La gran efusión

miércoles, 20 de octubre de 2021
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20/10/2021 – Él es capaz de llenar de vida los huesos secos que a veces somos nosotros (Ez 37, 1-13). Por eso los profetas anunciaron una gran efusión: “Infundiré mi Espíritu en ustedes. Yo pondré mi Espíritu en ustedes y vivirán” (Ez 36, 27; 37, 14). “Yo derramaré mi Espíritu sobre toda carne, sus hijos y sus hijas profetizarán, sus ancianos tendrán sueños proféticos y sus jóvenes tendrán visiones. También sobre los esclavos y las esclavas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Jl 3, 1-2). Desde el corazón de Cristo se cumple esa promesa de la efusión del Espíritu. Jesús, en su humanidad, recibe del Padre el Espíritu Santo, porque el Padre lo “ungió con el Espíritu Santo” (Hch 10, 38). Por eso él está repleto de su poder y puede derramarlo en nosotros: “Recibió del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha comunicado” (Hch 2, 33).

Cristo “dona el Espíritu sin medida” (Jn 3, 34). Así, en nosotros se realiza la promesa que el mismo Cristo hizo: “Brotarán manantiales de agua vida” (Jn 7, 38). La promesa pudo realizarse porque Cristo fue glorificado en su muerte y su resurrección y de su costado herido brotó para la Iglesia el Espíritu: “No había Espíritu porque Cristo no había sido glorificado todavía” (Jn 7, 39). Esta promesa de la gran efusión se cumplió en Pentecostés para toda la Iglesia, pero no solamente. Vuelve a cumplirse y se renueva en otros momentos cuando hay una especial necesidad: “Cuando terminaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban decididamente la Palabra de Dios” (Hch 4, 31).

Dice el Papa Francisco que el Espíritu Santo es “quien prepara y abre los corazones para que reciban ese anuncio, es Él quien mantiene viva esa experiencia de salvación, es Él quien te ayudará a crecer en esa alegría si lo dejas actuar. El Espíritu Santo llena el corazón de Cristo resucitado y desde allí se derrama en tu vida como un manantial. Y cuando lo recibes, el Espíritu Santo te hace entrar cada vez más en el corazón de Cristo para que te llenes siempre más de su amor, de su luz y de su fuerza”. Y exhorta a los jóvenes: “Invoca cada día al Espíritu Santo, para que renueve constantemente en ti la experiencia del gran anuncio. ¿Por qué no? No te pierdes nada y Él puede cambiar tu vida, puede iluminarla y darle un rumbo mejor. No te mutila, no te quita nada, sino que te ayuda a encontrar lo que necesitas de la mejor manera.

¿Necesitas amor? No lo encontrarás en el desenfreno, usando a los demás, poseyendo a otros o dominándolos. Lo hallarás de una manera que verdaderamente te hará feliz ¿Buscas intensidad? No la vivirás acumulando objetos, gastando dinero, corriendo desesperado detrás de cosas de este mundo. Llegará de una forma mucho más bella y satisfactoria si te dejas impulsar por el Espíritu Santo”.