La oración, eje central de la doctrina teresiana

viernes, 15 de julio de 2011
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 “Cuando oren, no hagan como los hipócritas; a ellos les gusta orar delante de las sinagogas, en las esquinas de las casas, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oren, no hablen mucho como hacen los paganos; ellos creen que pormucho hablar, serán escuchados. No hagan como ellos porque tu Padre que está en el Cielo sabe bien lo que les hace falta antes de que se lo pidan.”

 

Cuando Teresa de Jesús nos invita a ir por el camino de la oración, en el que ella ha hecho todo un aprendizaje en carne propia y se transforma en maestra que nos conduce a la fuente del Agua Viva con la que el Señor viene a habilitarnos para darnos vida nueva, primero nos ha introducido en el desprendimiento de sí mismo y en la humildad. Porque lo que interesa a partir de ahora es acercarnos a Jesús y avanzar con Él por el camino de la oración, hasta llegar a lo que Teresa de Jesús considera que está dado para todos: para los que pueden meditar y para los que no, a la contemplación, que es un don y una gracia que Dios regala al alma. “Si alguien quiere saber, dice Teresa, el camino para llegar a la contemplación, puede estar seguro que no hay otro que el indicado. Todo lo que dije y diré más adelante parece de poco valor pero, sin embargo, no deja de tener mucha importancia. El camino indicado es éste: el de deshacimiento de sí mismo y el del encuentro con la propia verdad y realidad en humildad. Para llegar a la oración de contemplación se requiere de todas las piezas. Todas tienen su función y todas sirven para dar jaque mate al gran rey”, dice Teresa, comparando la vida del peregrino detrás de Jesús en seguimiento discipular como el que lo hace en un gran tablero de ajedrez. Pero no lleva Dios a todas las personas por el mismo camino. Algunas permanecen toda la vida sin llegar a la contemplación. Él sabe lo que le conviene a cada uno, aunque da a entender en su magisterio Santa Teresa que todos estamos habilitados para esta gracia de la contemplación.

 

Una cosa es meditar sobre la vida de Cristo los propios pecados, y otra cosa es contemplar. Hay personas que ni siquiera pueden meditar porque se les va el pensamiento para todos lados. Teresa ha experimentado esto, y dice que la imaginación en ella era como una loca en la casa, hasta que encontró puntos de referencia concretos en torno a los cuales, en relación a la humanidad de Jesús, pudo orar contemplando. Hay personas a quienes no les alcanza para meditar, sino sólo para la oración vocal. No significa esto que estén atrás en el camino; y tampoco el tener muchos regalos de Dios en la oración es señal de que uno va adelante. La medida verdadera de nuestra proximidad a Dios es, dice Teresa, la dama humildad. El humilde se contenta con lo que le toca: si se trata de servir, sirve; si se trata de trabajar fuerte, lo hace; y si le dan regalos en la contemplación, con admiración y agradecimiento, los recibe, aunque piensa que no le corresponden. Todas las acciones y pensamientos le parecen insignificantes para tan gran Señor. Cuando entramos en espíritu de contemplación, Dios nos parece todo y todo nos parece nada.

 

Para ver qué actividad y cuál forma de oración nos es más apropiada para llegar a Dios, hay que probarlas a todas, ciertamente. El Señor nos hará sentir lo que nos conviene y lo que no nos conviene; lo que nos acerca a Él y lo que no nos permite estar cerca de Él. Lo que sí es seguro es que, sea por el camino de la meditación, de la oración vocal o solamente estar en silencio ante la presencia de Dios, Él quiere llevarnos a todos a la contemplación. Que es la experiencia transformante que viven los discípulos cuando, en el Monte del Tabor, experimentan la transfiguración, y Pedro dice: Señor, qué bien estamos aquí, hagamos tres carpas…

Cuando uno se encuentra en espíritu de contemplación en medio de la acción, de la oración vocal o de la meditación, deja todo para quedarse sólo en la presencia de Dios. Eso lo llena todo, y nada más nos hace falta.

 

La oración y vida regalada no van de la mano, dice Teresa. Y refiere que el camino de la contemplación en su más alto grado y las gracias que Dios regala por el camino de la humildad, llevándonos a la oración profunda de encuentro con Él, de poder engolfarnos en Él, sumergirnos dentro del océano de vida que es la presencia de Dios, trae consigo trabajos. Dios da grandes trabajos a sus preferidos. Reparte entre sus más íntimos amigos el peso del Calvario y de la Cruz. Pareciera como si Dios emborrachara, no con vino sino con sus gustos espirituales a sus amigos, para que no entiendan los sufrimientos que le van a sobrevenir, y los puedan soportar. O dicho de otra manera: no son verdaderos contemplativos, aunque digan lo contrario, los que no están íntimamente decididos a padecer, es decir, a cargar con el peso de la cruz. De hecho, ésta es la experiencia suya delante del Señor cuando sufriendo mucho en medio del camino de la reforma del Carmelo, Teresa se queja ante Jesús por los padecimientos por los que la hace pasar, siendo que es su amiga. Y Jesús, en una manifestación mística, le dice: Así trato Yo a mis amigos. Y ella le contesta: Con razón que tenés tan pocos.

 

¿Quiénes somos invitados a ir a estos lugares de plenitud en Dios que nos regala la gracia de la contemplación? Todos, dice Teresa. A todos nos invita a beber de la fuente de Agua Viva. Todos beberán de esa Agua, a no ser que quieran quedarse en el camino. El Señor no nos obliga a beber. Nos invita, y nos da muchas veces una muestra anticipada de esa Agua. Son como muestras gratuitas, para que nos entusiasmemos a seguirlo. De esta fuente caudalosa salen arroyos grandes y pequeños, y hasta charquitos. Para algunos son suficientes los charquitos para empezar. Son los que recién comienzan a seguir a Jesús. Hay la cantidad adecuada de agua para cada uno. No hay peligro de morirse de sed. Nunca nos faltará el agua del consuelo espiritual que nos reconforte. Al experimentar las atenciones del Señor, Él nos sale al encuentro y así se reafirma nuestra decisión de llegar hasta lo último, cueste lo que cueste. Éste es el camino de la oración en contemplación.

 

Dice Teresa de Jesús: me parece muy importante, antes de comenzar nuestra oración, preparar el encuentro, como cuando uno se va a encontrar con el mejor de los amigos, y darnos cuenta quién con Quién está tratando. Así, debemos dedicar unos momentos a considerar a Quién vamos a hablar, quiénes somos nosotros, qué vamos a decir o pedir. De este modo, nuestra oración será en la presencia. Hay que aclarar que nuestro humilde Maestro escucha a cualquiera que le habla con sinceridad, aunque no sepa expresarse bien y no llegue a darse cuenta de los respetos debidos. En realidad, prefiere las entrecortadas palabras de un humilde obrero más que los elegantes razonamientos de los sabios y letrados carentes de humildad. Pero no porque Él sea bueno y tolerante, nosotros vamos a ser descomedidos, dice Teresa. Para darnos cuenta de lo que somos, debemos considerar la grandeza de Dios. Ojalá tuviera la sabiduría y toda la elocuencia del mundo para dar a entender alguna de las muchas cosas que podemos considerar para conocer algo de Quién es este Señor y Bien nuestro. En mil vidas de las nuestras no acabaremos de entender cómo merecemos ser tratados así por Él. En su presencia, hasta los ángeles tiemblan. Todo lo ordena y todo lo puede. Su querer es viva realidad. Si en la vida cotidiana se trata de complacer a las personas que uno estima y aprecia, si se piensa de antemano en los regalos que se harán, ¿por qué no hacer lo mismo, y con mucha mayor razón los que queremos seguir hasta la muerte a Quien entregó la vida por nosotros? Ya reflexionar sobre estos temas, es hacer oración mental. Y también el rezar vocalmente, ocupando la mente en todo lo que hemos dicho. Pero, vuelvo a repetir, no es oración mental ni es oración ninguna el estar recitando oraciones con el pensamiento puesto en otro lado.

 

En esto de entrar por el camino de la oración con sencillez y con la dama humildad, como la llama Teresa a la gracia de andar en verdad, es importante determinarse y decidirse a no volver atrás. Decidirse con determinada determinación. Al que va por ese camino, aunque tenga dificultades, Dios definitivamente lo lleva a buen puerto.

Dice Teresa: es de vital importancia la firmeza de nuestra determinación en mantenernos en el camino de la oración. No podemos jugar con el Señor. Si nos determinamos a hacer oración, media hora cada día, no demos marcha atrás, como quien regala algo y luego lo quita. Si consideramos bien todo el trajín de la vida, es apenas muy poquito tiempo el que le entregamos cada día a Dios en la oración.

 

Determinada determinación. Decidirse y no volver atrás. poner la mano en el arado y sencillamente ir hasta donde Dios nos quiera conducir. Y por eso, el deshacirse de todo. En humildad, frente a la grandeza de Dios, dejarnos llevar por su gracia hasta donde Él quiera, por el camino de la oración.

 

Padre Javier Soteras