La mirada del Señor

viernes, 18 de marzo de 2011
image_pdfimage_print
La oración es para Ignacio de Loyola, un diálogo, una conversación con Dios, con los Santos, sobre todo con la Virgen. Y esto es así ya desde sus primeros pasos, ocupa un lugar importante, la consideración de LA MIRADA DEL SENOR, tal cual ella se expresa en la tercera consideración que nos deja Ignacio, dice así: un paso o dos antes del lugar donde tengo que contemplar o meditar, me pondré de pie, por un espacio de un Padre nuestro, o sea mas o menos 1 minuto, alzando el entendimiento hacia arriba, considerando como Dios nuestro Señor, o sea Jesucristo, el hijo de Dios hecho hombre, me mira, etc. Y hacer allí una reverencia.

Una primera constatación para poder entrar en este espacio de un minuto que le llama Ignacio, es darnos cuenta que nos mira.

 

 

 

Si, es verdad, te mira

 

La consideración que hacemos sobre la mirada del Señor, es más que un acto de estar en su presencia. Cuando estamos en un cuarto, con una persona que no nos mira, aunque esté en silencio y no nos diga nada, su sola presencia y su cruce de mirada nos puede decir más que muchas palabras. Es así, hay miradas que dicen más que las palabras.

San Ignacio recomienda pensar en que Dios me mira durante un padrenuestro, o sea, aproximadamente durante un minuto. Sin embargo puede convenir alargar este tiempo por la importancia y por la trascendencia de este primer momento de la oración ignaciana. No está dicho expresamente, pero se lo insinúa en el etc. Podríamos decir, me mira, se detiene en su mirar, me mira amándome, me mira con misericordia, me mira levantándome a la esperanza, me mira con la comprensión propia de una mirada de Padre, me mira sosteniéndome la mirada, me mira buscando en mi, la verdad, me mira sin condenarme, me mira alentándome, este puede ser el etc. Significa que nos conviene dejarnos llevar por este sentimiento que suscita la mirada del Señor sobre nosotros. Esta mirada del Señor puede llevarnos todo el tiempo de la oración, puede que ocurra que en un momento o en algunos momentos sea solo esto la oración y por eso esto del minuto al menos, no un minuto de reloj, al menos porque como decimos, en los ejercicios lo importante es que se produzca el encuentro, a veces el estar sabiéndome mirado y mirándolo al Señor, contemplándolo, puede llevarme todo el tiempo de la oración, si es que allí encuentro gusto interior, recordando que no está en el mucho hablar, sino en el gustar interiormente las cosas de Dios. A veces esta presencia de Dios, este modo de estar del Señor, mirándonos con sencillez, detenernos frente a ello puede ser suficiente para que allí nos pasemos todo el tiempo. Como hacía aquel parroquiano, en cuando el cura viéndolo contemplando el santísimo, le preguntaba qué hacía allí largas horas frente al Señor, y él decía sencillamente, Él me mira y yo lo miro.

 

 

 

Consigna del hoy: En qué lugar de tu vida necesitas dejarte mirar por Dios para ver tu propia historia y la realidad de lo cotidiano con su mirada.

 

 

 

 

Para poder detenernos en la oración de hoy, sobre la mirada de Jesús, en los ejercicios, puede ayudarnos por ejemplo, el Salmo 139: Señor, tu me sondeas y me conoces, mira si mi camino se desvía. El que conoce antes que llegue a nosotros, el pensamiento, el que sabe cuando nos levantamos y cuando nos acostamos. Tú me sondeas, tú me conoces Señor.

Con un conocimiento y un mirar de Dios que es desde el amor y que desde ese lugar nos sostiene con su mirada.

También puede ayudarnos algunas de las visiones del Apocalipsis 1,12-20; 4,1 al 5,14.

En cualquiera de estos textos se puede elegir una frase, la que más nos resulta interesante y esa puede ser la frase que nos permite detenernos y con ella pausadamente orar y sentir y gustar interiormente lo que decimos respecto de la mirada del Señor sobre nosotros cuando comenzamos a hacer oración.

 Por ejemplo podríamos tomar esta del Salmo 139: Señor, Tú me sondeas, Tú me conoces, mi camino está en tus manos, mira si mi camino se desvía. Y decirlo, una y otra vez.

 

 

Dios nos mira, que actitud nuestra frente a la mirada de Dios

 

 

San Ignacio nos dice que nos detengamos frente a la mirada del Señor, pero también nos dice que frente a ella hagamos una reverencia, un gesto de humillación.

En Principio y Fundamento, unos de los objetivos de la creación del hombre era, hacer reverencia a Dios nuestro Señor o sea a Jesús. Hagámoslo así al comienzo de nuestra oración y hagámoslo particularmente en este día dedicado a detenernos en la mirada del Señor. Entremos ante la mirada del Señor, con sencillez, con humildad, con reverencia. Puede ayudarnos el texto de Éxodo 3, allí donde Moisés se descalza frente a la presencia de Dios por el temor que le suscita la zarza que arde y no se consume.

*Descálzate Moisés, estás en un lugar sagrado*.

Entrar al lugar de la oración con esta conciencia, entrar con la conciencia del encuentro con lo sagrado, entrar en la conciencia con el encuentro con Él que todo lo sabe, lo conoce y lo puede, con su mirada que todo lo transforma, cuando con profundidad penetra en lo más hondo de nuestro ser.

Puede ser un gesto muy simple, muy sencillo como para humillarse o inclinarse profundamente. Hagamos la prueba, si nos resulta beneficioso, no dejemos de hacerlo de aquí en adelante. Este ejercicio es muy importante para el acompañamiento del resto de los ejercicios, porque ahora, después de este ejercicio, cada vez que nos adentremos a orar vamos a repetir este en el comienzo de nuestro ejercitarnos interiormente, este de inclinarnos, hacer reverencia, sabiendo que Dios nos mira. Hagamos la prueba y nos resultará muy beneficioso, puede ayudarnos para suscitar en nosotros esta actitud, algún texto como podría ser uno de los signos cristo lógicos de Pablo, *Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Jesucristo. Siendo Él de condición divina, no retuvo el ser igual a Dios, para que el hombre, en nombre de Jesús, toda rodilla se doble y toda lengua confiese, Cristo es el Señor*. Esa expresión bella de Filipenses 2,6, *Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda creación. Colosenses 1,15. Puede ayudarnos también algunas consideraciones de la mirada del Señor, que nos presenta la enseñanza de Teresa de Jesús, doctora de la iglesia universal, como la declaró Pablo VI, cuyo magisterio específico es el de la oración. Para Santa Teresa, no es otra cosa oración sino el trato de amistad con quien sabemos nos ama, pero como comenzar a tratar la amistad con quien sabemos nos ama, Santa Teresa tiene una manera o estilo propio de establecer esta comunicación de amistad, dice así: *Procure estar sola, y tener compañía pues quien mejor que la del mismo Maestro, represénteselo al Señor junto a usted, junto a vos, y créale, créele, mientras puedas no estar sola sin tan buen amigo*. Es decir, Teresa invita representarnos la imagen de Jesús, que nosotros estando solos, Él está con nosotros. Ese estar es acompañándonos como estamos.

Veamos como a un vuelo de pájaro en sus principales obras, no vasta comenzar la oración con Jesús, es además necesario continuarla en su compañía, créame mientras pueda, no estés sin tan buen amigo. Si te acostumbras a traerle sobre vos y Él ve lo que haces, con mayor amor, que andas preocupado por contentarle, no podrá echarte, no te faltará para siempre, estará siempre con vos.  

Para traerlo de compañero, no es necesidad de elevados pensamientos, ni de hermosas formulas, basta sencillamente solo mirarlo.

Este modo de traer a Cristo con nosotros, aprovecha en todos los estados de la vida espiritual y en todos los estados de vida, decía Teresa en el libro *Vida* en el capítulo 12. Por tanto, no se limita la santa a aconsejar este modo de oración, lo declara obligatorio. Todos deben hacer su oración con Cristo. Semejante afirmación bajo la pluma de Teresa de Jesús, tan compresiva de las diversas necesidades de las personas, tan cuidadosa siempre de respetar su libertad y la voluntad de Dios respecto de ella, cobra una singular fuerza y casi nos interpela y asombra.

Hay personas por ejemplo que no pueden representarse a Cristo nuestro Señor, cómo podrán pues ponerse junto a Él y hablarle aunque más no se que de corazón.

La santa da una respuesta, su experiencia personal. Jamás ha podido ella valerse de su imaginación de oración y sin embargo, esto no le ha impedido practicar lo que enseña. Tenía tan poca posibilidad para con el entendimiento representar cosas que si no era lo que veía, no aprovechaba nada mi imaginación, como hacen otras personas que pueden hacerse representaciones a donde logran recogerse interiormente. Yo sólo podía pensar en Cristo como hombre, mas es así que jamás pude representarle en mí, por más que leía su hermosura y veía sus imágenes. Sino como quien está ciego, a oscuras, que aunque habla con una persona y ve, está con ella mas no la ve, de esta manera me acaecía a mí cuando pensaba en nuestro Señor. Por eso se ayudaba con imágenes del Señor que le permitían hacer presente lo que sin ellas no podía imaginar. Y en esto es bueno recurrir a algunas imágenes de Jesús que nos pueden ayudar. En la cruz, en alguna escena de la vida pública, en algún cuadro, en algún trozo de una película. Hay otras personas que pueden fijar la atención y saben tener largo razonamiento dice, no les pido ahora que piensen en Él, ni que saquen muchos conceptos, ni que hagan grandes y delicadas consideraciones con el entendimiento, les pido que lo miren.

¿Quién les quitará volver los ojos del alma, aunque sea un momento, sino pueden más a este Señor? Siempre es posible esta mirada de fe. La santa nos regala testimonio de su experiencia, dice: * O las que no pueden tener muchos discursos en el entendimiento, ni pueden tener el pensamiento sin divertirse, acostúmbrense, miren que yo sé que pueden hacer esto porque pasé muchos años por el trabajo de no poder sosegar el pensamiento en una cosa, es verdad, no a todos nos da el Señor la fuerza de discurrir intelectual, razonablemente con el pensamiento en torno a Él, pero sí a todos nos da la posibilidad de amar. En el amor podemos hacer pie, podemos anclar nuestra decisión y nuestra voluntad de entrega al Señor, fijando la mirada en una imagen*.

Este es el comienzo de toda oración para San Ignacio, mirarlo y dejar que nos mire. Un paso o dos antes del lugar donde tengo que contemplar, meditar, me pondré de pie por espacio de un padrenuestro, considerando como Dios nuestro Señor, me mira, etc. Y aún en medio y su término, como dice Santa Teresa, si nos acostumbramos a ello, no lo podremos como dicen echar de nosotros. Se hace amigo, huésped, compañero, en su mirada nos penetra, en el penetrar su mirada, el etc. supone darnos fuerza, ánimo, esperanzas, alegría, darnos compasión, corregirnos con su mirada, purgar nuestro corazón. Su mirada es como fuego, decía la palabra en el Apocalipsis. Con su mirada también, traer luz, clarificar nuestras ideas, su mirada es luminosa, tierna, de consuelo, las miradas de Señor son tan diversas y tan ricas, tan posibles de hacerse a todos los estados de ánimo a los que nosotros nos encontramos y quedarse con nosotros.

¿Por qué hacemos este ejercicio, cuando en realidad debe estar presente en toda la oración? Porque este como la consideración sobre el Discernimiento de Espíritu, como Principio y Fundamento puesto al principio de los ejercicios, nos van a acompañar todo el camino. La mirada del Señor y nosotros mirándolo, encontrándonos con Él, etc. como dice Ignacio, va a acompañar nuestra oración en todo el camino de los ejercicios, debe estar al principio. Y a veces puede ocurrir que estando al principio, como primer acto, unos minutos antes de comenzar ya con las consideraciones y el coloquio propio de los ejercicios, el diálogo con el Señor, en ese estar allí con Él, puede llevarnos todo el tiempo.

Si es de Dios seguramente sentiremos gusto interior y nos bastará sólo, saber que nosotros Lo miramos y Él nos mira.

 

 

 

                                                                           Padre Javier Soteras