31/03/2020 – “Nací en Tigre. Soy el octavo de 11 hermanos. Cuando mis padres se separaron fueron todos con mi mamá menos yo. Yo no elegí. Lo mío fue un descarte. En mi infancia de dolió todo. Empecé a robar, me drogaba también. Cuando cumplí la mayoría de edad me encontré en la cárcel. Ya no soñaba, ya no creía en nada. Buscaba sólo cómo morir.” Esta es la primera parte de la historia de Jesús, quien encontró en el deporte y en el rezo del Rosario el timón que le permitió encontrar un giro positivo a su vida.
El desahogo y la tabla de salvación “Encontré una manera de desahogarme, que es la lapicera. Escribir me hace bien. Yo venía de pelea en pelea, pasé miserias en muchísimos penales hasta que llegué a la 48 y un amigo que me conocía me invitó a jugar al rugby. Me salvó. Venía triste y enojado, y en el pabellón 8 sentí por primera vez que pertenecía a una familia. Cambié una faca por la pelota de rugby, un insulto por un tackle y mi orgullo por respeto.”
La niña de tus ojos “Me acuerdo cuando fuimos a jugar al rugby en la cárcel de Batán y en el auto sonó “La niña de tus ojos”, la última vez que la había escuchado había sido en 2009, en un buzón. Había un pibe enfrente de mi celda que cantaba temas de Dios; yo estaba aburrido y le dije: “te doy dos cigarros y vos cantás un tema”, y cantó esa canción…Fue muy loco escucharla en el infierno y después escucharla en el cielo, en el auto con un buen amigo yendo a hacer lo que más me gustaba que es jugar al rugby…”
Visita al Papa Francisco: “me faltaba ser perdonado” Tuve la suerte de poder viajar a Roma y estar cara a cara con el Papa Francisco, hasta pude regalarle la Virgen del Rugby. Después de este episodio sufrí un cambio, llegué a perdonar a las personas que me hicieron mucho daño. Pero me faltaba algo: ser perdonado. Entonces pensé en aquella persona que le solía robar todas las semanas, que directamente me preparaba un sobrecito con dinero bajo amenaza. Fui al Tigre a caminar las mismas calles, sin un fierro, solamente con el corazón en la mano. Faltando pocas cuadras sentí un poco de miedo, pero después me armé de valor y “me mandé”. Lo primero que hizo la persona fue agarrar la caja registradora del negocio pensando que volvía a robarle. Pero en cambio me acerqué y tuvimos una conversación: – ¿Todo bien? -Sí, ¿Qué necesitás? -Te la voy a hacer cortita, vengo a pedirte disculpas. Yo sé que a vos te robé, te hice pasar malos momentos; económicamente te arruiné. Te digo la verdad, no tengo plata para devolvértela, ni laburando toda la vida, lo único que tengo para ofrecerte son mis disculpas, de corazón. Todos nos equivocamos, pero ahora me siento más hombre pidiéndote perdón…. Tengo para darte una nueva arma, un rosario para regalarte, fue bendecido por el Papa, vengo de allá…
El comerciante no pudo contener las lágrimas, no podía para de llorar…me dijo que era católico y creyente, que me perdonaba. Nos dimos un abrazo.
¿Qué nos recomendás Jesús en este tiempo de “encierro” por la cuarentena; cómo canalizamos nuestras frustraciones, angustias e inseguridades? “Lo que hice cuando me sentí privado de hacer todo, no dejé que me ganara. Busqué ese rinconcito donde yo era feliz. Hoy tenemos miedo de la economía, tenemos miedo de la pandemia; pero en vez de vivir con miedo busquemos a las personas que nos hacen feliz de verdad: nuestros hijos, nuestros hermanos. Disfrutemos de sentarnos en una mensa escuchando al otro sin agarrar el celular. Escuchar, mirar a los ojos y conocer a nuestra familia. Y abrazarnos, porque es lo más lindo que tenemos en nuestra vida; lo material se va, pero el amor de la familia es eterno. Cuando dejemos de existir el amor nos seguirá manteniendo vivos. Si hay miedo: lo combatimos con amor. Si hay inseguridad: lo combatimos con fe., con esperanza de que esto es pasajero. Que este tiempo no sea un tiempo perdido, invirtámoslo es escribir, en estudiar, en enviarle un mensaje a ese abuelo, a esa madre que nos llevó e su vientre y nos crió y a veces ni un mensaje le mandamos diciendo “te quiero vieja”, hagamos lo que nos hace bien de verdad.”
No te pierdas de escuchar el testimonio completo en la barra de audio debajo del título.
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