La huída a Egipto y la matanza de los Santos Inocentes

lunes, 31 de diciembre de 2012
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Catequesis viernes 28 de diciembre de 2012

 

Padre Alejandro Puigari

 

La huída a Egipto y la matanza de los Santos Inocentes

 

Buen día, amigos y oyentes de Radio María que en esta semana nos ha encontrado centrados en el tema de la Navidad porque es la octava de Navidad.

 

Hoy vamos a tratar un misterio muy lindo y lleno de paz, el misterio de un niño que nace para obtener la paz sin embargo después tenga que verse eclipsado por la muerte de los santos inocentes.

 

Es un gran misterio, nace el príncipe de la paz pero ese niño pequeño parece atemorizar al poderoso Herodes y por eso hay muerte y llanto en la tierra bendita de Belén.

 

Hoy te invitamos a que nos ayudes a descubrir distintos rostros que hoy también sufren las consecuencias de la injusticia y al abuso de poder, para ponerlas en nuestra mirada y nuestro corazón, poder rezar con ellos y hacernos solidarios con ellos.

 

Este gran misterio que vamos a profundizar hoy, es descubrir dónde está Dios en todo esto, cómo Dios ha permitido todo esto.

 

Continuamos con el libro que nos ofrece el Papa, La infancia de Jesús de editorial Planeta, en su calidad de teólogo, de amante de querer ayudarnos a entender y profundizar la palabra de Dios.

 

En el Capítulo IV el Papa nos presenta la huída a Egipto y la matanza de los Santos Inocentes.

Dice el Papa,

 

Después de terminar la narración de los Magos, entra de nuevo en escena san José como protagonista, pero no actúa por iniciativa propia, sino según las órdenes que recibe nuevamente del ángel de Dios en un sueño: se le manda levantarse a toda prisa, tomar al niño y a su madre, huir a Egipto y permanecer allí hasta nueva orden, «porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mt 2,13).

 

Vamos a detenernos un momento aquí, los magos le entregaron oro, incienso y mirra. La mirra se refiere siempre a la pasión de Jesús.

De golpe el misterio del nacimiento de Jesús nos lleva al calvario.

A lo largo de toda la lectura del libro de Benedicto vemos la vinculación del nacimiento de Jesús con el acto redentor de la cruz. Esto es interesante porque un amor que no ame hasta dar la vida diríamos que es un amor casi de segunda.

Amar es amar en serio, es acercarte al que amas, no invadirlo pero amar siempre implicará una entrega, una oblación.

 

Seguimos con el texto, donde nos dice que para entender la matanza de los santos inocentes tenemos que centrarnos en la figura de Herodes.

En el año 7 a. C., Herodes había hecho ajusticiar a sus hijos Alejandro y Aristóbulo porque presentía que eran una amenaza para su poder. En el año 4 a. C. había eliminado por la misma razón también al hijo Antípater. Él pensaba exclusivamente según las categorías del poder. El saber por los Magos de un pretendiente al trono debió de ponerlo en guardia. Visto su carácter, estaba claro que ningún escrúpulo le habría frenado.

 «Al verse burlado por los Magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los Magos» (Mt 2,16). Es cierto que no sabemos nada sobre este hecho por fuentes que no sean bíblicas, pero, teniendo en cuenta tantas crueldades cometidas por Herodes, eso no demuestra que no se hubiera producido el crimen. En este sentido, Rudolf Pesch cita al autor judío Abraham Shalit: «La creencia en la llegada o el nacimiento en un futuro inmediato del rey mesiánico estaba entonces en el ambiente. El déspota suspicaz veía por doquier traición y hostilidad, y una vaga voz que llegaba a sus oídos podía fácilmente haber sugerido a su mente enfermiza la idea de matar a los niños nacidos en el último período. La orden por tanto nada tiene de imposible» (en Pesch, p. 72).

          

 La realidad histórica del hecho, sin embargo, es puesta en tela de juicio por un cierto número de exegetas fundándose en otra consideración: se trataría aquí del motivo, ampliamente difundido, del niño regio perseguido, un motivo que, aplicado a Moisés en la literatura de aquel tiempo, habría encontrado una forma que se podía considerar como modelo para este relato sobre Jesús. No obstante, los textos citados no son convincentes en la mayoría de los casos y, además, muchos de ellos son de una época posterior al Evangelio de Mateo. La narración más cercana, temporal y materialmente, es la haggadah de Moisés, transmitida por Flavio Josefo, una narración que da un nuevo giro a la verdadera historia del nacimiento y el rescate de Moisés.

        

El Libro del Éxodo relata que el faraón, ante el aumento numérico y la importancia creciente de la población judía, teme una amenaza para su país, Egipto, y por eso no sólo aterroriza a la minoría judía con trabajos forzados, sino que ordena también matar a los varones recién nacidos. Gracias a una estratagema de su madre, Moisés es rescatado y crece en la corte del rey de Egipto como hijo adoptivo de la hija del faraón; pero más tarde tuvo que huir a causa de su intervención en favor de la atormentada población judía (cf. Ex 2).

 

La haggadah nos cuenta la historia de Moisés de otra manera: los expertos en la Escritura habían vaticinado al rey que en aquella época iba a nacer un niño de sangre judía que, una vez adulto, destruiría el imperio de los egipcios, haciendo a su vez poderosos a los israelitas. En vista de esto, el rey había ordenado arrojar al río y matar a todos los niños judíos inmediatamente después de nacer. Pero al padre de Moisés se le habría aparecido Dios en sueños, prometiendo salvar al niño (cf. Gnilka, p. 34s). A diferencia de la razón aducida en el Libro del Éxodo, aquí se debe exterminar a los niños judíos para eliminar con seguridad también al niño anunciado: Moisés.

 

Este último aspecto, así como la aparición en sueños que promete al padre el rescate, acercan la narración al relato sobre Jesús, Herodes y los niños inocentes asesinados. Sin embargo, estas similitudes no son suficientes para presentar el relato de san Mateo como una simple variante cristiana de la haggadah de Moisés. Las diferencias entre los dos relatos son demasiado grandes para ello. Por otra parte, las Antiquitates de Flavio Josefo se han de colocar muy probablemente en un tiempo posterior  al Evangelio de Mateo, aunque la historia en sí misma parece indicar una tradición más antigua.

             

            Pero, en una perspectiva completamente distinta, también Mateo ha retomado la historia de Moisés para encontrar a partir de ella la interpretación de todo el evento. Él ve la clave de comprensión en las palabras del profeta: «Desde Egipto llamé a mi hijo» (Os 11,1). Oseas narra la historia de Israel como una historia de amor entre Dios y su pueblo. La atención de Dios por Israel, sin embargo, no se describe aquí con la imagen del amor esponsal, sino con la del amor de los padres. «Por eso Israel recibe también el título de “hijo”… en el sentido de la filiación por adopción. El gesto fundamental del amor paterno es liberar al hijo de Egipto» (Deissler, Zwölf Propheten, p. 50). Para Mateo, el profeta habla aquí de Cristo: él es el verdadero Hijo. Es a él a quien el Padre ama y llama desde Egipto.

            Para el evangelista, la historia de Israel comienza otra vez y de un modo nuevo con el retorno de Jesús de Egipto a la Tierra Santa. Porque la primera llamada para volver del país de la esclavitud había ciertamente fracasado bajo muchos aspectos. En Oseas, la respuesta a la llamada del Padre es un alejamiento de los que fueron llamados: «Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí» (11,2). Este alejarse ante la llamada a la liberación lleva a una nueva esclavitud: «Volverán a la tierra de Egipto, Asiria será su rey, porque rehusaron convertirse» (11,5). Así que Israel, por decirlo así, sigue estando todavía, una y otra vez, en Egipto.

            Con la huida a Egipto y su regreso a la tierra prometida, Jesús concede el don del éxodo definitivo. Él es verdaderamente el Hijo. Él no se irá para alejarse del Padre. Vuelve a casa y lleva a casa. Él está siempre en camino hacia Dios y con eso conduce del destierro al hogar, a lo que es esencial y propio. Jesús, el verdadero Hijo, ha ido él mismo al «exilio» en un sentido muy profundo para traernos a todos desde la alienación hasta casa.

             

            La breve narración de la matanza de los inocentes, que viene a continuación del pasaje sobre la huida a Egipto, la concluye Mateo de nuevo con una palabra profética, esta vez tomada del Libro del profeta Jeremías: «Se escucha un grito en Ramá, gemidos y un llanto amargo: Raquel, que llora a sus hijos, no quiere ser consolada, pues se ha quedado sin ellos» (Jr 31,15; Mt 2,18). En Jeremías, estas palabras están en el contexto de una profecía caracterizada por la esperanza y la alegría, y en la que el profeta, con palabras llenas de confianza, anuncia la restauración de Israel: «El que dispersó a Israel lo reunirá. Lo guardará como un pastor a su rebaño; porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte.» (Jr 31,10s).

 

            Todo el capítulo pertenece probablemente al primer período de la obra de Jeremías, cuando la caída del reino asirio, por un lado, y la reforma cultual del rey Josías, por otro, reanimaban la esperanza de una restauración del reino del norte, Israel, donde habían dejado honda huella las tribus de José y Benjamín, los hijos de Raquel. Por eso, en Jeremías, al lamento de la madre sigue inmediatamente una palabra de consolación: «Esto dice el Señor: “Reprime la voz de tu llanto, seca las lágrimas de tus ojos, pues tendrán recompensa tus penas: volverán del país enemigo…”» (31,16).

 

Si quieres te acompaño en el camino, aquí está uno de los misterios, nuestro Dios no nos impone, no nos quita la libertad, hace una propuesta de libertad y de amor. Los que se animaron a tomar esta propuesta de Dios saben que puede construirse un mundo más justo y mas fraterno, algunos conociendo explícitamente a Jesús, otros siendo cristianos anónimos.

El misterio de la libertad es muy importante, a veces pensamos cómo Dios quiere esto, y en realidad Dios no lo quiere, lo quiere el hombre, Dios lo permite o lo respeta porque respeta la libertad del hombre pero claramente no lo quiere y por eso nosotros los cristianos no podemos quererlo, y siempre debemos proteger la bandera de la vida en todas sus manifestaciones. La Iglesia debe ser fiel a su Señor y no hay ninguna apertura que sea muerte.

 

Voy a leer una parte de un documento oficial del Papa donde dice: “La paz no es un sueño, no es una utopía, la paz es posible. Nuestros ojos deben ver con mayor profundidad bajo la superficie de las apariencias y las manifestaciones para descubrir una realidad positiva que existe en nuestros corazones, porque todo hombre ha sido creado a imagen de Dios y llamado a crecer contribuyendo a la construcción de un mundo nuevo. En efecto Dios mismo mediante la encarnación del Hijo y la redención que lleva a cabo ha entrado a la historia haciendo surgir una nueva creación y una alianza nueva entre Dios y el Hombre y dándole la posibilidad de tener un corazón nuevo y un espíritu nuevo, como dice el profeta Exequiel en el Capítulo 36”.

 

Miren como Benedicto siempre une, la encarnación del Hijo, el misterio de la Navidad y la Redención y lo acontecido en el Calvario.

Eso nos permite decir que Dios ha entrado en la historia y hace nuevas todas las cosas, y nos propone una alianza nueva dándonos la posibilidad de tener un corazón nuevo. Y Herodes dijo NO, no fue a adorar al niño, pensó que ese niño le iba a quitar su poder y no valoró la vida ni la de sus hijos ni la de los inocentes.

Pero hoy también “quienes no aprecian suficientemente el valor de la vida humana y en consecuencia sostienen la liberación del aborto tal vez no se dan cuenta que de este modo proponen la búsqueda de una paz ilusoria, la huída de las responsabilidades que envilece a la persona humana y mucho mas la muerte de un ser inerme e inocente, nunca podrán traer felicidad o paz.

En efecto, ¿cómo es posible pretender conseguir la paz, el desarrollo integral de los pueblos o la misma salvaguardia del ambiente, sin que sea tutelado el derecho a la vida de los más débiles, empezando por los que aún no han nacido? Cada agresión a la vida, especialmente en su origen, provoca inevitablemente daños irreparables al desarrollo, a la paz, al ambiente. Tampoco es justo codificar de manera subrepticia falsos derechos o libertades, que, basados en una visión reductiva y relativista del ser humano, y mediante el uso hábil de expresiones ambiguas encaminadas a favorecer un pretendido derecho al aborto y a la eutanasia, amenazan el derecho fundamental a la vida.

 

Ciertamente el cristiano debe ser un defensor de la vida en todas sus manifestaciones, en el niño en el seno materno, en el niño que está en la calle, en la vida del niño que necesita educación, debemos ser militantes de la vida, debemos contemplar y cuidar esa vida.

 

Por eso volvamos al texto que nos propone Benedicto en su libro, y es importante que ese Dios ese niño es nuestro Salvador y por eso va a Egipto porque la vida en su tierra está amenazada, y huye a Egipto para buscar nuestros exilios y para cuidar a todos aquellos que están llamados a vivir en la promesa del Señor.  Benedicto va a hablar de ecología humana.

 

Es difícil hacer una síntesis de un libro tan rico pero Benedicto nos hace ver que en los dos capítulos del relato de la infancia en Mateo no son una meditación expresada en forma de historias, sino al contrario: Mateo nos relata la historia verdadera, que ha sido meditada e interpretada teológicamente, y de este modo nos ayuda a comprender más a fondo el misterio de Jesús.

 

Por eso debemos acercarnos al texto, acercarnos al hecho histórico, profundizarlo teológicamente en la oración y pedirle al Señor aquello con lo cual empezó el libro ¿Quién eres, de dónde vienes, para qué vienes? Y eso es importante que hace notar Benedicto.

El Nuevo Testamento utiliza dos formas para llamar a Jesús, Nazoreo y Nazareno. Mateo, Juan y los Hechos de los Apóstoles usan Nazoreo; Marcos habla sin embargo de Nazareno; en Lucas se encuentran ambas formas.

Hay dos líneas principales para una solución. La primera se remite a la promesa del nacimiento del juez Sansón. El ángel que anuncia su nacimiento dice que él sería un «nazoreo», consagrado a Dios desde el seno materno, y esto —como dice la madre— «hasta el día de su muerte».

 La segunda línea de interpretación se apoya en que, en el nombre «nazoreo» puede resonar también el término nezer, que está en el centro de Isaías 11,1: «Brotará un renuevo (nezer) del tronco de Jesé.»

 

Por eso la infancia de Jesús termina en el episodio cuando Jesús es presentado a los doce años, Jesús crecía en edad pero también crecía en estatura, en sabiduría  y en gracia ante Dios y los hombres.

 

Que Dios nos conceda dejarnos envolver por la presencia del Señor, ser transformados por su amor y así crecer también en sabiduría y en gracia, crecer en el compromiso por la vida, crecer en identificación con los valores del reino. Entonces estaremos descubriendo este misterio de Jesús el enviado del Padre, el hijo de Dios por el cual somos hermanos y hombre nuevos.

 

Quiero dejar un mensaje de mucha esperanza porque Jesús vino para ayudarnos a hacer un mundo mejor y debemos tener la capacidad de descubrir la presencia del reino.

 

Santa María conserva mi corazón de niño puro y transparente como una fuente, obtiene un corazón simple que no sepa saborear las tristezas.

Un corazón de niño, magnífico en el darse, tierno en la compasión, un corazón fiel y generoso que no olvide ningún bien y que no conserve rencor de ningún mal.

Haceme un corazón dulce y humilde, amante sin exigir reciprocidad, gozoso de borrarse en otro corazón delante de tu hijo Jesús.

Un corazón de niño pero grande e indomable, que ninguna ingratitud detenga, que ninguna indiferencia canse.

Un corazón de niño apasionado por la gloria de Jesucristo, herido por su amor y cuya llaga no se cure sino en el cielo

 

Que podamos ser la generación de este siglo XXI que se comprometa a un mundo nuevo, que Dios los bendiga!!