La misericordia, reflejo de Dios

jueves, 7 de noviembre de 2013
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07/11/2013 – En la Catequesis de hoy, el Padre Javier Soteras hizo alusión al amor de Dios desbordante que se manifiesta en la Creación y en la Redención donde se nos da a sí mismo.  Además reflexionó sobre el amor que es capaz de despertar en las personas lo mejor de ellas mismas que hasta el momento estaba escondido.

 

El amor nos revela nuestra verdadera identidad

La doctrina de la Trinidad es una interpretación de una frase de la Primera Carta de Juan: “Dios es amor”. Si Dios es amor, su esencia más íntima resulta comprensible de una forma aproximada por analogía con el amor humano. Se trata de una comparación en la que la desemejanza es mayor que la semejanza. Porque de la esencia del amor humano forma parte no solo dar algo al otro, sino comunicarse y donarse uno mismo en el darse. En la medida en que la persona se dona así mismo, al mismo tiempo se vacía de sí y encuentra en el amor su propia realización.


Pues al amor le es inherente unirse con el otro de un modo tal que ninguno de los dos, los tres o quienes sean, ni el amado ni los amantes, sean absorbido por el otro ni se agote en él. Ésto se ve muy claro en el vínculo genuino entre el hombre y la mujer. Pero también en comunidades cristianas, en los vínculos comunitarios, donde las personas se entregan unas en las otras, viviendo uno en el otro, sin que haya confusión y viviendo la plenitud siendo uno mismo.


En el contexto de individualismo que vivimos es casi incomprensible esta situación. La propuesta de nuestra cultura es ser casi un ser aislado para avanzar sin mirar a quién tengo al lado, porque lo importante es que vos seas vos. Sin embargo somos más plenamente nosotros mismos cuando somos con el otro. El verdadero amor no suprime las distancias, sino que al contrario respeta al otro tal cual es sin absorberlo o anularlo. El verdadero vínculo le permite a la persona que aparezca lo mejor que tienen para dar.


Permaneciendo en comunión con los otros el verdadero amor saca a la luz los rasgos propios de cada uno de los que participan en el acto genuino del amor. De ahí que Jesús diga que el camino es el de la caridad, en donde las personas sacan a la luz lo más genuino que hay en su ser, quedando habilitados para tomar la riqueza que hay en los otros. Jesús nos muestra un camino y nos da un testimonio de cómo salir de sí mismo para estar con los demás sin perderse. La misericordia es un espejo del misterio de Dios que es amor y que vine a instalarse en medio nuestro como lugar donde somos conducidos a la plenitud.


El amor que nos hace salir fuera


Dios que estaba clausurado en sí mismo, por así decirlo, en el acto Creador y luego en el Redentor, sale de sí por su amor desbordante. Algo parecido pasa con el amor humano. Cuántas veces únicamente por amor somos capaces de atender a un enfermo en la noche, de a pesar del cansancio disponer de un tiempo para escuchar al amigo que nos busca, de sacrificar horas en el trabajo por el bienestar de la familia. Cuántas veces es el amor lo que te moviliza a hacer cosas que por vos mismo no harías pero el amor te impulsa. Cuántas cosas no haríamos ni si quiera por grandes cantidades de dinero, y sin embargo por amor las hacemos.

Dios se comunica por amor

Dios es un misterio de comunicación en el amor hecho comunitario, por eso, por así decirlo, a Él no le parece extraño comunicarse con nosotros. Sólo podemos entender esa comunicación de Dios con nosotros si entendemos que nos ama. Por eso la mejor comunicación nuestra es cuando es en el amor.


Decía el Papa Francisco en la audiencia general de ayer que “cada encuentro con Cristo, que nos da la salvación en los Sacramentos, nos invita a "ir" y a comunicar a los otros la salvación que podemos ver, tocar, conocer, recibir, y que es creíble de verdad, ya que es amor. De esta manera, los Sacramentos nos llevan a ser misioneros”.
Ésta es la riqueza de la comunión de los santos, el compartir el interior con toda la riqueza con el que Dios nos bendice. Nosotros por la boca hablamos de lo que abunda  en el corazón, por eso no podemos callar lo bueno que el Señor nos revela en el corazón.

 

Padre Javier Soteras