La oración de intercesión

viernes, 17 de noviembre de 2023
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Cardenal Ángel Rossi
Cardenal Ángel Rossi

17/11/2023 – En el día en el que los obispos nos convocan a una Jornada de oración por nuestra Patria, compartimos el espacio de la catequesis junto al Cardenal Ángel Rossi, Arzobispo de la Arquidiócesis de Córdoba.

La fuente utilizada para el compartir fue extraído la Audiencia General del Papa Francisco del día miércoles 16 de diciembre del 2020:

Quien reza no deja nunca el mundo a sus espaldas. Si la oración no recoge las alegrías y los
dolores, las esperanzas y las angustias de la humanidad, se convierte en una actividad
“decorativa”, una actitud superficial, de teatro, una actitud intimista. Todos necesitamos
interioridad: retirarnos en un espacio y en un tiempo dedicado a nuestra relación con Dios. Pero
esto no quiere decir evadirse de la realidad. En la oración, Dios “nos toma, nos bendice, y
después nos parte y nos da”, para el hambre de todos. Todo cristiano está llamado a convertirse,
en las manos de Dios, en pan partido y compartido. Es decir una oración concreta, que no sea
una evasión.

Así los hombres y las mujeres de oración buscan la soledad y el silencio, no para no ser
molestados, sino para escuchar mejor la voz de Dios. A veces se retiran del mundo, en lo secreto
de la propia habitación, como recomendaba Jesús (cfr. Mt 6,6), pero, allá donde estén, tienen
siempre abierta la puerta de su corazón: una puerta abierta para los que rezan sin saber que
rezan; para los que no rezan en absoluto pero llevan dentro un grito sofocado, una invocación
escondida; para los que se han equivocado y han perdido el camino… Cualquiera puede llamar a
la puerta de un orante y encontrar en él o en ella un corazón compasivo, que reza sin excluir a
nadie. La oración es nuestro corazón y nuestra voz, y se hace corazón y voz de tanta gente que
no sabe rezar o no reza, o no quiere rezar o no puede rezar: nosotros somos el corazón y la voz
de esta gente que sube a Jesús, sube al Padre, como intercesores. En la soledad quien reza —ya
sea la soledad de mucho tiempo o la soledad de media hora para rezar— se separa de todo y de
todos para encontrar todo y a todos en Dios. Así el orante reza por el mundo entero, llevando
sobre sus hombros dolores y pecados. Reza por todos y por cada uno: es como si fuera una
“antena” de Dios en este mundo. En cada pobre que llama a la puerta, en cada persona que ha
perdido el sentido de las cosas, quien reza ve el rostro de Cristo.

Fieles rezando, intercediendo
Fieles rezando, intercediendo

El Catecismo escribe: «Interceder, pedir en favor de otro es […] lo propio de un corazón conforme
a la misericordia de Dios» (n. 2635). Esto es muy bonito. Cuando rezamos estamos en sintonía
con la misericordia de Dios: misericordia en relación con nuestros pecados —que es
misericordioso con nosotros—, pero también misericordia hacia todos aquellos que han pedido
rezar por ellos, por los cuales queremos rezar en sintonía con el corazón de Dios. Esta es la
verdadera oración. En sintonía con la misericordia de Dios, ese corazón misericordioso. «En el
tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la
comunión de los santos» (ibid.). ¿Qué quiere decir que se participa en la intercesión de Cristo,
cuando yo intercedo por alguien o rezo por alguien? Porque Cristo delante del Padre es
intercesor, reza por nosotros, y reza haciendo ver al Padre las llagas de sus manos; porque Jesús
físicamente, con su cuerpo está delante del Padre. Jesús es nuestro intercesor, y rezar es un
poco hacer como Jesús; interceder en Jesús al Padre, por los otros. Esto es muy bonito.
A la oración le importa el hombre. Simplemente el hombre. Quien no ama al hermano no reza
seriamente. Se puede decir: en espíritu de odio no se puede rezar; en espíritu de indiferencia no
se puede rezar. La oración solamente se da en espíritu de amor. Quien no ama finge rezar, o él
cree que reza, pero no reza, porque falta precisamente el espíritu que es el amor. En la Iglesia,
quien conoce la tristeza o la alegría del otro va más en profundidad de quien indaga los “sistemas
máximos”. Por este motivo hay una experiencia del humano en cada oración, porque las
personas, aunque puedan cometer errores, no deben ser nunca rechazadas o descartadas.
Cuando un creyente, movido por el Espíritu Santo, reza por los pecadores, no hace selecciones,
no emite juicios de condena: reza por todos. Y reza también por sí mismo. En ese momento sabe
que no es demasiado diferente de las personas por las que reza: se siente pecador, entre los
pecadores, y reza por todos. La lección de la parábola del fariseo y del publicano es siempre viva
y actual (cfr. Lc 18,9-14): nosotros no somos mejores que nadie, todos somos hermanos en una
comunidad de fragilidad, de sufrimientos y en el ser pecadores. Por eso una oración que
podemos dirigir a Dios es esta: “Señor, no es justo ante ti ningún viviente (cfr. Sal 143,2) —esto lo
dice un salmo: ‘Señor, no es justo ante ti ningún viviente’, ninguno de nosotros: todos somos
pecadores—, todos somos deudores que tienen una cuenta pendiente; no hay ninguno que sea
impecable a tus ojos. ¡Señor ten piedad de nosotros!”. Y con este espíritu la oración es fecunda,
porque vamos con humildad delante de Dios a rezar por todos. Sin embargo, el fariseo rezaba de
forma soberbia: “Te doy gracias, Señor, porque yo no soy como esos pecadores; yo soy justo,
hago siempre…”. Esta no es la oración: esto es mirarse al espejo, a la realidad propia, mirarse al
espejo maquillado de la soberbia.

El mundo va adelante gracias a esta cadena de orantes que interceden, y que son en su mayoría
desconocidos… ¡pero no para Dios! Hay muchos cristianos desconocidos que, en tiempo de
persecución, han sabido repetir las palabras de nuestro Señor: «Padre, perdónales, porque no
saben lo que hacen» (Lc 23,34).

El buen pastor permanece fiel también delante de la constatación del pecado de la propia gente:
el buen pastor continúa siendo padre también cuando sus hijos se alejan y lo abandonan.
Persevera en el servicio de pastor también en relación con quien lo lleva a ensuciarse las manos;
no cierra el corazón delante de quien quizá lo ha hecho sufrir.

La Iglesia, en todos sus miembros, tiene la misión de practicar la oración de intercesión, intercede
por los otros. En particular tiene el deber quien está en un rol de responsabilidad: padres,
educadores, ministros ordenados, superiores de comunidad… Como Abraham y Moisés, a veces
deben “defender” delante de Dios a las personas encomendadas a ellos. En realidad, se trata de
mirar con los ojos y el corazón de Dios, con su misma invencible compasión y ternura. Rezar con
ternura por los otros.

Queridos hermanos y hermanas:

La oración verdadera no nos separa de la realidad. El que reza presenta al Señor los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los
pobres y de cuantos sufren. Todos necesitamos tiempos y espacios de silencio y soledad para la

relación con Dios, para escuchar su voz. En la oración, el Señor nos bendice y nos hace pan
partido y repartido para la vida del mundo.

La oración de intercesión abre las puertas del corazón de quien reza por los demás. Es una
puerta abierta para los que rezan sin saberlo, para los que no rezan pero esconden un grito
sofocado en su interior, para los que se equivocaron y no encuentran el rumbo. Cualquiera puede
encontrar en la persona orante un corazón compasivo que ruega por todos sin excluir a nadie. Es
como una “antena” de Dios, que está en sintonía con su misericordia y ve a Cristo en los rostros
de las personas por las que reza.

En la oración experimentamos que todos somos hermanos, que pertenecemos a la misma
humanidad frágil y pecadora. El que reza lo hace por todos, y también por sí mismo. La Iglesia, en
todos sus miembros, tiene la misión de practicar la oración de intercesión, especialmente quienes
tienen un rol de responsabilidad: padres, educadores, sacerdotes, superiores de comunidad. Este
modo de oración nos ayuda a mirar a los otros con los ojos y el corazón de Dios, con su misma
ternura y compasión.