La oración centrante

miércoles, 21 de agosto de 2013

Gabriela Lasanta: Hoy vamos a hablar de la oración centrante, esa que está a favor del encuentro, fundamentalmente del encuentro con uno mismo; porque si uno no se a encontrado con uno mismo, mal puede después encontrarse con otro. De manera que, aunque el vínculo sea muy rico, la fecundidad de ese vínculo nunca va a llegar a lo hondo del ser

Hermana Paloma Marchesi: Yo recomiendo hacer un espacio interior y conectarse consigo mismo de una manera mucho más profunda. Es bueno conocerse y luego darse cuenta de que tenemos dentro todo lo que necesitamos para sanar las heridas del pasado, porque la fuerza interior que tenemos, la vida divina, la vitalidad, la alegría, la bondad, la misericordia, el amor, lo llevamos dentro. Somos eso. Lo que pasa es que hemos construido una imagen idealizada, entonces estamos como un poquito desconectados, ‘desgajados’ del hondón del ser. Somos imagen de Dios, tenemos dentro su chispa, somos una partecita de Dios, y estamos llamados a ser semejantes a Dios, que Dios se manifieste a través nuestro: en nuestra bondad, en nuestra misericordia, en nuestro amor, en nuestra luz, en nuestra compasión, en nuestra vida, en nuestra vitalidad, en nuestra capacidad de superar tensiones, dificultades, frustraciones. Ahì tenemos que dejar que la fuerza y la luz se manifiesten, pero a veces no dejamos. Esto es lo que somos, pero ¿cómo nos comportamos? Podemos decir por ejemplo: yo soy humilde, la humildad me constituye, pero a veces me comporto de una manera orgullosa. O envidiosa, o celosa, pero eso no es lo que soy: soy amor, soy bondad, soy fortaleza. Pero ¿cómo me comporto? Eso es lo que intentamos descubrir en esos talleres para que la fuerza del Espíritu nos vitalice, la actualicemos de tal manera que vaya sanando lo otro y que sea luz lo que yo vivo

GL: ¿cómo se sabe todo eso que somos. Obviamente, no estamos hablando de una ciencia exacta y no se puede comprobar en un experimento cual es nuestra sustancia, pero ¿de dónde se saca la conclusión de que somos ‘todo eso’: alegría, libertad, humildad… Alguna experiencia tiene que haber para que se hagan afirmaciones como las que vos hacés. No solo vos. Hay muchos testimonios: somo esto ¡cómo hacen para llegar a esa conclusión?

 

PM: Es nuestra naturaleza esencial, y creo que de la única manera que se puede llegar a ella es acallando la mente. Cuando se acalla la mente, comenzamos a mirar a la persona como desde tres niveles: el mental, el emocional y el espiritual. ¿qué nos impide tocar el fondo del ser? ¿qué nos impide manifestar nuestra savia? Es que nosotros todo lo percibimos y concebimos pensando, todo a través de la mente, de la razón. Se nos va todo por la cabeza. Hemos llegado hasta a pensar en Dios como un ser separado, y sin embargo Dios es el misterio que todo lo llena, es lo que nos constituye, Dios es el origen. Entonces, cuando acallamos nuestra mente, cuando nuestra persona puede hacer un silencio profundo, entonces se nos va abriendo hacia adentro un espacio inmenso donde vamos percibiendo la esencia. Comenzamos entonces a tener esa sensación de Dios en quien vivimos, nos movemos y existimos, Dios que es misterio, Dios que todo lo llena. Es cono volver al Paraiso terrenal ¿Qué había antes de Adán y Eva? Pues no había nada, había silencio, había espaciosidad total. Ese es el misterio de Dios. San Juan de la Cruz nos dice que ‘no podemos agarrar a Dios con las manos, no podemos ‘pensarlo’, no podemos objetivarlo, porque entonces lo hacemos finito, y Dios es infinito. Entonces, a Dios no podemos pensarlo, solo podemos experimentarlo. Yo doy talleres que ayudan a callar la mente, a llegar a un silencio profundo. Como bien lo dijiste, yo solo me puedo encontrar con Dios o con otro cuando estoy a gusto conmigo misma. Y cuando estoy a gusto conmigo, voy poco a poco experimentando a Dios. Y lo experimento a través de las sensaciones. Porque si no, Dios se me queda en una idea. Y Dios no es una idea. Yo puedo tener muchas ideas de Dios pero no tener experiencia de El. Por eso es necesario acallar la mente para bajar a nivel de la sensación, para que mi cuerpo sienta el amor de Dios. Experimentarse profundamente amada en el cuerpo, en las sensaciones, en la vida, en las crisis, en las frustraciones, en el pecado. Experimentarse amado

GL: Seguimos compartiendo con la Hna. Paloma sobre este ‘viaje hacia el hondón del ser’. En este viaje, ¿no corre uno riesgo de desconectarse demasiado del afuera, del entorno

PM: yo creo que no. Creo que es al revés: te potencia muchísimo más, porque te capacita para conectar con lo más bello que uno tiene. Uno se conecta con ese niño original que Dios ha hecho. Uno se conecta con esa fuerza divina, con ese origen. Y es como que toda la fuerza, la vida, la vitalidad, la capacidad, te fluye. Yo ahora, con mis 67 años, me siento mucho más liberada, mucho más ágil, mucho más todo, que cuando tenía 35. Y creo que era por la mochila, porque este camino, aparte de que te conecta con el hondón del ser, también va sanando las heridas del pasado. El camino es camino meditativo (por la oración centrante u otras prácticas meditativas). Hay que sentarse, y silenciarse, y abrirse a la fuerza de la vida donde nos habita Dios. Desde el vientre materno llevamos un niño interior que durante alguna época de su infancia tuvo alguna herida (todo lo que no nos gustó, lo que nuestros padres nos contrariaban, o nos dejaban de lado, etc) que quedó registrada en el inconsciente, y eso nos vive dentro. Cuando hacemos oración centrante u otras prácticas meditativas, esa fuerza divina te va sanando esas heridas, te va liberando. Te va haciendo la persona que Dios ha creado y que estás llamada a ser. Entonces eres una persona unificada. Leí, y es verdad, que el anhelo más profundo del ser humano es el poder vivirse unificado , integrado, trascendido. Esa capacidad para pensar, sentir y actuar y decir ‘soy yo’, y tener la vida en las manos (no que te la tengan en las manos: no hacer las cosas para complacer, esa co-dependencia de los otros, del qué dirán, de hacer lo que te digan, lo que quieran los otros para sentirte valorado, aceptado, querido) Liberarse de todo eso es gracia, es felicidad profunda. Soy libre de acuerdo con mi ser mas profundo, de acuerdo con lo que soy .No esa libertad de decir ‘yo hago lo que quiero’, sino la libertad de los hijos de Dios, la que te capacita para hacer el bien continuamente, para hacer opciones de acuerdo con lo que sos. Somos amor. Nos ha creado el amor. Vamos hacia el Amor. Y es el Amor lo que nos constituye de raíz, en nuestro origen más profundo.

GL: ¿qué hace la meditación en éste proceso? ¿Cuál es el rol? Sabemos que esas heridas han generado dinámicas psicológicas, estructuras de personalidad, como máscaras, roles que asumimos: ser el bufón, o el recio, o ser la víctima para tener a todo el mundo alrededor, o creerse una estrella. Son todas caretas que se fueron constituyendo como una salida alternativa de emergencia y están hecha de carne y hueso, no se remueven fácilmente, sobre todo porque la persona no sabe como se hizo esa máscara.

PM: porque cuando nacemos, la necesidad más grande del ser humano es la de ser reconocido. O sea: el venir a este mundo y encontrarte con alguien que te diga ‘¡pero qué ganas tenía de que vinieras! ¡bienvenido a este mundo! ¡te quiero, mi amor!’ y estrecharte en sus brazos, esa es la necesidad más profunda del ser humano. Eso tal vez ahora es más sabido por los padres. Pero antes, no había en los padres esa actitud de acogida de una manera tan cariñosa en el sentido de estrechar al hijo en sus brazos. Entonces, si en algún momento la persona se sintió como dejada de lado, o abandonado o alguna otra cosa pequeñita, todo queda registrado dentro de sí, y la persona se siente no reconocida, no aceptada, y por eso necesita ponerse esa máscara de la que hablábamos: una careta, un ‘otro yo’ para que la reconozcan, la quieran, la amen, la acepten, en definitiva, para ser alguien. El niño no puede vivir sin ser alguien. La meditación te va desarrollando de tal manera la conciencia de tu ser más profundo, que entonces te vas dando cuenta de que todo eso es ilusorio, de que eso pasa, de que si hoy pones toda tu co-dependencia en las personas que quieres, mañana tal vez te quedas sin ellas por algún accidente u otro motivo. Te vas dando cuenta de que todo es in-permanente. Entonces, cuando te vas dando cuenta de que todo es impermanente por medio de la meditación, vas bajando al hondón del ser y te das cuenta de que lo que queda es tu persona, eso que Dios ama. hay mucha gente que tiene baja autoestima. Dios no crea personas con baja autoestima. Dios no crea personas tímidas. Tú tienes en el hondón de tu ser la capacidad de actualizar lo más bello y propio tuyo, que te hará feliz porque lo actualizas y lo pones al servicio de los demás. Y te das cuenta de que esas heridas que traes, también son impermanentes.

GL: Puedo conectarme con Dios pero desconectarme de la gente?

PM: En lo hondo del ser está el centro vital. Allí está el centro de unidad con todo y con todos. Allí nos experimentamos uno consigo mismo, con los demás, con Dios, con el cosmos. Uno se siente en armonía, unificado totalmente. Cuando uno se siente bien de verdad con su propia piel, esto es, cuanto más conectado se esté consigo mismo, más bien nos vamos a sentir con los demás, con Dios. A veces cuando no nos sentimos bien con los demás es porque hay algún resentimiento o algún dolor, algo que no está totalmente hecho consciente, no está reconciliado, no está perdonado. A veces nos tenemos que perdonar a nosotros mismos para poder perdonar a los demás. Ese es el trabajo interior. El sentimiento no es solo el sentimiento sino la convicción. La convicción brota de la experiencia. Cuando yo tengo una profunda experiencia de Dios, tendré convicción para hablar de lo que hablo. Si no tengo experiencia, no hay convicción. Y la experiencia de Dios pasa por la experiencia de uno mismo. Y el problema es que se nos queda en idea todo. Entonces: el sentimiento no es por sentimentalismo. Es por experimentar. Sabemos mucho de Dios, pero ¿lo hemos experimentado, vivenciado? Solo se experimenta en el silencio profundo, en momentos de soledad y de meditación. Y tiene que ser un proceso meditativo de todos los días, al menos una o dos veces al día, 20 o 30 minutos. Esa meditación es la que transforma la persona, transforma el ser

GL: ¿Cómo se hace esa meditación?

PM: Yo diría: lo primero de todo, sentándose en una postura relajada pero no tanto como para dormirse. El ‘ojo interno’ del que nos habla San Juan de la Cruz, lo muevo hacia adentro. Para acallar la mente es preciso primero conectarse con el cuerpo a través de la respiración o de las sensaciones del cuerpo. Tomar conciencia de los pies tocando el suelo, las nalgas tocando la silla, la espalda tocando el respaldo, etc. Puedo preguntarle a mi cuerpo cómo se siente. Diría Santa Teresa: recoger todo lo externo y venir hacia el interior. Y se comienza a saborear desde adentro. El problema es la mente, que se nos escapa. Entonces, yo quiero recogerme con mi dios, en mi centro, sentirme a mi misma, pero no puedo porque la mente se me va con una amiga, o con una aversión a alguien que me ha herido, y empiezo a dar vueltas. Entonces, tengo que tener un ancla: una palabra sagrada que te ayuda a volver cada vez que te distraes, a tu intención primera de estar con Dios esos 20 minutos. Mi ancla puede ser Dios, la tuya puede ser la respiración, la de otro puede ser la mirada. Entonces, cada vez que te distraes, que te vas de la ‘presencia’, vuelve a la presencia por medio del ancla.

GL: cuando se afrontan este tipo de experiencias de silenciar el alma –que no se silencia nunca en realidad-, cuando la mente da vueltas y vueltas, tampoco hay que hacer un esfuerzo por pararla

PM: es verdad. No hay que hacer esfuerzo, no hay que resistir sino aceptar. Todo lo que pasa por tu mente lo dejas correr, lo dejas venir y lo dejas irse. No retener: no darle vueltas a los pensamientos. No reaccionar: aunque te venga una sensación, pensamiento agresivo, fantasía…no reaccionar. Y continuamente retornar a tu ancla. Esas ’cuatro erres’ de la oración centrante, te ayudan a permanecer abierto, atento, receptivo a la presencia que te inunda por fuera y por dentro, que te penetra, que es misterio. Dice San Pablo “En Dios vivimos, nos movemos y existimos”. En Dios tenemos nuestro ser. Lo que nos cuesta muchísimo es encontrar todos los días ese tiempo. Decimos que no tenemos tiempo, pero eso es mentira. Tenemos tiempo para todo: para dormir, para criticar, para comer, para leer, y hasta para aburrirnos. Pero no tenemos tiempo para crecer.

GL: Ahora: la excusa o las mentiras que nos ponernos muchas veces tienen que ver con que en el fondo hay vacío o hay sensaciones displacenteras

PM: es verdad que nos decimos mentiras. No decimos ‘no me siento porque hay ruidos exteriores e interiores’. Es que no hemos tenido experiencias bonitas de silencio. Es ‘volver a casa’. Hay una leyenda que dice que cuando un niño nace baja un ángel del cielo y le pone una mano en la boca para que no cuente de dónde viene. Y esa mano en la boca es tan poderosa que no solo no cuenta de dónde viene sino que totalmente olvida el origen. El origen olvidado es lo que tenemos que recuperar. Hemos olvidado de dónde venimos. Lo que hace la meditación es recuperar el origen. Y eso no se recupera por la mente, pensando o estudiando. Se recupera sentándose, abriéndose y conectando con el origen, que es misterio y de ahí venimos. Tenemos mucho ruido porque todo lo externo nos arrastra, porque también tenemos muchas heridas que no hemos sanado, no hemos liberado, no nos hemos reconciliado, no hemos hecho un proceso de sanación de heridas. Tenemos miedo al dolor, y ¿por qué tenerle miedo si es parte de la vida? Es mejor sentarnos con el dolor y decir ¿qué me dice este dolor? ¿de dónde viene? ¿a dónde me lleva? ¿qué mensaje me trae? Eso me ayuda a irme sintiendo a gusto en mi propia piel aún experimentando dolor. Lo que pasa es que a veces al dolor lo hacemos sufrimiento. Sobre un dolor concreto hacemos toda una película que nos hace sufrir. La meditación ayuda a vivir el momento presente, tener control sobre los pensamientos y sentimientos, saber manejarlos, no dejar que te arrastren, no ser reactivo, vivir con respuestas a las situaciones, no reaccionando cada vez que uno está alterado por algo que le han hecho. Las emociones no trabajadas y no procesadas se somatizan. Por eso es muy importante sentarse y meditar. Hemos salido de nuestra casa y tenemos que volver a ella, volver al origen. Es lo del hijo Pródigo: nos hemos escapado de la casa del Padre porque pensábamos que íbamos a encontrar algo fuera de nosotros mismos que fuera más satisfactorio, que nos diera más felicidad. Y es ahí en casa donde se está bien, porque de ahí venimos.

GL: A veces pierdo la paciencia, la comprensión y me aíslo de todo. Cuando me enojo parezco a un león, por eso no hablo con nadie. Siempre escucho al otro y me aíslo. Si puedo escucho Radio María

PM: El león tiene su función, pero hay que amaestrarlo un poquito. Hay que canalizar el león que tenemos dentro.

GL: Pero no enjaularlo. Mirá si algún día viene alguien a cazarte y no tenés el león. La naturaleza creada es maravillosa. Pero hay que ordenarla.

PM: Todo lo que está desordenado nos hace daño a nosotros y a los demás.

GL: ¿Qué el ‘el hondón?

PM: Es una manera de explicar que hay algo más profundo que tus pensamientos, algo más profundo que tu cuerpo, algo más profundo que tus emociones, algo mas profundo que tus amigos, algo mas profundo que todo. Hay algo más. Y eso más es tu origen. Y hay que descubrirlo. No buscarlo, porque está dentro tuyo. Hay que despertar a ello. Y solo te ayuda la meditación

GL: todos conocemos que hay una vertiente meditativa que apunta a ‘la nada’, al nirvana, al blanqueamiento de alguna manera de la mente. Meditar ¿buscando ese vaciamiento o meditar con Dios, que es otro? Y que al mismo tiempo, cuando medito con otro, tengo una imagen de ese otro. Esa imagen ya es una idea, y esa idea ya es un des-centramiento. Nosotros meditamos contemplando nuestros pensamientos que pasan, tomamos distancia de ellos, conectamos con el cuerpo, con la sensación sentida y vamos observando nuestros pensamientos. Ya ahí hay bastante trabajo: no engancharse, no retener, no reaccionar, no resistir. Hay ahí toda una potencialidad del alma puesta en eso. ¿qué lugar ocupa Dios ahí, en ese momento de la meditación? ¿dónde lo ponemos? Dios es también una idea, todos tenemos una imagen de Dios. Y a veces la imagen de Dios está distorsionada por nuestra experiencia

PM: Y está distorsionada no solo por lo que nos han enseñado sino por la imagen que tuvimos de nuestro padre

GL: Te doy vuelta la pregunta: meditar no es orar. Orar es hablar con Dios

PM: decía una oyente hace un momento algo que me pareció genial: orar con el sufrimiento de otras personas. Esto no quiere decir que sustituya otras formas de oración. La meditación es una forma de abrirte más profundo hacia lo que eres. Porque si no, nos identificamos con nuestro cuerpo, nos identificamos con nuestros pensamientos, con las cosas que amamos, con nuestro trabajo… ¿y qué pasa cuando no tenemos trabajo, cuando nadie nos ama? Nos derrumbamos. Entonces, es un camino de crecimiento en la oración. Anthony de Melo resume en cuatro frases el crecimiento en la oración: 1. Yo hablo y Dios escucha. 2. Dios habla y yo escucho. 3. Ni Dios ni yo hablamos, pero los dos estamos separados, nos miramos, estamos atentos. Pero considero a Dios como un objeto, que está ahí al lado, cerca de mí. 4. Ni yo ni dios hablamos, pero nos fundimos, somos uno. Ese es el camino de la oración, es el camino de la meditación. Vamos creciendo hacia ahí: hacia sentirnos uno con Dios, con los demás, conmigo mismo y con el cosmos.

Santa Teresa nos dice esto en ‘las 7 moradas’. Las tres primeras son del yo-tu relacional. Yo me relaciono con Dios a través de las oraciones vocales, a través de la Palabra, a través de la meditación. Decimos que son las 3 moradas ascéticas. Yo tengo que hacer esfuerzo para llegar a Dios porque todavía no le conozco bien. Lo mismo en el enamoramiento. No conozco bien a mi amigo entonces tengo que hablar mucho con él para poderle conocer. La tercera morada es la afectiva. Ya el corazón se va ablandando y voy experimentando mas a Dios a nivel de afecto. Me voy enamorando mas de Dios, voy sintiéndome bien con El, le puedo contar mis defectos, mis pecados. Luego están las moradas místicas. La cuarta morada es la que llamamos ‘morada de quietud’. Ahí empieza el silencio contemplativo. Y ahí es donde introducimos la oración centrante, porque acá va acallando las potencias, va ayudando a callar la mente (diría Santa Teresa ‘la loca de la casa’). Y de la quita a la séptima, Dios va secando las potencias de manera que llega un momento que ya me experimento una con Dios. Es como cuando cae una gota de agua en el mar que se funde con el mar: así ocurre en la oración mística. Y hacia ahí vamos. Hay un Jesuita (Meloni) que habla de los dos grandes paradigmas o dos grandes estructuras de la experiencia religiosa que son: el teísmo que se asocia sobre todo a la experiencia bíblica, y el paradigma de la no dualidad que se asocia a las religiones orientales. Lo característico del teísmo es la relación Dios-tú: el vínculo que existe entre el tú y el yo y en el que Dios es nuestro tú y nosotros somos el tú de Dios. Empieza con Abraham, etc en el Antiguo Testamento, y luego en el Nuevo Testamento Jesús se hace el tú de Dios. Y el otro paradigma, el de la no dualidad, es el que asocia a Dios como todo. Si Dios es un tú, y si la palabra es lo típico de la relación en el teísmo porque nos comunicamos con Dios a nivel diálogo, en las religiones orientales en cambio es la supresión de todo dualismo. Dice Meloni “desde hace unas décadas han ido viniendo por ráfagas otras maneras de relacionarse con lo divino. Si bien nos ha acompañado durante 2000 años porque ya lo sabíamos por los padres del desierto y los místicos carmelitas que así es la relación que crece, estamos hoy en día más abiertos y mas familiarizados con ellas. Se trata de las que hoy llamamos ‘religiones de la no dualidad’, religiones oceánicas, cuyo punto de partida es la radical disolución de toda forma del yo-tú. Lo propio de la experiencia oceánica, de la experiencia no dual, es que lo que hay es un todo, que al mismo tiempo no es nada, porque si fuera algo dejaría de ser todo”. Es como cuando decimos: Dios es infinito, Dios es misterio, pero decimos que hablamos con Dios: le hacemos un objeto, le ponemos ahí en frente y hablamos con El. Le estamos haciendo paralelo al infinito y eso no puede ser.

“Lo que las palabras no pueden expresar y sin embargo es por lo que las palabras expresan, eso es en verdad el absoluto y no lo que las gentes adoran. Lo que no se puede pensar con el pensamiento y sin embargo es por lo que el pensamiento piensa, eso es en verdad el absoluto y no lo que las gentes adoran. Lo que no se puede ver con los ojos y sin embargo es por lo que los ojos ven, eso es en verdad el absoluto y no lo que las gentes adoran. Lo que no se puede oír por el oído y sin embargo es por lo que el oído oyen, eso es en verdad el absoluto y no lo que las gentes adoran. Lo que no se puede respirar con el aliento de la vida y sin embargo es por el que el aliento respira, eso es en verdad el absoluto y no lo que las gentes adoran”.

Nosotros hemos metido a Dios en nuestra mente. Lo hemos hecho una idea. Eso no es el absoluto. Dios es misterio. El absoluto es el misterio. Tenemos que crecer para experimentar plenitud de vida , que es lo que Jesús nos vino a traer. Jesús es quien vive el misterio en toda realidad, con toda la fuerza. Jesús expresa en el enraizamiento con el ABBA su fuerza plena, y su misericordia y entrega por todos y por todo. Esto no es para estarme embelesada mirando a Dios, es para que la fuerza de la vida que me habita pueda expresarse en entrega, en misericordia, en compasión, en amor, en fuerza, en vida hacia los demás, hacia el servicio, hacia hacer un mundo mejor, hacia crear una fraternidad universal donde todos nos sintamos hermanos porque tenemos el mismo Padre.

Llevamos un niño interior herido que aún no ha sanado porque no le hemos tenido en cuenta. Todas esas heridas han quedado registradas aunque no nos demos cuenta, no nos acordamos de lo que pasó en el pasado pero ahora nuestras emociones lo recuerdan. entonces, cuando algo pasa en la vida adulta que tiene relación con aquella experiencia del pasado, la misma emoción, el mismo sentimiento, sale a relucir porque somos sensibles a aquella experiencia. ¿qué hay que hacer? Mirar el pasado y reconciliarse con él. Para eso son buenos los grupos que hablan de esas realidades, de la sombra, de las adicciones, de las compulsiones. Llega un momento en la vida que tenemos que plantearnos ¿por qué esto me pasa, por qué esto se repite? Hay un por qué a todo. Es bueno que nos hagamos preguntas, y que alguien en el camino nos dé respuestas. Tiene relación con una sanación interna de la que todos necesitamos. La meditación ayuda a que la fuerza de la vida que llevamos dentro, que es Dios mismo, sane las heridas del pasado.

La Virgen nos acompaña y quiere que caminemos hacia Jesús y nos vayamos llenando de su vida, y como Jesús vayamos manifestando la presencia de Dios en todas partes. Su presencia y su manifestación a través del amor, la bondad, la misericordia y la compasión.