicen muchas canciones que solemos cantar nosotros en nuestras celebraciones.

 

Seguimos compartiendo esta carta del papa Benedicto sobre la esperanza que vamos a compartir a lo largo de toda esta semana si Dios quiere hasta el viernes. Y estamos preguntándonos y reflexionando sobre este punto que el papa se pregunta en la encíclica “La vida eterna ¿qué es?” porque hacia allí transitamos. Pero como decíamos no transitamos solos sino que hay una presencia que nos impulsa, que nos alienta, que nos sostiene. Por eso la consigna que te proponía tenía que ver con que nos cuentes cuáles son los testimonios que han sido para vos esperanza.

 

 

Padre Munir Alberto Braco

Parroquia Nuestra Señora de Luján

Colonia Tirolesa

 Provincia de Córdoba