25/04/2017 – La propuesta de la educación inclusiva busca animarnos a conectar con lo que nos pasa frente a la discapacidad. En diálogo con Radio María la Lic. en educación inicial, Vanina Castelli, miembro de la “Fundación Por Igual Más”, presentó la relación escuela y familia en la construcción de respuestas inclusivas.
La escuela argentina tiene muchas dificultades por donde es atravesada, pero el desafío es mirar al niño y al joven como persona, desde el lugar del otro y en su necesidad; al salir del lugar propio y de las expectativas que eso genera, el camino se abre.“Creemos en la posibilidad de un cambio más profundo, y es que la escuela se prepare para recibir la discapacidad en general, no sólo en cuanto a la discapacidad”, sostuvo Vanina como eje central de la tarea.
En cuanto a las familias que llegan a las escuelas, la licenciada aclaró que son familias heterogéneas, diferentes configuraciones y diferentes historias, con una idea de la discapacidad particular; para dar lugar a la inclusión, es necesario que todo lo que sea diferencia aparezca.
Además sostuvo que frente a la llegada de una persona con discapacidad a la familia, el proceso de respuesta es complejo y variable. El sentimiento de fatalidad ante la situación, la movilización frente a la incertidumbre y las expectativas en torno a la posibilidad de sociabilidad del niño o niña, son variables del proceso.
La discapacidad está dada por las barreras sociales, y el trabajo como sociedad tiene que partir por reconocerlas.
La aceptación no es un paso fácil, conlleva un fuerte proceso familiar; puede que la discapacidad se reconozca al momento de nacer y se empiece un proceso de aceptación; o puede que la discapacidad sea detectada ya escolarizado el niño.
Es necesario comprender que lo fundamental es no esperar que la familia responda a la escuelas, sino que la posibilidad se enmarque en el diálogo entre ambas instituciones. “Hay que partir de una realidad concreta, la formación para los docentes no ha estado pensada para la discapacidad; en la escuela común muchas veces seguimos inconscientemente esperando al niño estándar y en consecuencia esperamos este tipo de familia. En este punto no se puede dialogar, aparece el temor a la exclusión”, reconoció la licenciada.
Si la realidad no se acepta y las expectativas no corresponden con la necesidad del niño, éste se verá en el intento permanente por tratar de cumplir expectativas ajenas a sus necesidades; barreras grandes y difíciles que reclaman vías y adecuaciones a ser atendidas.
“Hay un rol del estado que es intransferible, pero hay otro, el rol que cada persona tiene frente a esto como agente de cambio. En esto último los docentes tienen un gran tarea; hay un cambio que tiene que incurrir adentro y es el de la disposición para la inclusión”, finalizó Valeria como paso para la reflexión.
En cuanto al diagnóstico de situación, instancia esencial del ingreso del niño con discapacidad a la escuela, Yanina del Valle Siragusa, Lic. en Psicopedagogía nos habló de la importancia de las mismas, como espacios para detectar, derivar y acompañar mejor la vida de los niños.
El Diagnóstico no debe tomarse como examen, sino como lugar de encuentro entre familia y escuela, afirmó Yanina detectando realidades que se viven en el marco institucional que es necesario identificar como: el miedo al rechazo, la aceptación y la intención de abordar el problema o la omisión del mismo.
“Es necesario convocar a la familia a la escuela, acompañar, escuchar, contener, situaciones que no se dan siempre por tiempos familiares y escolares; la división se da cuando las dos están a un lado no como instituciones que se complementan para generar lo mejor para el niño”, remarcó desde su experiencia la licenciada.
En cuanto al rol del maestro integrador en la escuelas, lo definió como un rol de apoyo, cuyo objetivo es acompañar el proceso del niño. Siguiendo con este línea resaltó que el maestro de apoyo debe tener ojo para detectar las potencialidades, y las singularidades, asesorando al docente de grado en las posibilidades que tiene el niño más allá del límite.
“Hay que mirar al niño y agotar todos los recursos posibles para acompañarlo”, agregó Yanina sosteniendo la importancia de conectarnos con nuestra profunda humanidad y con la discapacidad que todos tenemos; correr del lugar el “todo lo puedo” para entrar en la dinámica del propio limite, volver a armarnos, teniendo en cuenta una educación desde la posibilidad.
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