07/12/2018 – En el camino del seguimiento de Jesús y, particularmente, desde la experiencia de acompañar y dar lugar a la voz de las víctimas, el fraile Pablo Ordoñe nos acercó el jueves último al testimonio de uno de los sacerdotes de su comunidad internacional, fray Damaso Massabo, quien vivió la guerra de los Grandes Lagos en el continente africano.
Fray Damaso Massabo es oriundo de Burundi, y está al servicio del Gobierno General de la Orden de la Merced con sede en Roma, desde el 2004. El nos acercó su primera experiencia como misionero en el continente africano luego de ingresar a la orden mercedaria: “En el 1995 al terminar mis estudios en España me destinaron como misionero para trabajar en los campos de refugiados ruandeses en el Congo, cerca de la región de los Grandes Lagos; era un contexto duro y difícil, llegué justo cuando el presidente de ese entonces había decretado la expulsión de los ruandeses y burundeses”.
En el camino hacia el Arzobispado de Bukavu (Congo), con motivo del encuentro con el Obispo del lugar para compartir sus planes de trabajo en la misión, fue interceptado por la guerrilla. Fue secuestrado y torturado, hasta que es rescatado gracias a la intervención del Obispo del lugar, Monseñor Christophe Munzihirwa, sacerdote jesuita de 70 años.
Luego del rescate, Monseñor Christophe fue un nexo importante en la conversión y en el apoyo de Fray Damaso quién, herido por la experiencia, encontró la manera de salir adelante y redimir el dolor para entregarlo con mayor fuerza en la misión confiada como religioso mercedario: “El obispo me dijo que perdonara a los militares que me habían torturado, ellos no sabían lo que hacían porque eran pobres hombres manipulados. No guardes rencor, fue un bautismo de fuego, y me prometió apoyo regalándome una camisa, ya que me habían roto toda la ropa que traía en ese entonces”. A lo que agregó: “Continúe trabajando, pasé 2 años con los refugiados, y como él me había dicho fue mi campo de misión: fue la ocasión de ejercer el carisma de nuestro cuarto voto de redención”.
Pero los enfrentamientos no fueron exclusivos de su llegada, por el año 1996 se encontró nuevamente siendo testigo de una guerra que se cobró la vida de miles de refugiados: “Cuando empezó la primera guerra de Congo, nos planteamos salir de ahí, ya que estaban bombardeando los campos. Todas las congregaciones se estaban llendo, evacuaron a los misioneros europeos en primera instancia y nosotros los africanos debimos permanecer en el lugar y buscar nuevas ayudas para escapar. Un misionero javeriano nos salvó ya que dio el aviso al arzobispo, la única autoridad que quedó y nos salvó, nuevamente Monseñor Christophe estuvo presente”.
La presencia de la comunidad, de la Iglesia, fue la red que sostuvo la vida de fray Damasso como de tantos otros misioneros que entregaron su vida en la labor de la misión: “El encuentro y las palabras del arzobispo de Bukavu fueron un testamento para mí, lo que me ayudó a salir y a trabajar por la misma línea: reforzar la enseñanza, formar nuevos líderes contra la guerra que trabajen por el desarrollo para el bien común de nuestros pueblos”.
A modo de cierre este sacerdote burundés expresó: “Es importante encontrar alguien que te escuche, que escuche tu dolor y lo que te está pasando. Creo en la fuerza del perdón, de la reconciliación, de la oración y esto es lo que pido continuemos rezando, orando por las víctimas , recordando a todas las personas que buscan y participan un cambio un mundo más humano pueda surgir… mundo cambio sea más humano”.
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