La Iglesia se preocupa de lo social desde los primeros siglos de su historia

jueves, 20 de septiembre de 2018
image_pdfimage_print

20/09/2018 – El padre Alejandro Nicola realizó en el primer programa del ciclo 2018 de “Palabras jóvenes de grandes hombres” un panorama general de la visión social que tuvieron los Padres de la Iglesia, quienes vivieron hasta el siglo VIII siguiendo los pasos de Jesús. “Los Padres de la Iglesia fueron hombres y mujeres que forjaron las comunidades cristianas primitivas. Vivían en el norte de África, en Medio Orientes y en la parte sur de Europa, en torno al Mar Mediterráneo. Se caracterizan por su santidad de vida, por su ortodoxia en sus enseñanzas con respecto a la fe y son los responsables de las primeras liturgias”, destacó el sacerdote cordobés especialista en Patrística eclesial.

El padre Nicola indicó además que “Dios ha creado todas las cosas para todos los hombres. De eso se deriva el principio de la destinación universal de los bienes. San Juan Crisóstomo lo dice así: ´Porque Dios, desde el principio no hizo a uno rico y a otro pobre; ni al crear mostró a éste muchos tesoros y a aquel lo privó de tal investigación, sino que entregó la tierra a todos para que la cultivaran`. Los Padres remarcarán sobre todo el uso social de la riqueza, como tarea de un buen administrador”.

A continuación, se compartieron dos textos de San Juan Crisóstomo. Este fue el primero:

La verdadera riqueza no está en enriquecerse sino en no querer enriquecerse. ¿Entienden lo que acabo de decirles? El que quiere enriquecerse necesita bienes y dinero; mas el que no quiere enriquecerse está siempre satisfecho.

Como los ricos por lo general son temidos, el profeta nos los pone al desnudo con aquella frase: «No temas cuando un hombre se hace rico y crece su fastuosidad». ¿Por qué temer a un árbol muy frondoso en hojas pero desprovisto de todo fruto? ¿Por qué temer a un hombre que camina a la amargura? ¿Por qué temer a un hombre que constantemente está él mismo temblando? ¿Por qué temer a quien vive en continuo sobresalto?

Un esclavo no teme a su amo ausente. Pero el rico lleva dentro por todas partes a su propio tirano. A dondequiera que vaya, va con él su pasión por la riqueza. Tiene por enemigos a todos sin distinción: prójimos, esclavos, amigos, envidiosos y bienhechores. Y es que en todas partes despierta envidias. En cambio, el pobre no tiene por qué temer a nadie, puesto que sus riquezas son su capacidad de aguante y su actitud ante la vida. Pero el rico es aborrecido por todo el mundo, porque es víctima de la avaricia. Quizá le adularán en su cara, pero íntimamente le desprecian. Y la prueba es que, cuando sopla el viento y caen las hojas, entonces se pone de manifiesto lo fingido de las amistades, se perciben bien las máscaras de los aduladores, y aparece claro y manifiesto el coro de los hipócritas y todo el escenario de aquella farsa. Y, al hablar así, no pretendo calumniar a la riqueza sino reprender a los que usan mal de algo bueno.

Ya se los he dicho mil veces: las riquezas, acompañadas de buenas obras, son buenas ellas también. ¿Cómo son buenas? Si con ellas se remedia la pobreza y se socorre a quienes lo necesitan. Me dirán: «¿Ya estás otra vez metiéndote con los ricos?» Pero yo les digo: «jYa están otra vez ustedes contra los pobres!». ¿Una vez más atacas a los rapaces? jUna vez más se ponen ustedes contra las víctimas de la rapiña! Si ustedes no se hartan de devorar y tragarse a los pobres, yo no me harto de echárselos en cara. Apártate de mis ovejas, apártate de mi rebaño. No me lo destruyas. Y si me lo destruyes, ¿me acusarás de que te persigo? Si yo fuese pastor de ovejas, ¿me acusarías de no perseguir al lobo que invadiera mi rebaño?

Pero soy pastor de un rebaño espiritual. Por eso no persigo a pedradas sino con la palabra. O, mejor dicho: no te persigo sino que te llamo. Entra tú también en el rebaño. ¿Por qué destruyes mi rebaño, tú que deberías acrecentarlo? Yo no te persigo a ti sino al lobo. Y si no eres lobo no te persigo. Pero, si te has hecho lobo, acúsate a ti mismo. Por tanto: yo no estoy contra los ricos sino a favor de los ricos. Hablando como hablo, hablo en favor tuyo aunque tú no te des cuenta.

Y no me digan que es imposible cuidar de los otros. Si son cristianos, lo imposible es que no cuiden. Pasa aquí lo mismo que en otros campos de la naturaleza, donde hay cosas que no pueden ser contradichas. Pues igual aquí: el compartir radica en la naturaleza misma del cristiano. No insultes a Dios: si dijeras que el sol no puede alumbrar, lo insultarías. Y si dices que el cristiano no puede ser de provecho a los otros, insultas a Dios y lo haces pasar por mentiroso. Más fácil es que el sol no caliente ni brille, que no que el cristiano deje de dar luz. Si ordenamos debidamente nuestras cosas, la ayuda al prójimo se dará absolutamente, se seguirá como una necesidad física. Quede claro que no trato ahora de levantarles hasta la cumbre más alta del desprendimiento. Por ahora sólo pido que recorten lo superfluo y se contenten con lo suficiente. Y lo suficiente se define por la necesidad de aquellas cosas sin las cuales no es posible vivir. Nadie pretende quitarte el sustento necesario; pero estoy hablando de sustento, no de comidas refinadas; estoy hablando de vestirse, no del lujo en el vestir. O por mejor decir: si miramos las cosas hasta el fondo, el mayor placer está en la sencillez.

Y el segundo texto de San Juan Crisóstomo fue este:

El principio y raíz siempre es forzosamente la injusticia. ¿Por qué? Porque al principio Dios no hizo rico a uno y pobre a otro, ni tomó a uno y le dio grandes yacimientos de oro, privando al otro de este hallazgo. No señor. Dios puso delante de todos la misma tierra.(:::) Lo que es de Dios es todo común. ¿No te das cuenta de que ese mismo es el orden establecido en las grandes casas? A todos se les da por igual su ración de alimento, pues sale de los graneros del amo. La casa señorial está abierta en la misma medida a todos los sirvientes. Comunes son también todas las cosas del Imperio: las ciudades, las plazas o los paseos son comunes a todos. Todos participamos de eso por igual. No hablo así porque la riqueza sea un pecado. El pecado está en usar mal de ella no repartiéndola entre los pobres.