La misericordia de Dios

miércoles, 28 de febrero de 2024
image_pdfimage_print

28/02/2024 – El padre Marcelo Carraza, rector de basílica Nuestra Señora de Aránzazu de Victoria (Entre Ríos) y presidente de la Junta Nacional de Catequesis, habló sobre la misericordia en el antiguo y el nuevo testamento. “Una palabra en el latín que nos indica algo distinto de lo que significa en el hebreo original es misericordia. Es mirar con piedad la miseria del corazón propio, para comprender la del otro. En hebreo se dice rahamim, de rehem, que significa vientre materno, amor maternal. También hesed, que lealtad a las decisiones del corazón y la palabra dada. Hay tres lugares para entender la misericordia. En el antiguo testamento está la historia de Jonás, donde vemos que solo hay misericordia si se conoce a Dios”, indicó el sacerdote.

“En el nuevo testamento está la parábola del Padre Misericordioso, que nos dice que solo hay fiesta si hay misericordia. Y en literatura universal podemos ver el personaje Jean Valjean, que expresa que solo hay misericordia si fuimos misericordiados. Al final del libro de Jonás nos encontramos, sorprendentemente, con el desagrado del protagonista en el arrepentimiento del pueblo de Nínive. Usualmente al predicador le agrada que el pueblo se arrepienta, pero Jonás no. Jonás explica su ira. huyó a Tarsis; porque sabía Dios era clemente y piadoso, tardo en enojarse, y de gran misericordia. Dios le concedió el arrepentimiento a Nínive, enemigos de Judá e Israel. Jonás quería que Dios trajera juicio, estas personas que él odiaba”, resumió Carraza.

“El mismo Jonás llamó a la misericordia de Dios y la disfrutó cuando le fue dada a él. Ahora él se resiente cuando es dada a sus enemigos. El arrepentimiento y salvación del pueblo de Nínive es tan doloroso para Jonás que él prefiere morir que pensar en ello. La misericordia de Dios es hermosa cuando la aplica sobre nosotros y los que queremos, y pero nos cuesta y nos duele, que con la misma generosidad se aplique a los que no queremos. Dios cuestiona el corazón de Jonás. ¿Hace bien, Jonás, en enojarse tanto? A Dios le gusta hacernos preguntas, porque revelan nuestro corazón. Si estamos enojados en contra de Dios, Él podría hacernos la misma pregunta que le hizo a Jonás: ¿Haces tú bien en enojarte tanto? Y la respuesta siempre debe de ser: No Señor. Todos Tus caminos son buenos aun cuando no los entienda. Parece que Jonás esperaba que el arrepentimiento de Nínive estuviera corto, y esperaba ver a la ciudad destruida después de todo”, dijo el padre Marcelo.

“Jonás sale de la ciudad para estar seguro. Preparó Yahvé Dios un ricino, la cual creció sobre Jonás y le dio sombra. Esta es la primera vez que vemos feliz a Jonás. Él estaba complacido porque al fin, después de toda la compasión de Dios por otras personas, Dios al fin estaba haciendo algo por Jonás. Podríamos decir que la felicidad de Jonás era tan carnal como su enojo. Ambos se trataban de sí mismo. Jonás se enoja, hasta la muerte porque el ricino se secó. El ricino en una noche nació, y en la noche siguiente pereció. Y la pregunta de Dios, entonces: ¿Y no tendré yo piedad de Nínive? Jonás, en respuesta a la pregunta de Dios, se sintió totalmente justificado en su enojo sobre la destrucción de la planta que le daba sombra. La huida de Jonás a Tarsis al comienzo del libro es una imagen del alejamiento de Jonás por la misericordia de Dios. Jonás no acepta, la misericordia de Dios, aunque la pide cuando la necesita hace su tarea no queriendo que Dios obre como debería según su corazón, y sobre todo se convierte un espectador de la destrucción de los demás. ¿Y no tendré yo piedad de Nínive? Cuanto más debiera estar preocupado Dios sobre la destrucción de personas, aquellos hechos a Su imagen, aun si fueran asirios. La respuesta de Dios para Jonás le mostró al profeta que él en realidad no conocía a Dios tan bien como él pensaba. Dios mostró su misericordia hacia Jonás a través de mucha preparación. En definitiva, quien necesitaba la mayor misericordia es el profeta, pero no la acepta”, manifestó.

“En la historia del Padre Misericordioso se ve la tragedia de un padre bueno. Si se nos invita a la conversión sólo tenemos un único argumento definitivo: el gran y entrañable amor del Padre; Jesús nos habla de la misericordia de Dios. Para ello utiliza, entre otras, una parábola: la parábola del Hijo Pródigo. O, como dicen los exegetas contemporáneos, la tragedia de un padre que, a pesar del amor a sus hijos, no logra construir una familia unida. Ésa sería, según Jesús, la tragedia de Dios. En la parábola se retratan las miserias humanas y se define la respuesta de Dios a tantas miserias. Es un tríptico centrado en el Padre y prolongado en los dos hijos. Un hijo menor que con la parte de su herencia se ve autosuficiente, piensa que no necesita de los demás, cree que va a conquistar el mundo. Es el hombre que busca fuera lo que tenía que encontrar dentro, que mendiga en la ciudad lo que le sobra en casa. Un padre que no niega a su hijo lo que le pide. Es un sol que ilumina todo el cuadro. Respeta, no ata al hijo que se quiere marchar, ni le amenaza; no se ajusta a los deseos propios. Sufre la marcha del hijo le produce una herida abierta. Espera. Si el hijo ha roto con él, él no quiere romper con el hijo. Acoge: el padre lo presiente que ese día llegará; el hijo desanda el camino, el padre sale a su encuentro. Con sus besos le cierra la boca humillada; con los abrazos lo mete dentro de su corazón. Perdona: no sólo perdona sino que se conmueve, se alegra, hace fiesta; no sólo perdona sino que dignifica, devuelve al hijo miserable toda su grandeza y sus derechos: el vestido, el anillo, las sandalias, el banquete. Este padre es una imagen de Dios y es una versión poética, dramática de lo que hacía Jesús con los pecadores. No se cansa de esperar para que volvamos una y mil veces a Él. Siempre perdona y celebra una fiesta. Un hijo mayor que representa la miseria del desamor, del orgullo, de la justicia basada en la ley; este hermano es un hombre sin entrañas, lo contrario de Dios; es el que cumple pero no ama; el que se queda en casa pero su corazón está muy lejos; el que trabaja pero no como hijo sino como jornalero. Es el que juzga, el que se cree superior, el que se cree en la verdad. A veces lo podemos ver desde lo religioso, pero a veces, somos “hijos mayor”, en aspectos sociales, políticos o profesionales”, destacó Carraza.

“En el relato de Los Miserables vemos una obra que trata de la caída de Jean Valjean al infierno social y su redención moral. Valjean es arrestado en su juventud por robarse un pedazo de pan para alimentar a sus sobrinos hambrientos y pasa en el presidio 19 años. Cuando es liberado nadie lo quiere recibir, debido a su pasaporte que lo identifica como expresidiario, hasta que es acogido una noche en la casa de Myriel. A pesar de la hospitalidad con la que es recibido, Valjean le roba unos candelabros y al día siguiente es arrestado por ello. Cuando se le preguntó al obispo sobre los candelabros, este respondió que él se los había regalado a Valjean. Este acontecimiento le abrió los ojos al expresidiario quien, a raíz de este gesto de misericordia, decide cambiar su vida. Los candelabros que Valjean le roba, y luego Myriel le regala, son por sí mismos más que un mero objeto material, son un símbolo de la “luz” que Myriel le está dando para que lo guíe en la vida como a un hombre de bien. El acto de perdonar a Valjean representa el momento en que este es liberado del odio que sentía en su corazón hacia la sociedad. Un segundo momento por considerar, en cuanto misericordia, es cuando Fantine es apresada por prostituirse y Valjean, ya alcalde, la saca de prisión Fantine, una madre que es abandonada por el padre de su hija y se ve obligada a trabajar duro para mantenerla, es una crítica a una sociedad donde la mujer es abandonada con esta clase de responsabilidades”, resumió.

“El tercer episodio por considerar está muy relacionado con el segundo. El policía Javert sospecha de Valjean e informa a las autoridades en París. Sin embargo, la policía creyó haber encontrado al verdadero Valjean, un simple ladrón que se había robado unas manzanas. El castigo contra él iba a ser duro, pues se trataba de un reincidente. Valjean se encontraba entonces en un dilema moral muy serio. Podía acudir al auxilio de este inocente y evitar que fuera condenado injustamente, o podía dejarlo pasar y seguir adelante como alcalde. Él, sin embargo, y a pesar de muchos sucesos que pudieron impedirlo, acudió al juicio que se le hacía al inocente. Demuestra que hacer la justicia no necesariamente trae consigo la felicidad, pues a Valjean le sucedió todo lo contrario, el peso de la ley le cayó encima y tuvo que postergar sus planes de ir por Cosette. El cuarto episodio sucede cuando Valjean logró escapar de prisión de nuevo para acudir a salvar a Cosette. Cuando llegó a la posada de los Thénardier, pudo observar cómo trataban mal a Cosette. En este punto de la historia, Valjean cometió un acto que ciertamente podría considerarse como misericordioso. Él se esforzó mucho por llevarse a Cosette, e incluso, la trató muy bien a pesar de no haberla visto antes. Para la niña, este es el momento del inicio de una nueva vida, en la que ella misma también se va a dedicar a hacer el bien. Es bastante similar al episodio en que Myriel le dio una nueva vida a Valjean; ahora él hacía lo mismo con Cosette. A pesar de todas las dificultades de su infancia, Cosette creció como una muchacha hermosa y educada”, agregó el consagrado.

“El último episodio por considerar sucedió durante la revolución, cuando Jean Valjean le salvó la vida a Javert. Al principio, Javert daba por hecho que Valjean lo iba a matar y se preparó para eso, considerando que era lo que un criminal obviamente debía hacer. Fue muy grande su sorpresa al ver que Valjean simplemente lo dejó ir y disparó al aire para que los demás creyeran que lo habían matado. Ciertamente es un acto de misericordia que va más allá de la justicia como el simple acto de dar a todos lo que les corresponde. Javert le había complicado muchas veces la vida a Valjean, pues en su ideal de justicia, un hombre debería sufrir las consecuencias de la ley sin importar el bien real que le haga a la sociedad. El afán de Javert era tal, que le daba una importancia irracional a la captura de Valjean, Jean Valjean y Javert pueden representar los dos ideales de justicia. Por una parte, Javert es simplemente aquel que busca que se cumpla literalmente la ley, pues para él su trabajo es sagrado y la ley en todo caso es indiscutiblemente sinónimo de lo que es correcto. La ley entonces divide a las personas en dos grupos: los que la respetan y los que no, y estos últimos son inevitablemente personas de mal el resto de sus vidas. Jean Valjean, por otra parte, representa la justicia como un ideal que en realidad es superado por la caridad y la compasión. Para Valjean es más importante darle a los otros más de lo que en realidad se merecen, pues el amor a los demás y el perdón son los que hacen posible a su conciencia continuar haciendo el bien”, cerró el padre Marcelo.